sábado, 30 de mayo de 2009

¿Volverán los desequilibrios globales?

Por: Barry Eichengreen

Los futuros libros de historia, dependiendo de quién los escriba, adoptarán uno de dos enfoques para determinar la responsabilidad de la actual crisis económica y financiera.

Un enfoque será culpar la laxitud de las normativas, la política monetaria complaciente y el nivel de ahorro inadecuado en los Estados Unidos. El otro, que ya está siendo promovido por funcionarios estadounidenses actuales y pasados, como Ben Bernanke y Alan Greenspan, culpará a la inmensa reserva de liquidez generada por países con altos niveles de ahorro del Este Asiático y el Oriente Medio. Toda esa liquidez, argumentarán, tenía que ir a algún lugar. Su destino lógico era el país con los mercados financieros mejor desarrollados, Estados Unidos, donde elevó los precios de los activos a alturas insostenibles.

Nótese lo único en que ambos campos están de acuerdo: el desequilibrio del ahorro global –bajo en Estados Unidos y alto en China y otros mercados emergentes- jugó un papel clave en la crisis, al permitir a los estadounidenses vivir más allá de sus medios. Estimuló a los financistas que estaban ansiosos por ganar rentabilidades sobre fondos abundantes a destinar una mayor parte de ellos a un uso especulador. Si hay consenso en un tema, ese es la imposibilidad de comprender la burbuja y el colapso sin considerar el papel de los desequilibrios globales.

En consecuencia, para prevenir que en futuro ocurran crisis similares a la actual es necesario solucionar el problema de los desequilibrios globales. En este tema, las señales tempranas son reconfortantes. Los hogares estadounidenses están ahorrando nuevamente. El déficit comercial estadounidense ha bajado desde US$ 60 mil millones al mes a sólo US$26 mil millones, según datos recientes. Por simple aritmética, sabemos que el resto del mundo está teniendo menores superávits también.

Sin embargo, una vez que los hogares estadounidenses reconstituyan sus cuentas de jubilación, es posible que vuelvan a sus hábitos de derroche. De hecho, la administración Obama y la Reserva Federal están haciendo lo posible por estimular el gasto estadounidense. La única razón de que el déficit comercial de EE.UU. esté disminuyendo es el hecho de que el país sigue estando en una grave recesión, lo que hace que tanto sus exportaciones como sus importaciones caigan en paralelo.

Con la recuperación, ambas pueden volver a sus niveles anteriores, y regresará el déficit externo de EE.UU. de un 6% de su PGB. De hecho, no ha habido cambios en los precios relativos o la depreciación del dólar estadounidense de una magnitud que haga augurar un cambio permanente en los patrones de comercio y gasto.

El que haya o no una reducción permanente de los desequilibrios globales dependerá principalmente de decisiones que se han de tomar fuera de los Estados Unidos, especialmente en países como China. La predicción de cuáles serán esa decisiones depende a su vez de por qué esos países llegaron a tener superávits tan grandes en primer lugar.

Una visión es que sus superávits fueron el corolario de las políticas que favorecían el crecimiento orientado a las exportaciones que tan bien funcionaron durante tanto tiempo. Los gobernantes chinos son reluctantes, lo que es comprensible, a abandonar un modelo ya probado. No pueden reestructurar su economía instantáneamente, ni hacer que los trabajadores pasen de pintar juguetes en Guangdong a construir escuelas en China occidental de la noche a la mañana. Necesitan tiempo para construir una red de seguridad social que les permita reducir el ahorro preventivo. Si esta visión es correcta, podemos esperar ver un resurgimiento de los desequilibrios globales una vez que haya pasado la recesión, y que a partir de entonces se vaya atenuando sólo lentamente.

La otra postura es que China contribuyó a los desequilibrios globales no a través de sus exportaciones de mercancías, sino mediante sus exportaciones de capital. Lo que a China le faltaba no era demanda de bienes de consumo, sino una oferta de activos financieros de alta calidad. Los encontró en los Estados Unidos, principalmente en la forma de bonos del Tesoro y otros valores respaldados por el gobierno, lo que su vez impulsó a otros inversionistas a realizar inversiones más especulativas.

Los acontecimientos recientes no han mejorado la reputación de EE.UU. como proveedor de activos de alta calidad. Y China, por su parte, seguirá desarrollando sus mercados financieros y su capacidad de generar activos financieros de alta calidad internamente. Mientras tanto. EE.UU. sigue teniendo los mercados financieros con mayor liquidez del mundo. Esta interpretación nuevamente implica el resurgimiento de desequilibrios globales una vez que acabe la recesión, y su muy gradual atenuación a partir de ese momento.

Una cosa que podría cambiar este pronóstico es que China llegue a ver la inversión en activos financieros estadounidenses como una potencial pérdida de dinero. La perspectiva de unos interminables déficits presupuestarios en Estados Unidos podría generar temores de sufrir pérdidas con los bonos del Tesoro. Una política de facto de tratar de borrar la deuda mediante inflación podría agravar tales temores. En ese punto China podría quitar el tapón, el dólar colapsaría y la Fed se vería obligada a elevar los tipos de interés, sumiendo los Estados Unidos en la recesión.

Existen dos esperanzas de evitar este desastroso resultado. Una es confiar en la buena voluntad china para estabilizar a EE.UU. y a las economías del mundo. La otra es que la administración Obama y la Fed den detalles sobre cómo piensan eliminar el déficit presupuestario y evitar la inflación una vez que acabe la recesión. Claramente, es preferible la segunda opción. Después de todo, siempre es mejor controlar el destino propio.

Fuente: www.project-syndicate.org

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