martes, 5 de mayo de 2009

Comercializar derechos especiales de giro

Por: Barry Eichengreen

Zhou Xiaochuan, el gobernador del Banco Popular de China, hizo mucho ruido antes de la reciente cumbre del G-20 al afirmar que los Derechos Especiales de Giro (DEG) del Fondo Monetario Internacional deberían reemplazar al dólar como la moneda de reserva del mundo. Sus reflexiones no hicieron más que suscitar reacciones encontradas.

Los simpatizantes reconocieron las contradicciones de un sistema en el que se utiliza internacionalmente una unidad nacional. Los bancos centrales, comprensiblemente, buscan más reservas mientras sus economías crecen. Pero si esas reservas adoptan principalmente la forma de dólares, entonces su creciente demanda permite a Estados Unidos financiar su déficit externo a un costo artificialmente bajo. A su vez, esto da lugar a que se creen desequilibrios insostenibles, que conducen a una crisis inevitable. Los episodios recientes han subrayado este problema -y el gobernador Zhou, por lo tanto, tenía razón de reclamar un sistema diferente.

Sin embargo, los escépticos cuestionan si el DEG alguna vez podría reemplazar al dólar como la principal moneda de reserva del mundo, por la sencilla razón de que el DEG no es una moneda. Es una unidad contable compuesta en la que el FMI adjudica créditos a sus miembros.

Esos créditos se pueden convertir en dólares y otras monedas en el Fondo, y se pueden utilizar en transacciones oficiales entre países miembro del FMI. Pero no se pueden utilizar en las otras transacciones en las que intervienen bancos centrales y gobiernos. No se pueden utilizar para intervenir en mercados de divisas, o en otras transacciones con participantes del mercado. Esto significa que el DEG no es una unidad atractiva para las reservas oficiales.

Esto no sería fácil de cambiar. A pesar de los altibajos y dificultades de la economía norteamericana, los valores en dólares siguen siendo la forma dominante de reservas por la profundidad y liquidez sin parangón de los mercados norteamericanos. Los bancos centrales pueden comprar y vender valores en dólares sin mover esos mercados. También existe el factor de conveniencia: los dólares se utilizan ampliamente en una variedad de transacciones distintas. Como resultado, ni siquiera el euro ha desafiado seriamente al dólar como la moneda de reserva dominante. Y al DEG le resultaría aún más difícil.

Pero difícil no quiere decir imposible. Si China habla en serio cuando propone elevar el DEG a la categoría de moneda de reserva, debería tomar medidas para crear un mercado líquido en demandas de DEG. Podría emitir sus propios bonos denominados en DEG. Mejor aún, podría alentar a otros países del G-20 a hacer lo mismo. Pagarían un precio, ya que los inversores en esos bonos inicialmente exigirían una prima por novedad. Pero nada es gratuito. Ese precio sería una inversión en un sistema internacional más estable.

Por supuesto, se hizo un intento anterior por crear un mercado comercial de demandas denominadas en DEG. En los años 1970, hubo una emisión limitada de títulos denominados en DEG por parte de bancos comerciales y de bonos denominados en DEG por parte de corporaciones. Pero esos esfuerzos finalmente no condujeron a ninguna parte. Al ser el dólar más líquido, su ventaja como el primero en entrar en el mercado resultó imposible de superar.

Para superar esa ventaja hoy haría falta que alguien actuara como formador de mercado para transacciones tanto privadas como oficiales y subsidiara al mercado en su etapa inicial. Ese alguien obviamente es el FMI. El Fondo podría estar dispuesto a comprar y vender demandas de DEG a todos los interesados, tanto privados como oficiales, a márgenes estrechos entre oferta y demanda competitivos con los del dólar.

El dólar originalmente adquirió la categoría de moneda internacional en los años 1920, cuando la recientemente establecida Reserva Federal empezó a comprar y vender aceptaciones en dólares, resguardando el mercado y mejorando su liquidez. Si la comunidad internacional habla en serio respecto del DEG como moneda internacional, tendrá que facultar al FMI para hacer lo mismo.

Nuevamente, habría un costo. El FMI estaría utilizando recursos reales para subsidiar al mercado hasta que los formadores de mercado privados lo vieran atractivo como para ofrecer esos servicios a un costo comparable. Los accionistas del Fondo tendrían que acordar incurrir en esos costos. Pero, una vez más, ¿qué es esto si no una inversión en un sistema monetario global más estable?

Transformar el DEG en una verdadera moneda internacional requeriría superar otros obstáculos. El FMI tendría que poder emitir DEG adicionales en períodos de escasez, como cuando la Fed proporcionó canjes en dólares para asegurar una adecuada liquidez del dólar en la segunda mitad de 2008. Hoy en día, los países que tienen el 85% del poder de voto del FMI deben ponerse de acuerdo antes si se pueden emitir DEG, que no es una receta para la liquidez.

También se debería facultar a los administradores del FMI para que decidan sobre una emisión de DEG, de la misma manera que la Fed puede decidir ofrecer canjes monetarios. Para que el DEG se convierta en una verdadera moneda internacional, en otras palabras, el FMI tendría que convertirse más en un banco central global y prestador internacional de último recurso.

Antes de la crisis, estas ideas habrían sido descartadas de movida. Incluso hoy no se materializarán de la noche a la mañana. Pero son las implicancias reales de las observaciones del gobernador Zhou.

Fuente: www.project-syndicate.org

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