viernes, 1 de mayo de 2009

El nuevo FMI

Por: Age Bakker

Cuando los ministros asistan este mes a la reunión de primavera del FMI, se encontrarán con una institución que ha recuperado la confianza en sí misma. La cumbre del G-20 celebrada en Londres dio un mandato reforzado al FMI, al tiempo que triplicaba sus recursos. Va a haber más financiación en condiciones favorables para los países con bajos ingresos y la liquidez internacional aumentará con una dotación de 250.000 millones de derechos especiales de giro (DEG). Se trata de un gran impulso para el FMI e infunde esperanzas a los países en ascenso y en desarrollo que se han visto gravemente afectados por una crisis originada en otras latitudes.

El FMI está en buenas condiciones para superar los desfases financieros resultantes de la crisis. En el período previo a la cumbre del G-20, se aumentó el acceso a las líneas de crédito y se flexibilizaron las condiciones en materia de políticas. Como punto de inflexión con los usos anteriores, se introdujo una nueva línea de crédito sin condiciones para los países con buen rendimiento. México y Polonia serán sus primeros usuarios y otros países harán cola para obtenerla. Esas políticas más flexibles de préstamo reflejan una nueva concepción del FMI. El negativo estigma atribuido a la financiación del FMI es cosa del pasado.

Una vez garantizado su papel financiador en esta crisis, ahora el FMI debe reforzar su posición de custodio del sistema financiero internacional. El FMI fue creado para prevenir crisis como la actual y en eso ha fallado. Cierto es que hubo avisos, pero las autoridades, en particular las de los países avanzados, no actuaron en consecuencia.

El “nuevo” FMI debe ser una institución que comunique mejor con sus miembros, equilibre de forma imparcial los intereses de sus miembros avanzados, en ascenso y en desarrollo y adecue mejor sus políticas a las necesidades del momento. Ahora que se ha dado una segunda vida al FMI, debe recuperar su posición central en el sistema financiero internacional. Para ello necesita centrarse en tres cuestiones: una vigilancia mejorada de la estabilidad financiera, una mayor coordinación internacional y un proceso de adopción de decisiones actualizado.

El nuevo FMI debe mostrarse más explícito sobre los asuntos de la estabilidad financiera mundial y procurar que no haya lagunas en la vigilancia de las entidades financieras. Puede contribuir a dar forma a un sistema mundial de supervisión más sólido, que se debe crear para preservar las beneficios de los mercados financieros mundiales, y debe contribuir a dar una idea de cómo debe ser la futura estructura financiera.

Para ello, la vigilancia del FMI debe entrañar actualizaciones periódicas sobre los regímenes supervisores en países sistémicamente importantes. Los avisos tempranos, pedidos por el G-20, deben ser específicos y el FMI debe vigilar para ver si las autoridades atienden el asesoramiento del Fondo.

El nuevo FMI debe examinar de nuevo la coordinación internacional de las políticas. La petición de un nuevo orden monetario, propugnado por China, prepara el terreno para adoptar nuevas medidas encaminadas a evitar los desequilibrios internacionales, que fueron la causa de esta crisis.

En primer lugar, habrá que abordar el déficit de ahorro de los Estados Unidos de forma sostenible. En segundo lugar, China tendrá que hacer convertible su divisa. En tercer lugar, la posición del euro se fortalecerá con el tiempo, a medida que más países entren en la zona del euro.

Con más divisas principales en funcionamiento, se perfila la perspectiva de un sistema de divisas de verdad múltiple, con un papel más importante para los DEG, lo que disminuirá la necesidad sentida por las economías en ascenso de un autoseguro contra la inestabilidad financiera mediante la acumulación de grandes reservas.

Por último, el nuevo FMI necesita estructuras de dirección que reflejen mejor las nuevas realidades mundiales de la actualidad. La impresión de que los países avanzados son los que dirigen el Fondo, pero no atienden a su asesoramiento, ha socavado la autoridad del FMI.

La cumbre del G-20 señaló el regreso de los Estados Unidos al multilateralismo. Esa aceptación de la responsabilidad colectiva debe ir acompañada del abandono de la capacidad de veto de los EE.UU. en el FMI reduciendo las mayorías de voto requeridas y la prerrogativa de Europa de nombrar al Director Gerente. Uno de los puntos fuertes de la actual estructura de dirección del FMI, el sistema de votación, se debería reproducir también en el G-20 para que no sea excluyente.

El rápido crecimiento de China, la India y otros países en ascenso debe ir acompañado de una mayor influencia, que se logrará mediante el aumento de los cupos previsto en 2011. Los países avanzados, incluidos los europeos, experimentarán una disminución relativa de su capacidad de voto. Con un aumento de su voz y voto, las economías en ascenso adquirirán, además, una mayor responsabilidad internacional, también desde el punto de vista financiero.

Ahora los países europeos financian el 42 por ciento de los préstamos del FMI y el 62 por ciento de los préstamos en condiciones favorables del Banco Mundial. Las economías en ascenso y con grandes reservas tendrán que compartir esa tarea y un mejor empleo para esas reservas será el de ayudar al FMI a mantener un sistema de financiero abierto y estable y prevenir la reaparición de crisis como ésta.

Fuente: www.project-syndicate.org

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