domingo, 10 de mayo de 2009

Un parto complicado

Por: Nelson Soza

Una de las principales motivaciones del BanSur es poner fin a la sangría de recursos financieros que fluyen del sur emergente al norte industrializado, que sólo en el caso de América Latina representó la suma de US$ 207 mil millones entre 2006 y 2007.

Los ministros de Economía de siete países de Sudamérica (Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador, Paraguay, Uruguay y Venezuela) se reunieron el pasado viernes en Buenos Aires para avanzar en la puesta en marcha del Banco del Sur (BanSur). La reunión buscó desempantanar el esquivo consenso en torno al Convenio Constitutivo (CC) de la entidad. Si hay éxito lo cual no es muy seguro habría casi inmediatamente después una cumbre presidencial que daría el vamos definitivo a la entidad, uno de los pilares de una arquitectura financiera regional que busca desplazar a los desacreditados bancos Mundial e Interamericano de Desarrollo (los otros dos son la Unidad Monetaria del Sur y un Fondo de Estabilización Monetaria, de todavía más difícil concreción).

Una de las principales motivaciones del BanSur es poner fin a la sangría de recursos financieros que fluyen del sur emergente al norte industrializado, que sólo en el caso de América Latina representó según la ONU la suma de US$207 mil millones entre 2006 y 2007.

Sudamérica no está sola en este intento de impulsar un cambio orgánico a la arquitectura financiera. Tanto los asiáticos, con el Acuerdo de Chiang Mai, como el Oriente Medio, con la Iniciativa de Bahrein, y más recientemente los africanos están embarcados en procesos similares.

El acta de fundación del BanSur (diciembre de 2007) dispuso 60 días para que la estructura y las directrices de la nueva institución fueran definidas. Pero ha pasado casi un año y medio, y el CC sigue esperando una propuesta de consenso. Los debates han estado marcados por disputas entre aquéllos que apuestan a la idea de ruptura con el sistema financiero internacional y quienes

por continuar respetando las reglas impuestas por las finanzas globalizadas ven en la institución multilateral regional apenas una nueva fuente de recursos para antiguos proyectos.

Las divergencias han impedido hasta hoy resumir en una sola propuesta las distintas posiciones de CC para el Banco. No obstante, en este año y medio al menos se logró acuerdos en torno al aporte de capital inicialmente fijado en US$7 mil millones. Y para reconocer las asimetrías existentes entre los países de la región, se crearon tres franjas. En el primer grupo están Brasil, Argentina y Venezuela, que aportarán US$2 mil millones cada uno. En el segundo figuran Uruguay y Ecuador, que aportarán US$400 millones, mientras que Paraguay y Bolivia endosarían US$100 millones. Luego, en junio de 2008, el capital del banco fue aumentado a US$10 mil millones, saldo que sería integrado con aportes de Colombia, Perú, Chile, Surinam y Guyana.

Sin embargo, el mes pasado el ministro de Finanzas de Venezuela, Alí Rodríguez, dijo que el aporte de Ecuador y Uruguay también sería de US$100 millones. El motivo es obvio: ambos están arrinconados, como la mayoría de la región, por la falta de liquidez asociada a la crisis económica que ya obligó a algunos países a volver su mirada a los entes financieros multilaterales de siempre. Argentina ha sido el primero en volver a extender su mano al FMI del cual se salió en 2007.

Un extenso informe elaborado en octubre pasado por Isabel Ortiz, oficial senior de la ONU, y Óscar Ugarteche, investigador de la Universidad Autónoma de México, revela que entre las numerosas divergencias no resueltas figuran los temas de la gobernabilidad, de los privilegios y exenciones fiscales, del fondeo de recursos y el más relevante las prioridades de inversión. Así, de los países con mayor contribución al BanSur sólo Venezuela apoya el sistema de un país-un voto para la toma de decisiones, mientras que Brasil y Argentina consideran que en la gestión del día a día los países con mayor contribución deberían tener mayor voz. Y mientras unos sugieren que todas las operaciones del Banco deben estar exentas de todo tipo de gravámenes tributarios y derechos aduaneros, otros sostienen que esta medida copiada del Banco Mundial contraría los esfuerzos de lucha contra la evasión fiscal en la zona.

Por encima de todo ello hay fuertes discrepancias respecto de si la infraestructura debe ser una prioridad de la cartera de inversiones del Banco como ha planteado Brasil. Porque mientras ese sector ya reúne la mayor inversión multilateral en la zona, las que más la necesitan son la social y la agricultura.

Hilando todavía más fino, si la urgencia de enfrentar la crisis alimentaria fuera la prioridad uno del Banco, la idea de soberanía que ello implica supone aplicar unas políticas que van a contrapelo de la concepción neoliberal imperante en varios países de la región.

Bueno o malo, tras todas estas diferencias subyacen las distintas visiones políticas que rondan iniciativas como el BanSur o la misma Unasur. Sudamérica es hoy un caldo de estrategias no siempre convergentes. Junto al "socialismo del siglo XXI" de Chávez y secundado por Evo Morales en Bolivia, coexisten la vertiente regulacionista de Correa en Ecuador y de Kirchner en Argentina; los regímenes social-liberales de Brasil, Uruguay, Paraguay y Chile, además de gobiernos claramente conservadores, como los de Colombia y Perú.

Fuente: La Nación

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