jueves, 7 de mayo de 2009

Israel: polarización política y religiosa

Por: Isaac Caro

El 1 de abril de este año se conformó un nuevo Gobierno en Israel, liderado por el Primer Ministro Benjamin Netanyahu, perteneciente al partido Likud. Tras las elecciones realizadas en febrero, este partido aparece como uno de los grandes vencedores de la política israelí, al aumentar de doce a 27 sus integrantes en la Knesset o Parlamento israelí. No obteniendo la mayoría de 61 asientos necesarios para gobernar por sí mismo -algo que nunca ha ocurrido en la política israelí-, el Likud debió formar un Gobierno de coalición, integrando a otros cuatro partidos políticos que representan distintas corrientes políticas y religiosas.

Uno de los socios más importantes del Likud es el partido de extrema derecha Israel Beitenu, con once escaños, liderado por Avigdor Lieberman, que ha sido nombrado ministro de Relaciones Exteriores. La inclusión de este partido en el Gobierno y de su líder en un cargo tan importante son hechos cuestionados por los sectores progresistas, tanto de Israel como del mundo judío. A la plataforma de este partido, que ha defendido la transferencia de la población palestina de Israel hacia el mundo árabe, se une el pasado político y religioso de Lieberman, que en la década de los 80 fue militante del partido Kach. Este movimiento, que tuvo representación parlamentaria, fue declarado ilegal por el Parlamento israelí, acusado de ser racista, en virtud de algunos principios postulados, como, por ejemplo, que las relaciones sexuales entre judíos y no judíos debían ser prohibidas por ley.

Otros dos socios corresponden a partidos religiosos, que tienen plataformas opuestas con respecto a la concepción del sionismo y de la conformación del Estado de Israel. Uno es el partido ultraortodoxo Shas, formado mayoritariamente por sefaraditas y que pasa a ser la cuarta fuerza política. Otro es el partido sionista religioso Habait Hayehud. Aunque los partidos religiosos mantienen cerca de un 20% del electorado, estamos en un proceso que viene desde fines de los ‘80: los partidos ultraortodoxos, que antes representaban el 25% del bloque religioso, hoy representan el 75% del bloque, mientras que el 25% restante corresponde al sionismo religioso, que antes era mayoría y que en forma periódica ha visto disminuir su importancia.

También es integrante del nuevo Gobierno el emblemático Partido Laborista, que es el gran derrotado de las elecciones de febrero, al perder seis diputados, convertirse en la cuarta fuerza política, y con serios riesgos de dividirse, entre una posición favorable a la inclusión liderada por el ministro de Defensa, Ehud Barak, y una postura por mantenerse en la oposición.

Algunas lecciones del proceso político israelí son las siguientes: a) se impone una coalición que manifiesta una polarización de la sociedad israelí, tanto en términos políticos como religiosos, con partidos que tienen intereses marcadamente diferentes, lo que puede ser motivo de fuertes tensiones internas; b) se consolida una política exterior que coloca el énfasis en la seguridad de Israel, y no en el avance del proceso de paz con los palestinos ni en la creación de un Estado palestino; c) la izquierda, representada por Meretz, y la centroizquierda, encarnada en el emblemático Partido Laborista, de inclinación socialdemócrata, prácticamente tienden a desaparecer del mapa político.

Ahora bien, el futuro del actual Gobierno israelí no sólo estará relacionado con los acontecimientos internos y las relaciones al interior de la coalición, sino sobre todo con lo que suceda en el frente externo y, muy particularmente, con los sucesos referidos a Irán, tanto en lo que respecta al desarrollo de su programa de energía nuclear, como al resultado de las elecciones de junio de 2009. Desde ya, el discurso del Presidente iraní el 20 de abril, negando nuevamente el Holocausto y acusando al Estado de Israel de racista, representa un apoyo sustancial al discurso y a la política exterior de Netanyahu, que ha señalado que el principal problema que debe enfrentar Israel tiene que ver con la amenaza iraní. Con todo, Israel se mantiene como una importante y fuerte democracia parlamentaria, la más consolidada de la región, donde la alternancia en el poder ha sido una de las claves principales del sistema político y uno de los ejes fundacionales del Estado.

Fuente: La Nación

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