lunes, 18 de mayo de 2009

Tres son multitud

Por: Jorge Navarrete P.

El recurso literario está de moda entre los columnistas. Inspirado por esa tendencia, quiero proponerle la siguiente metáfora para ilustrar la disyuntiva que enfrenta Eduardo Frei, con motivo de la irrupción de la candidatura de Marco Enríquez—Ominami.

Suponga usted, amante del atletismo, que está presenciando la final de una carrera de fondo. Aunque el corredor que puntea mantiene todavía una considerable distancia respecto del segundo, este último ha progresivamente mejorado su desempeño. Tanto así, que una simple proyección hace presagiar que la diferencia entre ambos se irá estrechando; de manera tal que, a metros de llegar a la meta, el segundo podría arrebatarle el triunfo al primero por una nariz (nunca mejor dicho en este caso).

Sin embargo, y contra todos los pronósticos, un tercer atleta entra en escena; logrando –recuerde que se trata de una metáfora ficticia— literalmente colgarse de la camiseta del segundo. Éste, algo sorprendido por los acontecimientos, percibe como su velocidad disminuye, lo que obviamente hace más difícil cumplir su objetivo de alcanzar al primero.

Pese a que el único objetivo del segundo es alcanzar al corredor que va primero, se da cuenta que no podrá acometer con éxito la faena si antes no se deshace del tercero. Se trata de una difícil decisión, ya que en el esfuerzo por librarse de este incómodo obstáculo, incluso podría tropezar o trastabillar, lo que lo alejaría todavía más del primero.

Pues bien, la mayor complejidad que la candidatura de Enríquez—Ominami le impone a Eduardo Frei, es que este último ha dejado de polemizar con la derecha. En efecto, y pese a las múltiples alternativas que había levantado la izquierda extraparlamentaria, todo indicaba que el único objetivo del candidato de la Concertación era disputar el voto de centro; me refiero al electorado más moderado, cuya fidelidad política es siempre frágil.

No podía ser de otra forma. La historia electoral de nuestras últimas dos décadas consigna dos hechos relevantes. Primero, que las candidaturas alternativas, especialmente las de izquierda, nunca se constituyeron en algo más que un digno testimonio, por lo que no representaban un real peligro electoral para las pretensiones del oficialismo. Segundo, cualquiera fuera la propuesta programática de la Concertación, aquellos que no habían votado por ninguna de las dos grandes coaliciones en primera instancia, invariablemente optaban por el oficialismo en la segunda vuelta electoral.

Aunque la política siempre nos depara sorpresas y el escenario es todavía muy dinámico, sospecho que la candidatura de Enríquez—Ominami ha introducido una razonable duda de cuán leal a Frei es el electorado progresista, tanto fuera como dentro de la Concertación. En este contexto, el candidato del oficialismo no tendrá otra alternativa que distraer parcialmente su atención de Piñera y reforzar un discurso que contenga el potencial crecimiento del tercero en discordia. De esta manera, probablemente, Frei se verá obligado a incursionar en temas que no le resultan del todo cómodos: medio ambiente, cultura o aborto (a secas), por nombrar algunos.

Se trata de un movimiento tan audaz como peligroso. Incluso en el evento que tuviera éxito, ¿acaso lo que gana por la izquierda no podría perderlo por el centro? Adicionalmente, ¿cuáles serán los efectos políticos inmediatos de una confrontación entre Frei y Enríquez—Ominami? Algunos piensan que fue algo precipitado que se desechara la posibilidad de un acuerdo tácito o expreso entre ambos, lo que quizás –en esta etapa al menos— habría permitido sumar y no restar.

Fuente: La Tercera

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