domingo, 28 de diciembre de 2008

Venezuela: una oposición de "izquierda" que gusta a la derecha

Por: Luis Hernández Navarro

La prensa internacional tiene especial debilidad por Teodoro Petkoff. Cada vez que un periódico fuera de Venezuela quiere publicar una declaración en contra de Hugo Chávez entrevista al ex guerrillero y ex comunista. No falla. Él les dice lo que quieren escuchar.

Teodoro Petkoff es el ejemplo vivo de lo que la derecha desea que sea un hombre de izquierda. Los medios de comunicación lo presentan como un izquierdista democrático y responsable, un socialdemócrata moderno. Él mismo, en su libro Las dos izquierdas, se presenta como un representante de la "otra izquierda", distinta a la de Chávez y cercana a Lula y a Ricardo Lagos.

Su trayectoria política va del comunista ortodoxo a la apología del neoliberalismo en nombre de la izquierda. Opositor a modo durante la cuarta república, su proyecto político se convirtió, como afirma el periodista Ernesto Villegas, en la "tercera pata" del sistema bipartidista, constituido por Acción Democrática (AD) y el Comité de Organización Política Electoral Independiente (COPEI), además de ser el pro- cónsul del Fondo Monetario Internacional (FMI) en Venezuela. Justificó su trapecismo político diciendo que "sólo los estúpidos no cambian de opinión".

Economista, periodista y, por encima de todo, político profesional, Petkoff tiene ahora 76 años de edad. Hijo de inmigrantes búlgaro y polaca, en 1949 ingresó al Partido Comunista de Venezuela (PCV). Junto a Douglas Bravo participó en la guerrilla. Detenido en tres ocasiones, se fugó de la cárcel en episodios que parecen extraídos de una novela. Gabriel García Márquez narró uno de ellos.

Crítico de la invasión soviética a Checoslovaquia, rompe con el PCV en 1970 y funda, meses después, el Movimiento al Socialismo (MAS). El nuevo proyecto político suscitó muchas simpatías internacionales por su planteamiento en torno a un socialismo con rostro humano y su distanciamiento del leninismo clásico. En poco tiempo, sin embargo, se volvió parte de la partidocracia tradicional y en uno de los beneficiarios de la renta petrolera.

Petkoff ha sido elegido diputado en distintas legislaturas. En 1983 y 1988 fue candidato a la Presidencia de la República, pero las votaciones que obtuvo fueron más bien modestas. Cuando en 1989 los habitantes pobres de Caracas se levantaron en contra de las medidas de austeridad del mandatario Carlos Andrés Perez, en lo que se conoce como el caracazo, y el gobierno respondió masacrando a civiles desarmados, guardó silencio. Corrido ya abiertamente hacia la derecha, en 1992 fue derrotado en las elecciones para la alcaldía de Caracas por un candidato de la izquierda radical. Un año después apoyó la carrera presidencial de Rafael Caldera, un socialcristiano que había roto con su partido, el COPEI.

El ex comunista fue integrado al gabinete del nuevo gobierno. Ocupó la dirección de Cordiplan (Oficina Central de Coordinación y Planificación) y fue el jefe de la política económica. Desde allí llevó adelante un agresivo plan de privatizaciones que la revista Producto resumió en una portada con el título: "Venezuela, país en venta".

Sin ninguna mediación, anunció en 1997 que "apretaría más las tuercas a los venezolanos" en un momento en el que 67.8 por ciento de ellos eran oficialmente clasificados como pobres. Pidió comprensión y sacrificio a los trabajadores y las clases medias. Despidió a más de 50 mil empleados públicos. Modificó el régimen de las prestaciones sociales para eliminar su retroactividad, con la promesa de que ello permitiría aumentar los niveles salariales.

Petkoff avaló la apertura petrolera, mediante la que se privatizó, por la vía de los hechos, la columna vertebral de la economía venezolana, suscribiendo contratos leoninos en favor de las compañías trasnacionales. Como parte de esa política se apoyó la aplicación de descuentos en el precio de barril para refinerías de Estados Unidos. Petróleos de Venezuela (Pdvsa) entregó su sistema informático a una empresa mixta llamada Intesa, formada por la propia Pdvsa y SAIC, compañía fachada de la CIA, entre cuyos directores se encuentran varios ex secretarios de Defensa de Estados Unidos. Esa entrega fue clave en el paro/sabotaje petrolero de 2002.

El gobierno de Caldera despreció a la OPEP llamándola, según palabras del entonces ministro de Energía, "un cartel de Pinochos". Violó sus cuotas de producción y propició la competencia entre sus integrantes. Las consecuencias no se hicieron esperar: el precio del crudo cayó estrepitosamente.

Petkoff fue el principal funcionario encargado de negociar un acuerdo entre el gobierno de Venezuela y el FMI. Sin resistencia alguna se allanó a los dictados del organismo financiero internacional. Poco después habló de que era necesario democratizar la institución.

Cuando en 1998 el MAS, el partido que había formado, decidió apoyar la candidatura presidencial de Hugo Chávez, lo abandonó entre abucheos. En el año 2000 fundó el vespertino Tal Cual, desde el que dedica al mandatario venezolano una crítica sistemática, visceral, amarga y facciosa. La publicación está muy lejos de ser el medio objetivo y equilibrado que sus apologistas dicen que es.

Desde entonces, en cada ocasión en que un medio de comunicación requiere de un comentario contra Hugo Chávez que pueda acreditar a un "izquierdista", recurre a Teodoro Petkoff. Mientras tanto, la oposición venezolana lo utiliza como quiere. Y, a la hora en que hay que escoger a su candidato a la presidencia de la República, no lo deja llegar. A los que verdaderamente mandan dentro del bloque opositor les sirve donde está, haciendo lo que hace, pero no con más poder.

Quienes desde México ensalzan a Petkoff lo hacen no sólo para oponerse a Chávez, sino para promover dentro del país una izquierda institucional a gusto de la derecha. Es decir, una izquierda como la que hoy dirige al Partido de la Revolución Democrática (PRD).

Fuente: La Jornada (México).

Y luego está el resto del mundo

Por: Paul Kennedy

Está cada vez más claro, al menos para este observador, que el equipo de Barack Obama, por muy listo, experimentado y maravilloso que sea, no puede satisfacer todas las esperanzas que han depositado en él todos esos estadounidenses alegres pero ansiosos y todas esas multitudes de otros países igualmente ansiosas pero ilusionadas.

Este próximo presidente de Estados Unidos, audaz y optimista en sus discursos y precavido, reflexivo y prudente después de ellos, tiene el temple necesario para ser un gran líder. Pero, al mismo tiempo, se enfrenta a una extraordinaria lista de problemas y retos en este momento en que Estados Unidos y el mundo van entrar en el año 2009. Barack Obama debe saber que tiene que establecer sus prioridades: no puede ser todo para todos, no puede cumplir todas las esperanzas, no puede ocuparse de todos los males de la Tierra. Si no se centra, estará perdido.

Hay dos áreas que exigen una atención inmediata y sostenida del Gobierno de Obama. Debe dedicar gran parte de sus energías al rescate y la recuperación de la economía estadounidense y sus redes financieras y comerciales en todo el mundo; sin esa recuperación, estaremos en una situación muy difícil. Pero Washington no puede concentrarse sólo en los asuntos económicos, porque debe prestar asimismo mucha atención a la política mundial, es decir, a las relaciones con una China susceptible y en ascenso, una Rusia susceptible y cada vez más débil (lo crean o no), el polvorín del sur de Asia, el horrible campo de minas que constituyen los países árabes. El nuevo presidente estadounidense tiene que encaminarse hacia el futuro con Adam Smith y John Maynard Keynes en una mano y Carl von Clausewitz y sir Halford Mackinder en la otra.

Ahora bien, si el plan nacional de recuperación socioeconómica, la economía mundial y la geopolítica de las grandes potencias ocupan el centro del primer mandato de Obama, ¿qué cuestiones tendrán que quedarse relegadas a segundo plano, empujadas a la periferia? ¿A qué asuntos puede no dedicar mucha atención o muchos recursos una nueva Administración llena de buenas intenciones, tremendamente optimista y enormemente popular, sin dejar de hablar de lo importantes que son?

La lista es larga y el espacio corto, así que vamos a limitarnos a cuatro áreas que, por importantes que sean sus protagonistas, no tienen muchas probabilidades de ocupar los primeros lugares en la agenda de Obama. Personalmente, creo que todas ellas son importantes, pero no me parece que vayan a ser objeto de demasiada atención. ¡Cuánto me gustaría equivocarme!

La primera es Latinoamérica.Siempre me ha asombrado la escasa atención que presta Estados Unidos al resto del hemisferio occidental, sobre todo a nuestro vecino del sur, México, pero también a países tan fundamentales como Brasil y Argentina. Las visitas que he hecho en los últimos años a estos tres países indican que en todo el subcontinente existe un deseo muy extendido de tener una relación respetuosa y equilibrada con su primo yanqui. Pero ¿le dedicará mucha atención el Washington de Obama, aparte de una o dos visitas presidenciales simbólicas? Lo dudo. Solemos dar a Latinoamérica por descontada, y sería extraordinario que Obama fuera capaz de romper con esa forma de pensar.

En segundo lugar, África. Parece ridículo, ya lo sé. Toda la retórica de la campaña del nuevo presidente hace pensar que el destino del continente en el que se encuentran sus raíces familiares es algo que le toca muy de cerca. Es muy posible que sea así. Pero el verdadero enigma es qué puede hacer exactamente y de forma sistemática la nueva Administración para ayudar a África. La ayuda más eficaz e inmediata sería organizar un alza brusca de los precios de las materias primas mundiales -café, cacahuetes, caucho, petróleo, madera, fosfatos- que invirtiera la caída de sus exportaciones, les proporcionara divisas fuertes y asegurase puestos de trabajo. Pero la actual depresión mundial hace que eso sea poco probable, y, además, Estados Unidos prefiere que los precios de las materias primas en el mundo sean bajos, porque importa muchas de ellas.

También sería fantástico que el Gobierno de Obama pudiera llevar milagrosamente la paz y la seguridad a unas regiones desgarradas por la guerra que, en puro tamaño, son seguramente el doble de Europa. Ninguna otra potencia exterior podría hacerlo. Un compromiso de enviar 250.000 soldados estadounidenses durante 10 años, con todo el apoyo logístico necesario, podría lograrlo. ¿Qué probabilidades hay de eso? Ninguna. De aquí a dos o tres años, ¿a qué altura del tótem de la nueva Administración estará África central? No estoy siendo cínico, estoy siendo meramente realista. Si se produce en el futuro una crisis importante relacionada con Ucrania o Taiwán, ¿cuándo hablará el subsecretario para África con el presidente, si es que alguna vez lo hace?

Lo tercero es la reforma de Naciones Unidas y las instituciones de Bretton Woods. Buena suerte con eso. Todo el mundo sabe que las estructuras internacionales creadas en 1944 y 1945, tanto las económicas y financieras como las políticas y de seguridad, se han quedado anticuadas en este nuevo siglo; en realidad, seguramente se quedaron anticuadas hacia 1980. Un sistema mundial de seguridad en el que sólo cinco de los 192 países pertenecientes a él tienen derecho de veto y privilegios como miembros permanentes (por ejemplo, del Consejo de Seguridad de la ONU), y en el que tres de esos cinco se encuentran en un declive relativo desde hace tiempo -Reino Unido, Francia y, digámoslo con claridad, la Rusia aldeana y del Potemkin de Putin- es un verdadero absurdo en estos tiempos.

Como los Cinco Permanentes no van a renunciar a sus poderes, lo mínimo que pueden hacer es permitir que India y Brasil se unan a su excelsa mesa. Pero eso no puede ser una de las prioridades del nuevo Gobierno de Washington. Tampoco puede serlo un cambio significativo en los equilibrios de poder del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, hábilmente situados en el propio centro de esa ciudad; a Estados Unidos le gusta el statu quo actual de Bretton Woods. Por supuesto, Obama empujará al Banco Mundial a ayudar a los 60 países más pobres del mundo y presionará al FMI para que sea benévolo con Islandia. Pero no es una de las cuestiones principales. En cuanto a otras reformas relacionadas con la ONU -lograr una mejor cooperación en las labores de paz, perfeccionar las técnicas de desarrollo-, todo es estupendo, pero que no se molesten en venir a buscarnos a nosotros.

En cuarto lugar, Europa, la UE y las relaciones transatlánticas en general. Esta conclusión quizá suscite reacciones en Berlín, Roma, Londres y París (¿qué es lo que no suscita reacciones en París?), pero me da la impresión de que la tendencia de toda Europa a derretirse con Obama -¿se acuerdan de los 200.000 entusiastas en el Tor de Brandenburgo?- no tendrá una identificación recíproca de Europa como la estrella y la guía de la política exterior y la estrategia de Estados Unidos. Europa está bastante bien como está. No es un problema, como China, Rusia, Oriente Próximo, Irán. Cada vez sirve menos de ayuda en el terreno militar y estratégico. Desde luego, es importante a la hora de pensar en la coordinación económica, pero eso se hace más desde Nueva York que desde el Distrito de Columbia. Para decirlo claramente, el extraordinario aprecio que sienten en Europa por Obama no tendrá seguramente un equivalente a la inversa, aunque oiremos muchos discursos muy bonitos sobre la larga y sólida relación en los años que se avecinan. Pero el nuevo presidente tiene otros asuntos más importantes de los que ocuparse.

Los expertos, por tanto, tienen razón: rescatar la economía estadounidense y preservar el orden geopolítico tienen que ser las dos grandes prioridades del nuevo Gobierno de Obama. El resto, incluso áreas tan importantes como África, Latinoamérica, Europa y la ONU, están un poco por detrás. Aquellos maravillosos y cínicos diplomáticos franceses de otros tiempos lo habrían sabido ver. Al fin y al cabo, ¿cuál era la expresión que utilizaban?: "Gouverner, c'est choisir". "Gobernar es escoger". Siempre lo ha sido.

Fuente: El País (España).

sábado, 27 de diciembre de 2008

Buenas noticias en tiempos no tan buenos

Por: Jeffrey D. Sachs

En un momento en que los titulares están atiborrados de crisis financieras y violencia, resulta particularmente importante reconocer la creatividad de muchos gobiernos a la hora de combatir la pobreza, la enfermedad y el hambre. El punto no consiste simplemente en que nos sintamos un poco mejor, sino más bien en enfrentar una de las amenazas más graves del mundo: el pesimismo generalizado de que los problemas de hoy son demasiado grandes como para encontrarles una solución. Analizar los logros nos brinda el conocimiento y la confianza para aunar nuestros esfuerzos comunes a fin de solucionar los grandes desafíos globales de hoy.

En primer lugar, hay que sacarse el sombrero ante México por proponer la idea de “transferencias condicionales de efectivo” a los hogares pobres. Estas transferencias le permiten a los hogares invertir en la salud, la alimentación y la escolaridad de sus hijos, y los alientan a hacerlo. El “Programa Oportunidades” de México, liderado por el presidente Felipe Calderón, hoy es imitado en toda América latina. Recientemente, a pedido de los cantantes Shakira y Alejandro Sanz, y un movimiento social que ellos encabezan, todos los líderes latinoamericanos se comprometieron a fortalecer los programas de la región para el desarrollo de la niñez temprana, en base a los logros que resultaron posibles hasta la fecha.

Noruega, bajo el liderazgo del primer ministro Jens Stoltenberg, mantiene su tradición de liderazgo social y ambiental creativo. El gobierno estableció una alianza global para prevenir la muerte materna durante el parto, invirtiendo tanto en partos seguros como en la supervivencia de los recién nacidos. Al mismo tiempo, Noruega lanzó un programa innovador de 1.000 millones de dólares con Brasil para inducir a las comunidades pobres del Amazonas a poner fin a la deforestación descontrolada. Astutamente, Noruega le entrega los fondos a Brasil sólo si se logra con éxito evitar la deforestación (a diferencia de un protocolo acordado).

España, bajo el liderazgo del primer ministro José Luis Rodríguez Zapatero, ha ofrecido un estímulo importante a los países más pobres para que puedan alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). España creó un nuevo Fondo de ODM en las Naciones Unidas para promover la cooperación necesaria dentro de la ONU para encarar los diversos desafíos de los ODM.

De manera acertada, el gobierno español propuso que las verdaderas soluciones a la pobreza requieren inversiones simultáneas en salud, educación, agricultura e infraestructura, y que luego los españoles deben otorgar los fondos para hacer que esta visión integrada se convierta en una realidad práctica. España será sede de una reunión en enero de 2009 destinada a lanzar una nueva lucha contra el hambre global. Una vez más, España propone medios prácticos e innovadores para pasar de las palabras a la acción, específicamente para ayudar a los campesinos empobrecidos a obtener las herramientas, las semillas y los fertilizantes que necesitan para aumentar su productividad agropecuaria, sus ingresos y la seguridad de sus alimentos.

De la misma manera, el primer ministro australiano, Kevin Rudd, pasó al primer plano en el intento por encontrarle solución a los problemas globales al presentar un plan de acción audaz sobre el cambio climático y proponer nuevos medios prácticos para encarar los ODM. Australia puso dinero real sobre la mesa para una mayor producción alimentaria, según los lineamientos que propone España. También defiende un programa de acción más ampliado para las economías isleñas pobres y ambientalmente amenazadas de la región del Pacífico.

Estos esfuerzos se han visto correspondidos por acciones en los países más pobres. Malawi, un país sin salida al mar y empobrecido, bajo el liderazgo del presidente Bingu wa Mutharika duplicó su producción de alimentos anual desde 2005 a través de un esfuerzo pionero destinado a ayudar a sus agricultores más pobres. El programa ha sido tan exitoso que hoy es imitado en toda Africa.

El gobierno de Mali, bajo la presidencia de Amadou Toumani Touré, recientemente le planteó un desafío audaz a la comunidad mundial. El país está entusiasmado por aumentar las inversiones en agricultura, salud, educación e infraestructura en sus 166 comunidades más pobres. Los planes son detallados, juiciosos, creíbles y basados en éxitos comprobados que ya ha logrado el gobierno. El mundo rico prometió ayudar a Mali, y ahora Mali lideró el camino con su creatividad.

Existe una cantidad innumerable de casos que se pueden mencionar. La Unión Europea lanzó un esfuerzo de 1.000 millones de euros para ayudar a los campesinos. La Fundación Gates, UNICEF, Rotary International y muchos gobiernos han logrado reducir las muertes por polio a una milésima parte de la tasa existente hace una generación, lo que lleva a que la enfermedad esté al borde de la erradicación. Esfuerzos similares están en curso en muchos otros frentes –el control de las infecciones parasitarias y la lepra, y actualmente un importante esfuerzo global por lograr que las muertes por malaria sean prácticamente nulas para 2015.

Todos estos logros, y muchos más, comparten un patrón común. Abordan un desafío bien definido y grave, por ejemplo una escasa producción de alimentos o una enfermedad específica, y se basan en un conjunto bien definido de soluciones, como equipamiento agrícola e insumos necesarios para los campesinos, o inmunizaciones.

Los proyectos experimentales en pequeña escala demuestran cómo se puede lograr el éxito; el desafío luego consiste en llevar las soluciones “a gran escala” en todo el país o incluso en los programas a nivel mundial. Se necesita liderazgo, dentro de los países necesitados como entre las naciones ricas que pueden ayudar a lanzar y financiar las soluciones. Finalmente, cantidades modestas de dinero, destinadas a una solución práctica de los problemas, pueden macar una diferencia histórica.

Las malas noticias pueden desplazar a las buenas noticias, especialmente en tiempos de una grave crisis financiera y de malestar político. Sin embargo, las buenas noticias demuestran que sólo perderemos la batalla contra la pobreza y la miseria si bajamos los brazos, y desatendemos la inteligencia y la buena voluntad que se pueden movilizar hoy. Y tal vez el año próximo, Estados Unidos vuelva a sumarse al esfuerzo global con una fuerza renovada y destacable, liderado por un presidente joven que acertadamente les dijo a los norteamericanos y al mundo que “Sí, se puede”.

Fuente: www.project-syndicate.org

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Lo que pasó en Sauípe

Por: José Rodríguez Elizondo

Gracias a nuestro déficit de cultura política (y general también, para qué estamos con cosas), la I Conferencia de América Latina y el Caribe, en la brasileña Costa do Sauípe, fue conocida sólo por las fotos playeras de nuestra Presidenta. Sin embargo, aunque a la gran masa de compatriotas les parezca increíble, dicha reunión tuvo cierta importancia adicional. De partida, porque fue un “gran combo” regional. En efecto, los presidentes reunidos actuaron, además, como Grupo de Río, Unasur y Mercosur, echando algunas parrafaditas sobre la OEA y su presunta próxima acefalía. Eso nunca se había visto. El fenómeno ratificó que los latinoamericanos hemos estado más preocupados de crear “aparatos” que de asumir decisiones políticas con alcance regional. Pero, también demuestra que la crisis global, catalizada por George W. Bush, nos está abriendo una estupenda ventana de oportunidad. A su través podemos visualizar las tareas pendientes de la integración, mejor que desde los papers de la cuoteada burocracia integracionista. Hoy habría que ser demasiado subdesarrollados para no entender que la integración vía inserción (por separado) en los grandes mercados, siempre fue una alternativa trucha.

Una manera ideológica de amarrarnos al subdesarrollo, con base en la doctrina Monroe, anclaje en el consenso de Washington y ninguneo sistemático de John Maynard Keynes y Raúl Prebish. Es que el Estado también existe. Por lo mismo –pero al revés-, hoy debemos asumir que tampoco Hugo Chávez es el enviado de Simón Bolívar, para integrarnos en la horma de Fidel Castro. La integración que nos debemos no es el sueño ideológico de los estatistas a ultranza, sino una necesidad estratégica de nuestro desarrollo.

QUE SÍ, PERO QUE NO

De ahí que la crisis haya mostrado, con claridad, que los mercados libres y normalizados son indispensables, pero que también “se necesitan definiciones de Política de Estado”, como ha escrito el expertísimo Osvaldo Sunkel. A partir de ahí, habría que instalar la integración en la agenda regional, a partir de una decisión política común, con base en nuestra historia, economía y geopolítica. Por cierto, la emergencia de Barak Obama es un gran punto a favor. Primero, porque ni esforzándose podría ser tan negativo como Bush, en su relación con América Latina. Segundo, porque el liderazgo inteligente que promete debiera ser funcional a nuestro desarrollo integrado. Sólo los ideólogos neocons pudieron asumir que nos engatusarían for ever con una integración mediatizada, mientras nosotros seguíamos peleando al interior de la familia. ¿Y estamos preparados para aferrarnos a la oportunidad?

Todo indica que sí, pero que no.

RAZONES DEL SI

Sí, porque al liderazgo de Brasil puede sumarse el de México. En Sauipe se advirtió que Felipe Calderón, un presidente muy sensato y preparado, miraba hacia el sur del hemisferio, abriendo vía a la posibilidad de una locomotora doble. Sí, porque en dicho evento se supo recibir, sin alarde, al cubano Raúl Castro, quien luce estupendo cuando no siente el aliento de su hermano en la nuca. Fue una prueba tanto de independencia, como del fracaso de la política cubana de los EE.UU. Sí, porque no se cedió a la tentación de romper la vajilla de Unasur, para imponer por mayoría simple el liderazgo de Néstor Kirchner. Por sobre factores de poder, se asumió que sería burlar la buena fe del presidente uruguayo Tabaré Vásquez, sin que la señora Kirchner haga, antes, el gesto que corresponde.

RAZONES PARA EL NO

No, porque los participantes del “combo” desperdiciaron la oportunidad de enviar un mensaje político especial a Obama,
diciéndole que confían en su liderazgo para que los EE.UU asuman la
necesidad de ser buenos vecinos de una región integrada. No, porque no
atinaron a informar a Raul Castro que la condicionalidad democrática
sigue vigente. No, porque gobernantes tan importantes como Alan García
y Alvaro Uribe privilegiaron las entradas locales de su agenda. No,
porque la opinión pública de Chile, por falta de una politica exterior
realmente pública (ergo, explicada), privilegió las fotos en traje de
baño de Michelle Bachelet, como lo más llamativo de la multi-reunión.

¿ENTONCES QUE?

Pues, ser lo bastante realistas como para esperar un bonito milagro, antes de que nos llegue el próximo “combo” regional.

Fuente: La Tercera.cl

Entrevista a Carlos Mesa

lunes, 22 de diciembre de 2008

Sarkozy pide un sitio permanente para Brasil en el Consejo de Seguridad de la ONU

Brasil y la Unión Europea (UE) se han comprometido este lunes a actuar juntos para combatir la crisis internacional, incluso con propuestas comunes en el G-20, y los efectos del cambio climático en el planeta, así como para retomar las negociaciones de la Ronda de Doha. Así lo han anunciado los presidentes de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, de Francia, Nicolas Sarkozy, y de la Comisión Europea (CE), José Manuel Durao Barroso, al concluir en Río de Janeiro la II Cumbre Brasil-UE.

En este marco, el presidente francés ha afirmado también que Brasil merece un sitio permanente en el Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas. "Soy honesto al decir que necesitamos a Brasil en el gobierno mundial", ha señalado el también presidente semestral de la UE.

La primera de dos jornadas de la reunión ha dejado muy claro el ambiente de acuerdo y disposición en la cooperación entre Brasil y la UE. Sarkozy ha señalado que ambas partes presentarán de manera conjunta una propuesta a la reunión en Londres del G-20, el próximo abril, donde se volverá a tocar el tema de la crisis que castiga a la economía global.

Por su parte, Lula ha subrayado la "importancia de concluir la Ronda de Doha y de fortalecer el sistema mundial de comercio". Para contrarrestar las críticas brasileñas al proteccionismo europeo, Sarkozy ha asegurado que las exportaciones del campo de Brasil a Europa se han triplicado en los últimos años. José Manuel Durao Barroso ha subrayado que Brasil y la UE ya han demostrado "grandes aportaciones en las discusiones sobre la crisis financiera", y que también lo harán en la promoción de los biocombustibles.

En materia de defensa, el mandatario francés firmará un pacto de cooperación este martes que dotará a Brasilia de 50 helicópteros Cougar, cuatro submarinos convencionales y uno con capacidad nuclear.

Cambio climático

Los tres mandatarios se han comprometido además a trabajar en conjunto para ayudar a alcanzar un resultado ambicioso en la lucha contra el cambio climático el año próximo en la Convención Marco de las Naciones Unidas que abordará ese tema.

En este terreno, Durao Barroso ha destacado la importancia de la directiva sobre energía y clima aprobada recientemente por la UE, que incluye varios compromisos para reducir las emisiones de gases contaminantes.

Lula, por su parte, ha destacado su Plan Nacional de Cambios Climáticos, que se propone reducir en un 71% la deforestación en la Amazonia, con lo que Brasil evitará emisiones de gases en un volumen mayor al que se comprometieron todos los países desarrollados que firmaron el Protocolo de Kioto.

Fuente: El País

domingo, 21 de diciembre de 2008

Adiós a China (Último "Diario de Pekín")

Por: Rafael Poch

Este último "Diario de Pekín" de Rafael Poch, corresponsal en China de La Vanguardia desde hace 6 años, resume una conferencia impartida en octubre en el Centro de Ciencias Humanas y Sociales del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de Madrid. La experiencia china de Rafael Poch será publicada en febrero por Editorial Crítica, en un libro que lleva por título La Actualidad de China. Un mundo en crisis, una sociedad en gestación.

Cuando llegué a China hace seis años y contemplé las circunstancias del país en el contexto de la crisis global, me vino a la mente la comparación de China con una mujer embarazada. Hoy, al marchar de este entrañable país, aquella metáfora se ha convertido en algo mucho más sólido y fundamentado, y por eso insisto en ella. El motivo es que hay un serio problema con la visión de China común en Occidente, donde todo suele girar alrededor del "crecimiento", que suscita admiración, y de la "amenaza" que puede suponer la consecuencia del resurgir chino. La admiración por el crecimiento suele ser un asunto de tipo empresarial. La preocupación por la supuesta "amenaza" es una "empresa mixta" que suele correr a cargo de halcones imperiales y defensores de los derechos humanos en ocasional coalición. Occidente puede instalarse en este tipo de caricaturas resultado del prejuicio y la desinformación, pero contemplar a China como mujer embarazada es mucho más adecuado al momento del mundo. Me parece que es la única manera realista y honesta de tratar críticamente a China. Se trata de lo siguiente: I) Antes de hablar de China es necesario aprender a mirarla. Con países tan grandes, en tamaño e importancia, como China, la antigua Unión Soviética o India, que no son naciones, sino partes del mundo, no hay más remedio que poner el zoom de nuestra observación en posición de gran angular. ¿Qué vemos cuando hacemos eso?. Vemos un mundo sin análogos.

Recientemente la "Geological Society" de Londres, una de las sociedades científicas más antiguas de Europa, bendijo el término "Antropoceno" para designar nuestro presente. El Antropoceno designa una época en la que el hombre se ha convertido en factor geológico. El cambio global, del que el calentamiento climático es sólo un aspecto, es resultado de la acción humana, lo que no tiene precedentes y ha obligado a inventar un nuevo concepto.

Los hielos del Ártico se fundieron en 2007 en una medida sin precedentes que dejó pasmados a los expertos. Ahora dicen que en 2008 el fenómeno va a superar los asombros del año anterior. En los estudios realizados, con sus escenarios optimistas y pesimistas, los pesimistas suelen quedarse cortos. Parece que todo esto va mucho más rápido de lo que se pensaba. Particularmente alarmante es la confluencia de tres fenómenos directamente interrelacionados; el calentamiento global, la crisis alimentaria y el "pico" (cenit) petrolero. En Asia, los glaciares del Himalaya son paradigma de esa interrelación. Se están fundiendo a un ritmo muy alarmante y alimentan a los grandes ríos del Continente. El Ganges, el Brahmaputra, el Irrawady, el Mekong, el Amarillo y el Yangtzé, entre otros, se sostienen, en la época seca, gracias al aporte de esos glaciares. El 70% del agua del Ganges procede de ahí en la época seca. Estos ríos sostienen a su vez la agricultura de los países más poblados del mundo. El 60% de la agricultura india y el 80% de la china se basan en la irrigación, así que una crisis de agua significa crisis de alimentos. China e India son los primeros productores de grano del mundo (el tercero es Estados Unidos). En India hay 170 millones de campesinos que riegan con agua bombeada de una capa freática sobreexplotada y menguante. En el norte de China, en la región de Pekín sin ir más lejos, ocurre lo mismo, con pozos cada vez más profundos.

El aumento de la temperatura modifica un medio agrícola de once mil años. En siete de los últimos ocho años ha habido escasez de grano en el mundo, y se ha echado mano de stocks. Lester Brown nos explicó en junio, durante su visita a Pekín, que esta escasez no es coyuntural, sino tendencial, que ha venido para quedarse. La duplicación y hasta triplicación de los precios, del trigo, del maíz, del arroz, nunca se había visto. Es verdad que en los años setenta, el mundo ya conoció escasez de grano, pero aquello se solucionó con la llamada "revolución verde", es decir metiendo más petróleo, mecanización y abonos, en la agricultura para aumentar los rendimientos. Hoy aquella "solución" forma parte del problema. Los expertos pronostican caídas de los rendimientos agrícolas del 20% al 30% para final de siglo en 29 países. Y todo esto va a ocurrir, está ocurriendo, en un mundo con más población, que pasará de los actuales más de seis mil millones de habitantes, a más de nueve mil millones a mediados de siglo, cuando se espera que alcancemos el "pico demográfico". Según el informe "UN Habitat", la población urbana que hoy vive en tugurios, más de mil millones, será de dos mil millones en veinte o treinta años. Esta población sobrante, sin trabajo ni perspectivas, esta humanidad redundante, es la crisis del capitalismo.

La solución histórica de los hombres a los problemas de población / recursos ha sido la guerra. Hoy observamos la misma inercia hacia esa solución de parte de las potencias dominantes. La banalización del uso del arma atómica en las doctrinas militares, el uso de armas nucleares tácticas en guerras preventivas convencionales, como pregona la doctrina militar de Estados Unidos, y la sucesión inalterable de guerras (Yugoslavia, Irak, Afganistán…) y de amenazas bélicas (contra Irán, Corea del Norte…), ilustran hasta qué punto está viva esa inercia. La socialización del arma atómica y de la destrucción masiva en general (hoy hasta países como Corea del Norte e Irán, pueden hacerse con la bomba, que antes requería grandes esfuerzos nacionales en un puñado de países tecnológicamente punteros) avisa de que esa "solución", una vez más, forma parte del problema. Se observa la misma vieja respuesta y la misma actitud a los problemas de un mundo nuevo, las soluciones de siempre para una crisis sin precedentes como es la del mundo del Antropoceno. ¿No es esa respuesta clásica e inercial a problemas nuevos, el síntoma más claro de crisis de civilización? Y si todo eso es así, ¿cómo debemos mirar a China en ese nuevo contexto?

II) Está claro que tanto la admiración por el "crecimiento" de China, como la preocupación por la supuesta "amenaza" de su resurgir, son actitudes de una mentalidad ya caduca, de una mentalidad pre-Antropoceno, podríamos decir. En cambio, si enfocamos a China como paradigma de la crisis global, obtendremos visiones y actitudes mucho más realistas, más modernas, más en consonancia con los tiempos, es decir: más actuales.

Si hablamos de "crecimiento", debemos constatar que todos los problemas de la crisis mundial están contenidos en China. El país tiene la peor relación mundial entre población y recursos. Con el 6% de la superficie cultivable del mundo alimenta al 22% de la población mundial. Su desigualdad es generalizada, afecta tanto a grupos sociales, como a la divisoria campo/ ciudad, y a amplias zonas geográficas (Este / Oeste). Su desarrollo está condenado a la esquizofrenia porque debe conjugar industrialización y desindustrialización. Su consumo de recursos agotables y su contaminación, son extraordinarios y conducen a callejones sin salida. Su posición en la economía global consiste, esencialmente, en la hábil gestión de una debilidad. China cambia varios millones de pares de zapatos por un sólo Boeing–747. En las listas de empresas globales que se publican periódicamente, no aparecen empresas chinas. La principal jugada del momento chino, su estrategia de urbanización, contiene un gran interrogante. En veinte años ha urbanizado a doscientos millones de campesinos y en los próximos veinte años podría hacer lo mismo con, quizá, otros cuatrocientos millones, pero cada chino urbano consume 3,5 veces más energía que su compatriota campesino, lo que plantea grandes cuestiones y dilemas. El actual sistema político, tan eficaz en la administración estable de la transformación, está, él mismo, pendiente de transformación. Algún día esa administración eficaz será impedimento a la modernización y factor de estancamiento, quizá hoy ya estemos en ello, lo que plantea nuevos problemas… ¿Podemos hablar del "éxito" chino, o más bien de un frágil "éxito en la crisis", abierto a todo tipo de incertidumbres?. Los dirigentes chinos más bien piensan en lo segundo, y advierten continuamente sobre el peligro de dormirse en los engañosos laureles del actual "progreso". Su consciencia de estar gobernando una crisis es mucho mas viva y despierta que la de sus complacidos y aleccionadores homólogos occidentales.

Si hablamos de "amenaza". Hay que comenzar diciendo que el resurgir de China no asusta en su entorno asiático de la ASEAN. A excepción de Japón, que a efectos de lo que aquí se expone no es un país asiático, el resurgir de China no está dando lugar al rearme de sus vecinos ni a coaliciones con potencias hegemónicas lejanas para contrarrestarlo. Aclarar este punto nos obliga a hacer una digresión comparativa entre el sistema de relaciones sinocéntrico de Asia Oriental, y el sistema europeo de los últimos quinientos años.

En el sistema europeo de relaciones, la emergencia de una nueva potencia venía seguida de la inmediata coalición o alianza de las otras para contrarrestarla. Eso le ocurrió a España, a Francia, Inglaterra, a Alemania y a todo aquel que levantaba cabeza en el continente. En Europa el poder era expansivo, imperial, agresivo y guerrero por definición. En los dos siglos que van desde 1615 hasta el fin de las guerras napoleónicas, los países europeos estuvieron en guerra una media de sesenta o setenta años por siglo, lo que significa una guerra prácticamente constante. En 1815 comenzó un siglo inusitado de paz, si nos abstraemos de enormidades como la guerra de Crimea, la expansión genocida anglosajona en los nuevos mundos europeos de América del Norte y Australia, y, sobre todo, si olvidamos lo que se incubó en aquel periodo: la industrialización de la guerra, que multiplicó la mortandad y crueldad bélicas en una escala sin precedentes, como demostraron las dos guerras mundiales europeas que arrancan en 1914 al concluir aquel pacifico interludio.

En el mismo periodo, en Asia Oriental en un contexto de valores confucionianos compartidos, hubo un sistema en el que la supremacía china fue más factor de paz que de guerra, con pocos conflictos entre naciones (dos guerras chino-japonesas iniciadas por Japón con motivo de Corea, breves guerras con participación china en Birmania y Vietnam, y poca cosa más), un sistema tributario chino que no perseguía la extracción de recursos de sus tributarios, y que no estaba muy interesada en el comercio de larga distancia que hizo imperialistas a los europeos, como demostró la célebre expedición del Almirante Zheng He. El propósito del sistema chino era organizar la tranquilidad de su entorno exterior a fin de preservar la estabilidad de su enorme y autosuficiente mercado interior. En ese periodo, China conoció, ciertamente, episodios muy violentos contra los pueblos de la estepa, en Mongolia y Asia Central en el siglo XVIII, cuando absorbió enormes territorios de su periferia, pero, una vez más, eso no tenía que ver con expansión imperial ni extracción de recursos, sino con conflictos fronterizos y con la pacificación de su entorno inmediato.

La China moderna ha mantenido ese mismo tono desde su revolución de 1949. Los conflictos del último medio siglo son todos fronterizos. Incluyen una intervención en Corea, en 1950, una breve guerra fronteriza de dos meses con India, en 1962, cuya responsabilidad achacan a India los estudios más convincentes, y una intervención, ésta sí ofensiva y punitiva, contra Vietnam, en 1979, que quiso ser represalia por la más que justificada intervención vietnamita en la Camboya de Pol Pot, y en la que el ejército chino se rompió los dientes.

Hoy China mantiene fronteras con catorce estados de la más diversa condición, entre ellos países en serias crisis como Afganistán, Paquistán, Corea del Norte o Birmania. El país tiene en Taiwán la herencia de una guerra civil inconclusa complicada por la guerra fría. Hacia todas esas realidades, China emite impulsos más apaciguadores y prudentes que agresivos y ofensivos. China está lejos de ser perfecta y "mejor que…". Su realidad interna contiene tremendas injusticias y opresiones internas de las que hemos ido dando cumplida cuenta estos años en nuestro informe desde Pekín, pero en el ámbito exterior no presenta impulsos agresivos. Tampoco se deducen de su citada historia, ni de su doctrina, ni de su apuesta militar, más allá de las fantasías de los guerra-adictos de Washington, siempre necesitados de "amenazas" y enemigos para justificar su peligrosa patología. El arsenal nuclear chino, el más pequeño de las cinco potencias nucleares "originales", se encuentra hoy en el mismo estadio que en los años ochenta y nunca ha sido puesto en estado de alerta. China no dispone de los instrumentos militares imperiales por excelencia: grupos aeronavales de larga distancia orientados a la intervención exterior, ni planea dotarse de ellos. Esa es la realidad que hay sobre la mesa, más allá de las fantasías y de los interesados cuentos de miedo, y, de cara a la integración política del nuevo mundo en el que vivimos, esa realidad tiene una importancia extraordinaria.

En contraposición a los mitos y espejismos de su "crecimiento/amenaza", veo tres aspectos de la civilización china y del sistema chino de gran actualidad en el contexto de la crisis global y con cierto potencial alternativo.

- En primer lugar la no responsabilidad china en el invento fallido de la civilización industrial / capitalista que nos ha llevado al Antropoceno.

- En segundo lugar el reconocimiento oficial de la profunda imperfección y necesidad de cambio y mejora, que el sistema chino pone en la misma base de su discurso. Casi toda la critica occidental al sistema chino, incluida la crítica en materia de derechos humanos, es reconocida por China. En el sistema chino, la centralización política es compatible con mecanismos de toma de decisiones bastante colectivos y asesorados, como saben quienes conocen este país. Ese reconocimiento de imperfección y esa asesorada, y relativamente colectiva, toma de decisiones, no tienen nada que ver con lo habitual en las dictaduras, ni tampoco con el discurso de tantas democracias occidentales que se consideran esencialmente perfectas, o, como se dice, los "sistemas menos malos posibles", una manera elegante de afirmar la misma perfección. El sistema chino, un despotismo benevolente es una dictadura, pero al mismo tiempo el reconocimiento oficial de su imperfección le confiere una perspectiva de sistema abierto sumamente interesante en el gran contexto actual.

-En tercer lugar está la longeva tradición política china de dos mil años, la más antigua del mundo. Es como si el Imperio Romano o el Egipto Ptolomeico se mantuvieran hoy en repúblicas herederas, cuyos dirigentes fueran eslabones de aquellas mismas milenarias cadenas. Eso caracteriza a los chinos como especialistas en sobrevivir, una cualidad de gran actualidad para nuestro mundo que nos obliga a observarlos y criticarlos con seriedad y liberados de los necios prejuicios que se desprenden del espejo europeo. Es así como llegamos a la metáfora de la mujer embarazada, casi una parábola de la que podemos extraer algún tipo de enseñanza moral.

III) Un país en desarrollo de las características de China y en un gran contexto como el actual, es como una mujer embarazada. El tránsito de lo rural a lo urbano, de la lógica patriarcal a otra más democrática, con tanta población y en condiciones tan críticas es un delicado proceso creador de gestación. Implica cambios hormonales en su organismo social, cambios de piel, de valores, de pautas. Tensiones, rupturas y síntesis entre lo tradicional y sagrado, y lo nuevo e ineludible. Implica un cambio de sistema político. Tanto para los dirigentes como para la sociedad, todo ello es como un viaje a lo desconocido. Algo parecido a lo que la maternidad supone para la madre primeriza.

A un país en desarrollo de esas características, como a una mujer embarazada, no se le pueden pedir determinados rendimientos, cargas y actitudes. La idea es que cuando nos encontremos en el autobús a un país así, nos levantemos para cederle el asiento.

Todo esto no debe, ni puede, confundirse con condescendencia o paternalismo, ni con discriminación (positiva) de género. Tampoco se trata de inmunidad ni de cheques en blanco a dictaduras. La circunstancia de la que estamos hablando no exime responsabilidades universales, de la misma forma en que el embarazo no sitúa a la mujer por encima del código penal. Por el contrario, esta reflexión viene fundamentada por las leyes de la biología, por valores universales, por la experiencia histórica y por la crisis global. La analogía de la mujer embarazada me parece la única manera realista y honesta de tratar críticamente a China.

En la actitud de no cederle el asiento a la mujer embarazada hay muchas cosas. Hay una incapacidad muy europea de ponerse en el lugar de quien es diferente, hay prejuicios culturales y estereotipos de guerra fría –ahora mezclados con rivalidades comerciales, hay ecos de una actitud colonial, pero, sobre todo, hay una cuestión de valores, de inconsciencia sobre el nuevo mundo en el que vivimos y de su profunda crisis. Esta es la actualidad de China que retengo al abandonar este país.

Fuente: www.sinpermiso.info

viernes, 19 de diciembre de 2008

Dejemos que gobiernen los países en desarrollo

Por: Dani Rodrik

No hay mal que por bien no venga en el caso de los países en desarrollo en la crisis actual, ya que tras ella contarán con una participación mucho mayor en las instituciones que gobiernan la globalización económica. Una vez que se asiente el polvo, China, India, Brasil, Corea del Sur y un puñado de otras naciones "emergentes" podrán ejercer una mayor influencia en la manera en que se dirigen las instituciones económicas multilaterales, y estarán en una mejor posición para impulsar reformas que reflejen sus intereses.

Para esto, existen dos razones vinculadas. Primero, la crisis financiera debilitó a Estados Unidos y a Europa, que no querrán o no podrán ofrecer el tipo de liderazgo que sustentó el multilateralismo en las décadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial. Los países en desarrollo tendrán que dar un paso adelante para llenar esta brecha.

Segundo, el peso y la importancia relativos de los países en desarrollo en la economía global aumentaron incluso más. Muchas de las principales instituciones financieras de Occidente -las que no han sido nacionalizadas-, así como algunas empresas industriales importantes, seguirán a merced del capital proveniente de China o los estados del Golfo. En materia de comercio, la actual ronda de negociaciones globales demostró que si los países ricos quieren que las naciones en desarrollo cooperen, tendrán que permitirles formular las reglas del juego.

Para obtener los mejores resultados de este escenario, los países en desarrollo necesitarán tener bien en claro sus intereses y prioridades. Así las cosas, ¿qué deberían buscar?

Primero, deberían presionar para que se implementen nuevas reglas que tornen menos probables las crisis financieras y menos severas sus consecuencias. Librados a sus propios mecanismos, los mercados financieros globales ofrecen demasiado crédito a un precio excesivamente bajo en los buenos tiempos, y muy poco crédito en tiempos malos. La única respuesta efectiva es un manejo contracíclico de la cuenta de capitales: desalentar los préstamos extranjeros durante las fases de expansión económica e impedir la fuga de capitales durante las depresiones económicas.

De manera que, en lugar de fruncir el ceño frente a los controles de capital e impulsar una apertura financiera, el Fondo Monetario Internacional debería dedicarse a propiciar activamente que los países implementen este tipo de políticas. También debería ampliar sus líneas de crédito de emergencia para actuar más bien como un prestador de último recurso para los países en desarrollo afectados por el latigazo financiero.

La crisis es una oportunidad para lograr una mayor transparencia en todos los frentes, inclusive en las prácticas bancarias en los países ricos que facilitan la evasión impositiva en los países en desarrollo. Los ciudadanos adinerados en el mundo en desarrollo evaden más de 100.000 millones de dólares anuales en impuestos en sus propios países, gracias a cuentas bancarias en Zurich, Miami, Londres y otras partes. Los gobiernos de los países en desarrollo deberían solicitar y recibir información sobre las cuentas de sus ciudadanos.

Los países en desarrollo también deberían impulsar un impuesto Tobin -un impuesto a las transacciones globales en moneda extranjera-. Fijado en un nivel lo suficientemente bajo -digamos, el 0,25%-, un impuesto de estas características tendría un efecto adverso ínfimo en la economía global, al mismo tiempo que recaudaría un ingreso considerable. En el peor de los casos, los costos de eficiencia serían menores; en el mejor escenario, el impuesto desalentaría la especulación excesiva a corto plazo.

Los ingresos recaudados -fácilmente cientos de miles de millones de dólares anualmente- podrían invertirse en bienes públicos globales como asistencia para el desarrollo, vacunas para enfermedades tropicales y el uso de tecnologías más ecológicas en el mundo en desarrollo. Las dificultades administrativas que implica implementar un impuesto Tobin no son irremontables, siempre que todos los países avanzados importantes acompañen. Luego sería posible lograr que los centros financieros fuera del país cooperen con la amenaza de aislarlos.

Los países en desarrollo también necesitan venerar la noción de "espacio para planear políticas" en la Organización Mundial de Comercio. El objetivo sería asegurar que los países en desarrollo puedan emplear el tipo de políticas comerciales e industriales necesarias para reestructurar y diversificar sus economías y sentar el marco para el crecimiento económico. Todos los países que se globalizaron exitosamente utilizaron este tipo de políticas, muchas de las cuales (por ejemplo, subsidios, reglas de contenido en productos de origen nacional, ingeniería inversa de productos patentados) actualmente no son permitidas bajo las reglas de la OMC.

El espacio para planear políticas también es necesario para asegurar que los objetivos sociales y políticos importantes -como la seguridad alimenticia- sean compatibles con las reglas comerciales internacionales. El argumento de los países en desarrollo debería ser que el reconocimiento de estas realidades económicas y políticas no debilita el régimen comercial global ni lo hace más susceptible al proteccionismo, sino que lo vuelve más sano y más sustentable.

Pero de la mano de una mayor cuota de poder viene una mayor responsabilidad. Los países en desarrollo tendrán que ser más comprensivos y sensibles ante las preocupaciones legítimas que existen en los países ricos, y estar más dispuestos a pagar por algunos bienes públicos globales. Los países en desarrollo que exportan capital deberían estar dispuestos a aceptar una mayor transparencia en la operación de los fondos de riqueza soberanos y comprometerse a no utilizarlos para fines políticos. Los países en desarrollo más grandes -China, India y Rusia- necesitarán cargar sobre sus hombros con parte de la carga de tener que reducir las emisiones de gases de tipo invernadero.

De la misma manera, los países en desarrollo deben entender que el espacio para implementar políticas es una calle de doble mano. En países como Estados Unidos, donde fueron pocos los beneficios de la globalización que cosechó la clase media en los últimos 25 años, la política comercial estará sometida a una fuerte presión para que esto se revierta de alguna manera. El presidente electo Barack Obama hizo de la lucha de la clase media un eje central de su exitosa campaña. Su principal asesor económico, Larry Summers, también ha hablado últimamente sobre el impacto adverso de la globalización en los trabajadores.

A los países en desarrollo no los favorecerá demasiado plantear el espectro del proteccionismo cada vez que se expresan este tipo de preocupaciones. La realidad política y económica exige una estrategia más matizada y cooperativa. Los países en desarrollo deberían decirle no a un proteccionismo comercial obvio, pero deberían estar dispuestos a negociar para evitar carreras regulatorias hacia el fondo en áreas como estándares laborales o tributación corporativa. Esto es en su propio interés a largo plazo. Sin respaldo de las clases medias de los países ricos, será difícil mantener un régimen comercial global como el que hemos tenido en los últimos años.

Fuente: project-syndicate.org

lunes, 15 de diciembre de 2008

El retorno triunfante de John Maynard Keynes

Por: Joseph E. Stiglitz

Ahora somos todos keynesianos. Incluso la derecha en Estados Unidos se sumó al bando keynesiano con un entusiasmo desenfrenado y en una escala que, en algún momento, habría sido verdaderamente inimaginable.

Para quienes nos adjudicábamos alguna conexión con la tradición keynesiana, éste es un momento de triunfo, después de que nos dejaran en el desierto, prácticamente ignorados, durante más de tres décadas. En un nivel, lo que está sucediendo ahora es un triunfo de la razón y la evidencia sobre la ideología y los intereses.

La teoría económica se había dedicado a explicar durante mucho tiempo por qué los mercados sin obstáculos no se autocorregían, por qué se necesitaba regulación, por qué era importante el papel que jugaba el gobierno en la economía. Pero muchos, especialmente la gente que trabaja en los mercados financieros, presionaban por una suerte de "fundamentalismo de mercado". Las políticas erróneas resultantes -impulsadas, entre otros, por algunos miembros del equipo económico del presidente electo de Estados Unidos, Barack Obama- ya antes habían infligido enormes costos a los países en desarrollo. El momento de iluminismo se produjo recién cuando esas políticas empezaron a generar costos en Estados Unidos y otros países industriales avanzados.

Keynes sostenía no sólo que los mercados no se autocorregían, sino que, en una crisis pronunciada, la política monetaria probablemente resultara ineficiente. Se necesitaba una política fiscal. Pero no todas las políticas fiscales son equivalentes. En Estados Unidos hoy, con una montaña de deuda inmobiliaria y un alto nivel de incertidumbre, los recortes impositivos probablemente resulten ineficientes (como lo fueron en Japón en los años 1990). Gran parte, si no la mayor parte, del recorte tributario norteamericano del pasado mes de febrero fue destinado al ahorro.

Con la enorme deuda que deja atrás la administración Bush, Estados Unidos debería estar especialmente motivado para obtener el mayor estímulo posible de cada dólar invertido. El legado de sub-inversión en tecnología e infraestructura, especialmente del tipo verde, y la creciente brecha entre los ricos y los pobres, requieren una congruencia entre el gasto a corto plazo y una visión a largo plazo.

Eso exige la reestructuración de los programas tanto tributario como de gasto. Bajarles los impuestos a los pobres y aumentar los beneficios de desempleo al mismo tiempo que se aumentan los impuestos a los ricos puede estimular la economía, reducir el déficit y disminuir la desigualdad. Reducir el gasto en la guerra de Irak y aumentar el gasto en educación puede incrementar la producción en el corto y largo plazo y, al mismo tiempo, reducir el déficit.

A Keynes le preocupaba la trampa de la liquidez -la incapacidad de las autoridades monetarias para inducir un incremento en la oferta de crédito a fin de aumentar el nivel de actividad económica-. El presidente de la Reserva Federa de Estados Unidos, Ben Bernanke, hizo un esfuerzo por evitar que se culpara a la Fed de agravar esta crisis de la misma manera que se la responsabilizó por la Gran Depresión, asociada con una contracción de la oferta monetaria y el colapso de los bancos.

Y aún así deberíamos leer la historia y la teoría con cuidado: preservar las instituciones financieras no es un fin en sí mismo, sino un medio para alcanzar un fin. Lo importante es el flujo de crédito y la razón por la cual el fracaso de los bancos durante la Gran Depresión fue importante es que participaban en la determinación de la capacidad crediticia; eran los depositarios de información necesaria para el mantenimiento del flujo de crédito.

Sin embargo, el sistema financiero de Estados Unidos cambió drásticamente desde los años 1930. Muchos de los grandes bancos de Estados Unidos salieron del negocio del "préstamo" y se metieron en el "negocio con movimiento". Se centraron en comprar activos, reempaquetarlos y venderlos, al mismo tiempo que marcaron un récord de incompetencia a la hora de evaluar el riesgo y analizar la capacidad crediticia. Se invirtieron cientos de miles de millones de dólares para preservar estas instituciones disfuncionales. Ni siquiera se hizo nada para reencauzar sus estructuras perversas de incentivos, que alentaban el comportamiento cortoplacista y la toma de riesgos excesiva. Con recompensas privadas tan marcadamente diferentes de los retornos sociales, no sorprende que la búsqueda del interés personal (codicia) condujera a consecuencias tan destructivas desde un punto de vista social. Ni siquiera velaron por los intereses de sus propios accionistas.

Mientras tanto, es muy poco lo que se está haciendo para ayudar a los bancos que efectivamente hacen lo que se supone que deben hacer los bancos –prestar dinero y evaluar la capacidad crediticia.

El gobierno federal asumió billones de dólares en pasivos y riesgos. Al rescatar al sistema financiero, tanto como en política fiscal, necesitamos preocuparnos por el “retorno de la inversión”. De lo contrario, el déficit –que se duplicó en ocho años- aumentará aun más.

En septiembre, se decía que el gobierno recuperaría su dinero, con intereses. A medida que se incrementó el rescate, cada vez resulta más evidente que éste era simplemente otro ejemplo más de una mala apreciación del riesgo por parte de los mercados financieros –como vienen haciendo consistentemente en los últimos años-. Los términos de los rescates de Bernanke y Paulson eran desventajosos para los contribuyentes y, aún así, a pesar de su volumen, hicieron poco para reactivar el préstamo.

La presión neoliberal para una desregulación también satisfacía a algunos intereses. A los mercados financieros les fue bien a través de la liberalización del mercado de capitales. Permitirle a Estados Unidos vender sus productos financieros riesgosos y participar en una especulación en todo el mundo puede haber beneficiado a sus compañías, aunque esto les impusiera grandes costos a otros.

Hoy, el riesgo es que se utilice y se abuse de las nuevas doctrinas keynesianas para satisfacer algunos de estos mismos intereses. ¿Acaso quienes presionaron por la desregulación hace diez años aprendieron la lección? ¿O simplemente querrán imponer reformas cosméticas –el mínimo requerido para justificar los rescates de mega-billones de dólares? ¿Hubo un cambio de parecer o solamente un cambio de estrategia? Después de todo, en el contexto de hoy, perseguir políticas keynesianas parece incluso más rentable que ir detrás del fundamentalismo de mercado.

Hace diez años, en el momento de la crisis financiera asiática, se discutió mucho sobre la necesidad de reformar la arquitectura financiera global. Poco se hizo. Es imperativo que no sólo respondamos adecuadamente a la crisis actual, sino que emprendamos reformas a largo plazo que serán necesarias si queremos crear una economía global más estable, más próspera y equitativa.

Fuente: www.project-syndicate.org

miércoles, 10 de diciembre de 2008

¿Puede el Estado gastar más en la educación pública?

Por: Juan Eduardo García Huidobro

Uno de los aspectos de la propuesta de Ley para fortalecer la educación pública que ha provocado más críticas es el hecho que ese proyecto propone que la administración de la educación pública reciba un aporte extra, adicional a la subvención por alumno ya establecida. La medida ha sido calificada de “discriminación arbitraria” (Rodrigo Bosch, Mercurio 7.12) y se señala que ella rompería la igualdad de trato para todos los chilenos discriminando negativamente a 1.736.376 alumnos (Cristián Larroulet, La Tercera, 6.12).

¿Se puede justificar que el Estado gaste más en los alumnos que atiende en la educación pública?

Existen al menos tres razones que justifican, a mi juicio, este mayor gasto.

La primera tiene que ver con las características de la educación pública. Esta es una educación enteramente gratuita y no ejerce ningún tipo de selección al ingreso. Estas características hacen que las familias más pobres, de modo muy mayoritario, envían a sus hijos a la educación pública, por lo cual destinar más recursos a ella constituye una discriminación positiva hacia quienes necesitan más apoyo para lograr éxito en la educación y no diferencia injusta. (Desde esta óptica podría considerarse un trato injusto en relación a la educación particular subvencionada gratuita y que no pone barreras de ingreso a sus escuelas, pero acá estamos hablando de un sector minoritario de la educación particular, cercano a un 20% de la misma y para el cual en efecto podría contemplarse un subsidio especial).

Pero no es esta la única justificación de un mejor trato a la educación pública. Un segundo motivo tiene que ver con las obligaciones de uno y otro sector, las que los hacen profundamente diferentes. Sobre el sector público pesa la obligación intransferible de asegurar a todos los chilenos y chilenas y en cualquier circunstancia la concreción del derecho a la educación, lo que justifica contar con más recursos que quienes no tienen que servir esta obligación. Este deber hace que no exista, ni pueda existir, igualdad de obligaciones entre el sector particular y el sector público, por lo cual no puede darse igualdad de trato. De hecho, vemos que la educación pública está obligada a mantener escuelas y liceos en zonas donde estos no son rentables, debe recibir a todos los que llegan a sus puertas sin selección ni discriminación, más aún debe ir a buscar a los niños y jóvenes que han abandonado la educación escolar y ofrecerles oportunidades de reinserción.

Una tercera razón se relaciona con el carácter regulador que posee la educación pública. La calidad de la educación pública termina siendo siempre en un país, máxime - como en el caso de Chile - cuando las familias pueden elegir el establecimiento donde educan a sus hijos, el nivel de calidad exigible para todos, por tanto el mejorar la educación pública posee también un efecto de bien común en relación con la calidad de todo el sistema. Por lo tanto, para todo el país, también para la educación particular es un bien el buen desempeño de la educación pública, lo que hay que asegurar a todo evento.

Fuente: http://blog.latercera.com/blog/jegarciahuidobro

martes, 9 de diciembre de 2008

Europa y el nuevo orden mundial

Por: Joschka Fischer, miembro del Partido Verde de Alemania.

El 15 de noviembre de 2008 es una fecha para recordar, porque ese día se hizo historia. Por primera vez, el G-20, las veinte principales economías del mundo, se reunieron en Washington D.C. para encontrar una respuesta a la crisis financiera y económica global. Si bien este primer encuentro no resultó en otra cosa que en declaraciones de intención, aún así marca un punto de inflexión histórico.

Frente a la crisis financiera y económica más grave a nivel mundial desde los años 1930, las naciones industriales occidentales (incluida Rusia) que anteriormente dominaban la economía mundial ya no son capaces de ofrecer una respuesta efectiva. Es más, las esperanzas de mitigar o, de hecho, superar la crisis económica global dependen exclusivamente de las potencias económicas emergentes, siendo China la primera y principal.

En consecuencia, el G-8, que excluye a los países más importantes de los mercados emergentes, ha perdido su importancia para bien. La globalización resultó en un cambio perdurable en la distribución del poder y las oportunidades, sentando las bases para un nuevo orden mundial para el siglo XXI.

Una vez que se supere la actual crisis global, nunca nada será lo mismo. Occidente -Estados Unidos y Europa- está experimentando una relativa caída, mientras que las potencias emergentes de Asia y América latina estarán entre los ganadores.

Estados Unidos respondió al desmoronamiento de su fortaleza global de una manera impresionante, con la elección de su primer presidente afro-norteamericano, Barack Obama. En medio de una de las crisis más graves de su historia, Estados Unidos puso en evidencia, ante sí mismo y ante el mundo, su capacidad de reinventarse. Y aún hoy resulta evidente que esta decisión tendrá tres consecuencias a largo plazo.

Primero, la elección de un presidente negro pondrá fin al trágico legado de esclavitud y la Guerra Civil norteamericana. De ahora en adelante, las cuestiones del color de piel, la forma de los ojos o el género ya no jugarán un papel decisivo para que un candidato llegue a un cargo alto, o incluso al más alto. El sistema político estadounidense ahora refleja los cambios demográficos del país, en un momento en que las secciones no blancas de la población son las que crecen más rápido.

Segundo, la elección de Obama conducirá a una reorientación de la política exterior norteamericana en el mediano plazo. En particular, el foco transatlántico/europeo de la política exterior norteamericana, que anteriormente caía de su peso, cada vez más será algo del pasado.

Tercero, el realineamiento interno de la perspectiva político-cultural de Estados Unidos se verá reforzado por el traspaso global en curso de la riqueza y el poder de Occidente hacia Oriente.

Las potencias del noreste del Pacífico -China, Japón y Corea del Sur- ya son por lejos los principales acreedores de Estados Unidos, y su importancia aumentará aún más como resultado de la crisis financiera. En el futuro previsible, las mayores oportunidades de crecimiento residen en esta región, y tanto por razones económicas como geopolíticas Estados Unidos se inclinará cada vez más hacia la región del Pacífico, restándole importancia, en consecuencia, a su orientación transatlántica.

Todas estas son malas noticias para Europa, porque una vez que esta crisis global haya terminado, los europeos simplemente se habrán vuelto menos importantes. Y, desafortunadamente, Europa no sólo no está haciendo nada para tener a raya o revertir su caída -con su propio comportamiento no hace más que acelerar el proceso.

Con la elección de Obama, Estados Unidos viró hacia el futuro dentro de un mundo globalizado y multipolar; Europa, en cambio, está redescubriendo la acción nacional en este tiempo de crisis y, por ende, aferrándose al pasado. La constitución europea fracasó, el tratado de reforma de Lisboa está en el limbo después de que Irlanda lo rechazara y la gobernancia económica más fuerte de Europa está bloqueada por la desunión germano-francesa. La reacción de los estados miembro de la UE ante este actual callejón sin salida infligido es inequívoco: en lugar de intentar volver a energizar el proceso de una mayor integración política y económica, actúan básicamente de manera individual para intentar llenar el vacío que se produjo.

En rigor de verdad, existe una coordinación entre los estados miembro, y por momentos hasta resulta exitosa, pero sin instituciones europeas fuertes, estos éxitos singulares no perdurarán.

Existe el peligro muy real de que Europa simplemente deje pasar un giro estratégico histórico hacia un mundo multipolar -y a un costo alto-. Después de la cumbre en Washington, los europeos en todas partes –incluso los euroescépticos de las Islas Británicas- deberían haber entendido que este realineamiento estratégico se está produciendo en este preciso momento. Si los europeos no pueden comprender el hecho de que el siglo XIX terminó, la caravana global seguirá avanzando hacia el siglo XXI sin ellos.

Fuente: www.project-syndicate.org

lunes, 8 de diciembre de 2008

Todos contra el poder de Brasil

Por: Francho Barón

La reciente decisión del presidente ecuatoriano, Rafael Correa, de impugnar ante una corte internacional de arbitraje la deuda de 243 millones de dólares (192 millones de euros) contraída por su país con el Banco Brasileño de Fomento (BNDES) ha configurado un nuevo y delicado escenario en la política regional suramericana.

Atrás ha quedado la prometedora foto de la cumbre de Manaos del pasado 30 de septiembre, en la que Brasil, Venezuela, Bolivia y Ecuador anunciaron, con no poca profusión mediática, un ambicioso proyecto de integración regional que incluía una serie de inversiones conjuntas para conectar los océanos Pacífico y Atlántico a través de corredores terrestres y fluviales que cruzarían el subcontinente de costa a costa.

Alineados con las posiciones de Ecuador y estrangulados por la crisis financiera internacional, algunos Gobiernos de la izquierda más dura de Suramérica (Venezuela, Paraguay y Bolivia) se plantean ahora revisar sus respectivas deudas con Brasil. Ante la amenaza de una inminente ola de morosidad colectiva, Brasilia ha advertido a sus vecinos que si continúan minando su confianza en la concesión de crédito, paralizará la financiación de los grandes proyectos en ciernes para la integración suramericana.

Brasil está en el punto de mira de varios países de la región que han manifestado su solidaridad con el Gobierno ecuatoriano tras el conflicto diplomático que enfrenta a Brasilia y Quito, a raíz de una serie de deficiencias detectadas en la presa hidroeléctrica de San Francisco, construida en Ecuador por la empresa brasileña Odebretch con financiación del BNDES. Existe un cierto resquemor ante las últimas muestras del liderazgo regional brasileño, que algunos Gobiernos, como el del venezolano Hugo Chávez, ven como peligrosas y excesivas.

Correa, que sin complejos califica a Odebretch de empresa "corrupta", cerró la presa y la ocupó militarmente, expulsó a la constructora del país y posteriormente anunció el inicio de una acción legal ante la Cámara de Comercio Internacional (CCI) de París para eludir la devolución del crédito concedido por el banco brasileño.

El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, que hasta ese momento se había mantenido cauto, dio orden de llamar a consultas a su embajador en Quito y amenazó con revisar 30 proyectos de cooperación con Ecuador, algunos de los cuales ya han quedado suspendidos. Fuentes del Ministerio de Exteriores brasileño confirmaron que su embajador no ha regresado a Ecuador y que no hay fecha prevista.

El pasado 26 de noviembre, los países que componen la Alternativa Bolivariana para la América (ALBA) saludaron la decisión ecuatoriana de cancelar el pago de la deuda contraída con Brasil. El presidente venezolano, Hugo Chávez, respaldado por sus homólogos de Bolivia, Nicaragua y Honduras, anunció "respuestas concertadas" ante acciones "que atenten contra la voluntad de Ecuador de impugnar los créditos que hayan lesionado la economía del país y de su Estado de derecho". Más allá del espaldarazo a la decisión ecuatoriana, la ALBA "recomienda a los países endeudados la realización de auditorías integrales a los efectos de poner en evidencia los actos que han lesionado sus economías y el quebrantamiento del orden jurídico que debe regir en un Estado de derecho". De esta manera, el eje socialista latinoamericano anima a los Gobiernos de la región a seguir los pasos de Ecuador.

El envite ha obtenido una rápida respuesta en Asunción, donde el jueves el presidente paraguayo, Fernando Lugo, anunció la revisión de la deuda contraída por su país con Argentina, Brasil y Taiwan. "Si otros países como Ecuador lo están haciendo, ¿por qué no lo vamos a hacer nosotros? Tenemos que transparentar las deudas", declaró el ex obispo.

El BNDES es la mayor entidad crediticia de Suramérica, muy por delante del Banco Interamericano de Desarrollo, y ya ha prestado millones de dólares en forma de créditos blandos a Ecuador, Venezuela, Bolivia y Paraguay, los países que más insisten en la necesidad de analizar la legalidad de las deudas contraídas y, llegado el caso, de no asumirlas.

Los días 16 y 17 de diciembre la ciudad brasileña de Salvador de Bahía será el escenario de la cumbre de líderes de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y del Mercado Común del Sur (Mercosur). Será el momento en el que Lula someta su liderazgo regional a otra prueba.

Fuente: El País (España).

miércoles, 3 de diciembre de 2008

El retorno de Marx

Por: Ángel Rupérez

La losa que pesa sobre el pensamiento de Carlos Marx, debido a la usurpación que hicieron de él las revoluciones que se llamaron marxistas, todas fracasadas, ha impedido que reconozcamos, sin esos lúgubres embargos, la grandeza de algunas de sus ideas (no de todas, desde luego). Pero de la misma manera que podemos leer el Evangelio de Jesús liberados de las coacciones que ejercen sobre él los atropellos cometidos en su nombre —múltiples crímenes de toda laya—, así también podemos y debemos recuperar la figura de Marx sin consentir que ninguno de sus usurpadores lastre el alcance del poder crítico y liberador de su pensamiento. Y en estos momentos en los que el capitalismo ha dado muestras evidentes de sus flaquezas más demoledoras, la figura de Marx debe ser recuperada precisamente para recordar la forma como describió el funcionamiento del capitalismo, siempre voraz y dispuesto a cualquier forma de abuso con tal de hacer valer su principio esencial del beneficio por encima de todo.

Que la idolatría del dinero supusiera la humillación de miles y miles de seres humanos, era algo que al primer capitalismo no le importaba la más mínima higa. De ahí que Marx, genial intérprete de esos mecanismos de dominación, fuera a la vez alguien que quisiera y se propusiera cambiar el signo de la historia con el fin de superarla en un proyecto ideal que, al hacerse él mismo historia, degeneró en sociedades también esclavizadas, con el crimen político como bandera y la segregación social como método de dominación. Al caer esos regímenes totalitarios y estafadores, pareció que el capitalismo no tenía oponentes y por eso alguien que se hizo famoso pudo decretar el fin de la historia, que sólo era el sueño de la impunidad absoluta. Ninguna tropelía cometida en nombre del capitalismo podría seriamente ser objeto de una desautorización global en el siglo XXI, puesto que no había ideas alternativas, ya que las únicas que se habían alegado y puesto en práctica habían fracasado estrepitosamente. Incluso un país como China, mastodonte que mantiene intactas las hechuras de un Estado totalitario, hizo su particular revisión y se afilió al capitalismo antaño denostado y del que ahora es un principal motor en el mundo, atropellando a su paso los derechos humanos y también los derechos de la Naturaleza (que son también derechos humanos).

Pero si leemos sin prejuicios los escritos de Marx, nos daremos cuenta del portentoso aliento que hay en ellos para penetrar en los entresijos de la maquinaria del capital voraz y ciego con el fin de no someterse a la primacía del dinero como valor supremo, convertida en ideología inapelable, es decir, en auténtica ley de la historia inmune a cualquier justificada y desconfiada sospecha y no digamos a cualquier intento de superación. Una reflexión crítica sobre nuestro mundo nos avisa, como avisó Marx en el XIX, de que el dinero es el ídolo absoluto que los capitalistas financieros, enfermos de avaricia, han pretendido multiplicar, en forma de beneficios ilimitados, por medio del engaño y la mentira. Las víctimas de sus operaciones fraudulentas no serán precisamente ellos mismos, los grandes tiburones de las finanzas, inmensamente remunerados, a salvo de cualquier imputación legal, lejos de cualquier cárcel justamente punitiva, sino todos los que, gracias a ese bandidaje de cuello blanco, conocerán la ruina de sus vidas, aquí y allá, cerca y lejos, en los países desarrollados pero también en los países pobres, más pobres aún, más miserables aún si cabe cuando la marea negra se extienda. A ese capitalismo ilimitadamente voraz hay que imputarle, con la ayuda de Marx, el encerramiento de la existencia en la cárcel exclusiva del dinero idolatrado y de su progenie no menos ciega e inhumana: los valores que se arrastran detrás de esa estela que no mira más que a su ombligo, y es ajena al horror de la pobreza de los más pobres que ya lo eran y a la de los que lo serán a partir de ahora.

La avaricia insaciable ha dejado al descubierto la esencia de un sistema que solo cree en el fondo en el dinero como único valor y sobre el que pretende que fundamentemos todas las manifestaciones de la existencia. Así, la productividad económica rige los últimos derroteros de la educación superior; las desmesuradas ganancias rigen los principios de la actividad económica; la acumulación de dinero rige los anhelos de tantos y tantos seres humanos, doblados en pequeños terratenientes de sus idolatradas —aunque modestas— riquezas; el valor de cambio de las obras de arte —Hirst y compañía— sustituye con creces su contenido de verdad, como diría Adorno, y, a la postre, su invitación a ser un hecho revelador del hombre esencial antes que un sustituto del dinero. Los escritos de Marx nos ayudan a no creer en esos ídolos y a denunciar las mentiras sobre las que se sustentan. No sé si habrá otras alternativas, pero al menos ese pensamiento, que parecía enterrado, nos devolverá, en el espejo roto de nuestra reciente historia, la mejor imagen de nuestra dignidad.

Fuente: www.elpais.com

La ausente crisis del euro

Por: Barry Eichengreen

La crisis financiera global ha dado nuevos bríos a los argumentos alarmistas acerca de la inminente caída del euro. En ellos a menudo se invoca a Milton Friedman, que advirtió en 1998 que el compromiso de Europa con el euro se vería a prueba en la primera recesión seria. Ese momento ya está llegando, pero los resultados han sido precisamente lo opuesto a la predicción de Friedman.

El desempleo está en aumento y, con él, el populismo. En países como Italia, que ya sufren con la competencia china, y España, donde ha reventado una enorme burbuja inmobiliaria, las dificultades serán casi insoportables. Sin embargo, ninguno de estos países muestra inclinación alguna por abandonar el euro.

Comprenden que incluso susurrar esa posibilidad generaría pánico entre los inversionistas. Ven cómo países como Dinamarca, que mantuvieron sus propias monedas, se han visto obligadas a elevar las tasas de interés para defender sus tipos de cambio en momentos que la Reserva federal de Estados Unidos y el Banco Central Europeo las reducen. Ven cómo, si existiera aún la peseta o la lira, serían presa fácil de la fuga de capitales. Comprenden que tendrían que protegerse de una crisis monetaria a la vieja usanza en el peor momento posible. Valoran el que haya estabilidad y seguridad en sus cifras.

De manera similar, el escenario del colapso del euro, en el que estos países tienen éxito en presionar al BCE para ser más permisivo con la inflación, dando motivos a que Alemania abandone el euro, no ha ocurrido tampoco. El BCE, protegido por la independencia que le garantizan sus estatutos y por el mandato de estabilidad de los precios, no ha mostrado inclinaciones a ceder a las presiones del Presidente francés Nicolas Sarkozy ni de otros actores.

Uno puede argumentar que lo peor está por venir -que nos espera más inflación y desempleo en el futuro- y que, cuando eso ocurra, colapsará la eurozona. Los euroescépticos siempre plantean ese argumento. Sin embargo, considerando los acontecimientos recientes, es hoy cuando deben demostrar lo que dicen.

Lo que ni Friedman no nadie más previó en 1998 es que la primera recesión seria tras la creación del euro coincidiría con la madre de todas las crisis financieras. Las corridas bancarias de los inversionistas en pánico han hecho que los bancos centrales adopten una función de prestamista de último recurso que no tiene precedente en la historia. Las grandes pérdidas de los préstamos han exigido costosas operaciones de recapitalización bancaria.

Ha habido predicciones de que los gobiernos, presionados al límite por la crisis financiera, responderían abandonando el euro. Recurrirían al impuesto que significa la inflación e inyectarían la moneda nacional para restituir la liquidez de sus sistemas bancarios y sistemas financieros.

En la práctica, ha ocurrido lo contrario. El BCE ha proporcionado niveles esencialmente ilimitados de liquidez a los sistemas financieros de la eurozona. El Pacto de Estabilidad y Crecimiento se ha flexibilizado para aumentar la capacidad de los gobiernos de tomar préstamos y recapitalizar sus bancos.

Loa países europeos que se encuentran fuera de la eurozona y que aún conservan sus propias monedas son los que han sufrido las consecuencias más serias. Debido a que sus monedas no se utilizan ampliamente a nivel internacional, muchas de sus obligaciones bancarias están denominadas en euros, lo que los hace dependientes del aumento de las tasas de interés para atraer, a través del mercado y por medio de acuerdos temporales recíprocos de divisas (“swap lines”) del BCE, la liquidez en euros que sus bancos necesitan con urgencia. Hasta ahora, estos acuerdos han estado disponibles, pero con retrasos y con exigencias de tipo político.

La implicancia es clara. Los sistemas bancarios nacionales necesitan quien les dé préstamos de último recurso. En los países pequeños, donde una parte significativa de los pasivos bancarios se encuentra en divisas extrajeras, el banco central carece de esta capacidad. Las únicas opciones son entonces aplicar controles draconianos al sistema bancario o unirse a la eurozona.

Dadas las dificultades de hacer retroceder el reloj financiero y las limitaciones del Mercado Único, está claro en qué dirección avanzarán los países europeos. Ya se ve un cambio en la opinión pública hacia la adopción del euro en Dinamarca y Suecia. Polonia ha reiterado su compromiso de adoptarlo. Hungría, considerando el trauma de un programa del FMI, ciertamente hará lo mismo.

Obviamente, la crisis significará un gran reto económico y financiero para Europa del Este. Realzará la dificultad de cumplir los criterios de convergencia para la adopción del euro, pero también pondrá de relieve la voluntad de lograrlo.

Lo que todo esto implica es, entonces, una eurozona de mayor tamaño, no una más pequeña, a medida que cada vez más países vayan aprendiendo la lección. De hecho, ya hay señales de países que ni siquiera están en la Unión Europea, particularmente Islandia y Suiza, que consideran pasar a formar parte de la Unión como un paso hacia la adopción del euro y dar solución a su dilema financiero.

La gran excepción es probablemente Gran Bretaña, cuya moneda se usa internacionalmente, debido al legado histórico de esta nación en el mundo. En todo caso, siempre ha tenido un pie en Europa y otro fuera de ella. Es concebible que Europa tenga en el futuro dos monedas, el euro y la libra esterlina, en el largo plazo. Sin embargo, está fuera de duda que no habrá tres monedas, ni mucho menos tres decenas.

Fuente: www.project-syndicate.org

domingo, 30 de noviembre de 2008

Unidos por el dolor

Por: Mohsin Hamid

En la prisa por culpar a Pakistán de la atrocidad terrorista en Bombay se está cometiendo un peligroso error. El impulso por implicar a Pakistán es, por supuesto, comprensible: el pasado está repleto de ejemplos de cómo los servicios de inteligencia pakistaníes e indios han trabajado para desestabilizar al enemigo histórico del otro lado de la frontera. Pero es demasiado pronto para saber quiénes están detrás de este ataque. Algunos o todos de los atacantes podrían efectivamente venir de Pakistán o contar allí con respaldo. Igualmente, algunos o todos podrían ser indios. El deseo de algunos en India de adjudicar la culpa a Pakistán antes de que haya evidencias es, por lo tanto, un intento por evitar una introspección.

India y Pakistán son más parecidos entre sí de lo que los políticos de ambos países tienden a reconocer. La narrativa triunfalista sobre la India como un éxito increíble, y la narrativa derrotista sobre Pakistán como un desastre inminente son, las dos, sólo verdades a medias. Durante gran parte de este nuevo siglo, Pakistán ha disfrutado de tasas de crecimiento económico que no van muy por detrás de las de India, y este año Pakistán ha emulado a su vecino al regresar a la democracia. India, mientras tanto, como Pakistán, es cuna de muchas insurgencias. Si las recientes protestas en la Cachemira india se hubiesen producido en una ex república soviética, habrían sido ensalzadas por el mundo como una nueva Revolución Naranja (y si hubiesen ocurrido en Tíbet, habrían resultado en llamados a ejercer presión internacional sobre Beijing). A su vez, las tensiones en el noreste de India, el movimiento armado Naxalita y la matanza de musulmanes en Gujarat, contradicen la semiverdad del "esplendor de la India". Tanto Pakistán como India están asolados por violencia extremista. Ambos les han fallado dramáticamente a sus pobres durante seis décadas de independencia. A comienzos de este año, el Banco Mundial informó que la mitad de los niños indios están tan desnutridos que sus cuerpos no logran alcanzar una estatura normal. Eso significa una tasa dos veces más alta de desnutrición infantil que la del África subsahariana.

La razón para mirar las similitudes entre India y Pakistán no es para degradar a China o negar los magníficos logros de los que los indios deberían estar orgullosos. Más bien es para señalar que los países están juntos en esto. Sus luchas contra el extremismo no pueden ser separadas por fronteras nacionales en convenientes compartimentos, uno marcado como "doméstico" y el otro "extranjero". Así como Pakistán y Afganistán deben cooperar para resolver los problemas del extremismo violento, también deben hacerlo Pakistán e India. Nunca ha habido un mejor momento para esa cooperación. Las personas que mejor pueden entender por lo que están pasando los residentes de Bombay son los residentes de Islamabad. La destrucción del Hotel Islamabad Marriott hace sólo unas semanas preanunció los ataques contra los hoteles Oberoi y Taj y la batalla armada entre extremistas y fuerzas gubernamentales en el sur de Bombay trae ecos sobrecogedores del sangriento y prolongado enfrentamiento del año pasado en la Mezquita Roja de Islamabad. Tal como Nueva Delhi vio atentados explosivos este año, así lo ha hecho Lahore. Tal como elementos descarriados de las fuerzas armadas pakistaníes han sido acusados de apoyar a los terroristas, así también lo ha sido un teniente coronel del ejército indio. Por supuesto, India y Pakistán no son lo mismo, pero los paralelos son notables. Seguir ignorando esto sólo sirve para dividir a dos países que podrían beneficiarse considerablemente de una mayor unidad.

Afortunadamente, un acercamiento es posible. Pakistán está emergiendo de un largo período de negación de su problema de terrorismo. El ejército pakistaní desarrolla una masiva ofensiva contra extremistas en las áreas tribales, dispuesto a sufrir cientos de bajas y a desplazar a cientos de miles de ciudadanos pakistaníes en el proceso. El Presidente Zardari está tendiendo ramas de olivo a la India, bajo la forma de llamados a una mayor cooperación contra el terrorismo, más integración económica y compromisos respecto de Cachemira. El gobierno indio ha sido lento en aprovechar esta oportunidad. Los ataques de Bombay brindan ahora un pretexto perfecto para rechazar las aperturas de Pakistán y poner en movimiento un conjunto de eventos que recuerdan a 2001, cuando el ataque terrorista contra el Parlamento de la India puso a los países al borde de la guerra. Una reacción como esa sólo podría beneficiar a los terroristas. Lo haría directamente al distraer al ejército pakistaní de su ofensiva en las áreas tribales, y lo haría indirectamente al volver a la opinión pública de Pakistán, que está lentamente endureciéndose en contra del extremismo, contra India.

La alternativa es reconocer que (como los ríos, los idiomas y la historia) el terrorismo liga a India y Pakistán. India no puede prosperar mientras Pakistán se encona. Pakistán no puede progresar si se interpone en el camino del auge de India. Sólo mediante la cooperación pueden esperar ambos países lograr seguridad y tener sueños de prosperidad hechos realidad para más que una pequeña minoría. Cuando el terrorismo golpea, la ira divisiva es una respuesta natural. La sabiduría radica, sin embargo, en comprender que nosotros, los de la India y Pakistán, estamos unidos por nuestro dolor compartido.

Fuente: La Nación (The Guardian)

viernes, 28 de noviembre de 2008

Una recuperación sustentable

Por: Jeffrey D. Sachs

La recesión global que hoy está en marcha es el resultado no sólo de un pánico financiero, sino también de una incertidumbre más elemental sobre la futura dirección de la economía mundial. Los consumidores están cancelando compras de casas y automóviles no sólo porque sufrieron un golpe a su riqueza tras la caída de los precios de las acciones y el valor de sus viviendas, sino también porque no saben adónde recurrir. ¿Deberían arriesgarse a comprar un auto nuevo cuando los precios del combustible podrían volver a subir? ¿Podrán poner comida en la mesa después de la aterradora subida de los precios de los alimentos de este año?

Las decisiones sobre las inversiones comerciales son aún más sombrías. Las empresas se rehúsan a invertir en un momento en que la demanda de los consumidores se está desplomando y enfrentan sanciones por riesgo sin precedentes por sus costos de préstamo. También enfrentan enormes incertidumbres. ¿Qué tipo de centrales eléctricas serán aceptables en el futuro? ¿Se les permitirá emitir dióxido de carbono como en el pasado? ¿Estados Unidos puede todavía permitirse un estilo de vida suburbano, con casas expandidas en amplias comunidades que exigen realizar largos trayectos en automóvil?

En gran medida, la recuperación económica dependerá de una sensación mucho más clara sobre la dirección del futuro cambio económico. Esa es básicamente tarea del gobierno. Después del liderazgo confuso y equivocado de la administración Bush, que no marcó un sendero claro para las políticas de energía, salud, climáticas y financieras, el presidente electo Barack Obama tendrá que empezar a trazar un curso que defina la futura dirección de la economía norteamericana.

Estados Unidos no es la única economía en esta ecuación. Necesitamos una visión global de recuperación sustentable que incluya el liderazgo de China, India, Europa, América latina y sí, incluso de África, durante mucho tiempo marginada de la economía mundial, pero una parte importante de ella hoy.

Hay unos pocos puntos claros en medio de las grandes incertidumbres y confusiones. Primero, Estados Unidos no puede seguir pidiéndole dinero prestado al resto del mundo como lo ha estado haciendo en los últimos ocho años. Las exportaciones netas de Estados Unidos tendrán que aumentar, lo que implica que las exportaciones netas de China, Japón y otros países con excedentes comerciales, en consecuencia, disminuirán. Los ajustes necesarios representan una oscilación de déficit a equilibrio de un volumen considerable de alrededor de 700.000 millones de dólares en la cuenta corriente estadounidense, o cerca del 5% del PBI de Estados Unidos.

El excedente comercial de China podría reducirse en la mitad de esa cantidad (con recortes en los excedentes comerciales que también afectarían a otras regiones globales), lo que representa un viraje en el PBI chino de las exportaciones netas a la demanda interna equivalente a entre el 5% y el 10% del PBI de China. Afortunadamente, China está promoviendo una importante expansión doméstica.

Segundo, la caída en el consumo norteamericano también debería ser compensada en parte por un incremento en la inversión estadounidense. Sin embargo, las empresas privadas no aumentarán la inversión a menos que exista una dirección clara para la economía. Obama hizo hincapié en la necesidad de una "recuperación verde", es decir, una recuperación basada en tecnologías sustentables, no simplemente en gasto de consumo.

Se debería reequipar a la industria automotriz norteamericana para que fabrique automóviles con bajas emisiones de carbono, ya sea híbridos eléctricos o vehículos simplemente operados a batería. Cualquiera de las dos tecnologías dependerá de una grilla eléctrica nacional que utilice formas de generación eléctrica con bajas emisiones, como plantas eólicas, solares, nucleares o alimentadas a carbón que capturan y almacenan las emisiones de dióxido de carbono. Todas estas tecnologías exigirán una financiación pública junto con inversión privada.

Tercero, la recuperación estadounidense no será creíble a menos que también exista una estrategia para volver a poner en orden las propias finanzas del gobierno. La idea de política económica de George W. Bush fue recortar tres veces los impuestos al mismo tiempo que alentó el gasto en la guerra. El resultado es un gigantesco déficit presupuestario, que se expandirá hasta alcanzar proporciones gigantescas en el próximo año (quizás 1 billón de dólares) bajo el peso adicional de la recesión, los rescates bancarios y las medidas de estímulo fiscal de corto plazo.

Obama necesitará poner en marcha un plan fiscal a mediano plazo que restablezca las finanzas gubernamentales. Esto incluirá poner fin a la guerra en Irak, aumentarles los impuestos a los ricos y también implementar en fases y de manera gradual nuevos impuestos al consumo. Estados Unidos actualmente recauda la proporción más baja de impuestos a los ingresos nacionales entre los países ricos. Esto tendrá que cambiar.

Cuarto, las regiones pobres del mundo tendrán que ser vistas como oportunidades de inversión, no como amenazas o lugares que deban ser ignorados. En un momento en que las principales compañías de infraestructura de Estados Unidos, Europa y Japón tendrán una capacidad ociosa considerable, el Banco Mundial, el Banco Europeo de Inversiones, el Banco de Exportaciones e Importaciones de Estados Unidos, el Banco Africano de Desarrollo y otros fondos de inversión pública deberían financiar un gasto en infraestructura a gran escala en África, para construir caminos, centrales eléctricas, puertos y sistemas de telecomunicaciones.

Siempre que los préstamos sean a largo plazo y conlleven una tasa de interés modesta (digamos, préstamos en dólares a 25 años a un 5% anual), los países receptores podrían saldar los préstamos gracias al importante estímulo en los ingresos que resultaría en el transcurso de una generación. Los beneficios serían extraordinarios, tanto para África como para los países ricos, que volverían a poner a trabajar a sus empresas y trabajadores calificados. Este tipo de créditos, por supuesto, exigiría una iniciativa global importante, en un momento en que ni siquiera las empresas de primera línea pueden pedir prestado por una noche, muchos menos por 25 años.

En los ciclos comerciales característicos, por lo general se deja que los países gestionen la recuperación, esencialmente, por cuenta propia. Esta vez necesitaremos de la cooperación global. La recuperación demandará importantes cambios en los equilibrios comerciales, las tecnologías y los presupuestos públicos.

Estos cambios a gran escala tendrán que ser coordinados, al menos de manera informal si no ajustadamente, entre las economías principales. Cada una debería entender las direcciones básicas del cambio que serán necesarias a nivel nacional y global, y todas las naciones deben intervenir en la utilización de nuevas tecnologías sustentables y la cofinanciación de responsabilidades globales, como mayores inversiones en infraestructura africana.

Hemos llegado a un momento en la historia en que el liderazgo político global cooperativo es más importante que nunca. Afortunadamente, Estados Unidos ha dado un paso gigantesco hacia adelante con la elección de Obama. Ahora es momento de entrar en acción.

Fuente: Project Syndicate

La moral y la debacle

Por: Robert Skidelsky

Después de la Primera Guerra Mundial, H.G. Wells escribió que había una carrera entre la moral y la destrucción. Decía que la humanidad debía abandonar sus actitudes guerreras o la tecnología la destruiría.

El pensamiento económico, sin embargo, transmitía una idea muy distinta del mundo. Aquí la tecnología reinaba merecidamente. Prometeo era un monarca benévolo que repartía los frutos del progreso entre su pueblo. En el mundo de los economistas, la moral no debía tratar de controlar la tecnología sino adaptarse a sus demandas. Sólo haciéndolo podría asegurarse el crecimiento y la eliminación de la pobreza. La moral tradicional se diluyó a medida que la tecnología multiplicó el poder productivo.

Nos hemos aferrado a esta fe en la salvación tecnológica mientras las viejas creencias decaen y la tecnología se vuelve cada vez más inventiva. Nuestra fe en el mercado – porque el mercado es la partera de la invención tecnológica—fue el resultado de esto. En nombre de esta fe hemos adoptado la globalización, la más amplia extensión posible de la economía de mercado.

En aras de la globalización, las comunidades de desvirtúan, los empleos se deslocalizan y las habilidades se reconfiguran continuamente. Sus apóstoles nos dicen que el deterioro indiscriminado de gran parte de las cosas que le dan sentido a la vida es necesario para lograr “la asignación eficiente del capital” y la “reducción de los costos de las transacciones”. La moral que se resiste a esa lógica es tachada de “obstáculo al progreso”. La protección –esa obligación que debe el fuerte al débil—se convierte en proteccionismo, un mal que engendra guerras y corrupción.

El hecho de que la debacle financiera global actual es consecuencia directa de la adoración de Occidente de dioses falsos es una idea que no se puede discutir, y mucho menos reconocer. Una de sus deidades principales es la “hipótesis del mercado eficiente” –la creencia de que el mercado fija con exactitud los precios de todas las transacciones en todo momento y evita manías y pánicos. El lenguaje teológico que podría haber denunciado la contracción del crédito como “la consecuencia del pecado”, el castigo por el enorme despilfarro, ya no se puede utilizar.

Pero consideremos la forma en que el término “deuda” (el pecado original contra Dios, con Satanás como el gran usurero) se ha convertido en “apalancamiento”, una metáfora de ingeniería que ha convertido la prohibición clásica de “endeudarse” en prácticamente la obligación de estar “altamente apalancado”. Estar endeudado alimenta la doble tentación de obtener lo que se quiere lo más rápido posible así como de obtener “algo a cambio de nada”.

La innovación financiera ha ampliado ambas tentaciones. Jóvenes genios de las matemáticas desarrollaron nuevos instrumentos financieros que, al ofrecer una reducción de los efectos negativos de la deuda, derribaron las barreras de la prudencia y el control. Los “mercaderes de la deuda” del gran economista Hyman Minsky vendieron sus productos tóxicos no sólo a los crédulos e ignorantes sino también a empresas codiciosas y a individuos supuestamente expertos.

El resultado fue una explosión mundial de las finanzas “Ponzi” –que toman su nombre del famoso estafador ítalo-estadounidense Charles Ponzi—que supuestamente hacían que el papel fuera tan seguro y valioso como las casas. En contraste, los virtuosos chinos, que ahorran una gran parte de sus ingresos, fueron criticados por los economistas occidentales por no entender que su deber hacia la humanidad era gastar.

El punto teórico crítico en la transición a una economía impulsada por la deuda fue la redefinición de la incertidumbre como riesgo. Este fue el logro principal de la economía matemática. Si bien cuidarse de la incertidumbre había sido tradicionalmente una cuestión moral, protegerse del riesgo es un asunto exclusivamente técnico.

La principal incertidumbre de la vida –el destino de nuestras almas inmortales—nos mueve hacia la moralidad. Incluso la existencia de una incertidumbre trivial da origen a convenciones y reglas generales que encarnan lo mejor de las experiencias humanas al tratar con lo desconocido. La abolición de la incertidumbre cancela la necesidad de tener normas morales.

Ahora, los acontecimientos futuros se podían descomponer en riesgos calculables, y se podían desarrollar estrategias e instrumentos para satisfacer toda la gama de “preferencias de riesgo”. Además, puesto que la competencia entre los intermediarios financieros presiona constantemente a la baja el “precio del riesgo”, el futuro quedó (en teoría) prácticamente libre de riesgos.

Esta monstruosa vanidad de la economía contemporánea ha llevado al mundo al borde del desastre. Obviamente, los tabús tradicionales relacionados con el dinero tuvieron que flexibilizarse hace siglos para que el capitalismo arrancara. Por ejemplo, la prohibición clásica contra la usura se suavizó de ser una prohibición de cobrar intereses en todos los préstamos para convertirse en una restricción del cobro de intereses sobre los préstamos de dinero al que el prestamista no podía dar otro uso, es decir, sobre sus “reservas” o saldos en efectivo.

Sin el desarrollo del financiamiento de la deuda, el mundo sería mucho más pobre. Sin embargo, pasar de un extremo (conservar el dinero excedente bajo el colchón) al otro (prestar el dinero que no se tiene) es eliminar el término medio sensato.

El régimen de supervisión prudencial que inició el Banco de España en respuesta a las crisis bancarias españolas de los años ochenta y noventa muestra cómo podría ser ese término medio sensato. Los bancos españoles tienen la obligación de aumentar sus depósitos en proporción a sus préstamos y a apartar capital frente a los activos que estén fuera del balance.

Con pocos incentivos para crear “vehículos de inversión estructurados”, pocos bancos españoles lo hicieron y así evitaron el apalancamiento excesivo. Como resultado, los bancos españoles en general tienen disposiciones para cubrir el 150% de las deudas incobrables mientras que los bancos británicos sólo cubren entre el 80 y el 100%, y los compradores de casas en España deben pagar un depósito de entre el 20 y el 30% del valor de la propiedad, mientras que en años recientes se han concedido rutinariamente hipotecas del 100% en los Estados Unidos y el Reino Unido.

H.G. Wells tenía razón sólo en parte: la carrera entre la moral y la destrucción abarco no sólo la guerra sino también la vida económica. Mientras sigamos recurriendo a soluciones técnicas para tapar las fallas morales y los gobiernos se sigan apresurando a otorgar paquetes de rescate que permiten que el carrusel comience de nuevo, estaremos condenados a ir dando tumbos de delirio en delirio con intervalos de colapso. Pero en algún momento nos enfrentaremos a algún límite al crecimiento.

Fuente: www.project-syndicate.org