martes, 30 de junio de 2009

Pronunciamiento por Golpe de Estado en Honduras

Confluencias - Análisis y discusión

Por medio del presente comunicado queremos expresar nuestra preocupación por los últimos hechos ocurridos en Honduras, así como nuestra solidaridad con el pueblo hondureño y su gobierno constitucional.

Condenamos profundamente el golpe de Estado ocurrido ayer domingo, en el que no sólo se ha violado el derecho fundamental de los ciudadanos a ser representados por un presidente válidamente elegido en el transcurso de un proceso democrático, sino que, por la vía violenta, se ha impedido al pueblo hondureño expresarse democráticamente a través de un referéndum no vinculante.

El golpe de Estado, ejecutado por reaccionarios que pretenden mantener posiciones de privilegio en la sociedad hondureña, es una afrenta a la convivencia democrática de nuestro continente, por lo que respaldamos la posición adoptada por el Gobierno, a quien solicitamos que no permita que se lave la imagen del gobierno golpista ni se le reincorpore a la comunidad latinoamericana.

Esperamos que la comunidad internacional, los organismos pertinentes como la OEA, UNASUR y nuestro gobierno empleen todos los medios diplomáticos y exijan el cumplimiento de la Carta Democrática de la OEA, en miras a encontrar una salida consensuada a la actual situación, teniendo como objetivo central la restitución de la democracia y del presidente válidamente elegido por el pueblo hondureño.

Seguiremos con expectación el devenir de los acontecimientos.

Equipo de Política Exterior
Confluencias - Análisis y discusión

Santiago 29 de junio

Comunicado de la Presidencia Pro Tempore de UNASUR sobre intento de golpe de estado en Honduras.

La Presidencia Pro Tempore de UNASUR rechaza enérgicamente el intento de golpe de estado en Honduras y entrega su más pleno y decidido respaldo al gobierno Constitucional del Presidente de la República, José Manuel Zelaya.

UNASUR no reconoce ninguna situación que implique la ruptura del orden institucional democrático, del estado de derecho, o que comprometa la estabilidad de la República de Honduras.

En particular, condena el secuestro del Presidente Zelaya y sus ministros y la toma de instalaciones gubernamentales por grupos que buscan desestabilizar la democracia y expresa su decisión de no reconocer a ningún otro gobierno que no sea el legal y legítimamente elegido, y exige el restablecimiento de la democracia y la reinstalación inmediata del Presidente legítimamente elegido, José Manuel Zelaya.

Finalmente, UNASUR manifiesta su convicción que los conflictos internos deben resolverse únicamente en el marco de la institucionalidad democrática y el estado de derecho.

Fuente: www.minrel.gov.cl

Categórica resolución condenatoria de la OEA

EL CONSEJO PERMANENTE DE LA ORGANIZACIÓN DE LOS ESTADOS AMERICANOS,

CONSIDERANDO la grave situación que vive la República de Honduras como resultado del golpe de estado contra el Gobierno del Presidente José Manuel Zelaya Rosales que produjo una alteración inconstitucional del orden democrático que el Consejo Permanente rechaza y repudia;

PREOCUPADO por la ruptura del orden constitucional en la República de Honduras;

REAFIRMANDO la importancia del respeto irrestricto a los derechos humanos y las libertades fundamentales y el principio de la no intervención en los asuntos internos de otros Estados;

REITERANDO los principios establecidos en la Carta de la Organización de los Estados Americanos y la Carta Democrática Interamericana sobre el fortalecimiento y la preservación de la institucionalidad democrática en los Estados Miembros; y

RECORDANDO la resolución CP/RES. 952 (1699/09) del 26 de junio de 2009, relativa a la situación en Honduras,

RESUELVE:

1. Condenar enérgicamente el golpe de estado llevado a cabo en la mañana de hoy en contra del Gobierno constitucional de Honduras y la detención arbitraria y expulsión del país del Presidente Constitucional José Manuel Zelaya Rosales que produjo una alteración inconstitucional del orden democrático.

2. Exigir el inmediato, seguro e incondicional retorno del Presidente José Manuel Zelaya Rosales a sus funciones constitucionales.

3. Declarar que no se reconocerá ningún gobierno que surja de esta ruptura inconstitucional.

4. Encomendar al Secretario General que de manera urgente se haga presente en la reunión del Sistema de la Integración Centroamericana (SICA) que se realizará en Managua, Nicaragua, y que, de conformidad con el artículo 20 de la Carta Democrática Interamericana, lleve adelante todas las consultas que sean necesarias con los Estados Miembros de la Organización.

5. Condenar enérgicamente todo acto de violencia y en especial la detención arbitraria denunciada de la Secretaria de Estado de Relaciones Exteriores, Patricia Rodas, otros miembros del Gabinete de Ministros, así como del Alcalde de San Pedro Sula y otras personas afectadas, y exigir que se respete su integridad física y que sean puestos en libertad de inmediato.

6. Convocar un período extraordinario de sesiones de la Asamblea General de la OEA, a celebrarse en la sede de la Organización el martes, 30 de junio de 2009, para que ésta adopte las decisiones que estime apropiadas, conforme a la Carta de la Organización de los Estados Americanos, el derecho internacional y las disposiciones de la Carta Democrática Interamericana.

7. Encomendar al Secretario General que remita esta resolución al Secretario General de las Naciones Unidas.

Fuente: www.minrel.gov.cl

"No es tiempo de golpes en América Latina"

El periodista de El País Miguel Ángel Bastenier explica la situación que se vive en Honduras

http://www.elpais.com/videos/internacional/tiempo/golpes/America/Latina/elpepuint/20090630elpepuint_8/Ves/

Vivanco afirmó que el golpe en Honduras tiene respaldo político

El director para las Américas de Human Right Watch, José Miguel Vivanco, declaró que la situación de Honduras es crítica porque el golpe militar cuenta con el apoyo de importantes grupos políticos.

http://www.cooperativa.cl/prontus_media/site/edic/base/port/audios.html?_ts=20090630091537

Honduras: Golpe civil-militar

Por: Claudio Fuentes

La crisis política de Honduras ha revivido los peores fantasmas del autoritarismo en la región. La inusual salida en pijama del presidente Zelaya, el rol de las fuerzas armadas en este golpe de Estado, y el rápido y sorpresivo reordenamiento del cuadro político interno han llamado la atención de la comunidad internacional.

Varios líderes han manifestado su preocupación porque una forma de terminar los gobiernos democráticos que se pensaba “superada”, vuelve a repetirse en la región. El presidente estadounidense, Barack Obama, sostuvo a propósito de este caso que “sería un terrible precedente si comenzamos a movernos hacia atrás, hacia una era en que los golpes militares son el medio para cambiar gobiernos y no a través de elecciones democráticas”.

Pero la salida abrupta de Zelaya se agrega a una ya larga lista de presidentes de América Latina y el Caribe que no han alcanzado a terminar su mandato durante la llamada tercera ola democratizadora. Desde 1985 a la fecha fueron removidos de su cargo u obligados a renunciar los presidentes democráticamente electos de Bolivia (1985, 2003), Argentina (1989, 2001), Brasil (1992), Guatemala (1993), Venezuela (1993), República Dominicana (1996), Ecuador (1997, 2000, 2005), Paraguay (1999), y Perú (2000). A ello se agregan los dos colapsos del régimen en Haití (1994 y 2004).

Entonces, no resulta tan novedoso para la región que un presidente democrático interrumpa abruptamente su mandato (16 casos en 29 años). En un reciente estudio, Aníbal Pérez Liñán (América Latina Hoy) concluía que lo que explica estos colapsos es la combinación de dos factores: el conflicto de poderes entre el Legislativo y el Ejecutivo (en particular, cuando este último no contaba con la mayoría en el Congreso), y la convergencia en las calles de grupos organizados que son capaces de inhabilitar a un presidente con baja popularidad y sin apoyo de las elites.

Lo sorpresivo del caso de Honduras, entonces, no está dado tanto por el quiebre institucional mismo, sino por el proceso que antecedió la salida del presidente Zelaya. En esta historia, sí hubo conflicto de poderes, pero nunca existió la segunda pre-condición que parecía necesaria en otros quiebres institucionales de la región: la política hasta el momento no se había volcado a la calle.

El primer elemento evidente en esta crisis fue un conflicto intra-elite. Los actores claves que han intervenido en la crisis son todos miembros de la misma elite que ha gobernado Honduras por cerca de treinta años. Manuel Zelaya es un empresario que proviene de una familia acomodada y que se unió al partido liberal en 1970. Antes de llegar a ocupar el sillón presidencial, fue diputado, ministro, y asesor de la presidencia. Roberto Micheletti, quien asumió como presidente de facto, también es un empresario y también es miembro del partido liberal. Micheletti disputó el cupo para competir como candidato a la presidencia el año pasado, perdiendo ante Elvin Ernesto Santos—quien fuera vicepresidente bajo la administración de Zelaya.

Se trató de una acción letal de una elite que controla los principales espacios de poder de dicho país y en contra de uno de los suyos. La Corte Suprema emitió un comunicado indicando que las fuerzas armadas al expulsar a su presidente actuaron “en defensa del Estado de Derecho”. El Congreso rápidamente definió una sucesión y la encontró en uno de los políticos más tradicionales del partido liberal. Los grandes empresarios apoyaron rápidamente al nuevo gobierno y la Iglesia Católica sostuvo que “la crisis política está encausada” (La Prensa 29/06/09). De este modo, no se evidencian divisiones serias entre los grupos de elite de dicha sociedad: empresarios, jueces, políticos y sacerdotes parecen estar de acuerdo con el nuevo escenario.

Lo anterior nos lleva a una segunda cuestión: ¿podemos culpar a las instituciones de esta crisis presidencial? El caso muestra a un presidente que quería informarse sobre la voluntad ciudadana de convocar a una nueva Asamblea Constituyente y el Congreso y el Poder Judicial que indicaron que dicha convocatoria era ilegal. Las primeras reacciones luego de producido el golpe han señalado que Honduras posee débiles mecanismos institucionales para enfrentar crisis políticas. Por ejemplo, las fuerzas armadas constitucionalmente son garantes del orden, pero al mismo tiempo deben ser obedientes a su comandante en jefe—es decir, al propio presidente. ¿Fue la ambigüedad de la letra la que ocasionó este conflicto de poderes?

Como este y muchos otros casos nos demuestran, las instituciones proveen un contexto, un marco dentro del cual los actores funcionan. Pero es responsabilidad de los actores el hacer funcionar dichas instituciones. La responsabilidad fundamental recae, entonces, en los actores que, enfrentados a una decisión de romper con la legalidad, deciden tomar a su presidente y dejarlo en pijamas en un vecino país. No es culpa de las instituciones. Más bien, la responsabilidad es de los actores que no tienen la voluntad de generar los espacios para resolver el conflicto político.

Una tercera cuestión es el carácter aparentemente sorpresivo de esta acción política. La polarización del país estaba en franco incremento durante al menos el último año. Zelaya había radicalizado su discurso; el partido Liberal comenzaba a distanciarse de su presidente; y los principales actores de la sociedad hondureña comenzaban a mostrar su preocupación. En febrero de este año, la Iglesia Católica mostraba su preocupación por la pobreza, la polarización política y el incremento en los niveles de violencia delictual. Durante el año 2008 se produjeron más de 7 mil homicidios, y un 36% de ellos fueron asesinatos de sicarios bajo órdenes del narcotráfico local e internacional que incluso afectaron a políticos hondureños.

Una semana antes del golpe, la Iglesia Católica, además de rechazar el giro a la izquierda de Zelaya, advertía que “la gobernabilidad de la nación pende de un hilo y en cualquier momento se puede caer en los vaivenes y destrozos de las revueltas populares”, agregando que “Se habla mucho de cambiar la actual Constitución, pero no existen los espacios donde se pueda dialogar, discutir y consensuar la naturaleza de los cambios. Esta situación no culmina en un verdadero proceso de desarrollo. A lo único que conduce es a establecer un régimen totalitario, y a la polarización extrema de la sociedad, de manera que es imposible establecer la paz social y vivir en un ambiente de solidaridad. Pues siempre está presente la sospecha, la intimidación y los abusos en contra de quienes se atreven a pensar de manera diferente a la del gobierno totalitario” (La Prensa 20/06/09).

A diferencia de otros procesos de destitución presidencial (Bolivia y Ecuador, por ejemplo), no ha sido un movimiento popular y social el que ha descabezado a las autoridades que tradicionalmente detentaron el poder. La ruptura con el status quo se intentó desde arriba y de ahí que no sepamos a ciencia cierta el destino de Honduras en el corto plazo. ¿Se articulará un movimiento social en defensa de un presidente (Zelaya) que no era ni popular ni representante de sectores sociales organizados?

El cuarto elemento crucial para entender Honduras es el rol cumplido por las fuerzas armadas. Las instituciones castrenses son claves para mantener al nuevo gobierno y de ellas dependerá en definitiva la viabilidad del proceso. En la práctica, ellas serán las encargadas de controlar las protestas y conducir las próximas elecciones por lo que los actores políticos e internacionales no sólo deberán negociar con el gobierno de facto, sino también alinear a las fuerzas armadas en la nueva solución que se encuentre.

En este contexto, la tarea para los actores internacionales no será fácil. Deberán enfrentar a una elite homogénea, apoyada por las fuerzas armadas, que quería al presidente Zelaya fuera de la escena política. Tal cual están dadas las cosas hoy, es más probable una solución asociada al adelantamiento de las elecciones planificadas para noviembre que la restitución de Zelaya en el poder. Sin embargo, el único factor emergente que podría inclinar la balanza a favor del depuesto presidente es la persistencia de la protesta social a favor del estado de derecho.

Así, el futuro de Zelaya más que nunca depende de dos elementos que no puede controlar: la comunidad internacional y los sectores populares.

Fuente: La Tercera

jueves, 25 de junio de 2009

Los movimientos indígenas del Perú tendrán que encontrar su propio camino

Entrevista a Carlos Iván Degregori

Se han cumplido 40 años de la Reforma Agraria. ¿Qué reflexión puede hacer en este momento en que se habla acerca del movimiento indígena en el Perú tras el conflicto de Bagua?

Lo primero es la sorpresa de que los 40 años de la Reforma Agraria pasen sin ningún tipo de memoria, de recuerdo, de celebración de parte del Estado y del mismo movimiento, todo esto nos dice cuánto ha cambiado el Perú para bien o para mal. Segundo que este aniversario coincide con la aparición de un conjunto de movimientos rurales que no se veían hace tiempo. Lo interesante es que tanto en la Amazonía como en los Andes, la vinculación en las demandas es muy grande en relación a la defensa del medio ambiente, ecología, presencia de grandes empresas mineras, aunque en la amazonía siga habiendo una lucha por el territorio y la tierra. Parecería que estamos en otro país.

¿Quizás estemos asistiendo a una nueva Reforma?

No sé si sean las palabras más exactas, pero sí que es una nueva lucha por el espacio, el territorio, por quién es el que decide y quién es el propietario, quien es el que tiene el dominio sobre un determinado espacio geográfico. Es un momento además donde el territorio, el espacio, el agua y los recursos naturales vuelven a tomar gran importancia. La dimensión “antigua” de la valoración de los recursos naturales ha regresado con una fuerza impresionante debido al cambio climático y a la crisis que vive el planeta en la que se juega el futuro de la humanidad y el mundo. Quienes llaman la atención sobre estos temas pueden ser vistos como arcaicos en la lógica del “perro del hortelano” pero en realidad están haciendo una lucha por el futuro.

Parecería que se ha avanzado poco en el reconocimiento a los pueblos indígenas.
Ha habido avances y retrocesos. Desgraciadamente hay en el Perú una suerte de núcleo duro ya parece casi parte de nuestro ADN que es el desprecio del Perú urbano, blanco, mestizo hacia el Perú rural e indígena y creo que esto volvió con mucha fuerza a partir de los años 90 y 2000, siendo su mayor plasmación los artículos del Presidente García sobre el “perro del hortelano”. Es el regreso del Perú de los caucheros donde se despreciaba a los ciudadanos de los Andes y de la Amazonía. En ese sentido, la lucha de éstos no es sólo por los recursos sino también por el respeto y el reconocimiento que se expresaría en la exigencia de “tienen que consultarme”, “tienen que tratarme de igual a igual”, “no me voy a dejar mecer”. Entonces podríamos decir, que nada ha cambiado nada, que todo sigue siendo igual que hace un siglo pero también mucho ha cambiado porque la gente ya no está dispuesta a que la traten como antes.

¿Cómo ve el futuro de estos movimientos indígenas que han salido a la escena nacional?

Nadie puede aventurar un futuro respecto a estos movimientos pero no creo que sean algo coyuntural. Son algo que viene de antes, donde todo era mucho más disperso y aislado pero que poco a poco va cuajando y no sólo en el Perú. Por ejemplo, ha sido muy conmovedor el apoyo y la solidaridad que los pueblos amazónicos han recibido no sólo de los mestizos y colonos de la amazonía sino de todo el Perú y del mundo. Esto es una expresión muy moderna que forma parte de la globalización.

En Puno se ha llevado a cabo la Cumbre Abya Yala. Se ha dicho que ha sido un espacio de articulación política.

Si, pero la gran pregunta es si va a tener éxito o no. Miguel Palacín y la CONACAMI pueden proponerse formar un partido político, pero para empezar habría que pensar si sería lo mejor o no. Y a estas alturas habrá que replantearse incluso la forma de los partidos políticos. Pero yo creo que tarde o temprano van a encontrar formas de representación y se va a vincular de alguna manera a la vida política del país.

¿Cree que AIDESEP pueda liderar un movimiento indígena con fines electorales?

Es difícil. Es como haberle pedido hace 40 años a la CCP que encabece algo. Creo que por su misma naturaleza los movimientos como AIDESEP son sectoriales. No creo que sea el MAS de Evo Morales y no sé si este modelo sea el más óptimo. Entonces los movimientos indígenas del Perú tendrán que encontrar su propio camino.

¿Existen diferencias entre los movimientos indígenas amazónicos y andinos? ¿Se podrán articular?

Existen grandes dificultades y grandes diferencias pero al mismo tiempo una falta de objetivos comunes. Ya sabemos que no es que todos los oprimidos se cierran como un puño y hasta la victoria siempre. Hay también contradicción en métodos, en objetivos, cultura, historia entre ambos, entonces va a ser difícil que se articulen como ha ocurrido en Ecuador y Bolivia. Pero al mismo tiempo tienen puntos en común que comparten con otros sectores urbanos que también han sido afectados por el modelo vigente. A esto se suman intelectuales, artistas y otros movimientos que están muy dispuestos a apoyar su causa.

¿A quién cree que apoyará el movimiento indígena amazónico y andino en las elecciones del 2011?

Es difícil saber. Por lo pronto, Humala sigue siendo la figura más presente en encuestas y medios y está algo tratando de hacer su tarea pero lo veo con muchos límites dentro de su partido y a él, muy estigmatizado ya que sigue existiendo un pánico hacia él de parte del sector más beneficiado del actual modelo. Pero no sé que pasará en el 2011, si por algo nos caracterizamos desde los 90 es por las sorpresas de último minuto. Por otro lado, no sé hasta que punto puedan cuajar las candidaturas de Miguel Palacín o del padre Marco Arana que están nucleando gente, pero que han un poco ausentes en esta coyuntura.

En la reciente encuesta nacional de IPSOS APOYO, el 92% opina que los decretos que motivaron el conflicto amazónico debieron ser consultados. Asimismo, el 57% le da la razón a las comunidades y el 18% al gobierno. ¿Qué análisis se puede hacer de estos datos?

Las cifras son sorprendentes pero por algo este modelo está en crisis no sólo en el Perú sino a nivel mundial. Yo creo que el desarrollo entendido sólo como crecimiento económico se terminó hace tiempo y finalmente la gente lo entendió. Por consiguiente hay mucha solidaridad con quienes se han enfrentado directamente con el modelo. Por ello, hay que felicitarse que en medio de tanta queja que podamos tener con la situación actual haya una nueva sensibilidad que debe ser traducida a nivel político, aunque no sepamos como.

¿Es un paso adelante en el tema del reconocimiento?

Definitivamente sí en lo que se refiere a ciudadanía, respeto y desarrollo sostenible. Eso va jugar mucho en los últimos tiempos, pero es algo que recién comienza.

Se puede decir en suma que este escenario está marcado por un enfrentamiento entre el capitalismo y un nuevo indigenismo?

No diría tanto indigenismo, yo diría más bien, un enfrentamiento entre el capitalismo y la gran mayoría del planeta que son las mil millones de personas que se mueren de hambre, los pobres, los excluidos de religión, raza, orientación sexual, género, que son los que siguen llevando la peor parte. Ahora, en este momento en muchas partes la reivindicación indígena y el sujeto indígena aparece como algo central pero sería un error pensar como antes que era burguesía versus proletariado, ahora sea capitalismo versus indigenismo. Es decir, los indígenas llegaron para quedarse, son “una fuerza importante”, pero no son “la fuerza”.

Finalmente, qué le espera al gobierno de Alan García. Se habla de una escalada de conflictos sociales. ¿La situación será peor?

Difícil pronosticarlo porque los conflictos tienden a ser por su propia naturaleza intermitentes con sus altas y bajas, pero como dice la canción: “la magia terminó” con respecto al mal menor, con respecto al presidente que aprendió la lección y que ahora sí está haciendo bien su gestión. Más bien, así como a Alan García le gusta decir “chavistas” a los que se oponen a su política. Él muy bien podría ser un “bushista”, como alguien ya se lo dijo, porque sigue insistiendo en un modelo que ya terminó, que ya pasó de moda. La era Bush ya terminó.

Fuente: www.ser.org.pe

Las democracias de Bachelet y Obama

Por: Andrés Jirón

El histórico encuentro de Barack Obama y Michelle Bachelet, realizado en el Salón Oval de la Casa Blanca, estuvo cargado de simbolismos. El primer presidente de raza negra de EE.UU recibía a la primera presidenta mujer de Chile. Ambos representan figuras que irrumpieron en el establishment político de sus respectivos países, siguiendo caminos poco habituales. Sin embargo, podemos observar importantes diferencias en la madurez de las instituciones democráticas de ambas naciones.

A nivel mundial, Chile es reconocido por su sólida democracia y por su responsable manejo macroecónomico, lo que refuerza la imagen internacional de nuestro país. El próximo ingreso a la OCDE, tratados de libre comercio, buenas relaciones internacionales, Presidencia Pro Témpore de Unasur, Secretaría General de la OEA, factores que contribuyen a una posición de liderazgo en el continente. Seguramente todo esto influyó en que la presidenta Bachelet fuera el segundo Jefe de Estado en ser recibido por Obama en la Casa Blanca.

En este encuentro presidencial, Barack Obama expresó que Chile es el modelo de alianza que Estados Unidos busca en sus relaciones con otros países. Destacó también la conducción económica de Chile para enfrentar la crisis. “Si se mira como Chile ha manejado la recesión, lo ha hecho muy bien”, agregó.

¡Qué duda cabe! Aplausos para lo macro, lo general, un vistazo a lo lejos. Pero donde todavía nos falta madurar es en lo micro, en las terminaciones, en los detalles. Pareciera que nos cuesta concluir bien las cosas. Cuando nos acercamos a países desarrollados -como ahora con Estados Unidos-, nos percatamos de nuestros importantes progresos, pero también constatamos lo mucho que nos falta avanzar.

Una serie de reformas modernizadoras en áreas microeconómicas, como la flexibilidad laboral, el fortalecimiento de la negociación colectiva, los gobiernos corporativos de las empresas públicas, el Estatuto Pyme, la innovación, las normas de protección al consumidor o la mejoría de la calificación para el trabajo, todavía siguen empantanadas en estériles disputas, sin lograr concretarse a través de acuerdos transversales.

En política pasa lo mismo, con el agravante que tanto Gobierno, Oposición y Parlamento son partes interesadas. De partida, cuesta modificar las actuales estructuras. Proyectos como la reforma de los partidos políticos, el límite a la reelección parlamentaria, la descentralización regional, la regulación del lobby o las restricciones para la “privatización” de un regulador, duermen desde hace años sin concretarse.

Barack Obama probablemente no hubiera sido elegido presidente en Chile. En principio, no hubiera podido participar en primarias. Las encuestas iniciales ni siquiera lo mencionaban. Hubiera tenido que esperar el relevo natural de todos los dirigentes, y recién entonces podría haber participado. ¿Sabrá que en Chile no hay primarias? ¿Que los candidatos -presidenciables y parlamentariios- son designados entre cuatro paredes por los dirigentes de los partidos?

Hace cinco años, Barack Obama era un perfecto desconocido para la mayor parte de su país. Recién se hizo conocido el 27 de julio de 2004, cuando presentó el discurso introductorio del candidato John Kerry en la Convención Demócrata. En 2005 fue elegido senador por Illinois y en febrero de 2007 anunció que competiría para ser el candidato demócrata a la Casa Blanca. Venció en las primarias de junio 2008 a Hillary Clinton, figura emblemática del Partido Demócrata y luego de ganar a John McCain, en enero de este año asumió como Presidente de EE.UU.

Obama hizo realidad el sueño americano de que cualquier persona -independiente de su origen, raza o condición social-puede llegar a ocupar la primera magistratura de la nación, gracias a su esfuerzo y sus méritos. Su vertiginosa trayectoria política fue aclamada en todo el mundo, porque representaba en sí mismo la igualdad de oportunidades de un sistema democrático.

Esta gira presidencial nos recuerda brutalmente que, a pesar de los intereses comunes que pudieren existir, todavía nos falta mucho para alcanzar una madurez institucional. Ojalá pudiéramos profundizar y perfeccionar nuestros mecanismos democráticos, lograr un sistema electoral competitivo y transparente, y por sobre todo, satisfacer el profundo anhelo de renovación política de la ciudadanía.

Fuente: La Tercera

Las democracias de Bachelet y Obama

Por: Andrés Jirón

El histórico encuentro de Barack Obama y Michelle Bachelet, realizado en el Salón Oval de la Casa Blanca, estuvo cargado de simbolismos. El primer presidente de raza negra de EE.UU recibía a la primera presidenta mujer de Chile. Ambos representan figuras que irrumpieron en el establishment político de sus respectivos países, siguiendo caminos poco habituales. Sin embargo, podemos observar importantes diferencias en la madurez de las instituciones democráticas de ambas naciones.

A nivel mundial, Chile es reconocido por su sólida democracia y por su responsable manejo macroecónomico, lo que refuerza la imagen internacional de nuestro país. El próximo ingreso a la OCDE, tratados de libre comercio, buenas relaciones internacionales, Presidencia Pro Témpore de Unasur, Secretaría General de la OEA, factores que contribuyen a una posición de liderazgo en el continente. Seguramente todo esto influyó en que la presidenta Bachelet fuera el segundo Jefe de Estado en ser recibido por Obama en la Casa Blanca.

En este encuentro presidencial, Barack Obama expresó que Chile es el modelo de alianza que Estados Unidos busca en sus relaciones con otros países. Destacó también la conducción económica de Chile para enfrentar la crisis. “Si se mira como Chile ha manejado la recesión, lo ha hecho muy bien”, agregó.

¡Qué duda cabe! Aplausos para lo macro, lo general, un vistazo a lo lejos. Pero donde todavía nos falta madurar es en lo micro, en las terminaciones, en los detalles. Pareciera que nos cuesta concluir bien las cosas. Cuando nos acercamos a países desarrollados -como ahora con Estados Unidos-, nos percatamos de nuestros importantes progresos, pero también constatamos lo mucho que nos falta avanzar.

Una serie de reformas modernizadoras en áreas microeconómicas, como la flexibilidad laboral, el fortalecimiento de la negociación colectiva, los gobiernos corporativos de las empresas públicas, el Estatuto Pyme, la innovación, las normas de protección al consumidor o la mejoría de la calificación para el trabajo, todavía siguen empantanadas en estériles disputas, sin lograr concretarse a través de acuerdos transversales.

En política pasa lo mismo, con el agravante que tanto Gobierno, Oposición y Parlamento son partes interesadas. De partida, cuesta modificar las actuales estructuras. Proyectos como la reforma de los partidos políticos, el límite a la reelección parlamentaria, la descentralización regional, la regulación del lobby o las restricciones para la “privatización” de un regulador, duermen desde hace años sin concretarse.

Barack Obama probablemente no hubiera sido elegido presidente en Chile. En principio, no hubiera podido participar en primarias. Las encuestas iniciales ni siquiera lo mencionaban. Hubiera tenido que esperar el relevo natural de todos los dirigentes, y recién entonces podría haber participado. ¿Sabrá que en Chile no hay primarias? ¿Que los candidatos -presidenciables y parlamentariios- son designados entre cuatro paredes por los dirigentes de los partidos?

Hace cinco años, Barack Obama era un perfecto desconocido para la mayor parte de su país. Recién se hizo conocido el 27 de julio de 2004, cuando presentó el discurso introductorio del candidato John Kerry en la Convención Demócrata. En 2005 fue elegido senador por Illinois y en febrero de 2007 anunció que competiría para ser el candidato demócrata a la Casa Blanca. Venció en las primarias de junio 2008 a Hillary Clinton, figura emblemática del Partido Demócrata y luego de ganar a John McCain, en enero de este año asumió como Presidente de EE.UU.

Obama hizo realidad el sueño americano de que cualquier persona -independiente de su origen, raza o condición social-puede llegar a ocupar la primera magistratura de la nación, gracias a su esfuerzo y sus méritos. Su vertiginosa trayectoria política fue aclamada en todo el mundo, porque representaba en sí mismo la igualdad de oportunidades de un sistema democrático.

Esta gira presidencial nos recuerda brutalmente que, a pesar de los intereses comunes que pudieren existir, todavía nos falta mucho para alcanzar una madurez institucional. Ojalá pudiéramos profundizar y perfeccionar nuestros mecanismos democráticos, lograr un sistema electoral competitivo y transparente, y por sobre todo, satisfacer el profundo anhelo de renovación política de la ciudadanía.

Fuente: La Tercera

miércoles, 24 de junio de 2009

Mitos fiscales

Por: Andrés Velasco, Ministro de Hacienda

Desde que el director de Presupuestos actualizó las proyecciones fiscales el lunes pasado, se han escrito muchas columnas y se han publicado muchas opiniones informadas y ponderadas. Pero también se han dicho muchas cosas que no tienen asidero y que no son primas ni en tercer grado de la realidad. Aquí va una lista de cuatro mitos fiscales que es imprescindible desvirtuar para que nadie crea en falsas realidades.

Primer mito: el Gobierno va a retirar US$ 8 mil millones del Fondo de Estabilización Económica y Social (FEES) y va a emitir US$ 2.700 millones en deuda, gastándose este año US$ 10.700 millones. Falso. El déficit fiscal proyectado estará levemente por sobre los US$ 6 mil millones. El resto corresponde a amortizaciones de deuda y a inyecciones de capital a empresas como Codelco. Cuando una persona gira de su cuenta corriente para comprar una casa o para pagar su línea de crédito, fortalece y no debilita su situación financiera. Eso es exactamente lo que está haciendo el Gobierno.

Segundo mito: en 2009 el Gobierno va a gastar 40% de los ahorros del cobre. Falso. Desde 2004 -cuando comenzó el ciclo de altos precios de los commodities- hasta 2008 el Gobierno de Chile acumuló superávits por US$ 42 mil millones. Y ya vimos que el déficit será de US$ 6 mil millones. Seis es la séptima parte de 42, o 14%, y ésa es la porción de los ahorros que usaremos. Los números 40 y 14 no tienen nada que ver uno con el otro, excepto que ambos tienen el dígito cuatro. Una crítica errónea más.

Tercer mito: nunca antes el resultado estructural ex post se había desviado de la meta inicial. Falso. En 2002 y 2003 la meta de superávit estructural era de 1%, y el resultado ex post fue 0,6% y 0,7%, respectivamente. El año 2008, por otro lado, la meta era de 0,5% del PIB, y el resultado final fue de 0,7%. Es decir, y tal como ocurre, por ejemplo, con la meta de inflación del Banco Central, el resultado efectivo a veces está levemente por encima o por debajo de la meta. Lo importante es que en el mediano plazo se cumpla. Eso es lo que ha ocurrido en Chile desde el año 2001, y es lo que va a seguir ocurriendo en el futuro.

Cuarto mito: el actual Gobierno no le va a dejar espacio fiscal al gobierno que siga. Falso. Este Gobierno legará la mejor situación fiscal que jamás un gobierno haya dejado en la historia de Chile. Hoy el Gobierno de Chile será acreedor neto -es decir, nos deben más de lo que debemos-, lo que no había ocurrido nunca en la historia moderna de la república. Este fenómeno se da porque nuestra deuda pública bruta es bajísima. También tenemos montos importantes de activos fiscales.

Ahora, nuestra política fiscal es contracíclica. Eso significa que el estímulo especial se aplica cuando la economía mundial y local anda lento, y se retira cuando la situación se normaliza. Mirando hacia delante, ésa es sin duda una de las responsabilidades de la política presupuestaria.

En resumen, la situación fiscal de Chile fue, es y seguirá siendo muy sólida. Ello nos ha permitido actuar con fuerza para contrarrestar el efecto de la crisis internacional en el bolsillo de los chilenos. Así lo reconocen los analistas externos, las clasificadoras de riesgo -que han reiterado su visto bueno a nuestras políticas fiscales- y la comunidad internacional. Por algo el Presidente Obama dijo ayer que el uso de los ahorros del cobre para enfrentar la actual coyuntura económica "es una buena lección para Estados Unidos".

Y, lo que es más importante, así lo reconocen los ciudadanos, que han dado a la Presidenta Bachelet y a su gobierno un apoyo sin precedentes. Ella ha logrado ser popular sin ser jamás populista. Todo un logro.

Fuente: El Mercurio

Tencha en la historia

Por: José Rodríguez Elizondo

Fue en alguna ciudad de Extremadura, quizás en 1986. Hortensia "Tencha" Bussi, que ya comenzaba a ser una bella septuagenaria, había participado en unas jornadas sobre derechos humanos y estábamos en un almuerzo de camaradería. La mesa estrecha, al estilo frailero, permitía un contacto visual cercano y entonces lamenté no ser pintor retratista para registrar su mirada.

Sus increíbles ojos de color cambiante pasaban a través de sus interlocutores. Decían, sin decir, que ella estaba en otra parte desde el comienzo de los siglos. Recordé La esfinge sin secreto, ese cuento de Oscar Wilde cuya protagonista, de apariencia inaccesible, lucía como "esos cristales expuestos en los museos que son transparentes unas veces y opacos otras". La diferencia estaba en que los secretos de Tencha existían y eran del dominio público. Entre ellos estaba Salvador Allende, cónyuge por tres décadas y sempiterno seductor de mujeres. Los aviones de guerra bombardeando su casa y la flor que aportó al funeral clandestino del líder. Su hija Beatriz, tan profundamente castrista y tan desesperadamente suicidada en La Habana.

Su extraño amigo Fidel Castro, con su solidaridad material generosa, yuxtapuesta a la manipulación de la muerte de Salvador, la retención de la carta póstuma de Beatriz y la pretensión de construir en el nieto Alejandro al símbolo de las revoluciones cubana y chilena.
A esa altura, la opaca Primera Dama del gobierno derrocado, tras decidir que nunca lloraría en público, se había convertido en una brillante líder simbólica contra la dictadura. Apoyada en su hija Isabel, era un poder fáctico de envergadura y los líderes de la Concertación en ciernes así lo entendían. De su apoyo dependían sus futuros y un mínimo signo de rencor habría bastado para bloquear cualquier carrera. Si esto no sucedió, fue porque, desde la ética de la responsabilidad, ella apostó a la transición institucional, con los amigos y enemigos de ayer.

Sugerentemente, su única intervención política notoria, con el dictador ya rumbo al olvido, fue ante Fidel Castro, una noche de noviembre de 1996, en el marco de la VI Cumbre Iberoamericana. Los socialistas chilenos habían decidido brindarle al dios cubano un cóctel especial de homenaje con crítica, pero, al parecer, no contaban con un dirigente capaz de superar el temor reverencial. Entonces recurrieron a Tencha octogenaria.

Así fue como la viuda del héroe inmolado, ya curvada por la escoliosis, leyó a Castro la cartilla de la democracia regional, en uno de esos raros momentos en que la Política muestra sus componentes más nobles. Con inteligencia y dignidad, supo equilibrarse entre el reconocimiento al mítico rebelde de Sierra Maestra, la emoción raigal de las izquierdas por la justicia social, la gratitud por la solidaridad tras la tragedia, el respeto por las utopías del pasado y... la mutación del joven guerrillero en un gobernante vitalicio y renuente a consultar la opinión libre de sus dirigidos. Conminándolo a llamar a "elecciones periódicas", Tencha rompió la complicidad de los silencios militantes, trizando ese viejo sofisma según el cual nunca es oportuna la verdad, cuando puede escucharla "el enemigo".

La semana pasada, la nonagenaria y legendaria Tencha decidió morir y fui a verla por última vez al Salón de Honor del Congreso Nacional, entre Presidentes de la República, notables locales y extranjeros y chilenos de a pie. Quise recuperar su mirada de esfinge, pero sus ojos increíbles se habían cerrado para siempre y sus manos inmóviles sujetaban una flor.

Fuente: La Tercera

lunes, 15 de junio de 2009

AHORA O NUNCA

Nunca desde 1982, las FARC se habían mostrado tan proclives, al menos en su discurso, a aplicar el Derecho Internacional Humanitario, su manifestación de entregar el cadáver del capitán Guevara (fallecido en cautiverio hace 2 años), liberar unilateralmente al Cabo Moncayo (secuestrado desde hace 11 años), el comunicado dirigido a las comunidades indígenas excusándose por el asesinato de 9 indígenas de la etnia A´wa en el Departamento de Nariño a inicios de este año y su concesión de no pedir el despeje militar de ningún municipio para llevar a adelante el proceso de Acuerdo Humanitario, lo confirman. Claro que este radical cambio en su discurso se debe en gran parte a la presión militar que desde hace 2 años vienen ejerciendo en sus áreas de retaguardia estratégica las Fuerzas Militares y a su creciente desprestigio y aislamiento político nacional e internacional debido a la utilización reiterada de acciones armadas contra la población civil, su vinculación con el narcotráfico y continuar utilizando el secuestro como fuente de financiación. Estas prácticas han hecho que hasta el Partido Comunista Colombiano por primera vez en su historia, se distancie y critique públicamente a esta organización armada.

Este cuarto de hora en el que las FARC busca a toda costa mejorar su imagen y volver a ser considerados actores políticos legítimos, debe ser utilizado por la sociedad civil para presionar al gobierno para que suscriba Acuerdos Humanitarios Permanentes con esta organización armada. Si el gobierno revisara detenidamente la historia de los conflictos armados Centroamericanos (Guatemala y El Salvador), se daría cuenta que la firma de este tipo de Acuerdos fue la antesala de los diálogos y posteriores negociaciones de paz con las guerrillas de esos países. Lo preocupante es que si se tiene en cuenta el imperceptible pero sostenido ascenso en las acciones armadas de las FARC, y especialmente la realizada en el Municipio de Garzón (Huila), en la que un comando de esta organización, logro ingresar al casco urbano de dicho municipio, llegar a la sede del Consejo, secuestrar a un concejal y en su huida dar muerte a un policía, un militar y dos guardias privados, es preocupante, ya que desde el punto de vista militar y operacional, las FARC vuelven a tomarse confianza, poniendo en duda el dominio territorial del Estado en zonas que para las FARC tienen una alta carga de historia y simbolismo. Si la tendencia de estas acciones continua, me atrevo a afirmar que los gestos humanitarios de esta organización armada disminuirán exponencialmente, ya que el éxito militar revertirá la percepción que tiene la opinión pública sobre su derrota o estancamiento militar lo que en ultimas dinamizara sus posiciones políticas (el Acuerdo Humanitario) impulsando nuevamente la rueda la guerra.

Es por esto que lo humanitario no debe salir de la agenda pública, debe recibir apoyos y no estigmatizaciones por parte de la sociedad civil, más si se tienen en cuenta las declaraciones del encargado gubernamental para la desmovilización y reinserción de combatientes a la vida civil, Frank Pearl, quien en entrevista al diario el tiempo, manifestó que el conflicto armado terminará no antes de 15 o 20 años, por vía de la seguridad democrática. Por esta razón, es importante que en Colombia lo humanitario sea una política de Estado, así como lo es la seguridad, que el gobierno y la sociedad civil entiendan que la ampliación del campo humanitario no es una ampliación del terrorismo, que la apuesta incondicional al guerrerismo está socavando las instituciones públicas y la legitimidad estatal, que la elección de la guerra, polariza a la población (uribistas – terroristas) y promueve la descohesión social, manteniendo de este modo, el histórico ciclo de exclusión y violencia en el que ha vivido el país los últimos 60 años y en últimas, darnos cuenta que el camino más seguro hacia la paz no es la guerra sino lo humanitario.

domingo, 14 de junio de 2009

Bolivia: ¿Qué puede ser la "hora de la verdad"?

Por: Ernesto Videla Cifuentes

Hace ya cuatro meses entró en vigencia la nueva Constitución de Bolivia, la que contiene, como se sabe, disposiciones potencialmente agraviantes para Chile y para la intangibilidad de los tratados. En ella, en efecto, el estado altiplánico declaró "su derecho irrenunciable e imprescriptible sobre el territorio que le dé acceso al Océano Pacífico y su espacio marítimo" (art. 267), afirmando igualmente que el ejercicio pleno de la soberanía sobre dicho territorio constituye un objetivo irrenunciable.

No es ésta una mera declaración de intenciones, ya que el art. 9 transitorio del mismo texto estableció a la letra que "en el plazo de cuatro años desde la selección del nuevo Órgano Ejecutivo, éste denunciará y, en su caso, renegociará los tratados internacionales que sean contrarios a la Constitución". Por mucho que Bolivia pretenda alcanzar sus aspiraciones por medios pacíficos, es obvio que nuestro vecino busca una reivindicación territorial a costa nuestra y anuncia implícitamente que renegociará o denunciará el tratado de límites de 1904.

Estoy cierto, desde luego, que nuestra Cancillería debe haber representado diplomáticamente a Bolivia la gravedad de esta acción, pero pasado este lapso prudencial, urge conocer su respuesta a Chile en términos tan públicos como aquello que dio origen a nuestro rechazo.

Sin embargo, estas líneas tienen un motivo adicional: no es sano seguir transitando por la sistemática ambigüedad que caracteriza el lenguaje oficial en torno a la relación con Bolivia. En la práctica, muchos hechos auspiciosos -acuerdo del Silala; cooperación fronteriza; intercambios de diversa naturaleza; gestos amistosos de instituciones nacionales como las FF.AA.- reflejan un giro positivo. Pero nada de ello sembrará una relación sólida de futuro, como a la que debemos aspirar, si se mantiene la confusión sobre un aspecto que es medular para Bolivia y que Chile no está en condiciones de satisfacer. Veamos sucintamente algunos hechos.

1) En la Asamblea General de la OEA, el canciller boliviano Choquehuanca destacó el mejoramiento de las relaciones con Chile. Desarrollada satisfactoriamente, dijo, la construcción de la confianza mutua, estábamos acercándonos a "la hora de la verdad" en el anhelo de su país de obtener una salida al océano Pacífico. Esto debía traducirse "en soluciones reales". Y en un evidente mensaje a Perú, Choquehuanca advirtió que "ningún factor externo o actuación de terceros" podría obstaculizar este empeño. El canciller chileno, en tanto, destacó los avances entre ambos países -que carecen de relaciones diplomáticas desde 1978- y calificó los vínculos de excelentes.

2) Luego, Evo Morales afirmó que el Presidente peruano, Alan García, se oponía a que su país tuviera un corredor a lo largo de la frontera entre Perú y Chile, y que la demanda que había presentado a La Haya era para "bloquear la aspiración boliviana". También Evo sostuvo que la inclusión del punto 6 en la agenda convenida con la Presidenta Bachelet significaba que nuestro país había aceptado la existencia de "un problema todavía no resuelto, el del mar". Y agregó: "La aspiración del pueblo boliviano es con soberanía".

¿Qué es exactamente la "hora de la verdad" que se acerca, según el gobierno boliviano?

Al asistir el ex Presidente Lagos a la asunción del mando de Morales en La Paz (origen de la nueva etapa con Chile según éste), el mandatario chileno sostuvo que para superar el pasado no se podían tocar los acuerdos históricos vigentes y que la "mirada abierta" que preconizaba Bolivia pasaba "por nuevos acuerdos, no revisar los antiguos". Sin embargo, Morales interpretó la "agenda sin exclusiones" como una manera realista de "resolver los temas que vienen del pasado", lo cual permitiría "saldar y reparar" lo que consideró una "deuda" chilena. Como se observa, son visiones muy distintas, pero con capacidad de crear falsas expectativas. Las diferencias territoriales con Bolivia fueron zanjadas libremente a través del Tratado de Paz y Amistad de 1904 y los compromisos asumidos por nuestro país han sido celosamente cumplidos.

Más tarde, la Presidenta Bachelet y el canciller han dicho que los tratados no se modifican por voluntad de una de las partes. El canciller destacó que fortalecer las relaciones con Bolivia a través de un diálogo sin exclusiones conllevaba "el perfeccionamiento" de su acceso al mar, "de acuerdo a los tratados vigentes". Al efecto, agregó que había que darle todas las facilidades que aún faltaran, pero para ello se requería decir con igual claridad que no habría reivindicación territorial en los territorios que los bolivianos consideran perdidos en la guerra de 1879.

El contencioso levantado por Perú en La Haya dejó en evidencia su voluntad de conservar la vecindad con Chile y lo mismo fue directamente expuesto ya en mayo de 1986, cuando Lima afirmó que el estrechamiento de relaciones con Chile "que la vecindad impone y fue la meta del Tratado de 1929", debía complementarse con la solución de problemas que derivaban de nuevas realidades (una de ellas era "la delimitación formal y definitiva de los espacios marinos).

Nuestro país no puede satisfacer una demanda reivindicacionista boliviana (fuera de la fórmula del trueque territorial y corredor), porque la definición de límites ha sido factor fundamental en el mantenimiento de la paz, y también porque mañana con igual derecho podríamos vernos sometidos a la misma pretensión peruana. Para reivindicar territorios como lo pretende Bolivia no hay soluciones "modernas", "imaginativas" ni "novedosas", sino otorgar con generosidad todas las facilidades posibles a Bolivia para que se conecte de la manera más libre y expedita con el mar, lo cual sí es un anhelo de todos los chilenos.

Fuente: El Mercurio (Chile).

jueves, 11 de junio de 2009

Líbano puede marcar el camino

Por: Antonio Caño

Pocos discursos sobreviven más de unas pocas horas en estos tiempos de sobreoferta informativa. No es fácil recordar en todo lo que va de siglo un solo discurso (político, se entiende) que se mantenga imperecedero en la memoria de los ciudadanos. El que pronunció Barack Obama en la Universidad de El Cairo ha conseguido, al menos, mantenerse vigente tres días, el tiempo suficiente como para convertirse en un factor de cierta importancia en el desarrollo de un acontecimiento de trascendencia como son las elecciones en Líbano.

Sería exagerado atribuir a Obama el éxito de la coalición prooccidental de Saad Hariri, y precipitado extraer de Líbano consecuencias de largo plazo para toda la región. Pero no hay duda de que la victoria de una candidatura moderada en Oriente Próximo -o, si se quiere, la derrota del grupo proiraní Hezbolá- es un espaldarazo para la política que Obama pretendía inaugurar en El Cairo.

Desde que el presidente norteamericano se dirigió el 4 de junio a una audiencia masiva de árabes y musulmanes en todo el mundo, se han hecho muchas interpretaciones de su discurso, más que de ningún otro que haya pronunciado desde que llegó a la Casa Blanca. Unas inciden en su contenido y otras en sus repercusiones. Unas expresan decepción por su timidez y otras, espanto por su atrevimiento.

"Al aproximarse a la religión con el tono frío y neutral de la élite profesional norteamericana, Obama fue a veces simplista y a veces condescendiente con las obsesiones alucinantes del yihadismo", ha manifestado la escritora Camille Paglia. "Es peor de lo que me temía", opina el intelectual conservador y antiguo escritor de discursos de George Bush, David Frum.

Frum y los analistas de su escuela creen que Obama llegó a El Cairo con una carta de rendición y salió de allí humillando a Estados Unidos y dejando a Israel a los pies de los caballos. Pensadores laicos como Paglia recelan del reconocimiento que Obama ha hecho en Egipto al hecho religioso y su influencia en la política.

Incluso esas interpretaciones más extremas tienen su dosis de razón en el análisis de un discurso tan complejo en su formulación como vasto en ambiciones. Desde el punto de visto de su contenido, incluye errores históricos y distorsiones sobre el papel del islam en la Humanidad que no han escapado a los ojos de algunos especialistas. Desde el punto de vista de su repercusión, el riesgo de que algunos enemigos de Estados Unidos, forjados durante décadas en la intransigencia, lo puedan ver como un gesto de debilidad es indiscutible.

Pero, a la espera de otros efectos futuros, quizá sea mejor juzgar el discurso conforme a los objetivos que el propio Obama se marcó al pronunciarlo. Después de todo, ni quería impartir una clase de historia del islam ni pretendía resolver en 45 minutos un largo conflicto con múltiples ingredientes.

Los objetivos eran más políticos y más sencillos. Se trataba, por un lado, de que los pueblos árabes pudieran escuchar de primera mano a Obama, sin el filtro manipulador de sus Gobiernos y medios de comunicación. Aparentemente, eso se consiguió ampliamente, como prueba la intensidad con la que la Casa Blanca ha hecho circular entre los periodistas los miles de debates que el discurso ha provocado en embajadas, universidades, páginas web, televisiones y periódicos del mundo árabe. No se trata de un éxito menor en una región donde lo más escuchado en los últimos años ha sido la voz de Bin Laden.

Establecida esa comunicación, y gracias al tirón popular de Obama, el segundo objetivo era recuperar el prestigio de Estados Unidos, especialmente entre los jóvenes, que son los que un día buscaron refugio en el integrismo religioso y los que mañana podrían acabar con él. Por eso habló de democracia y de futuro. Por eso Obama se distanció de la retórica tradicional sobre el terrorismo. Y por eso el discurso ha resultado tan peligroso para organizaciones como Hamás, cuyo representante en Líbano, Usama Hamdan, comentó unos días después en Al Yazira: "Yo creo que ha evitado la palabra terrorismo para facilitar el objetivo del discurso, que después de todo no es más que el de restaurar la imagen de Estados Unidos".

Correcto. Todas las palabras estaban condicionadas a ese fin. Si eso también se ha logrado, el siguiente propósito sería el de aumentar la influencia y la maniobrabilidad de Estados Unidos en la región.

Quizá Obama no consiga nunca que su país represente en Oriente Próximo lo que en su día representó en Europa del Este. Va a necesitar algo más que palabras para superar el descreimiento actual. Van a ser precisas pruebas inequívocas de algunos cambios en la política norteamericana. Pero, de momento, las palabras pueden ablandar los corazones de una nueva generación árabe, de una incipiente clase media ansiosa de esperanzas y de una referencia de progreso. Las palabras pueden ayudar a acabar con la satanización de Estados Unidos.

Esa juventud y esa clase media así lo han entendido en Líbano, un país que, en muchos aspectos, es avanzadilla del mundo árabe. Hay que ver si Líbano marca el camino.

Fuente: El País

Hacia un nuevo futuro en Irán

Por: Ramin Jahanbegloo

En la segunda vuelta de las elecciones presidenciales iraníes, la que se celebrará el 19 de junio, Mahmud Ahmadineyad podría ser elegido para un nuevo mandato presidencial, pero no hay duda de que no podrá lograr el 50% de los sufragios en la primera vuelta, la que se celebra hoy. En Irán no hay sondeos de opinión fiables. Es imposible calibrar con exactitud cuáles serán los resultados, pero la proliferación de las cintas y pulseras verdes que indican el apoyo a Mir Husein Musavi permite pensar que el cambio puede estar más cerca de lo que pensamos. No hay que olvidar que Ahmadineyad sólo obtuvo el 19,5% de los votos en la primera vuelta de las presidenciales de 2005, mientras que, en conjunto, los tres candidatos reformistas obtuvieron el 58%.

En los anteriores comicios presidenciales, Ahmadineyad se presentó como un desafiante símbolo frente a la corrupción, pero en esta ocasión él es el sistema, y tiene que defender unos penosos resultados económicos. Cuando Ahmadineyad hizo campaña para alcanzar el puesto que ahora ocupa, lo hizo apoyándose en un programa de lucha contra la corrupción y de mejoras en la distribución de la renta. Pero en los últimos cuatro años, el presidente ha fracasado en todos los aspectos y la ausencia de éxitos tendrá un papel fundamental en los actuales comicios. Si Ahmadineyad es elegido de nuevo, podría continuar pulsando los peores botones posibles, insistiendo en su mala gestión económica y en su aventurada política exterior. Pero lo que hay que preguntarse realmente es si es posible que Ahmadineyad pudiera adoptar una posición más flexible hacia Estados Unidos en su segundo mandato presidencial.

Con todo, no hay que olvidar que durante la última década la política exterior iraní, exceptuando ciertos aspectos cruciales en los que la ideología sigue imponiéndose, se ha ido poco a poco centrando en el interés nacional. Así que Irán podría desempeñar un papel constructivo en Irak y Afganistán, aunque si se ve marginado mantendría la capacidad para crear importantes dificultades a los regímenes de ambos países. El primero es el mejor escenario, porque la mejora de la situación en Irak y Afganistán tendría consecuencias positivas inmediatas para Estados Unidos, Irán, el conjunto de Oriente Próximo y la comunidad internacional. Ahora bien, si Ahmadineyad resultara reelegido, el peor escenario sería que la Administración de Obama se viera obligada a imponer sanciones a Irán para detener sus iniciativas nucleares, no sólo para garantizar la seguridad de Israel, sino también la de sus aliados árabes en la región.

De volver a ganar, Ahmadineyad tendría que ocuparse también del déficit presupuestario ocasionado por el desplome del precio del crudo y la crisis financiera mundial. La economía de Irán depende casi por completo del petróleo, que representa el 80% de las ganancias que generan sus relaciones comerciales con el exterior, mientras que el crudo y el gas suponen el 70% de los ingresos del Estado. Es probable que Irán continúe la pauta de cooperación con la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) y que no haya grandes cambios en la política nuclear del país, ya que esas cuestiones de Estado las decide el líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei.

En Irán hay entre 45 y 50 millones de ciudadanos con derecho a voto. Si, partiendo de los datos de participación del pasado, presuponemos que ahora ésta será de dos tercios del electorado, se emitirán alrededor de 30 millones de sufragios. El electorado es variado, y entre sus diferencias inciden los componentes urbano o rural, generacional y socioeconómico. En la actualidad, en torno al 70% de la población es urbana. Alrededor del 45% de los votantes potenciales tiene menos de 30 años y, si tenemos en cuenta que históricamente la participación de este segmento ha sido mayor, es probable que sus votos superen el 50% del total. Un nuevo sondeo electoral demuestra que Ahmadineyad es el candidato mejor situado. Es preciso comprender que la base del presidente se encuentra en el medio rural, así como en grupos de clase media baja y tradicionalista, o religiosos. Una participación baja le beneficiaría, ya que sus partidarios votan mucho más que otros sectores de la sociedad iraní. El talante populista de Ahmadineyad atrae más a una base política que no está en las grandes ciudades. Desde que accedió a la presidencia en agosto de 2005, ha sustituido a todos los cargos que, durante las administraciones de Rafsanyani y Jatamí, habían negociado con los europeos el programa nuclear iraní.

Sin embargo, por primera vez en muchos años, en estas elecciones presidenciales de junio de 2009 multitud de iraníes dejarán de lado la política y la geopolítica, que han conformado un discurso dominante en la República Islámica desde 1979, para centrarse en el estado de la economía del país. Y tanto Mir Husein Musavi, el candidato moderado y reformista, como Ahmadineyad, están vinculando la economía con el problema de las relaciones entre Irán y Occidente.

Para poder ganar, los reformistas necesitan una alta participación con la que asegurarse la celebración de una segunda vuelta eliminatoria frente a Ahmadineyad. Sospecho que muchos de los que no votaron en 2005 ahora se dan cuenta de que tienen que hacerlo, y entre ellos figuran principalmente mujeres y jóvenes.

Musavi puede que sea el candidato con más seguidores. Atrae a las clases medias urbanas, a la élite profesional, a los intelectuales, a las mujeres más combativas y a los jóvenes irritados por el populismo económico y las restricciones políticas y sociales del periodo de Ahmadineyad. No olvidemos que, aparte del apoyo de Jatamí, la esposa de Musavi, Zahra Rahnavard, ha demostrado ser una gran ventaja a la hora de granjearse el voto femenino.

En cuanto a Karubi, otro de los candidatos reformistas opuestos a Ahmadineyad, puede contar con ganar en su provincia natal de Lorestán, en el centro de Irán, y también con obtener el apoyo de grupos de votantes en provincias que se vean atraídas por sus políticas económicas. Karubi, partidario de una mayor privatización, ha declarado que, a través del reparto de acciones, distribuirá los dividendos del petróleo entre todos los iraníes mayores de 18 años. Por su parte, Musavi, que gestionó un sistema de racionamiento cuando fue primer ministro entre 1980-1988, ahora es partidario de una mayor liberalización económica para solventar la inflación y el desempleo. Su programa también defiende una política exterior más conciliadora respecto a Occidente. Tanto Karubi como Musavi se han opuesto a la campaña de Ahmadineyad para imponer los más intransigentes códigos de indumentaria y de comportamiento islámicos.

El reto de Musavi estos días consiste en movilizar a sus bases (sobre todo a los desencantados y desilusionados con la política iraní) convenciéndoles de que cumplirá sus promesas

de impulsar mayores reformas y tendrá valor para entablar un diálogo con Estados Unidos, encontrando la manera de sortear las tradicionales líneas rojas iraníes.

La presidencia de Musavi, de ganar éste los comicios, facilitaría una mejora de las relaciones entre Irán y Estados Unidos. Asimismo Irán podría ejercer una influencia positiva en el camino conducente a una solución del conflicto palestino-israelí basada en la existencia de dos estados, algo que será difícil de negociar. Por otra parte, también el interés mutuo en lo tocante a Irak y Afganistán proporciona, tanto a Estados Unidos como a Irán, un punto de partida para un enfoque constructivo.

Hoy en día, el profundo cisma que divide a la República Islámica es el que separa a quienes creen que para el futuro de Irán son vitales unas relaciones económicas y políticas normales con Occidente y quienes desdeñan esas relaciones, tachándolas de vulneración de los ideales de la Revolución Islámica.

Fuente: El País

domingo, 7 de junio de 2009

El Estado ha vuelto... y a lo grande

Por: Paul Kennedy

Hace unos 500 años, en algunas zonas de Europa occidental, ocurrió algo curioso en la sociedad humana. En vez de pequeñas unidades territoriales -ducados, principados, ciudades libres, áreas gobernadas por caudillos anárquicos y fronteras llenas de violencia- aparecieron varias naciones-Estado (España, Francia, Inglaterra y Gales), cuyos Gobiernos poseían poderes extraordinarios: el monopolio del ejército y la policía, el derecho a recaudar impuestos y el establecimiento de estructuras uniformes de gobierno, además de una asamblea nacional, una lengua común, una bandera, un sistema de correos y todos los demás atributos de la soberanía que los 192 miembros actuales de la ONU dan por descontados.

Había llegado el Estado nacional, y el mundo nunca volvería a ser el mismo.

Pero ese Estado nunca careció de enemigos ni de críticos, entre ellos los numerosos intelectuales que se atrevieron a predecir su desaparición. Por ejemplo, Karl Marx profetizó que el éxito futuro del comunismo internacional llevaría de forma inevitable al "desvanecimiento gradual del Estado". También los partidarios de una Federación Mundial en los años cuarenta del siglo XX propugnaron la instauración de varias formas de gobernanza mundial, incluido un Parlamento de toda la humanidad.

Más recientemente -y esto nos aproxima al tema de este artículo-, los defensores del capitalismo de libre mercado sin ningún tipo de control dijeron que el mundo estaba convirtiéndose en un bazar único en el que los Gobiernos eran cada vez más ineficaces, las guerras y los conflictos eran una cosa del pasado, la guerra fría era una curiosidad histórica y las finanzas cosmopolitas eran la fuerza dominante en los asuntos internacionales.

Los lectores recordarán libros con títulos tan sugerentes como El mundo sin fronteras (Kenichi Ohmae, 1990) y provocadores artículos sobre El final de la historia (Francis Fukuyama, 1989) como ejemplos de este tipo de pensamiento. Si había un grupo de actores al que perteneciera el mundo, era a los juveniles banqueros de Goldman Sachs, los capitalistas de riesgo y los jadeantes economistas del laissez-faire. El Estado se había quedado anticuado, sobre todo en sus variantes más grandes.

Pues bien, dos grandes erupciones de principios del siglo XXI han puesto en tela de juicio la hipótesis de que ya no necesitamos ni tenemos que prestar atención a lo que los conservadores estadounidenses llaman, con desprecio, el "gran gobierno".

La primera fueron los atentados terroristas del 11-S. Aquellas acciones mortales e inesperadas por parte de unos actores no estatales hirieron profundamente a la nación más poderosa de la tierra y la empujaron a llevar a cabo una increíble variedad de respuestas contra Al Qaeda y los talibanes. Todas las medidas de seguridad, la enorme acumulación de datos sobre cada ciudadano, la comunicación de informaciones de inteligencia nacional con otros Estados y las medidas coordinadas contra las cuentas bancarias sospechosas y los artículos prohibidos fueron algunas de las muchas consecuencias de la llamada guerra contra el terror. (Como nota personal, este artículo lo he escrito durante un viaje reciente alrededor del mundo en el que siempre estuvo presente el "Estado"; en el aeropuerto de Roma tuve que pasar tres controles de seguridad. Hace 20 años, habría resultado increíble).

Si a esos miedos al terrorismo unimos el inmenso malestar sobre la inmigración ilegal y las medidas contra ella, tenemos la impresión de que el "mundo sin fronteras", si es que alguna vez existió, se ha visto sustituido por controles gubernamentales y exhibiciones de autoridad en todas partes.

El segundo acontecimiento desafortunado y aterrador ha sido la crisis financiera internacional de 2008-2009, en la que la irresponsabilidad generalizada en el mercado de las hipotecas basura de Estados Unidos ha causado una onda expansiva que ha alcanzado a todo el mundo.

Se pueden decir muchas cosas sobre esta convulsa situación, pero una de las más importantes es seguramente cómo ha humillado a quienes el novelista estadounidense Tom Wolfe llamó con sarcasmo "los Amos del Universo", es decir, los banqueros, los asesores de fondos de inversión y los falsos profetas de un índice Dow Jones en crecimiento constante. También han acabado aplastadas algunas de las entidades financieras más venerables y distinguidas. Para las personas que han perdido sus casas o han visto cómo se diezmaban sus ahorros y sus pensiones, la humillación pública de banqueros y consejeros delegados que hemos presenciado durante el último año no es más que un triste consuelo parcial. Para los millones de trabajadores que han perdido sus empleos o se han visto forzados a reducir sus jornadas de trabajo debido a la recesión mundial, el grado de castigo de los ricachones no es, ni mucho menos, suficiente.

Pero eso no es lo que quiero dejar claro aquí. Lo que quiero decir es que el mundo del capitalismo de libre mercado sin control se ha encontrado con un final brusco y escalofriante y que el Estado ha tenido que intervenir para hacerse con el control de la situación tanto económica como política.

En varias partes del mundo, por supuesto, el Estado nunca se quitó de en medio, y a finales de los noventa ya había indicios de que estaba aumentando sus poderes en países tan distintos como Rusia, China, Venezuela y Zambia. Pero lo que resulta más llamativo es el reciente vuelco en las economías que hasta ahora se regían por el mercado, sobre todo en Estados Unidos.

Ver a los principales banqueros estadounidenses interrogados una y otra vez en los comités del Congreso, ver cómo sus empresas están sujetas a "pruebas de estrés" gubernamentales, enterarnos de que sus salarios y primas van a tener en el futuro un "tope", es ver cómo se derriba a unos gigantes. Y es un poderoso recordatorio de la fuerza latente del Estado-nación.

Lo mismo ocurre, lógicamente, en la esfera internacional. ¿Quiénes son hoy los Amos del Universo: los señores del capital privado, cuyas limusinas y cuyos helicópteros entraban y salían cada año del Foro Económico Mundial en Davos, o los adustos responsables de nuestros principales ministerios de Hacienda y bancos centrales? La respuesta es evidente.

Hasta las grandes instituciones financieras mundiales bailan al son que les marcan sus amos políticos, es decir, los Gobiernos que más voz tienen en ellas. Tal vez el Fondo Monetario Internacional vaya a disponer de unos cuantos cientos de miles de millones de dólares más para ayudar a las economías dañadas y las divisas en bancarrota, pero ¿quién lo ha autorizado?

Por supuesto, un grupo de gobiernos nacionales que comprendieron la necesidad de rescatar el sistema financiero mundial. Da igual que lo decidiera el viejo G-7 o el nuevo G-20 en su reciente reu-nión de Londres; el caso es que fue claramente un G-algo, es decir, fue una acción de "gobierno".

En resumen, el Estado ha vuelto a primera fila (si es que alguna vez dejó el teatro, y no estaba meramente descansando entre bambalinas). En la mayoría de los países, la parte gubernamental del PIB está aumentando sin cesar, en consonancia con el gasto oficial y las deudas nacionales. Todos los caminos parecen llevar al Congreso, o el Parlamento, o el Bundestag; o al Banco Popular de China. Los mercados observan con ansiedad el menor indicio de alteración de los tipos de interés o cualquier afirmación, por muy calculada o torpe que sea, sobre la fortaleza del dólar estadounidense.

Todas estas cosas no habrían sorprendido a los reyes Valois de Francia, ni a los monarcas Tudor, ni a Felipe II de España. Al final, y para utilizar una frase favorita del presidente Harry Truman, "la responsabilidad es mía". Es decir, de los líderes políticos, que, elegidos o no, son quienes suelen tener las riendas del poder.

Era una locura pensar que esa vieja verdad ya no era válida en los últimos años, sólo por las especulaciones de algunos responsables de fondos alternativos y unos cuantos banqueros excesivamente ambiciosos.

Fuente: El País. © 2009, Tribune Media Services, Inc.

El gran miedo a la inflación

Por: Paul Krugman

De repente parece que todos hablan de la inflación. Opiniones muy severas advierten de que la hiperinflación está a la vuelta de la esquina. Y puede que los mercados se estén dejando llevar por esta alarma: los tipos de interés de los bonos del Estado a largo plazo están subiendo, y el temor a la futura inflación es una de las posibles razones de esa subida.

¿Pero tiene sentido este gran miedo a la inflación? Básicamente no, aunque con una advertencia a la que llegaré más tarde. Y sospecho que este miedo tiene que ver, al menos en parte, con la política, no con la economía.

Vayamos al grano. Es importante que nos demos cuenta de que no hay asomo de presiones inflacionarias en la economía ahora mismo. Los precios al consumo están más bajos que hace un año y las subidas salariales se han estancado debido al alto desempleo. El peligro claro y actual es la deflación, no la inflación.

Entonces, si los precios no suben, ¿a qué se debe esta preocupación por la inflación? Algunos afirman que la Reserva Federal está acuñando montones de dinero, lo cual tiene por fuerza que ser inflacionario, mientras que otros dicen que el déficit presupuestario acabará obligando al Gobierno estadounidense a reducir su deuda mediante la inflación.

Lo primero es sencillamente falso. Lo segundo podría ser correcto, pero no es así.

Sí es cierto que la Reserva Federal últimamente ha estado tomando medidas sin precedentes. Más concretamente, ha estado comprando muchísima deuda, tanto pública como del sector privado, y financiando estas compras atribuyendo a los bancos reservas adicionales. Y en tiempos normales, esto sería muy inflacionario: los bancos, nadando en reservas, aumentarían los préstamos, lo cual elevaría la demanda, lo que a su vez haría que subieran los precios.

Pero los tiempos que corren no son normales. Los bancos no están prestando sus reservas extra. No las están dando trámite y, de hecho, están devolviendo el dinero con rapidez a la Reserva Federal. De modo que, a fin de cuentas, la Reserva no está acuñando realmente dinero.

Aun así, ¿esas medidas no acabarán siendo inflacionarias, antes o después? No. El Banco de Japón, enfrentado a dificultades económicas no muy distintas de las que nosotros afrontamos hoy, compró deuda a grandísima escala entre 1997 y 2003. ¿Y qué pasó con los precios al consumo? Que bajaron.

En el fondo, buena parte del actual debate sobre la inflación nos recuerda lo ocurrido en los primeros años de la Gran Depresión, cuando muchos personajes influyentes prevenían sobre la inflación aunque los precios estuvieran cayendo. Como escribía el economista británico Ralph Hawtrey, "se manifestaban temores fantasiosos a la inflación. Era como gritar 'fuego' durante el diluvio universal". Y añadía: "Cuando la depresión y el desempleo amainan es cuando la inflación se vuelve peligrosa".

¿Corremos el riesgo de que suba la inflación cuando la economía se recupere? Eso afirman quienes contemplan proyecciones de que la deuda federal superará el cien por cien del PIB, y dicen que Estados Unidos tendrá finalmente que reducir su deuda recurriendo a la inflación: es decir, subir los precios para que se reduzca el valor real de la deuda.

Cosas así han ocurrido en el pasado. Por ejemplo, Francia redujo mediante la inflación buena parte de la deuda en la que había incurrido durante la I Guerra Mundial.

Pero faltan ejemplos más actuales. En las últimas dos décadas, Bélgica, Canadá y, por supuesto, Japón han experimentado episodios en los que la deuda superaba el cien por cien del PIB. Y Estados Unidos salió de la II Guerra Mundial con una deuda superior al 120% del PIB. En ninguno de estos casos recurrieron los Gobiernos a la inflación para resolver sus problemas.

Entonces, ¿hay razones para pensar que se acerca la inflación? Algunos economistas son partidarios de mantener una política deliberada de inflación moderada, como método para fomentar el préstamo y reducir la carga del endeudamiento privado. Yo estoy de acuerdo con estos argumentos, y expuse un razonamiento similar para Japón en la década de 1990. Pero la defensa de la inflación nunca prosperó entre los políticos japoneses de aquel entonces, y no hay señales de que esté arraigando entre los políticos estadounidenses de hoy.

Todo esto plantea la siguiente pregunta: si la inflación no es un riesgo real, ¿por qué todas esas afirmaciones de que sí lo es?

Bien, como ya se habrán dado cuenta, a veces los economistas disienten. Y las grandes disensiones son especialmente probables en tiempos extraños como éstos que corren, en los que muchas de las normas habituales ya no son válidas.

Pero es difícil que a uno no le dé la impresión de que el actual alarmismo respecto a la inflación es en parte político, y que procede en gran medida de economistas que no tenían problema con el déficit causado por las rebajas de impuestos, pero que de repente se convirtieron en cascarrabias fiscales cuando el Gobierno empezó a gastar dinero para sacar la economía a flote. Y su objetivo parece ser el de presionar al Gobierno de Obama para que abandone los planes de recuperación.

Huelga decir que el presidente no debería dejar que le intimiden. La economía sigue teniendo grandes problemas y necesita una ayuda continua.

Sí, tenemos un problema presupuestario a largo plazo, y tenemos que empezar a sentar las bases de una solución a largo plazo. Pero en lo referente a la inflación, lo único que debemos temer es al propio miedo a la inflación. -


Fuente: El País. © 2009 New York Times Service. Traducción de News Clips.

¿Cuánto va a durar esta crisis económica?

Por: Moisés Naím

Comencemos con las buenas noticias: el mes pasado 345.000 personas fueron despedidas en Estados Unidos, lo que llevó la tasa de desempleo en ese país a su nivel más alto en un cuarto de siglo. La otra buena noticia es que, en mayo, los precios de las materias primas subieron un 20%, un aumento mensual sin precedentes. Petróleo, algodón, níquel y muchos otros productos aumentaron de precio. ¿Cómo pueden ser éstas buenas noticias? Pues porque el número de empleos que desapareció en mayo es el más bajo de los últimos nueve meses y ese número viene cayendo rápidamente. A su vez, el alza en los precios de las materias primas señala un aumento en la demanda, lo cual indica que el periodo de contracción económica global ha terminado y que está comenzando la recuperación -al menos en EE UU-.

En general, el consenso entre los economistas es que la economía estadounidense comenzará a crecer de nuevo a finales de este año, aunque muy lentamente. La generación de empleos tardará más en llegar. En Asia, la furia del huracán económico también parece que está amainando. Pero no en Europa. Tristemente, las economías europeas están sufriendo un impacto más profundo y su recuperación será más larga y dolorosa.

¿Cuán confiables son estos pronósticos? Son las expectativas de economistas -un grupo que no se ha distinguido por la precisión de sus modelos-. Pero si bien los economistas no se destacan por su clarividencia, sus técnicas forenses son mucho mejores. A los economistas les va mejor explicando lo que ya pasó que anticipando lo que va a pasar. Desde esta perspectiva, quizá la mejor manera de entender esta crisis es examinando las anteriores.

Entre 1960 y 2007, las 22 economías más grandes del mundo sufrieron 122 recesiones -periodos de seis meses consecutivos durante los cuales la actividad económica se contrajo-. Según Stijn Claessens y M. Ayhan Kose, si bien las recesiones parecen frecuentes, en realidad no lo son. Durante 47 años estos 22 países estuvieron en recesión sólo el 10% del tiempo.

Menos mal que no son frecuentes, porque sus costes son enormes. Kenneth Rogoff y Carmen Reinhard han calculado el impacto de las más graves crisis financieras. Encontraron que después de una crisis financiera el precio de las viviendas cae en promedio el 35% y pasan seis años antes de que los precios se recuperen. Los precios de las acciones cotizadas en Bolsa disminuyen el 56% y el periodo de declinación dura 3,4 años.

Lo peor fue el desempleo: en promedio aumentó durante cinco años después de la crisis y alcanzó al 7%. Cuando las recesiones se combinaron con colapsos financieros, la economía se contrajo en promedio más del 9% y la recuperación tardó dos años en llegar. Otro dato importante es el impacto en la deuda pública, que después de una crisis bancaria aumentó en promedio el 86%. Curiosamente, este endeudamiento no se debió principalmente al uso de recursos del Gobierno para rescatar a los bancos, sino a la caída en los impuestos recaudados y a gigantescos aumentos del gasto público para enfrentar la recesión. En España, la deuda pública aumentó el 200% después de su crisis en 1977; en Chile, 250% en 1980, y casi 300% en Finlandia, en 1991, y en Colombia, en 1998.

En medio de todos estos espeluznantes datos aparece uno muy sorprendente: la recesión es buena para la salud. Christopher Ruhm ha descubierto que, en Estados Unidos, el aumento del 1% en la tasa de desempleo en un Estado disminuye 0,5% la tasa de mortalidad en ese Estado. Según Ruhm, esto se debe a que los desempleados estadounidenses comen de forma más sana y hacen más ejercicio físico. También se ha encontrado que los desempleados tienen menos probabilidades de fallecer en accidentes de tráfico. En todo caso, éstos son datos muy estadounidenses y seguramente no tienen nada que ver con la experiencia de los parados en Europa o la India.

Y éste es un punto válido para todos estos análisis económicos: viajan mal. Lo que pasó en un país no necesariamente se va a repetir en otro, y lo que pasó antes no quiere decir que ocurrirá de nuevo.

La crisis actual tiene algunas similitudes con crisis pasadas. Pero también tiene enormes diferencias. Lo único que sabemos con seguridad es que tanto las anteriores como la actual han sido la causa de enorme sufrimiento humano. Y que se hubieran podido evitar.

Fuente: El País

sábado, 6 de junio de 2009

Obama en El Cairo: ¿sólo palabras?

Por: Felipe González

Cuando un responsable político hace una declaración, no está opinando como cualquier ciudadano sobre un problema. Se está comprometiendo con una acción. Por eso roza el ridículo minimizar la importancia del compromiso contraído en El Cairo por el presidente de Estados Unidos, Barack Hussein Obama, diciendo que sólo son palabras.

Con palabras empezó la política de choque de civilizaciones. Con palabras se gestó la Guerra de Irak. Con palabras se inició la satanización del "otro", del que es diferente, convirtiéndolo en enemigo, clasificándolo a partir de arbitrarios ejes de malos y buenos. Y con palabras entramos en un periodo desastroso de unilateralismo y gendarmería internacional, tanto en seguridad como en materia financiera. ¡Ya conocemos muy bien los resultados de aquellas palabras!

Así que es importante que con palabras se inicie un nuevo periodo que sustituya el unilateralismo por un orden internacional basado en la cooperación y el entendimiento. Importa, y mucho, que se sustituya el discurso del choque de civilizaciones y la diplomacia de las cañoneras, por otro de entendimiento, diálogo y respeto al "otro", con una diplomacia que realmente lo sea, sin imponer el poder que se tiene y sin renunciar a defender los valores en los que se basa.

Y sí, importa que se reconozca el sufrimiento del pueblo palestino y sus derechos a disfrutar de un Estado soberano en las fronteras deshechas de la Guerra de 1967, sin olvidar que los judíos soportaron un holocausto como culminación de siglos de persecución y tienen derecho a vivir en paz y con seguridad en el Estado de Israel.

Importa que se declare que Irán tiene derecho al uso pacífico de la energía nuclear y que se le ofrezca un diálogo sin condiciones, recordando el Tratado de No Proliferación y sus obligaciones. Todo eso, de lo que ha hablado con claridad Obama en El Cairo, importa.

Ser la primera potencia del mundo comporta respetar a los demás y hacerse respetar, entre otros medios por la actitud con los otros. Nunca será respetable quien no respeta a los demás aunque tenga fuerza para imponerse. Será temido y, con frecuencia odiado, pero no respetado.

Obama sabe que no tiene mucho tiempo, ni mucho margen, para transformar las palabras en planes operativos que lo hagan avanzar hacia objetivos de seguridad compartida en Oriente Medio y en el mundo. Pero es absurdo que se le pida lo que no puede, ni debe, dar, como renunciar a la relación de Estados Unidos con Israel. Tan absurdo como que un Gobierno israelí no comprenda que su seguridad no se basa en la guerra permanente, sino en una paz con garantías, basada en el respeto a los derechos de todos y avalada por Estados Unidos y la comunidad internacional.

El mundo árabe cambió su posición en 2002, con el plan de paz del entonces príncipe heredero de Arabia Saudí aprobado en Beirut, y con la reiteración del mismo por la Liga Árabe reunida en Riad en 2007: "Retirada israelí de los territorios ocupados en 1967, incluido los Altos del Golán; solución justa al problema de los refugiados; aceptación de un Estado Palestino independiente en Cisjordania y Gaza, con capitalidad en Jerusalén Este".

A cambio, según esa resolución, "los países árabes darán por finalizado el conflicto con Israel; firmarán un acuerdo de paz para garantizar la seguridad de todos los Estados de la región, y establecerán relaciones con Israel".

Si se superponen esta resolución unánime de la Liga Árabe y el discurso de Obama en la capital egipcia se tienen una parte sustancial de los mimbres para el cesto de la paz en un conflicto que ha sido y es el epicentro de todos los problemas de Oriente Medio, aunque no sea el único.

Éste es el inmenso valor del compromiso contraido por Obama en su discurso del pasado jueves.

Imaginen que una Europa rota por la aventura bélica de Irak, una querella que aún pesa en nuestras posiciones en política exterior, se suma como Unión a Estados Unidos para colaborar en una acción diplomática decidida. El potencial de esa colaboración sería extraordinario.

El histórico conflicto árabe-israelí es para Europa un problema de vecindad, como todos los de Oriente Medio. Por eso es una prioridad, la más importante de sus relaciones con el mundo. La desgracia que nos llevó a la división y al enfrentamiento de posiciones ante la Guerra de Irak puede y debe convertirse ahora en unidad, con Estados Unidos, con la Liga Árabe y con Israel.

No menosprecien las palabras, porque de ellas nacen tanto la guerra como la paz. En El Cairo Obama ha pronunciado las de la paz.

Fuente: El País

Víctor Jara y García Lorca

Por: Matías Ignacio Cordero Arce

En Chile se acaban de exhumar los restos de Víctor Jara como parte de la investigación que busca juzgar, si bien tardíamente, a los torturadores y asesinos del músico. En España las autoridades competentes -habría que decir incompetentes- han dado un lamentable espectáculo al pasarse unas a otras la patata caliente de García Lorca sin querer hacerse cargo de una muerte igual de vil que la del chileno.

Esto da que pensar. Ambos fueron genios, ambos murieron a manos de un fascismo sin talento más que para la muerte, y respecto de ambos reclama la historia que se haga justicia. La diferencia es que en Chile este reclamo parece que está siendo atendido.

¿Qué hacer para responder al reclamo relativo al poeta granadino? Pues bien, así como fue un juez español quien dio el puntapié inicial para el juicio al que fue sometido Pinochet en Chile, y vistas, en primer lugar, la patata caliente de García Lorca y del franquismo en su conjunto que los jueces españoles son incapaces de asir, y, en segundo, la vanagloria con que esos mismos jueces ondean el principio de jurisdicción universal, propongo a cualquier juez chileno de buena voluntad que abra una causa contra todos los que resulten responsables por las matanzas del franquismo, incluida la de Lorca.

El comienzo en Chile no será sencillo pero si el caso logra cruzar los Andes, ya verá lo contentos que nos pondremos todos.

Fuente: EL País

jueves, 4 de junio de 2009

La joven guardia del Irán

Por: Bijan Khajehpour

Los iraníes acudirán a las urnas el 12 de junio para elegir a un nuevo presidente. Aunque algunos sostienen que la reelección del Presidente Mahmoud Ahmadinejad está cantada, el resultado no está nada claro, en realidad.

El Dirigente Supremo del Irán, Ayatolá Alí Jamenei, ha dicho repetidas veces en público que no declarará su preferencia entre los candidatos. De hecho, el 21 de marzo el Ayatolá Jamenei dijo en Mashad: “Ha habido rumores de que yo apoyaba a un candidato determinado a las elecciones presidenciales, pero yo tengo un solo voto y no voy a pronunciarme por un candidato determinado, porque es el pueblo quien debe elegir a los candidatos basándose en su propio discernimiento”.

Entonces, ¿cómo sopesará su voto el pueblo iraní? Para responder, debemos entender la composición del electorado iraní. Como la edad mínima para votar es la de tan sólo dieciséis años, el Irán tiene unos cuarenta y ocho millones de personas con derecho al voto. El índice de participación oscila entre el 60 y el 65 por ciento en las elecciones presidenciales, lo que significa que probablemente se emitirán unos 29 millones de votos.

Los analistas señalan varias divisorias electorales, en particular la existente entre las zonas rurales y las urbanas y la de la posición socioeconómica. Además, es probable que uno de los principales factores determinantes de la actitud de los votantes en las próximas elecciones sea el generacional. El 46 por ciento, aproximadamente, del electorado tiene menos de treinta años de edad. En elecciones anteriores, los votantes más jóvenes han acudido a las urnas en mayor número que sus mayores, por lo que algunos han predicho que la mitad de los votantes corresponderán al grupo de edades comprendidas entre los dieciséis y los veintinueve años. Se calcula que el número de posibles votantes por primera vez (de edades comprendidas entre los dieciséis y los diecinueve años) asciende a seis millones.

Varios factores distinguen a los miembros de ese grupo del resto del electorado iraní. Son más instruidos, más urbanos y más interesados por los asuntos internacionales que las generaciones anteriores. Son más que antes los que cuentan con estudios universitarios y la mayoría de ese grupo está compuesta de mujeres. Ejercen trabajos nuevos y participan en nuevas actividades sociales, como inventores, empresarios y bloggers ,

Ningún candidato puede ser elegido presidente del Irán sin contar con un apoyo importante entre los votantes más jóvenes. La edad, no la clase social, determinará el resultado de las elecciones de junio.

Como todos los iraníes, los votantes más jóvenes están centrados en los asuntos económicos, en particular la difícil combinación de inflación elevada y gran desempleo. Las políticas populistas de los cuatro últimos años no han brindado una mejora económica.

Los iraníes más jóvenes tienen, además, una preocupación económica particular. Como tantos de ellos acaban los estudios universitarios, padecen las consecuencias de una disparidad entre sus aptitudes y los puestos de trabajo disponibles. El subempleo les resulta profundamente frustrante.

También desean un ambiente social más liberal, que suavice las restricciones en materia de vestido, amplíe el acceso a productos culturales, como películas y música, y conceda mayor libertad de prensa. Quieren, en particular, que las universidades sean más abiertas.

Por último, los iraníes más jóvenes están cansados del aislamiento internacional del Irán. Quieren que el Irán triunfe –y se le reconozcan sus triunfos– en los deportes, las artes y la educación en un nivel internacional.

En el momento de redactar este artículo, sólo dos personas han presentado su candidatura a las elecciones presidenciales: el ex Primer Ministro Mir Hosein Mousavi y el ex Presidente del Parlamento Mehdi Karroubi. Suponiendo que Ahmadinejah aspire a la reelección, no habrá ningún candidato con un atractivo claro para el voto joven. En vista de su insatisfacción, sería natural que los votantes jóvenes hicieran pagar sus frustraciones a Ahmadinejad.

Otro acontecimiento aparentemente sin relación que se debe tener en cuenta en la semana anterior a las elecciones presidenciales, el Irán jugará dos partidos de fútbol decisivos de la ronda clasificatoria para la Copa Mundial de 2010. Si Irán no llega a clasificarse, algunos votantes jóvenes podrían castigar con su voto al Presidente actual.

Entre los demás candidatos, ¿quién recogerá esos votos?

Mousavi, Primer Ministro del Irán entre 1981 y 1989, no es apenas conocido por los votantes jóvenes. Sin embargo, en su campaña ha estado insinuando que, si resulta elegido, suavizará algunas restricciones sociales y culturales.

También Karroubi tiene desventaja con los jóvenes. Muchos lo consideran un clérigo viejo y desconectado y que no entiende sus preocupaciones.

El ex Presidente Mohamad Jatamí, que examinó abiertamente la posibilidad de volver a aspirar al cargo, habría sido un candidato atractivo para los votantes jóvenes. Su decisión de no presentarse decepcionó a muchos de ellos.

Entre bastidores se encuentra un posible candidato que podría dar continuidad a la línea de Jatamí y abordar las preocupaciones económicas y culturales de los jóvenes iraníes. Aunque no ha anunciado su candidatura, Mohamad Baquer Qalibaf, actual alcalde de Teherán y ex jefe de policía del país, tiene un historial relativamente moderado y fama de lograr los resultados que desean.

Pero Qalibaf aún no ha dado el paso. Si no lo hace y si no aparece un candidato más joven, el bloque juvenil del electorado del Irán podría no tener a quién recurrir. Sin una voz que exprese sus preocupaciones, los jóvenes del Irán afrontan una perspectiva de mayor frustración, sea cual fuere el resultado de las elecciones.

Fuente: www.project-syndicate.org

El sistema binominal contra la derecha

Por: Alejandro Corvalán

El sistema binominal ha sido criticado porque sobre representa a la derecha, es decir, le asigna más asientos en el Congreso que votos en las urnas. A menudo se afirma que la causa de este sesgo está contenida dentro del propio mecanismo electoral, explícitamente diseñado para favorecer a la segunda mayoría si ésta alcanza más de un tercio de los votos. Dado que la derecha obtiene votaciones holgadamente por sobre este umbral pero aún no suficientes para constituirse en primera mayoría, su sobre-representación está invariablemente asegurada. Nos encontraríamos, al parecer, frente a un designio divino (Dios, en este caso, tuvo nombre y apellido).

Pero el análisis anterior es incompleto ya que ignora otros factores que también contribuyen a sesgar el resultado eleccionario. En particular, los efectos del Binominal se apoyan en la incapacidad de los sectores contrarios a la derecha de generar un frente común.

Contrariando la creencia convencional, el sistema binominal puede perjudicar a la segunda mayoría aún si ésta obtiene más de un tercio de los sufragios. Es cierto que en una elección parlamentaria basta que la derecha obtenga una votación por sobre un tercio en todos los distritos y circunscripciones para que gane la mitad de los asientos. Pero si esta misma votación nacional se reparte territorialmente de modo que en la mitad de dichos distritos y circunscripciones saca menos de un tercio, entonces sus parlamentarios podrían reducirse hasta un cuarto. En el primer caso la derecha está sobre representada; en el segundo, sub representada. Por tanto, no podemos asegurar que el sistema electoral beneficia a la derecha sólo a partir de su promedio nacional de votos -por ejemplo, si obtiene sobre el 33,3% -, sino también de como estos se reparten en el país.

Aún así, el promedio nacional y la distribución regional de votos de la derecha no son suficientes para calcular los asientos que dicho sector captura en una determinada elección. También se debe considerar contra quienes compiten. Es decir, su representación parlamentaria depende de las eventuales alianzas que coordinen sus adversarios.

Si la derecha hubiese competido a nivel de diputados contra una coalición que integrase la Concertación y la izquierda extra parlamentaria -considerando su distribución histórica de votos por distritos- dicho sector hubiese necesitado al menos un cuarenta por ciento a nivel nacional para mantenerse sobre representado. Y este resulta, dado su nivel de apoyo, un umbral bastante alto.

En efecto, podemos tener una idea aproximada del eventual peso electoral de una alianza entre la Concertación y la izquierda extra parlamentaria sumando los votos de ambos sectores en dichas elecciones. El resultado del ejercicio muestra que la Derecha habría sido perjudicada por el sistema binominal en tres -1993, 1997 y 2005- de las últimas cuatro elecciones de diputados.

En consecuencia, el sistema binominal sub representaría a la derecha, pese a ser la segunda mayoría, ante un bloque común de las fuerzas no derechistas. Aunque la izquierda extraparlamentaria tiene un porcentaje pequeño de votos, este puede ser suficiente para evitar que la derecha supere la barrera del 40% (y no aquella sicológica del 33,3%) de modo que el binominal empiece a jugar a favor de la primera mayoría.

En nuestro país, por razones tanto ideológicas como de conveniencia electoral, no se ha logrado un acuerdo entre la Concertación y la izquierda extra parlamentaria. Pero se debe considerar que uno de los posibles efectos de tal alianza sería contrarrestar, al menos en la Cámara de Diputados, la criticada sobre representación de la derecha.

Por tanto, los resultados de dicha alianza no deben subestimarse. Solamente cuando el binominal se vuelva en contra de la derecha, dicho sector tendrá los incentivos adecuados para debatir una eventual reforma al sistema electoral.

Fuente: El Mostrador

martes, 2 de junio de 2009

La decisión de Sophie

Por: Jorge Navarrete P.

Un destacado columnista y dirigente del partido socialista, cuyo nombre mantendremos en reserva, sostuvo alguna vez que la expulsión de Adolfo Zaldívar de la DC y la renuncia de otros cinco diputados que lo acompañaron, tenía su principal causa en la impericia política de quienes en esa época encabezaban la falange. Con algo de arrogancia, incluso agregó: “a nosotros jamás nos habría pasado esto”. En algún sentido tenía razón, ya que les pasó algo mucho peor: a falta de uno, son ahora tres los candidatos presidenciales que, por fuera de la Concertación, provienen de las filas socialistas.

Aunque el más importante de ellos –en términos electorales me refiero— mantiene todavía su militancia política activa, muchos se preguntan hasta cuándo podrá prolongarse esta situación. En efecto, los plazos se acortan para resolver la relación de Marco Enríquez—Ominami con la que fuera su familia de origen. Y más allá de las formalidades, la manera en que se desencadenen los hechos podría no sólo determinar el resultado de la próxima elección presidencial, sino también el futuro de la coalición que ha gobernado Chile por las últimas dos décadas.

Frente a la evidente tensión que recorre las huestes progresistas, dos son la tesis que monopolizan el debate interno. La primera de ellas, indica que las coaliciones políticas y los partidos que las componen, son organizaciones que persiguen propósitos comunes, a los que se adhiere voluntariamente, razón por la cual –más allá del legítimo debate interno— la fidelidad a las decisiones que se adoptan resulta consustancial a la existencia de estas instituciones. Por lo mismo, todo el que no esté de acuerdo en una cuestión fundamental –por ejemplo, como apoyar al candidato oficial— tiene el derecho de dar un paso al costado y, de no hacerlo, puede ser separado de la colectividad.

La segunda, en cambio, apela a una mayor flexibilidad política. Según quienes defienden esta tesis la candidatura de Enríquez—Ominami, como quizás también la de Arrate y Navarro, abarcan un gran movimiento de centro izquierda, algo así como la Concertación “sociológica”, cuyos electores ya no se sienten representados por los actuales dirigentes del oficialismo. De esta forma, la tolerancia interna a una postulación paralela tiene sentido en la medida que contribuye a evitar la fuga de votos hacia la candidatura de la derecha.

Pero más allá de lo que indica la teoría, sospecho que la dificultad es más prosaica, aunque no por eso menos importante. Aunque varios dirigentes concertacionistas estarían deseosos de aplicar la tan vilipendiada disciplina política partidaria, el expulsar a Enríquez—Ominami y despojar del cupo senatorial a su padrastro, podría provocar una grave fractura en el PS y, por ende, también en la Concertación. De igual manera, es evidente que se radicalizaría la disputa por el sillón presidencial, lo que amén de una lista parlamentaria paralela, terminaría por diluir la posibilidad de un acuerdo de apoyo tácito de cara a la segunda vuelta electoral.

He ahí el dilema. Aunque para muchos el principal objetivo de la política es conquistar y mantener el poder, también hay quienes pensamos que adicionalmente debemos interrogarnos sobre para qué, y con quiénes queremos y podremos ejercerlo. Transitar por el primer camino sería duro y doloroso, más todavía cuando efectivamente se impidió al eterno díscolo diputado competir en las primarias concertacionistas. Sin embargo, tomar la segunda opción atenta contra nuestras intuiciones políticas más básicas, ya que en el fondo sabemos que eso sería pan para hoy y hambre para mañana.

Fuente: La Tercera