miércoles, 30 de septiembre de 2009

La marcha corta de China

Por: Orville Schell

El gobierno de China está haciendo preparativos masivos para un gran desfile por el Día Nacional en la Plaza Tiananmen de Beijing para conmemorar tanto el 60 aniversario de la fundación de la República Popular China (RPC) como el 30 aniversario del programa de "reforma y apertura" de Deng Xiaoping. Al cruzar la plaza caminando la otra noche, me descubrí pensando en el momento en que empecé por primera vez a seguir la sorprendente odisea de China. El rostro icónico al estilo Mona Lisa del presidente Mao todavía mira fijamente desde la Puerta de la Paz Celestial, pero lo que pasaba a mi alrededor me sugirió lo mucho que habían cambiado las cosas.

Cuando comencé a estudiar a China en Harvard hace medio siglo, los líderes de China pregonaban la superioridad de su economía de comando socialista, que controlaba todos los aspectos de la vida. La hostilidad entre Estados Unidos y China, sin embargo, impidió que estudiantes como yo viajáramos allí.

Pero en 1975, cuando Mao todavía estaba vivo, cuando la Revolución Cultural todavía hacía furor, cuando la política de clases seguía predominando y cuando no había autos privados, negocios, propagandas o propiedad privada, viajé a Beijing. Se esperaba que hasta nosotros, los extranjeros de visita -todos debidamente enfundados en trajes y gorros Mao color azul- asistiéramos regularmente a "sesiones de estudio" políticas para purificar nuestras mentes burguesas con tratados proletarios escritos por la Banda de los Cuatro. Ese viaje marcó una referencia indeleble con la que pude medir desde entonces todos los cambios que sufrió China.

Cuando Deng Xiaoping comenzó a estimular los incentivos individuales en las próximas décadas -encarnados en eslóganes del tipo "Enriquecerse es glorioso"- observé con asombro y sorpresa cómo la economía privada de China empezaba a surgir de las cenizas de la revolución de Mao. Mientras se desarrollaba este proceso, se volvió de moda que los fundamentalistas de mercado en Occidente se regodearan en una sensación de vindicación. Después de todo, ¿no se les estaban cayendo las escamas de los ojos a los líderes chinos y acaso ellos mismos ahora no estaban buscando la salvación en el Dios del capitalismo que alguna vez habían denunciado con tanta militancia?

Este interludio del "fin de la historia", cuando el "comunismo" se estaba cayendo o reciclando en su opuesto, también alentó a muchos misionarios políticos norteamericanos del último día a hacer proselitismo a favor de la democracia así como del capitalismo -para instar a los líderes chinos a abandonar los controles del Estado no sólo sobre su economía, sino también sobre su sistema político.

Por supuesto, los líderes de China se opusieron vigorosamente a ese evangelismo, especialmente después del colapso del comunismo en Europa en 1989, muchas veces reprendiendo a Occidente por "entrometerse en los asuntos internos de China" y aferrándose incluso de manera más desafiante a su forma de gobernancia leninista y unipartidaria. A medida que se profundizaba el desequilibrio entre la economía cada vez más dinámica, moderna y globalizada de China y su sistema de régimen político unipartidario y opaco, muchos especialistas occidentales predijeron que la contradicción inevitablemente le haría una zancadilla a China. En cambio, fueron Estados Unidos y Occidente los que cayeron en una pendiente económica.

Cuando, después de los ocho años catastróficos de la presidencia de George W. Bush, Barack Obama ingresó en la Casa Blanca, pareció por un momento que Estados Unidos iba a poder detener su pendiente hacia abajo. Pero luego sucedió algo inesperado. Obama se topó con una tormenta perfecta de los peores aspectos de la democracia norteamericana: provincialismo e ignorancia de los estados rojos, conservadurismo temeroso, obstruccionismo del Partido Republicano y hasta cierta disidencia del Partido Demócrata.

El Congreso norteamericano resultó paralizado por la política partidaria. Como si careciera de un sistema nervioso central, se ha convertido en una criatura disfuncional con escasa capacidad para reconocer algún interés nacional común, mucho menos internacional. Bajo estas circunstancias, hasta un líder brillante, con un personal idóneo y políticas prometedoras, será incapaz de llevar adelante su agenda.

Mientras los gobiernos en todo Occidente cada vez se atascaron más intentando recomponer una economía quebrada, China ha estado formulando toda una serie de políticas nuevas y bien fundamentadas, y avanzando con un proceso audaz de toma de decisiones para enfrentar un problema desalentador tras otro. Victoriosos tras los Juegos Olímpicos de 2008, sus líderes emprendieron el programa de infraestructura más impresionante de la historia, implementaron un paquete de estímulo económico altamente exitoso y ahora están avanzando a la delantera en materia de tecnología verde, energía renovable y eficiencia energética -las actividades en base a las cuales seguramente crecerá la nueva economía global.

En resumen, China está verdaderamente zumbando con energía, dinero, planes, liderazgo y movimiento hacia adelante, mientras que Occidente parece paralizado.

Mientras caminaba por la Plaza Tiananmen, me asombró la paradoja de que el propio sistema de capitalismo democrático en el que Occidente tanto creyó y que tan ardientemente defendió ahora parece estar fallándonos. Al mismo tiempo, el tipo de autoritarismo y economía controlada por el Estado que impugnamos durante tanto tiempo ahora parece estar dándole a China buenos resultados.

Es intelectual y políticamente inquietante darse cuenta de que, si Occidente no puede fortalecer rápidamente sus sistemas de gobierno, sólo los estados políticamente no reformados como China podrán tomar las decisiones que una nación necesita para sobrevivir en el mundo de alta velocidad, de alta tecnología y cada vez más globalizado de hoy.

Fuente: www.project-syndicate.org

Perú y Ejercicio Combinado Salitre 2009

Por: Cristian Leyton

Interoperabilidad, esta es la palabra clave para comprender la naturaleza y el alcance práctico del Ejercicio Salitre II que llevará a cabo la Fuerza Aérea de Chile en conjunto con otras fuerzas de los Estados Unidos, Francia, Brasil y Argentina en Antofagasta entre el 23 y el 28 de octubre próximo.

No existe un trasfondo disuasivo de carácter regional detrás de este evento. No debería haber segundas lecturas en torno a la utilización del espacio norte de nuestro país en dichos ejercicios. Razones prácticas hacen que el cielo norteño esté capacitado para desarrollar este tipo de programas que si bien son de naturaleza militar, tiene como finalidad última preparar a la FACH para operar en un escenario combinado de imposición de la paz en cualquier parte del mundo.

Si se tratase de potenciar la disuasión sobre el vecino país del norte, para eso están los diferentes ejercicios de carácter internos, asociados a interoperabilidad entre las diferentes capacidades terrestres, marítimas y aéreas de las Fuerzas Armadas chilenas. La defensa y disuasión nacional es un asunto interno y no necesita del concurso de fuerzas foráneas.

Señalemos que el Ejercicio Salitre 2009 no será operacionalizado en la frontera con Perú, sino que entre Iquique y el norte de Tocopilla. Al interior de territorio chileno. Diferentes razones prácticas han coincidido a fin de elegir este espacio aéreo y territorial como la base de operaciones: un bajo tráfico aéreo en el norte, una capacidad logística óptima de las bases aéreas del norte y condiciones meteorológicas excelentes.

No obstante lo anterior, desde Perú, siguiendo con la lógica de “construir” una nueva parte del caso presentado ante La Haya, parecen buscar instaurar la idea y la imagen regional de un Chile agresivo, que “se arma” con fines ofensivos, que alimenta percepciones de amenaza militares y que se prepara para la guerra. Un Chile que genera inestabilidad regional.

En función de ello, se ha construido aceleradamente una nueva arista del “caso La Haya”. Una lógica y retorica de denuncia del ejercicio combinado Salitre II ha sido profusamente ventilado en los medios locales peruanos, junto con una ventilación en la ONU de la idea del “pacto de no agresión” y de la idea de una “carrera armamentista”. Lo anterior, no obstante que Brasil ya señaló que tal idea de carrera armamentista no existe y que, alineándose con la postura chilena, procesos de modernización de sistemas obsoletos han sido llevados a cabo.

Desde esta perspectiva, el ejercicio a realizarse en Antofagasta, en conjunto con fuerzas aéreas de otros cuatros países, aparece, desde la visión limeña, como una nueva señal de La Moneda en cuanto a que Chile estaría adoptando una postura contraria al sistema de convivencia pacífica y cooperativa internacional. Esta es la imagen que desde el Rimac se estaría edificando en función de Chile. De la misma forma, se ha señalado que el despliegue de estas fuerzas estaría dirigido hacia ellos, en una lógica disuasiva. Que éste evento multinacional abrigaría un carácter ofensivo y agresivo hacia el país del norte.Nada más alejado de la realidad desde la perspectiva del ejercicio practico.

Salitre II, tiene como objetivo central generar espacios de interoperabilidad entre diferentes fuerzas aéreas, adoptando métodos propios a las operaciones combinadas entre dichas fuerzas y capacidades de tierra y marítimas chilenas. Se busca planificar y ejecutar, finalmente, operaciones conforme a los procedimientos internacionales de participación en misiones de paz, en específico de imposición de ésta, según el mandato de la ONU. Mientras en Brasil se realiza cada dos años el ejercicio CRUZEX, en Chile realizamos el SALITRE.

La FACH necesita estar preparada para requerimientos presentes y futuros, tanto en su aspecto disuasivo vecinal como cooperativo en el ámbito internacional. No caben mayores interpretaciones. La problemática peruana en función de este ejercicio combinado internacional responde a necesidades de política interna, más que ha percepciones de amenazas reales. El general en retiro de Ejército peruano, José Graham, lo corrobora. Solo un ejercicio.

Fuente: La Tercera (Chile)

domingo, 27 de septiembre de 2009

Irán, 'in fraganti'

Editorial - El País

Durante años han estado jugando al ratón y al gato. Desde que en 2002 se descubrió que Irán tenía un programa nuclear, Washington y Teherán han estado espiándose y amagándose el uno al otro. Estados Unidos para averiguar dónde, cómo, con qué Irán armaba una industria capaz de producir el arma atómica; e Irán porfiando por conocer cuánto sabía su oponente de todo ello. Y el penúltimo secreto de Teherán se desvaneció el lunes pasado con el reconocimiento iraní, anticipándose a un inminente anuncio norteamericano, de que existe una planta en construcción para enriquecer uranio -además de la de Natanz- que, porque es de poca envergadura y con ello fácil de ocultar, no sirve para usos industriales comunes, pero sí para fabricar armas nucleares.

El presidente norteamericano Barack Obama, significativamente flanqueado por el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, y el primer ministro británico, Gordon Brown, formulaba un durísimo ultimátum a Irán el viernes, al término de la reunión del G-20, exigiendo el inmediato acceso a esas instalaciones a los inspectores internacionales o sufrir sanciones "de las que duelen". El Gobierno iraní había podido contar con las reticencias de Rusia y China a endurecer en la ONU el embargo contra su país, pero después de que Obama anunciara que no habría despliegue de misiles en Europa oriental, Moscú es hoy mucho más servicial, y el presidente puede persuadir igualmente a China cuando visite Pekín en breve.

Irán, que tanto asegura que no busca el arma nuclear como amenaza con la perdición eterna a quienes osen atacarle, argumenta que no ha violado legalidad alguna porque sólo tiene la obligación de dar a conocer instalaciones como la citada seis meses antes de que estén operativas, lo que no se espera que ocurra hasta fin de 2010; pero sería ingenuidad suprema creer que tanto secreto es inocente.

Anuncio y ultimátum hacen aún más importante las conversaciones que han de iniciarse el 1 de octubre entre Estados Unidos, el resto del Consejo de Seguridad y Alemania con Irán, donde el programa nuclear será el monotema. Y ésa debe ser la última oportunidad para Teherán; si no busca el arma atómica, ¿qué problema debería haber en que mostrara todas y de una vez sus cartas? Pero si no puede probar que sea así, sólo quedará dar la palabra al Consejo de Seguridad para que actúe con la máxima contundencia.

Fuente: El País (España)

Pirotecnia contra los paraísos fiscales

Por: Claudi Pérez

Primera regla del sistema fiscal: "Todos los ciudadanos deben contribuir al sostenimiento del Estado en proporción (...) a sus ingresos", escribía allá por el siglo XVIII Adam Smith, uno de los padres fundadores del capitalismo. Apenas unos años después, unos pocos municipios del sureste de Francia protagonizaron una pequeña revolución contra el señorío de los Grimaldi. La dinastía monegasca decidió construir un casino para nutrir las maltrechas arcas del principado, que tras la revuelta ya no tenía siervos a quienes cobrar impuestos. El juego estaba prohibido en Francia, pero aún así el Estado francés financió el ferrocarril para que el dinero llegara cómodamente a Montecarlo. Inmediatamente después, Mónaco ideó un sistema fiscal más amable que el de los países vecinos con la misma idea, atraer a las grandes fortunas para que hicieran allí lo que era ilegal en el resto de Europa: escapar del fisco.

La regla de Adam Smith adoptó entonces la forma que ha llegado hasta nuestros días: Todos los ciudadanos deben contribuir al Estado en proporción a sus ingresos, excepto quienes tengan la posibilidad de llevarse el dinero a Montecarlo sin levantar sospechas. (Warren Buffet, el hombre más rico del mundo, lo dice de otra manera: "Primera regla: nunca perder dinero. Segunda regla: nunca olvidar la primera regla"

La de Mónaco es la historia de uno de los primeros paraísos fiscales de la era moderna, la que va de la revolución industrial al capitalismo de casino -de casino- de los últimos años. El éxito es contagioso, y la fórmula de los Grimaldi se ha ensayado en muchos otros lugares de Europa, de Asia, del Caribe; prácticamente en todos lados (algunos muy cercanos: Gibraltar y Andorra). Hay un edificio en las Islas Caimán que alberga a 12.000 empresas estadounidenses. "O es el mayor edificio del planeta, o se trata de la mayor estafa fiscal del mundo, y todos sabemos cuál de esas dos opciones es la verdadera", atacaba un afilado Barack Obama en la campaña electoral que le dio la victoria en las últimas elecciones en Estados Unidos. Y sin embargo, algo está cambiando en Mónaco y en las Caimán: la OCDE acaba de anunciar que ninguno de esos dos países puede ser considerado a día de hoy paraíso fiscal.

Lo mismo sucede con numerosos microestados, enclaves coloniales tan conocidos por sus playas de fina arena como por sus lavanderías de dinero (Aruba, Bermuda, Islas Vírgenes, Antillas Holandesas) y otros territorios similares en Europa y en medio mundo (San Marino, Jersey, Bahrein y alguno más), que en apenas unos meses han dejado de ser considerados paraísos fiscales. E incluso con países más poderosos y aparentemente respetables como Suiza, cuyos bancos se han enriquecido durante décadas gracias al secreto bancario, pero que en los últimos tiempos se han visto obligados a algo impensable hace apenas unos años: deben dar información a otros países sobre miles de clientes -miles de presuntos evasores de impuestos- para no ser señalados en ninguna lista. Eso sí, obligados -casi siempre- por los tribunales.

Una cruzada está en marcha: tras décadas de inmovilismo, de tabú, en apenas 10 meses se han firmado más de 100 acuerdos bilaterales de intercambio de información fiscal. La evasión de impuestos, que se había convertido en un deporte de élite practicado por las mayores instituciones financieras, los ejecutivos de banca más exitosos y las multinacionales más potentes, ha cambiado de estatus por obra y gracia de la madre de todas las crisis. Los paraísos fiscales reciben leña por todos lados: uno de los puntos más polémicos de las últimas elecciones en la India fue la competencia desleal de esos territorios; Australia, Reino Unido, Portugal y Alemania preparan represalias contra la inversión en paraísos; el presidente francés, Nicolas Sarkozy, quiere obligar a los bancos de su país a deshacerse de las filiales que operan en países opacos. El número de ejemplos de esa nueva retórica política es apabullante. ¿Qué ha provocado ese giro en tan poco tiempo?

Ha sido el G-20, el club de los países más poderosos del mundo, el que ha generado esa fenomenal polvareda. Casi de carambola: ante la imposibilidad de presentar avances rápidos en la regulación financiera -el verdadero meollo de la crisis-, las mayores potencias la han tomado con aspectos fronterizos, como los bonus de los ejecutivos o los paraísos fiscales: medidas de menor calado en ese objetivo declarado de prevenir crisis futuras, pero mucho más rentables en televisión.

Las últimas cumbres del G-20 han supuesto un impulso político sin precedentes que ha puesto las lavanderías de dinero sucio en el centro de todas las dianas. Tras la reunión de abril en Londres, la OCDE publicó por sorpresa una lista negra de paraísos fiscales que levantó ampollas. Suiza estaba en esa lista, al igual que varios países de la eurozona: Austria, Bélgica y Luxemburgo. El G-20, además, les amenazó con sanciones a partir de marzo de 2010. La crisis mueve montañas: esas amenazas han provocado una estampida de paraísos que han logrado cumplir, en un tiempo récord, los requisitos necesarios para abandonar esa ominosa lista. Evidentemente, hay truco. Pero a la vez los avances respecto a la situación de partida son innegables.

Los paraísos fiscales -o centros financieros off shore, en la jerigonza que tanto gusta en las finanzas globales- surgen como una suerte de caja B en la que los ricos guardan su dinero para no pagar impuestos. Son territorios que ofrecen escasa o nula tributación y que facilitan la evasión fiscal mediante la opacidad: se niegan a dar, e incluso a conocer, la identidad y el origen de las inversiones que reciben, y viven -muy bien, por cierto- mayoritariamente de esas prácticas oscuras. En la década de los setenta del siglo pasado empiezan a darse a conocer desde los márgenes del capitalismo. Son los años del laissez faire financiero, de los Reagan y Thatcher, en los que se va desmantelando el control del Estado sobre la banca ante la enorme presión política por desregular y liberalizar, los dos grandes abracadabras de la época.

Pero es en los años noventa cuando la desregulación alcanza sus máximas cotas y los paraísos se consolidan como un sector fundamental para las finanzas globales, caracterizadas por el libre movimiento de capitales. En ese caldo de cultivo florecen los estados transfiscales, que se benefician del cinismo, la hipocresía y la mano ancha de los grandes países para desarrollar sus fenomenales ventajas competitivas: bajos impuestos, opacidad y secretismo, los tres ingredientes básicos que permiten a las entidades financieras diseñar el sistema bancario en la sombra que ha saltado por los aires con la crisis.

Las turbulencias financieras destapan -y convierten en denuncia- lo que todo el mundo sabía: Bear Stearns, uno de los bancos de inversión que provocó la crisis, operaba desde las Islas Caimán. Lo mismo hacían todos los grandes bancos de negocios estadounidenses, considerados los grandes culpables del huracán financiero. Las entidades europeas, muy reguladas en sus países de origen, tenían centenares de filiales en esos territorios. Hasta Bernard Madoff, el estafador estadounidense, contaba con varios fondos de alto riesgo radicados en Luxemburgo. Y lo más importante: todo sigue igual. "Los mayores ejemplos de secreto bancario, lavado de dinero y fraude fiscal no están en los valles alpinos ni en las islas tropicales, sino en el patio trasero de las grandes economías: la City de Londres y Wall Street, Fráncfort y Tokio, funcionaban regularmente con filiales off shore. No hay que olvidar que la crisis se detonó en los grandes centros financieros mundiales, y no en los paraísos", asegura el analista Moisés Naïm.

La OCDE sostiene que la campaña "está erradicando el secreto bancario a efectos fiscales", asegura desde París Grace Pérez-Navarro, subdirectora del Centro de Políticas Fiscales, adscrito a la institución que concentra a las economías desarrolladas. Los expertos reconocen el ingente trabajo realizado por parte de la OCDE. Y aún así, arrecian las críticas. Nadie fuera de la OCDE parece contento con lo que sucede: ni los paraísos, ni los que denuncian a los paraísos fiscales.

En 2000, la organización que dirige el mexicano Ángel Gurría estableció una serie de firmes criterios técnicos que definían lo que era -y lo que no era- un paraíso fiscal, y estableció 2005 como límite para su desaparición. Fracasó estrepitosamente. Pero el G-20 de Londres le dio la oportunidad de redimirse y la institución unificó sus criterios antiparaíso en uno solo: desde entonces basta con firmar 12 acuerdos bilaterales de intercambio de información fiscal para no aparecer en la lista negra. Y eso es lo que han hecho Jersey, las Islas Caimán, Suiza, el inevitable Mónaco y tantos otros países.

"Es el fin de la época del secreto bancario", declaró con la solemnidad que le caracteriza Sarkozy tras la cumbre de abril. "Es el principio del fin", matizó el primer ministro del Reino Unido, Gordon Brown. Los expertos se decantan con claridad por la interpretación británica. "La lista de la OCDE es ridícula", ataca Richard Murphy, del think tank Tax Justice Network. "Bélgica sale de la lista negra por firmar acuerdos con países como San Marino; Liechtenstein y Mónaco firman un pacto entre ellos y dejan de ser considerados paraísos. Es absurdo. Necesitaríamos miles de esos acuerdos para que el sistema empezara a funcionar. Más que pactos bilaterales, es esencial llegar a acuerdos multilaterales que supongan un intercambio de información automática, pero no parece que la OCDE persiga ese objetivo", aclara.

"Esa avalancha, ese barullo que hay contra los paraísos hace que los cambios aprobados sean algo más que mera retórica, pero la mejoría es aún muy, muy limitada", concluye Murphy, un antiguo auditor en una multinacional que desde hace más de una década lucha contra la impunidad de los paraísos fiscales. Y que es persona non grata en Jersey por la intensa actividad que despliega contra las prácticas fiscales de ese enclave británico.

Juan Hernández Vigueras, autor de La Europa opaca de las finanzas (Icaria), califica de "rimbombante y vacía" la actuación del G-20 y de la OCDE. "El auténtico problema es la regulación financiera, o mejor dicho la falta de regulación, y lo que ocurre con los paraísos fiscales es consecuencia directa de ese asunto. La prueba de la frivolidad con la que se trata el problema es que ni EE UU, ni el Reino Unido ni ningún país europeo de los que ha nacionalizado o dado ayudas a los bancos ha tomado medidas contra las filiales de esas entidades en paraísos fiscales. De lo que se deduce que del G-20 han salido, una vez más, grandes palabras y magros resultados".

Incluso el comisario europeo de Asuntos Económicos y Financieros de la Comisión Europea, Joaquín Almunia, reconoce que varios paraísos fiscales han "escapado rápidamente" de la lista negra firmando acuerdos de colaboración entre ellos, una práctica que puede vulnerar el espíritu de la norma establecida por la OCDE. Pérez-Navarro defiende la batalla emprendida por esa institución: "La mayoría de los convenios tributarios son bilaterales, incluso dentro de la UE. Ha habido avances importantes y es falso que la mayoría de los acuerdos firmados sean cosméticos. Sí es cierto que hay algunos paraísos fiscales que pactan con otros paraísos fiscales para llegar a esos 12 acuerdos. Pero si continúan por ese camino no quedarán fuera de la lista negra por mucho tiempo. El Foro Global -el organismo de la OCDE encargado de esa lista- va a examinar no sólo el número de acuerdos, sino también la calidad de los mismos". "El proceso de revisión ya está en marcha", advierte.

La cumbre del G-20 en Pittsburgh apenas ha aportado avances, más allá del debate sobre el nuevo sistema de revisión y sanciones, que deben estar listos en la primavera del año que viene. La OCDE avanza que entre las opciones que se barajan figuran retenciones adicionales sobre intereses, dividendos y otros pagos a empresas o personas radicadas en paraísos fiscales; declaraciones adicionales por parte de los contribuyentes o empresas sobre operaciones en jurisdicciones no cooperativas, y el final de las deducciones que en muchos países disfrutan aún las inversiones en paraísos fiscales.

Pero eso aún queda lejos. Federico Steinberg, investigador del Instituto Elcano, considera que la crisis ha puesto sobre la mesa asuntos heterodoxos, como los paraísos o los bonus de los ejecutivos. "Esos debates tienen la virtud de que rompen tabúes y son propuestas valientes, pero es poco probable que tengan éxito: el dinero siempre sabe por dónde escapar", asegura Steinberg. "Aún así, hay que aplaudirlas aunque sólo sea por la polémica que han generado y por los avances que puedan producirse, aunque sean relativos", sostiene.

Los dardos del G-20 contra los paraísos provocan opiniones encontradas. Antonio Garrigues Walker, fundador del capítulo español de Transparencia Internacional, aseguraba esta semana que, a pesar de los esfuerzos, en realidad "no se hace nada". "¿Por qué siguen siendo intocables? ¿Cuál es la fuerza invencible, quién tiene el poder que hace que se mantengan sin apenas daños si todo el mundo sabe que son una fuente de corrupción?", se preguntaba. Sin embargo, en el lado oscuro el desasosiego es evidente. El primer ministro luxemburgués, Jean Claude Juncker, califica de "populismo mediocre" la presión del G-20 sobre los paraísos. "Lo que hace el G-20 es descargar sus frustraciones", añadía hace unos meses el presidente de la patronal bancaria suiza, Pierre Mirabaud.

Daniel J. Mitchell, economista del think tank neoliberal Cato Institute, asegura desde Washington que el ataque contra lo que califica como "jurisdicciones con bajos impuestos" viene de la mano de las grandes potencias mundiales: Alemania, Francia, Reino Unido y EE UU. Y ese asalto tiene intenciones aviesas: "El G-20 y la OCDE no son más que vehículos para ese ataque" de países ahogados por un déficit público galopante, apunta. "El objetivo es crear un cartel de Estados partidarios de los impuestos altos, una suerte de OPEP para Gobiernos. Es una pésima noticia", critica.

Pese a la lógica reacción de los defensores del status quo, no parece probable que los paraísos fiscales desaparezcan de la agenda política. Por muy tímidos que sean los avances, los propios paraísos aceptan que llega la hora de la transparencia. Pero los economistas consultados sugieren que los problemas no se circunscriben a esos territorios. Los males del capitalismo financiero son más profundos, y están en el epicentro del sistema: "Larry Summers, el último secretario del Tesoro de Bill Clinton, y Paul O'Neill, que lo fue de George W. Bush, han aunado esfuerzos para proteger a los paraísos fiscales y a los fondos que ahí se colocan", afirmaba recientemente el Nobel de Economía Joseph Stiglitz.

El economista de la universidad australiana de Griffith Jason Sharman ha demostrado que eso es así en EE UU, pero también en Europa y casi en cualquier rincón del mal llamado mundo desarrollado. Con apenas 10.000 dólares, Sharman demostró que es posible crear empresas en un periquete sin proporcionar los nombres de los accionistas ni la más mínima información fiscal: apenas un carné de conducir y un puñado de dólares le permitieron poner en marcha sociedades en Nevada o Delaware (EE UU), en Bermuda o en Suiza. En el Reino Unido creó compañías sin dar un solo nombre. En la práctica, los países de la OCDE tienen una regulación más laxa que los paraísos fiscales clásicos en algunos aspectos, asegura en un interesante trabajo.

Sharman y otros expertos denuncian que Gobiernos que legislan con dureza en sus territorios abren a los bancos y a las multinacionales la puerta de atrás para no pagar impuestos: Liechtenstein y Luxemburgo están en el corazón de Europa, Jersey a apenas unas millas de la costa de Inglaterra, y EE UU tiene muy cerca muchas de esas lavanderías de dinero. "Hay un peligro evidente y es focalizarse únicamente en los pequeños jugadores, ignorando las deficiencias en los grandes países. Los paraísos fiscales han explotado esa evidente hipocresía y las acciones del G-20 no pueden perder de vista ese aspecto. El problema es que EE UU, especialmente, hace un pésimo trabajo en la recogida de información fiscal, que es tan mala o peor en muchos casos que la que proporcionan algunos de los países de las listas negras", cierra.

La transparencia llegará; queda saber cuándo. Algunos paraísos fiscales están haciendo un esfuerzo por diversificarse: Liechtenstein es el primer exportador mundial de dentaduras postizas. Bermuda apuesta por los casinos. La Isla de Man ha puesto en pie una incipiente industria espacial. Y Mónaco dice tener ya más empleos en el sector industrial que en el sector financiero. Tal vez así consiga dejar de ser el "lugar soleado lleno de gente sombría" que describió Somerset Maugham.

Fuente: El País (España)

Merkel gobernará con los liberales

Juan Gómez y Lluís Bassets

Alemania ha optado por el cambio. Los liberales regresan al Gobierno después de 11 años de purgatorio en la oposición, una situación excepcional para un partido habituado a gobernar con socios mayores a derecha e izquierda. Los cuatro años de Gran Coalición han pasado una larga y amarga factura a los socialdemócratas, que se enfrentan a la peor situación posible, con una caída de más de 11 puntos que les deja en la oposición y abre una crisis en su liderazgo. La CDU, el partido democristiano de Angela Merkel, en cambio, apenas obtiene de dicha asociación una rozadura de menos de dos puntos. Los pequeños partidos sacan todos beneficios, en cada uno de los casos para alcanzar sus mejores resultados históricos.

Éste es el caso de los liberales, que con su 14,6% se escapan del pelotón de los partidos pequeños, donde Los Verdes les habían pisado los talones e incluso superado en algunas ocasiones, y se sitúan a sólo siete puntos del SPD, una distancia menor que la que hay en estas elecciones entre la primera y la segunda fuerza. Lo mismo sucede con La Izquierda, con su 12%, que consiguen el sorpasso de sus directos competidores, Los Verdes. Éstos, a su vez, con más del 10,6%, salen muy bien parados de unas elecciones en las que han hecho campaña con sordina y sin dirigentes de carisma.

El FDP trae bajo el brazo un programa de liberalización de la economía alemana y de recorte de impuestos que ha sido muy aplaudido por los medios de negocios. Pero lo hace a contra corriente, en el momento en que los Gobiernos de todo el mundo, incluidos los conservadores, adoptan políticas socialdemócratas para enfrentarse a las causas de la crisis financiera y aliviar los efectos sociales de la recesión. No es seguro que puedan aplicar en su integridad sus ideas, entre otras razones por el giro socialdemócrata de Angela Merkel, que ya destacó este domingo mismo su propósito de ser "la canciller de todos los alemanes". Destacan, en todo caso, el compromiso de los liberales respecto al alargamiento de la vida de las centrales nucleares, las reducciones de los impuestos sobre la renta, sociedades y sucesiones y el abaratamiento del despido.

Ascenso liberal

Los militantes de la CDU reunidos este domingo por la tarde en la sede central del partido en Berlín, la Konrad Adenauer-Haus, no expresaron su entusiasmo por el esperado resultado de su partido, sino por el ascenso liberal, que convierte en realidad la propuesta de incorporación al Gobierno planteada por Merkel a lo largo de la campaña electoral. La asociación con los adversarios históricos que son los socialdemócratas queda así como un paréntesis, que se deja atrás con alivio.

Para Merkel, la entrada de los liberales es una victoria personal, pues consolida su papel como líder de la CDU-CSU, después de unas elecciones en 2005 que arrojaron una situación equivalente a un empate, en la que se llegó a poner en duda su aptitud para ocupar la Cancillería. La canciller ha salvado un obstáculo más en una carrera política para la que muchos no la consideraban preparada. Primero tumbó a los barones de su partido, después consiguió convertirse en la candidata y saltó por muy poco el listón que la situó en la Cancillería en 2005, cuando prácticamente empató con los socialdemócratas. Aunque enseguida obtuvo y ensanchó sus márgenes de acción como canciller de una Gran Coalición, ahora deja tirados a aquellos socios por obligación a 11 puntos y tiene manos libres para gobernar con los nuevos socios de elección, en la fórmula clásica con la que se ha gobernado la república durante décadas. No es para Merkel una decantación hacia la derecha, sino una prueba más de su ocupación del centro, que le permite aliarse con los socios más convenientes en cada momento.

La continuación de la Gran Coalición hubiera sido fruto exclusivo de las debilidades de los dos grandes partidos y hubiera abocado a la inestabilidad y a la impugnación de la canciller desde sus filas. La coalición con los liberales tiene además la ventaja de que no es una asociación entre dos fuerzas iguales como la que se ha mantenido con el SPD desde 2005.

La consecuencia más visible del cambio liberal será la entrada en el Gobierno de su máximo dirigente, Guido Westerwelle, como vicecanciller y ministro de Exteriores. El dirigente liberal tendrá la oportunidad de proyectar su imagen en un escenario en el que los liberales han sabido siempre moverse como peces en el agua.

Westerwelle actuará en el surco marcado por otros jefes de la diplomacia liberales, entre los que destaca Hans Dietrich Genscher, el de más longeva vida política y el que más huella ha dejado en la historia, con sus 18 años en Exteriores y su protagonismo en los días de la unificación alemana. El rostro exterior es actualmente el de Angela Merkel, que supo evitar un cierto eclipse muy habitual en Alemania por parte de los ministros de Exteriores. Pero no cabe duda de que Westerwelle jugará a fondo la carta de su ministerio y se esforzará por robarle visibilidad a la canciller.

Elecciones regionales en dos 'länder'

además de elecciones generales, dos estados alemanes han decidido este domingo también sus gobiernos regionales. En Brandeburgo (este del país) el Partido Socialdemócrata ha repetido como formación más votada en unas elecciones regionales que dejan fuera del parlamento a la ultraderechista Unión del Pueblo Alemán (DVU). Los socialdemócratas, con un 32,5% de los votos, deberán decidir ahora si repiten coalición con los cristianodemócratas (20%), con quienes gobiernan desde hace diez años, o si se alían con el pujante partido de La Izquierda, segunda fuerza regional con 27,9% de sufragios.

En el land septentrional de Schleswig-Holstein, ha sido la Unión Cristiano Demócrata (CDU) la que ha reeditado triunfo, obteniendo el mayor porcentaje de votos y perfila ya una alianza gubernamental de mayoría ajustada con los liberales del FDP.

Fuente: El País (España)

El mercado de la política

Por: Jorge Navarrete P.

El domingo pasado La Tercera titulaba “Bajan candidaturas de mujeres al Congreso y se repostulan 119 de 138 parlamentarios”. Aunque en principio pudiera parecer una noticia desalentadora, la causa de la renovación política tendrá también que sumar a todos aquellos aspirantes que efectivamente puedan derrotar a los actuales senadores y diputados. Incluso en la perspectiva de un pronóstico moderado, es posible que para la próxima elección pudiera renovarse más de un tercio de nuestro actual Congreso.

De ser esto correcto, ¿estamos necesariamente contribuyendo a una mejor calidad de la política? Aunque la incorporación de nuevos rostros es siempre saludable para la democracia, sospecho que —sola y por si misma— la renovación no logrará resolver los problemas de legitimidad que arrastra nuestra clase dirigente. Más todavía, cuando no se han alterado los mecanismos para competir por la confianza ciudadana.

Aunque no soy muy amigo de los símiles entre la política y el mercado, tengo la convicción de que la mejor forma de contribuir al prestigio y calidad de la actividad pública descansa en la posibilidad de generar más competencia en las reglas que regulan la selección de los candidatos; tanto en el proceso previo que efectúan los partidos políticos, cómo en la definitiva decisión que adoptan los electores.

Puestas así las cosas, nuestro mercado político está lleno de ilegítimos subsidios cuyo principal propósito, cuando no el único, es favorecer el status quo. El primero de ellos, y por cierto el más significativo, es la lógica del sistema binominal. Se trata de una fórmula que no sólo traslada la competencia al interior de los pactos políticos, sino también favorece la reelección de los parlamentarios en ejercicio.

En segundo lugar, ser dignos de la nominación de un partido político es uno de los obstáculos más difíciles de sortear, ya que se entrecruzan trenzas de la más diversa monta y naturaleza, las que pocas veces tienen que ver con las condiciones de los que finalmente son ungidos. No habiendo podido modificar al sistema electoral, es prioritario que los partidos se allanen –en forma voluntaria u obligatoria— a un procedimiento que permita una mejor oferta política para los electores; sea a través de un procedimiento de primarias o derechamente facilitando la posibilidad de que presenten más candidatos que los cargos que efectivamente se promueven.

Tercero, que duda cabe, es crecientemente decisiva la influencia del dinero en la política. Pese a los esfuerzos de los últimos años, no contamos con una adecuada legislación que racionalice el acceso y gasto de los recursos utilizados en las campañas electorales. Esta disparidad se hace especialmente sensible cuando constatamos la situación de privilegio que detenta un parlamentario que concurre a su reelección: recibe un significativo sueldo del Estado, mensualmente destina una semana a visitar su distrito o circunscripción, se le solventan sus gastos de bencina, cuando no otras tantas regalías.

Pero así como constatamos la existencia de subsidios que distorsionan la libre competencia, también brillan por su ausencia otras legítimas intervenciones que son indispensables para el buen funcionamiento del mercado político. En un país donde las mujeres sobrepasan a los hombres, es indispensable aprobar —aunque por un período transitorio— una ley de cuotas que permita subsanar la escasa participación femenina en la clase dirigente. Salvo, claro está, que creamos que la explicación de esta anomalía tiene que ver con algún mayor talento y capacidad de los hombres para desempeñarse en la política.

Fuente: La Tercera (Chile)

viernes, 25 de septiembre de 2009

La neblina política

Editorial

Nuevamente llegó al centro del debate presidencial el tema de los vínculos entre la política y los negocios. Y nuevamente, en vez de escuchar respuestas y posiciones coherentes sobre el fondo de los temas, aquellos que se sienten afectados recurren como mecanismo de defensa a la imagen del complot político para argumentar que se trata de una operación destinada a dañar de manera baja a un candidato.

Llama la atención el provincianismo político y la virulencia de quienes así reaccionan, así como su baja convicción sobre el valor de la transparencia en una democracia. Primero por no aceptar que la vida económica de un candidato a la Presidencia de la República queda expuesta al escrutinio ciudadano hasta en sus más mínimos detalles. Especialmente en aquellos que implican normas de conducta que son orientadoras para el funcionamiento de todo el sistema como es el caso del uso de información privilegiada.

En segundo lugar porque en el presente caso la fuente usada está ampliamente validada en todo el mundo, esto es el Informe Mundial sobre Corrupción de Transparencia Internacional, y que este año estuvo destinado a analizar la magnitud y el desafío de la corrupción en el sector privado, en el que se analizó a una decena de países.

Si bien Chile ocupa un lugar destacable en el Indice Mundial de Corrupción como un país de baja corrupción (puesto 23 entre 180 países incluidos), también evidencia serios problemas en los vínculos entre política y negocios. No solo por la baja calidad de sus gobiernos corporativos y la abundancia de lobbystas que actúan sin control, sino también por la relación personalizada que se da en casos como el de Sebastián Piñera, con una enorme carencia de normas legales que garanticen efectivamente la ética pública.

Una encuesta del año 2007 realizada por KPMG, empresa especializada en gobiernos corporativos y con sede en más de 140 países, luego de recoger opiniones de altos ejecutivos de unas 600 compañías nacionales y multinacionales que operan en Chile, determinó que una de cada tres empresas chilenas había estado involucrada en fraude corporativo. Ese es uno de los síntomas que puede transformarse en una grave enfermedad, y que es lo que debieran percibir en la derecha.

En otro aspecto, la mención a Piñera en el Informe de Transparencia Internacional citada por Frei en el debate tiene también bordes legales que permiten concluir que se produjo un ilícito jurídico en la acción del abanderado presidencial de la derecha, fuera del daño político anteriormente señalado, que afecta el fundamento de las normas legales que regulan el funcionamiento de una economía de mercado cual es la fe pública.

La conclusión de la SVS luego de una extensa investigación, que incluyó informes jurídicos y descargos por parte de Sebastián Piñera, fue que efectivamente existía un ilícito consistente en la no observancia de la obligación de abstenerse de comprar acciones, al mismo instante en que obraba en su poder información que no estaba disponible para el resto de los accionistas y el público en general, eludiendo un deber ético y una norma que opera en primer lugar como autocontrol. Coincidentemente con ello obtuvieron enormes ganancias una vez que se conocieron públicamente los estados financieros de la empresa, pocas horas después.

La decisión de la SVS zanjó el tema en sede administrativa de una manera que se constituyó en una señal potente para las empresas y los gobiernos corporativos del país.

Sin embargo, desde el punto de vista de los fundamentos jurídicos de un Estado de Derecho, es evidente que lo actuado forma parte de un ilícito jurídico mayor, que eventualmente pudiera revestir características de delito, pero que en lo principal lesiona las reglas de funcionamiento de un mercado transparente y los intereses de la mayoría de los accionistas y ciudadanos. Tema al cual se orienta el Informe de Transparencia Internacional al insistir que prácticas de tal naturaleza constituyen una fuente de riesgo en materia de corrupción que deben ser erradicadas en todos los países.

Fuente: El Mostrador (Chile)

Refundar la política

Por: Javier Diez Canseco

El hartazgo general de la gente con la política y con las instituciones políticas que deben representarnos es muy profundo. Los partidos políticos, el Congreso y el Gobierno, sin olvidar el Poder Judicial, se pelean los últimos lugares de credibilidad y de aprobación en las encuestas nacionales, la desconfianza y el desprecio ciudadano.

El proceso no se ha iniciado hoy. Tiene su raíz en nuestra historia: estructuras políticas, económicas y sociales excluyentes de las mayorías nacionales, desde la Colonia y la República del militarismo y la aristocracia que le siguió. Un proceso en el que la lucha de diversas fuerzas sociales y pueblos originarios abrieron espacios y derechos –brechas de oxígeno fresco, reformas parciales– pero de escasa profundidad o duración. Las mujeres solo votaron para la presidencia y el parlamento en 1956. Los analfabetos en 1978 y hasta hoy existen pueblos excluidos de la representación en el sistema político nacional, como los amazónicos, que no pueden acceder al Congreso en un país plurinacional.

La exclusión, la corrupción e inmoralidad, y el manejo del poder por las clases dominantes de siempre –más allá de ciertos proyectos nacionales alternativos que fueron derrotados y de las conquistas de los movimientos populares–, han llevado a un profundo desgaste a la política.

Hace unos 20 años nació la era de los “outsiders”: políticos que se presentan como externos al sistema –“afuerinos” que captan la ilusión de cambio de las gentes– pero que terminan al servicio de los poderes fácticos. Ricardo Belmont fue el primero, pero Fujimori y Toledo resultaron más exitosos en llegar al poder. Ambos traicionaron las expectativas de cambio poniéndose al servicio de los poderosos de siempre. García, reciclado al abrazar el neoliberalismo a ultranza con el credo del “Perro del Hortelano”, gobierna por encima de la misma estructura del APRA y en estrecha alianza con los dueños del Perú y sus estructuras políticas: el fujimorismo, la derecha y los tránsfugas.

La ilegitimidad de la política, convertida casi en sinónimo de corrupción, el desprestigio de las estructuras políticas del Estado que debieran representar a la gente, los escándalos permanentes y la náusea que provocan, obligan a refundar la política misma. Recuperar a la gente, a los ciudadanos y los pueblos, como el origen del poder. Darles la capacidad de controlarlo, de exigir rendición de cuentas a las autoridades y poder revocarles (retirarles) el mandato que les dio mediante el voto para ungirlos como presidente o congresistas si traicionan sus postulados y compromisos, si aprovechan o abusan del poder. Devolverle ética a la política y hacer imprescriptibles los delitos de corrupción, para perseguirlos de por vida.

Sustituir una democracia representativa manipulada groseramente desde Lima por el gran capital, por una democracia que sea también participativa y comunitaria, por el fortalecimiento del control ciudadano, por una descentralización auténtica del poder y por el reconocimiento de que somos un país diverso y plurinacional.

Sumemos a ello la renovación del 50% del Congreso a mitad de su mandato para premiar o castigar la gestión de la mayoría. Y, sobre todo, mecanismos de participación ciudadana en las decisiones sobre el Presupuesto –nacional, regional o local– y sus prioridades, control del gasto, comités ciudadanos (colegios profesionales, universidades o grupos de interés) de control de calidad de la inversión, transparencia de las licitaciones de obras y compras.

Refundar la política en la democracia participativa, descentralista y plurinacional, con partidos abiertos, con elecciones internas obligatorias, pérdida del cargo de los tránsfugas y efectivo control ciudadano son parte fundamental de lo que debería asumir una Constituyente que elabore una Nueva Constitución para Refundar la República.

Fuente: La República (Perú)

Obama y Gulliver: el Capitán naufraga en Washington

Por: Mario Bunge

Cuenta Jonathan Swift que, cuando el Capitán Gulliver naufragó en Lilliput, los nativos lo trataron bien. El retribuyó sus atenciones ayudándoles a capturar una nave. Pero se negó a ayudarles a sojuzgar a sus vecinos. En castigo, los lilliputienses lo condenaron a arrancarle los ojos. Puesto que no medían sino unos 15 centímetros de estatura, para dominarlo esperaron a que se durmiese.

Una vez dormido, lo sujetaron con cuerdas a estacas clavadas en la tierra. La unión hace la fuerza. Pero a veces la astucia supera a la fuerza. En efecto, sabemos que el astuto capitán logró huir, y que visitó otras tierras extrañas, tales como Laputa.

Swift ubicó esos acontecimientos en 1699. Tres siglos después, el Capitán Obama llega a Washington con una gran visión y con la ilusión de ponerla en práctica. Sueña un porvenir justo, próspero y pacífico para su patria y para el mundo. Pero nuestro capitán naufraga a poco de llegar a puerto y pierde a casi todos los miembros de la tripulación que lo había acompañado en su viaje: los liberales movilizados por su visión generosa.

El Capitán no podía prever la crisis económica que se desató de golpe y que parece hecha a medida para hacerlo naufragar; ni con que sus asesores económicos, casi todos heredados del gobierno anterior, han ayudado a reflotar a los financistas pero no a los desocupados. La tasa de desocupación en los EE.UU. se ha duplicado en poco más de un año y llega casi al 10 por ciento.

Mientras tanto, los mil funcionarios principales de Goldman Sachs, una de las firmas financieras rescatadas con dineros públicos, acaban de cobrar bonificaciones de un millón de dólares por cabeza. Se sigue premiando los fracasos en gran escala, así como se castiga a los pequeños. ¡Qué contraste con los gobiernos conservadores de Francia y Alemania, que acaban de imponer una cota superior a tales bonificaciones! El Capitán prometió crear 3 millones de puestos de trabajo; pero éste es, precisamente, el número de puestos perdidos desde que fue electo. ¡Qué contraste con el gobierno laborista australiano! Su “paquete de estímulo” fue invertido en ayudar a los jubilados y a las familias con niños, así como en renovar o construir escuelas, todo lo cual hizo aumentar el consumo y mejorar la educación.

Tampoco contaba el Capitán Obama con la negativa de los parlamentarios de su propio partido a clausurar la infame prisión de Guantánamo, ubicada en tierra cubana, y donde el gobierno anterior había estado torturando a niños. Ni previó que su partido, en complicidad con las compañías de seguros, se negaría a reformar el sistema de asistencia médica, la gran causa por la cual luchó el finado senador Ted Kennedy durante cuatro décadas. Al prometer un cambio de rumbo de la política exterior norteamericana, el Capitán Obama la puso en manos de Hillary Clinton, quien había aprobado las agresiones militares del gobierno anterior. El resultado es que no hubo cambios importantes en este capítulo, salvo de retórica. Por ejemplo, Joe Biden, el imprevisible vicepresidente, visitó Ucrania y Georgia para asegurarles el sostén de sus políticas respecto de Rusia, su poderosa vecina, al mismo tiempo que anunció al mundo que su país había renunciado a la política de las esferas de influencia.

El nuevo gobierno advirtió a Irán que no toleraría que fabricase bombas nucleares, pero nada dijo sobre las 200 bombas que se le atribuyen a Israel, la única potencia nuclear del Medio Oriente. Ni mencionó el destino de las 800 bases militares norteamericanas distribuidas entre los cinco continentes, y cuya clausura aliviaría considerablemente el déficit fiscal, estimado en 10 millones de millones (la unidad seguida de 13 ceros) de dólares. En cambio, afirmó que la Guerra en Afganistán es necesaria, aunque sin mencionar que sólo lo es para el siniestro Talibán, que se ha infiltrado en Pakistán.

Tampoco contaba el Capitán Obama con la resistencia de la paquidérmica burocracia del Estado federal, engordada por todos los mandatarios republicanos al mismo tiempo que discurseaban contra el Estado. Ni con la pasividad de sus conciudadanos. El Capitán les queda grande a los lilliputienses, que lo han pescado dormido y lo han atado al suelo por negarse a seguir la honda huella que dejaron sus antecesores.

El Capitán Gulliver era vulnerable por haber perdido a su tripulación. El Capitán Obama es casi impotente por el mismo motivo: porque no lo acompaña su propio partido, debido a que no comparte su visión y es casi tan conservador como el Partido Republicano. Este conservadurismo no es propio de un grupo marginal, sino la ideología básica del pueblo norteamericano desde Nixon en adelante. Mientras escribo estas líneas, millones de norteamericanos anuncian que van a sacar a sus hijos de las escuelas públicas para protegerlos de la “propaganda socialista” que le atribuyen al presidente. Esa debe ser la misma gente que aún no se ha enterado de que la Tierra gira en torno al Sol, ni de que los humanos somos animales, productos de la evolución.

Ya nadie recuerda las reformas sociales puestas en práctica por los gobiernos de Franklin D. Roosevelt y Lyndon Johnson, que ni siquiera los gobiernos de Reagan y los Bush lograron demoler. Tampoco se recuerda mucho la excelente película política Mister Smith va a Washington (1939). En este clásico de Frank Capra, un honesto e ingenuo político provincial, que encarna el gran Jimmy Stewart, va al Capitolio a limpiarlo, como Hércules cuando se le ordenó limpiar los establos de Augías. El senador Smith no logró terminar su misión, pero sacudió a la opinión pública.

¿Logrará desatarse el Capitán Obama? Lea los próximos episodios.

Fuente: www.sinpermiso.info

jueves, 24 de septiembre de 2009

El poder americano en el siglo XXI

Por: Joseph S. Nye

Según las proyecciones del Consejo Nacional de Inteligencia del Gobierno de los Estados Unidos, en 2025 el dominio americano habrá “disminuido mucho” y el único sector de continua superioridad americana –el poder militar– será menos importante en el mundo cada vez más competitivo del futuro. El presidente ruso, Dmitri Medvedev ha considerado la crisis financiera de 2008 una señal de que el predominio mundial de los Estados Unidos toca a su fin. El dirigente del Partido Liberal de oposición del Canadá, Michael Ignatieff, opina que ya ha comenzado la decadencia de los EE.UU. ¿Cómo podemos saber si esas predicciones son correctas?

Debemos desconfiar de las engañosas metáforas relativas a la decadencia orgánica. Los países no son como los seres humanos, con duraciones de vida previsibles. Por ejemplo, después de que Gran Bretaña perdiera sus colonias americanas al final del siglo XVIII, Horace Walpole lamentó la reducción de Gran Bretaña a la condición de “un país tan insignificante como Dinamarca o Cerdeña”. No previó que la revolución industrial concedería a Gran Bretaña un segundo siglo de ascenso aun mayor.

Roma siguió en posición dominante durante más de tres siglos después del apogeo del poder romano. Ni siquiera entonces sucumbió Roma ante otro Estado, sino que sufrió una muerte lenta tras mil ataques de diversas tribus bárbaras. De hecho, pese a las predicciones de moda sobre la superación de los EE.UU. por China, la India o el Brasil en los próximos decenios, la transición clásica del poder entre los grandes Estados puede ser un problema menos grave que el ascenso de bárbaros modernos: unos protagonistas no estatales. En un mundo basado en la información y con inseguridad cibernética, la difusión del poder puede ser una amenaza mayor que la transición del poder.

Así, pues, ¿qué significará el ejercicio del poder en la era de la información mundial del siglo XXI? ¿Qué recursos producirán poder? En el siglo XVI, el control de las colonias y los lingotes de oro dio la ventaja a España, la Holanda del siglo XVII se benefició del comercio y las finanzas, la Francia del siglo XVIII se benefició de una población y unos ejércitos mayores y el poder de Gran Bretaña en el siglo XIX descansó en su primacía industrial y su armada.
Por: Joseph S. Nye

El saber tradicional siempre ha sostenido que el Estado dotado con el ejército mayor prevalece, pero en una era de la información el Estado (o una entidad no estatal) que disponga del mejor relato puede ser el que venza. En la actualidad, no está nada claro cómo se calibra el equilibrio del poder y mucho menos se formulan estrategias logradas de supervivencia.

En su discurso inaugural de 2009, el Presidente Barack Obama declaró que “nuestro poder aumenta con su uso prudente; nuestra seguridad emana de la rectitud de nuestra causa, la fuerza de nuestro ejemplo, las cualidades atemperadoras de la humildad y la moderación”. Poco después, la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, dijo: “Los Estados Unidos no pueden resolver los problemas más apremiantes por sí solos y el mundo no puede resolverlos sin los Estados Unidos. Debemos recurrir al llamado ‘poder inteligente’, a toda la panoplia de instrumentos de que disponemos”. El poder inteligente significa la combinación del poder duro del mando con el poder blando de la atracción.

El poder siempre depende de las circunstancias. El niño que domina en el patio del recreo puede volverse un rezagado cuando las circunstancias cambian y pasan a ser las de un aula disciplinada. A mediados del siglo XX, Josef Stalin preguntó en tono despreciativo cuántas divisiones tenía el Papa, pero, cuatro decenios después, el Papado seguía intacto, mientras que el imperio de Stalin se había desplomado.

En el mundo actual, la distribución del poder varía según las circunstancias. Está distribuido de un modo que se parece a un juego de ajedrez de tres dimensiones. En el tablero de arriba, el poder militar es en gran medida unipolar y es probable que los EE.UU. sigan siendo la única superpotencia durante algún tiempo, pero en el tablero del medio el poder económico ya lleva más de un decenio siendo multipolar y los EE.UU., Europa, el Japón y China son los jugadores más importantes y hay otros que van adquiriendo importancia.

El tablero de abajo es la esfera de las transacciones transfronterizas que escapan al control estatal. Forman parte de él diversos protagonistas no estatales, como, por ejemplo, banqueros que transfieren electrónicamente sumas mayores que la mayoría de los presupuestos nacionales y, en el otro extremo, terroristas que transfieren armas o piratas informáticos que constituyen una amenaza para la seguridad cibernética. También forman parte de él nuevas amenazas como las pandemias y el cambio climático.

En ese tablero de abajo, el poder está muy disperso y carece de sentido hablar de unipolaridad, multipolaridad, hegemonía o cualquier otro tópico. Incluso después de la crisis financiera, es probable que el vertiginoso ritmo del cambio tecnológico siga impulsando la mundialización y las amenazas transnacionales.

El problema del poder americano en el siglo XXI es el de que cada vez hay más cosas que escapan al control de incluso el Estado más poderoso. Aunque los EE.UU. tienen un buen rendimiento en materia de medidas militares, muchas cosas que ocurren escapan a dichas medidas.

Bajo la influencia de la revolución de la información y la mundialización, la política mundial está cambiando de un modo que impide a los Estados Unidos lograr todos sus objetivos internacionales por sí solos. Por ejemplo, la estabilidad financiera internacional es decisiva para la prosperidad de los americanos, pero los EE.UU. necesitan la cooperación de otros para garantizarla. También el cambio climático planetario afectará a la calidad de vida de los americanos, pero los EE.UU. no pueden resolver ese problema por sí solos.

En un mundo en el que las fronteras son más porosas que nunca para todo –desde las drogas hasta el terrorismo, pasando por las enfermedades infecciosas–, los Estados Unidos deben contribuir a la formación de instituciones y coaliciones internacionales para abordar las amenazas compartidas. En ese sentido, el poder se vuelve un juego de suma positiva.

No basta con concebir el poder sobre los demás. Hay que concebir también el poder para alcanzar objetivos. Respecto de muchas cuestiones transnacionales, conceder poder a los demás puede contribuir a la consecución de los objetivos propios. En este mundo, las redes y las conexiones pasan a ser una fuente importante de poder idóneo. El problema del poder americano en el siglo XXI no es el de la decadencia, sino el de la necesidad de reconocer que incluso el país más poderoso no puede lograr sus fines sin la ayuda de los demás.

Fuente: Project Syndicate

El impuesto Tobin reaparece

Por: Dani Rodrik

A finales de agosto sucedió algo que nunca pensé que vería en mi vida. Uno de los principales responsables del diseño de políticas públicas del imperio financiero anglo-americano abogó en efecto por un impuesto Tobin -un impuesto global a las transacciones financieras.

Se trataba del funcionario Adair Turner, director de la Oficina de Servicios Financieros del Reino Unido, el principal regulador financiero del país. Al expresar su preocupación por el tamaño del sector financiero y sus niveles de compensación frecuentemente obscenos, Turner dijo que creía que un impuesto global a las transacciones financieras podría ayudar a ponerles un límite.

Una declaración como esa hubiera sido inimaginable en los años previos al colapso de las hipotecas de alto riesgo. Sin embargo, actualmente es una señal de lo mucho que han cambiado las cosas.

La idea de dicho impuesto la barajó por primera vez en los años setenta el economista galardonado con el premio Nobel James Tobin, que en una famosa frase pidió "lanzar un poco de arena al motor de las finanzas internacionales.” Tobin estaba preocupado por las fluctuaciones excesivas de los tipos de cambio. Decía que un impuesto a los movimientos de dinero de corto plazo en diferentes divisas restringiría la especulación y crearía un margen de maniobra para la gestión macroeconómica interna.

Desde entonces la idea se ha vuelto una causa favorita de un amplio número de ONG’s y grupos de presión que perciben en ella la doble ventaja de reducir el sector financiero e incrementar significativamente los recursos para los proyectos que apoyan –ayuda externa, vacunas, tecnologías respetuosas del medio ambiente, etc. La idea del impuesto también ha recibido el respaldo de líderes franceses (como era de esperarse) y de otros países europeos continentales. Sin embargo, antes de que Turner hablara del tema, no habría sido posible identificar a un solo responsable del diseño de políticas de los Estados Unidos o del Reino Unido, los dos principales centros de las finanzas globales, que se expresara favorablemente al respecto.

Lo ventaja del impuesto Tobin es que desalentaría la especulación de corto plazo sin tener demasiados efectos adversos en las decisiones internacionales de inversión de largo plazo. Consideremos, por ejemplo, un impuesto del 0.25% aplicado a todas las transacciones financieras transfronterizas. Un impuesto así acabaría instantáneamente tanto con las operaciones diarias que buscan obtener márgenes de beneficios muy inferiores a ese porcentaje, como con las operaciones de plazo más largo diseñadas para explotar los pequeños diferenciales que hay entre los mercados.

Las actividades económicas de este tipo tienen un valor social dudoso y sin embargo consumen recursos reales en términos de talento humano, recursos computacionales y deuda. Así pues, no deberíamos lamentar la desaparición de esas prácticas comerciales.

Mientras tanto, no se disuadiría con este impuesto a los inversionistas con perspectivas de largo plazo que busquen rendimientos significativos. De esta manera, los movimientos de capital seguirían en la dirección correcta en el largo plazo. El impuesto Tobin tampoco obstaculizaría los castigos de los mercados financieros a los gobiernos que manejan excesivamente mal sus economías.

Además, es innegable que con dicho impuesto se obtendría una gran cantidad de dinero. Las estimaciones relativas a la recaudación de un impuesto pequeño a las transacciones de divisas internacionales llegan a los cientos de miles de millones de dólares anuales. La recaudación sería incluso mayor si la base se extendiera, como Turner lo dijo implícitamente, a todas las transacciones financieras. Cualquiera que sea el monto exacto, es seguro que las cifras en cuestión son enormes –más que, digamos, los flujos de ayuda externa o cualquier cálculo razonable de las ganancias que se obtendrían si se completaran las negociaciones comerciales de la Ronda de Doha.

Como era de esperarse, Turner fue duramente criticado por los banqueros de Londres y del Tesoro británico. Muchas de esas críticas no son pertinentes. Un impuesto Tobin aumentaría el costo de las finanzas de corto plazo, dicen algunos, y de alguna manera no ven que ese es justo el propósito de un impuesto como ese.

Otros señalan que un impuesto así no podría tratar con los problemas subyacentes de los incentivos de los mercados financieros, como si tuviéramos una alternativa de efectividad comprobada para lograr ese fin. Amenazaría el papel de Londres como centro financiero, se quejan algunos, como si la propuesta tuviera la intención de aplicarse sólo en Londres y no globalmente. Se puede evadir fácilmente si se recurre a los centros bancarios extraterritoriales, es el comentario de otros, como si todas las regulaciones financieras no se enfrentaran al mismo desafío.

En cualquier caso, como señaló Dean Baker, del Centro de Políticas e Investigaciones Económicas de Washington, se pueden imaginar muchas cosas que harían difícil evitar el impuesto Tobin. Supongamos, dice, que se le diera a los empleados del sector financiero que denunciaran a los jefes deshonestos el 10% de lo que el gobierno percibiera. Ese sería un excelente incentivo para la autovigilancia.

Lo que el impuesto Tobin no hace es ayudar en el caso de desfases de plazo más largo en los mercados financieros. Un impuesto de ese tipo no habría evitado el desequilibrio comercial entre Estados Unidos y China. Tampoco habría impedido que el exceso de ahorro global se convirtiera en una bomba de tiempo para la economía mundial. No habría protegido a Europa y otras naciones de la inundación de activos hipotecarios tóxicos exportados de Estados Unidos. Y no habría disuadido a los gobiernos decididos a aplicar políticas monetarias y fiscales insostenibles financiadas con endeudamiento externo.

Para todos esos problemas necesitaremos otros remedios macroeconómicos y financieros. Pero un impuesto Tobin es un buen punto de partida si queremos enviar un mensaje claro sobre el valor social del casino conocido como las finanzas globales.

Fuente: Project Syndicate

lunes, 21 de septiembre de 2009

Informe sobre situación de los derechos de los pueblos indígenas en Chile. Relator especial ONU, James Anaya

El Relator Especial presenta las siguientes observaciones y recomendaciones con el fin de que contribuyan a abordar los desafíos y avanzar sustantivamente en el reconocimiento y protección de los derechos humanos de los pueblos indígenas en Chile , de acuerdo con las obligaciones y compromisos del Estado en esta materia."

"Existen grandes desafíos que debe enfrentar el Estado de Chile para cumplir con sus deberes de protección y promoción efectiva de los derechos humanos y libertades fundamentales de los indígenas, en particular en materia de consulta y concertación, derechos a tierras y territorios, explotación de recursos naturales, y políticas acerca de conflictos vinculados a reivindicaciones de tierras mapuche.

Informe de Observaciones y Recomendaciones del Relator James Anaya a Chile, resultado de su visita del 5-9 abril de 2009. Informe presentado al Consejo de Derechos Humanos, 14 de septiembre 2009:

http://www.politicaspublicas.net/docs/2009_relator_anaya_informe_chile_unedited_version.pdf


Fuente: Centro de Políticas Públicas.

http://www.politicaspublicas.net/panel/relator-dpi/docs/389-rs-informe-chile-2009.html

domingo, 20 de septiembre de 2009

Revista Encrucijada Americana

Estimados:

Ya está online el nuevo portal de la Revista Encrucijada Americana: www.encrucijadaamericana.cl

Junto con inaugurar el portal hemos publicado un nuevo número de la revista, correspondiente al Año 2. Nº 2. Primavera/Verano 2008.

Los artículos incluidos en esta edición son los siguientes:

La democracia y sociedad civil en tiempos de globalización.
De: Rubén Pino Ibáñez.

A favor del derecho a la memoria: cinco notas provisorias.
De: Pablo Salvat Bologna.

Reflexiones sobre desigualdad social y memoria histórica en Chile.
De: Francisco E. Sanhueza San Martín

Debilidad institucional, fragmentación política, y duración de los gabinetes ministeriales en el Perú.
De: Sofía Vera Rojas.

Fragmentación política en el Perú (2000–2006): repercusiones del colapso del sistema de partidos.
De: Daniel Bello Arellano.

Patriotismo constitucional y procesos de integración.
De: Pablo Contreras V.

Privatizar la política: discurso y fracaso de una candidatura presidencial socialista.
De: Eduardo Rojas.

Naturaleza, actores y características del conflicto armado colombiano: una mirada desde el derecho internacional humanitario.
De: Luis Fernando Trejos Rosero.

Política y utopía en América Latina: reflexiones a partir del aporte de Norbert Lechner.
De: Carlos Fabián Pressacco

Saludos cordiales,

Daniel Bello,
Editor

domingo, 13 de septiembre de 2009

Revista Encrucijada Americana

Estimados:

Próximamente inauguraremos el nuevo portal de la Revista Encrucijada Americana: www.encrucijadaamericana.cl, y presentaremos una nueva edición de nuestra publicación semestral.

Saludos cordiales,

Daniel Bello
Editor
www.encrucijadaamericana.cl

Dios y Darwin

Por: Carlos Peña

Sorprende el interés del público chileno por Darwin.

Dos mil personas asistieron, con la regularidad de un creyente, a un seminario de dos días en el que la idea de selección natural se usó para explicarlo todo o casi todo.

La duda que queda es si esos asistentes -que miraban embobados a Dennet y a McEwan, al filósofo y al novelista- estarían dispuestos a aceptar las consecuencias que se siguen de esa idea.

Darwin la expuso en 1844, y su principal característica, a diferencia de otras que circulaban por entonces, es que carece de toda teleología, es decir, prescinde de cualquier suposición acerca de una finalidad o propósito intrínseco en cualquier parte de lo existente.

Darwin sugirió que los organismos varían de manera no informada o ciega y que el medioambiente selecciona esas variaciones a nivel de agregados de individuos, favoreciendo o estropeando su reproducción, sin que exista ninguna correlación entre ambos procesos.

A diferencia de lo que sostuvo Lamarck, para quien el medioambiente instruía o informaba a los organismos individuales acerca de las modificaciones adaptativas (en el lenguaje más clásico de la biología esto significaba que el medio instruía cambios en el fenotipo y éste al genotipo y así en una cadena de mejora permanente), Darwin postuló un desacoplamiento absoluto entre selección y variación.

La selección natural sería algo así como tirar los dados para, luego, seleccionar mediante la simple sobrevivencia.

El proceso en su conjunto no sería ascendente, ni nada que se le parezca, como lo prueba el hecho que el propio Darwin, en el Origen de las Especies, evita cuidadosamente emplear la palabra "evolución" y prefiere, en cambio, hablar de "descendencia con modificaciones" eludiendo así las inevitables resonancias lamarckianas y teológicas que esa otra palabra poseía.

Un universo que camina a ciegas y a tientas, un mundo cuya descendencia se modifica sin que nadie lo instruya o lo programe, y que avanza sin saber adónde, como consecuencia de una simple interacción, es una imagen insoportable para cualquiera que, haciendo pie en la idea judeocristiana del tiempo y de la historia, crea que los pasos del tiempo tienen algún sentido.

Es probable que ese sea el aspecto más incómodo, por decirlo así, de la idea de selección natural y es seguro que fue esto lo que convirtió a Darwin en uno de los enemigos jurados de la Iglesia y no, como a veces se caricaturiza, que haya sostenido que venimos del mono y no de Adán.

El escándalo darwiniano consistió en sugerir que somos como somos a consecuencia de una interacción ciega, sin que ningún diseño inteligente nos anime y ninguna mano providente nos guíe.

¿Es compatible esa descripción de lo que existe con la idea de Dios? ¿Se puede creer que el mundo camina a ciegas y, a la vez, creer en Dios?

Por supuesto que sí; pero ese Dios estaría lejos de lo que piensa un católico. Sería un Deus Absconditus, un Dios escondido, que rehúsa mostrarse, y al que nunca podríamos comprender. Y su teología sería negativa: sólo podríamos entenderlo como lo que no es, como una negación de las cosas que conocemos, como un exterior que se nos escapa de manera definitiva.

Pero de un padre providente que en medio de los tropiezos nos guía, nada. Simplemente nada.

Algunos protestantes -a fin de revelar en qué consistía un Dios Absconditus- ejemplificaban con un relojero. El mundo sería un reloj. Dios lo hizo y le da cuerda. De ahí en adelante el reloj se comportaría en base a sus propias leyes. Pero las ideas de Darwin no sugieren eso. Si hubiera un relojero, él sería ciego, sordo y mudo. No sabría lo que hace.

O sea, no sería propiamente un relojero.

Por eso, si un extranjero culto hubiera visto a esas casi dos mil personas aplaudiendo a Dennett y a McEwan, habría pensado que la élite en Chile había dejado de ser católica, al extremo de creer que Dios es una cuestión casi mística, un Dios escondido, que no la autoriza a invocarlo para dirigir la vida de los demás.

Fuente: El Mercurio

sábado, 12 de septiembre de 2009

Brasil se crece

Editorial

La compra a Francia de armamento por un valor inicial de 8.700 millones de euros certifica, si fuera necesario a estas alturas, la voluntad de Brasil de convertirse también en la indiscutible potencia militar del subcontinente. En el paquete, solemnizado por una visita de Sarkozy a Brasilia, figuran desde un submarino nuclear hasta medio centenar de helicópteros y 36 aviones de combate Rafale, cuya tecnología facilitará París a su boyante socio. No parece probable que el gigante latinoamericano vaya a tener problemas para pagar la factura si maneja adecuadamente sus nuevos y vastos descubrimientos petrolíferos marinos. En buena medida, el horizonte inmediato de un país donde todavía existe una enorme pobreza depende del uso riguroso de esos recursos. Un gran reto.

Que Brasil, que ha renunciado al arma nuclear, pretenda dotarse de unas fuerzas armadas decisivas resulta coherente con el papel de gran poder regional, pero no sólo, que el presidente Lula ambiciona en una Latinoamérica mucho más unida que hoy. El gigante crónicamente atrofiado hasta hace algunos años aspira a un asiento en el Consejo de Seguridad y aparece ahora en cualquier lista de los pocos países que contarán en el siglo XXI. No hay foro de largo alcance, político o económico, en el que no comience a jugar ya un papel que muy pocos habrían aventurado. Los logros brasileños han ido desplazando el centro de gravedad latinoamericano en detrimento claro de un México que, abismado en sus enormes dificultades de toda índole, aspiraba a ese papel de imán.

Pese a sus claroscuros -desde una sostenida corrupción hasta el ocasional alineamiento internacional con regímenes impresentables- el gran salto de Brasil se debe en buena medida a los casi siete años de izquierdismo pragmático de Lula y a la siembra económica dejada por su predecesor, Fernando Henrique Cardoso. Desde su llegada al poder, el ex líder sindical ha tenido el raro coraje de mantener una política económica responsable, que entre otros logros ha sacado de la miseria a millones de sus compatriotas. En una región con frecuencia pendular, Lula da Silva ha demostrado que existen modelos de desarrollo y comportamiento político mucho más productivos y funcionales que los que proponen Hugo Chávez y sus admiradores. Ese contrapeso práctico al demagógico discurso bolivariano en auge es uno de sus mayores servicios a los americanos.

Fuente: El País

El oficio secreto del pacificador

Por: John Carlin

Los médicos, los contables, los publicistas, los ingenieros, todos los profesionales celebran sus grandes congresos anuales. También lo hacen, pero de manera más discreta, los mediadores en los conflictos armados del mundo. Cada verano emergen de la clandestinidad en la que suelen operar y se juntan en un hotel silvestre de las afueras de Oslo, sede de los premios Nobel y capital mundial de la paz. Hoy, pese a la crisis que agobia a casi todas las demás profesiones, los mediadores no sufren por falta de trabajo. Después de la era Bush, en la que se disparaba primero y se hacían preguntas después, el clima político generado por la presidencia de Barack Obama apunta al diálogo como instrumento prioritario para resolver conflictos.

"Por primera vez en mucho tiempo, en vez de nadar contracorriente, vamos con la ola a favor", dijo una de las figuras más veteranas presentes en el último encuentro. "¡El contexto en tan diferente al que hemos vivido durante los últimos ocho años!". Según las reglas del juego del foro anual en Oslo, no se puede citar por nombre a los participantes. Con frecuencia abren canales de comunicación entre gobiernos y grupos violentos armados en tiempos en los que ambos lados niegan, por razones políticas, que tales contactos existen. El éxito de sus operaciones radica en parte en el secretismo. Y por eso en Oslo se exigía máxima discreción.

Eran unos 70 los que participaron en el foro, entre ellos ex presidentes, primeros ministros, cancilleres, embajadores; antiguos espías o militares retirados; asesores presidenciales; altos cargos políticos de Naciones Unidas; ex guerrilleros o (según el punto de vista) terroristas: gente que opera o ha operado en misiones de extrema delicadeza, y a veces peligro, en Irán, Afganistán, Corea del Norte, Congo, Somalia, Uganda, Sri Lanka, Nepal, Colombia, Palestina e Israel, e incluso el País Vasco. Gente osada y aventurera, pero al mismo tiempo compleja, varios de ellos serían personajes dignos de una novela de John le Carré. Los encargados de reunirlos son, los que organizan el evento, son el Gobierno de Noruega y el Centro de Diálogo Humanitario Henri Dunant, el organismo semisecreto (también territorio le Carré) cuyos agentes actuaron de mediadores entre el Gobierno español y ETA, a petición de ambos, en el fracasado proceso de negociación vasco. Aquella labor fue delicada y generó una furiosa polémica; lo mismo se puede decir de casi todos los procesos en los que se involucran los individuos que acudieron a Oslo.

Son idealistas (si no, dedicarían su considerable energía e inteligencia a labores mejor remuneradas), pero no son soñadores. Y como confesó unos de ellos, veterano actor en conflictos como el de Irak y el de Sudán, "rasca un poco a los que estamos aquí y descubrirás una vena profunda de escepticismo". Pero siguen en su labor -parte política, parte misionera, parte cowboy- aún sabiendo que se les exige una paciencia infinita y que muchas veces están condenados al fracaso, o a arriesgar sus vidas. Se mueven entre sombras, tratando cara a cara con gente que tiene la sangre de miles en sus manos, y mueven montañas para organizar diálogos en territorio neutral -habitualmente en Oslo o en Ginebra, sede del Centro Henri Dunant- entre líderes de gobiernos y movimientos armados que están en guerra y se odian.

Hacen lo que hacen porque creen que la paz es mejor que la guerra y, como dijo un participante en una de varias mesas redondas celebradas en Oslo, no importa si el proceso de mediación es frustrante y decepcionante, si dura meses o incluso años, el diálogo es mucho más barato en todos los sentidos que la opción militar. Un ex general presente en las discusiones señaló también que hay que puntualizar la diferencia entre una batalla, en la que el único objetivo es "matar y destruir", y una guerra, en la que hay que "luchar y hablar", ya que el origen de la guerra es político y su final tiene que ser político también.

El problema en Irak, según se concluyó en una mesa redonda, fue que el Gobierno de George W. Bush se fue a la guerra guiado sólo por la lógica de la batalla, matar y destruir. Por otro lado, los mediadores de Oslo tuvieron que reconocer que la fuerza en sí a veces triunfa sobre el diálogo. Se vio un ejemplo reciente en Sri Lanka, donde las fuerzas gubernamentales aniquilaron a la guerrilla de los Tigres de Liberación de la Tierra Tamil, tras un conflicto que había durado 30 años.

De todos modos, como señalaron varios participantes en Oslo, la mediación política tendrá que volver a entrar en juego para evitar que el resentimiento tamil generado por el baño de sangre lleve a la creación de otro movimiento armado más adelante.

Una persona que se tuvo que declarar rendida tras la victoria militar del Gobierno de Sri Lanka, pero que espera que pronto vuelva a entrar en acción, es Erik Solheim, que invirtió diez años en el intento de lograr una solución negociada en el pequeño país asiático. Solheim, el ministro de Desarrollo Internacional de Noruega, es político y mediador al mismo tiempo. Al margen del encuentro de Oslo, en el que participó, habló con EL PAÍS, y realizó una disección de las características que definen a los enigmáticos especialistas que su Gobierno invita cada verano a su país a conversar sobre la mecánica de la paz. "Un mediador debe poseer, primero, un radar político muy sofisticado y sensible, debe de tener un feeling por el ambiente político del país donde opera, pese a que uno nunca comprenderá totalmente los matices de la cultura de un país en el que uno no ha nacido", explicó Solheim, hombre de pasado marxista cuya experiencia en la mediación le ha llevado a una visión menos idealista, más pragmática de la vida. "Segundo", dijo, "debe tener una tremenda dedicación y paciencia, un espíritu de misionero, aunque esto signifique que su trabajo entre en conflicto con sus obligaciones familiares. Tercero, se requiere una personalidad dispuesta a emprender riesgos, a diferencia del diplomático tradicional que rehuye de los riesgos. ¿Puede salir mal algo? Sí. Pero la pregunta debe de ser, ¿puede salir bien?".

"Cuarto, un mediador de esta naturaleza deber poseer el don de la empatía, debe poder conectar realmente con su interlocutor, sea quien sea. A veces uno se encuentra reunido con un individuo que ha matado a muchísimas personas, pero hasta cierto punto hay que lograr una conexión no sólo intelectual sino emocional con esta gente. Y, quinto, es esencial hablar con franqueza, comunicar una sensación de integridad y de entereza, crear confianza en el interlocutor y no dar la impresión de que se está actuando a favor de un bando u otro".

Solheim es lo suficiente frío y realista como para entender, especialmente tras su experiencia en Sri Lanka, que los métodos pacíficos no ofrecen siempre la solución de la paz. La paz es sencillamente el terreno en el que él y su Gobierno pueden ofrecer un valor añadido. "En muchos lugares lo que las condiciones exigen es una mezcla entre el diálogo y el uso de la fuerza. Nosotros aportamos diálogo, pero ambos instrumentos son necesarios a veces para llegar a una solución política. Si una banda criminal secuestra a tu hijo no descartarás el uso de la fuerza para salvarle, pero tampoco descartarás la negociación con los secuestradores".

También Solheim entiende hoy que, contrario a las enseñanzas marxistas que recibió en su juventud, la capacidad de un individuo de cambiar el destino de un país es enorme. "He llegado a la conclusión de que una persona, un líder, tiene un poder tremendo en sus manos en situaciones de conflicto en los que se puede optar por el camino de la guerra o el de la paz. La figura más influyente del siglo XX fue Hitler. Sin Hitler, no habría hoy un Estado de Israel, EE UU y la Unión Soviética habrían tenido una relación completamente diferente, todo hubiera sido diferente. Lo mismo en Suráfrica si Mandela no hubiera conducido el país por el camino de la reconciliación, si hubiera optado por la venganza. Lamentablemente demasiados pocos líderes siguen el ejemplo de Mandela, y lo que buscan es la ventaja política inmediata".

La vanidad y el egoísmo de los dirigentes políticos son los obstáculos con los que los mediadores se topan continuamente, exigiendo paciencia, generando frustración y alimentando aquella vena escéptica a la que se refirió uno de los mediadores más veteranos en el foro de Oslo. "Sí", dijo Solheim, "desafortunadamente en la mayoría de los conflictos los líderes políticos tienen como objetivo principal su propio bienestar, sea esto cuestión de extender su poder o de enriquecerse. Por eso un mediador siempre debe preguntarse ¿qué ventajas sacan los políticos de determinado conflicto? Porque si el conflicto les permite prosperar va a ser mucho más difícil llegar a un final negociado".

Otra dificultad que encuentran los mediadores, ligada al eterno problema de la vanidad, es que los líderes en cuyas manos está el final o la continuación de un conflicto basan sus decisiones en información equivocada. "En la mayoría de los casos los dirigentes, sean estos dictadores o políticos democráticamente electos, se pasan el día oyendo a gente que les dice lo que quieren oír, que les recuerda que son grandes genios, y esto no ayuda en absoluto. Tomemos el caso de Sadam Husein: cometió errores gravísimos respecto a las intenciones de EE UU porque la gente que le rodeaba no le dijo la verdad, en este caso porque temían que él les matara".

La relación personal es la clave del éxito de una negociación de paz, dice Solheim, y la clave del éxito del mediador también. Por eso ha llegado a la conclusión de que para resolver un conflicto hay que atenerse a lo que ocurre hoy, y no intentar, como ocurre con demasiada frecuencia, resolver resentimientos históricos acumulados a veces durante siglos. "Hay que ser pragmático. Esto es absolutamente clave. Si uno se propone rectificar lo que ocurrió en el pasado, nunca funciona. No hay ni un metro de tierra que no pueda ser exigido como territorio soberano por cualquier cantidad de grupos, de razas o naciones. Si uno quiere optar por esa ruta, Estados Unidos pertenece a los indios americanos, Rusia sería un estado más pequeño, etcétera. Yo creo que en vez de poner el enfoque en las raíces históricas de un conflicto hay que fijarse mucho más en los intereses de los políticos hoy, ahora, ya que muchas veces son los que crean los conflictos por motivos egoístas y mezquinos. Se nos puede pedir que ayudemos a resolver conflictos contemporáneos, pero, ¡que no se busque acabar con miles de año de injusticia en un día!".

Fuente: El País

Buenas noticias

Por: Moisés Naím

El mundo tuvo un buen verano. Claro que no fue tan bueno como para hacer desaparecer las desdichas que nos acosan. En Congo y Darfur continúan las atrocidades, la guerra en Afganistán se ha intensificado, y el desempleo en Europa y Estados Unidos es alto y está aumentando, por sólo citar unos pocos ejemplos de la larga lista de enfermedades que siguen afectando a la humanidad.

Pero, a pesar de todo esto, el verano fue bueno para el mundo. Para poner esto en contexto basta recordar los temas y expectativas que dominaban la conversación mundial hasta hace pocos meses. La crisis económica duraría años, y quizás una década, la gran recesión se transformaría en una depresión como la de los años treinta, o peor. El sistema financiero estaba herido de muerte y era sólo cuestión de meses que los bancos colapsaran. Los países más grandes y más pobres como China, India o Brasil no sólo no podían ayudar a paliar la crisis mundial, sino que se verían arrastrados por la debacle económica de EE UU y Europa.

Pero nada de esto pasó. De la misma manera que el mundo fue sorprendido por la crisis, ahora ha sido sorprendido por las noticias de la recuperación económica. Durante el verano las economías de Estados Unidos y de varios países europeos, incluyendo las de los más grandes (Alemania, Francia y Reino Unido) comenzaron a crecer de nuevo. Y en contra de todos los pronósticos, en China, India, Brasil, Polonia, Australia, Canadá y varias otras naciones, el impacto de la crisis fue mucho menor de lo esperado y su vitalidad económica contribuyó a la reactivación global. Además, un buen número de países menos desarrollados, como por ejemplo Chile, Perú, Ghana, Indonesia, o Turquía, supieron navegar por esta crisis mucho mejor que como lo habían hecho durante las crisis financieras de los años ochenta y noventa.

La economía mundial sigue muy débil y los pesimistas piensan que va a sufrir una recaída. Para millones de desempleados la recuperación es una abstracción o un chiste cruel. Esto se debe a que sabemos que las tasas de empleo suelen recuperarse más lentamente que la actividad económica. Además, en países como España el desempleo ha alcanzado niveles dramáticos. Pero el hecho incuestionable es que este verano nos enteramos que la enfermedad es menos grave y va a durar menos de lo que nos decían a comienzos del año. También nos decían que una grave amenaza era que para proteger los puestos de trabajo en sus industrias los gobiernos caerían en la tentación de imponer barreras a las importaciones provocando así una oleada proteccionista que profundizaría aun más la crisis mundial. O que habría masivas extradiciones forzadas de inmigrantes. Nada de esto ha ocurrido de manera significativa.

Pero éstas no fueron las únicas buenas nuevas que tuvimos durante este verano. También nos llegaron buenas noticias de Irán: el régimen de los ayatolás está fracturado y es menos solido y monolítico de lo que parecía. Ni siquiera el líder supremo, Alí Jamenei, ha salido incólume de las luchas por el poder que se están dando entre las distintas facciones del régimen. La mala noticia por supuesto sigue siendo que la facción de Jamenei y Mahmud Ahmadineyad tiene la ventaja y está aprovechándola para reprimir, encarcelar y hasta torturar a sus rivales, incluyendo a algunos que hasta hace poco formaban parte de la élite gubernamental y religiosa. Pero no hay que desdeñar el hecho de que ésta es la primera vez desde su ascenso al poder en 1989 que el régimen iraní muestra tal grado de fractura interna. Y hay que recordar que el ingrediente más potente en el proceso de resquebrajamiento y eventual caída que sufren los regímenes autoritarios es el faccionalismo y la lucha entre grupos rivales que están en la cima del poder. Quizás aún falte mucho tiempo para que el corrupto e ineficaz grupo que ahora manda en Irán sea reemplazado por otro que anteponga los intereses de todos los iraníes al enriquecimiento personal de sus líderes. Pero por lo que pudimos ver este verano quizás el fin de este terrible Gobierno esté más cerca de lo que jamás habíamos anticipado.

Y hubo más buenas noticias: el comienzo del retiro de las tropas estadounidenses de Irak, cosa que muchos decían que jamás ocurriría. O la pérdida de las elecciones del partido que gobernó Japón desde 1955, cosa que también muchos creían imposible. Claro está que el verano de 2009 no sólo nos trajo buenas noticias. Pero esa lista, la de las malas noticias, la conocemos demasiado bien y es la que se discute a diario. Lo que vale la pena rescatar es que, en términos relativos, en 2009 el mundo tuvo un buen verano. Y ésa es una gran noticia.

Fuente: El País

viernes, 11 de septiembre de 2009

El realismo petrolero de Oriente Medio

Por: Shlomo Ben-Ami

Más allá de lo importantes que se estén volviendo las potencias petroleras fuera de Oriente Medio, la región seguirá siendo la principal fuente de energía del mundo en los próximos años. A diferencia de Rusia, los miembros de la OPEP de Oriente Medio actúan como un cartel que produce muy por debajo de su capacidad. En los niveles de producción actuales, Rusia quedará fuera de carrera para 2020. Las condiciones no son radicalmente diferentes en África.

Esto significa que la seguridad energética seguirá dependiendo fuertemente de la política de Oriente Medio, y que los productores de petróleo de la región no cesarán en su intento de imponer las condiciones al mercado mundial. De especial preocupación son los vínculos entre las ambiciones militares y la transferencia de riqueza que las exportaciones petroleras pueden generar. El programa de armas nucleares de Irán y el temible fortalecimiento militar de Irak de los años 1990 ejemplifican la asociación letal entre la hipermilitarización y el poder del mercado energético.

Las amenazas de motivación política a los suministros de petróleo, como siempre, dominan los debates de seguridad energética. Como demuestra el caso iraquí, las guerras y los levantamientos domésticos pueden no sólo afectar el nivel de los suministros de petróleo a corto plazo, sino también socavar la capacidad de producción a largo plazo de un país dificultando el mantenimiento y la inversión.

No obstante, la potencial amenaza a los suministros petroleros de Oriente Medio de todas maneras está sobreestimada. Contra todas las probabilidades y predicciones, los regímenes de Oriente Medio han sobrevivido tanto a los fracasos del nacionalismo pan-árabe como a los desafíos del extremismo islámico. Tampoco los temores de que ataques terroristas puedan forzar a la industria petrolera a ponerse de rodillas son muy plausibles. Hasta el momento, el daño producido por ese tipo de ataques demostró tener corta vida.

Y el escenario fatídico de un enfrentamiento entre Israel e Irán que derive en un bloqueo iraní del Estrecho de Ormuz tampoco es particularmente creíble. Es improbable que Irán tenga la capacidad militar para bloquear el estrecho y, si fuera a intentarlo, se enfrentaría a una coalición verdaderamente global como respuesta. Es más, cerrar el estrecho representaría un bloqueo autoimpuesto que afectaría profundamente las propias necesidades energéticas domésticas de Irán, debido a su falta de capacidad de refinación.

De modo que, aunque el poder místico del petróleo como arma todavía persiste, ha demostrado ser una herramienta impotente. Algunos siguen viendo al petróleo como "el equivalente energético de las armas nucleares". Pero la verdad es que el embargo petrolero árabe de 1973 fue un fracaso colosal.

Si hubiera resultado exitoso, el presidente Anwar Sadat de Egipto no se habría apresurado a viajar a Jerusalén para firmar un acuerdo de paz con Israel pocos años después. El arma del petróleo no obligó a Israel a replegarse a sus fronteras de 1967, ni tampoco las potencias petroleras fueron capaces de absorber por mucho tiempo los costos que implicaba para sus propias economías la caída de los ingresos. Un uso masivo del petróleo como arma según las líneas del embargo petrolero de 1973 hoy está fuera de discusión.

Sin embargo, hay quienes, como el ex director de la CIA James Woolsey, que predicen que una toma radical del poder en Arabia Saudita podría introducir el uso del arma del petróleo contra Occidente. Pero ser radical no es sinónimo de ser irracional, y más allá de cuál pudiera ser su sesgo religioso o político, ningún estado saudita podría perder sus recursos por retener las riendas del poder. La riqueza colosal que surge del petróleo hace que los productores no sean menos dependientes del petróleo que los consumidores.

La verdadera amenaza no es que una Arabia Saudita radical pudiera dejar de exportar petróleo, sino que siga haciéndolo aún si el país se volviera radical. Miles de millones de petrodólares se convertirían entonces en el poder de fuego financiero detrás de los designios globales wahabíes.

Ahora bien, ¿es éste realmente un escenario muy diferente del que enfrentamos hoy? Después de todo, la riqueza petrolera saudita ha venido suscribiendo al terrorismo desde hace bastante tiempo. Curiosamente, Al Qaeda está feliz con el poder saudita en los mercados petroleros. En uno de sus pronunciamientos, llegó a admitir que Arabia Saudita "debe permanecer a salvo… porque es la principal fuente de fondos para la mayoría de los movimientos de la Jihad".

Si seguridad energética implica la disponibilidad de un suministro suficiente a precios accesibles, entonces el verdadero problema de la seguridad surge del poder del mercado, de un sistema de precios basado en carteles que dictan precios artificialmente altos que nunca podrían existir en un mercado competitivo.

De hecho, la aspiración de mantener el control del mercado explica la oposición de la OPEP al Protocolo de Kyoto, cuya implementación podría reducir la demanda global de petróleo en un 20%, y su temor de que Estados Unidos pudiera seguir el ejemplo de Europa y combatir la adicción al petróleo mediante un drástico aumento de los impuestos a la energía.

El presidente Barack Obama ha advertido en repetidas oportunidades que la transferencia de riqueza a países productores de petróleo hostiles es una amenaza importante para la seguridad nacional de Estados Unidos. Su plan de un recorte sustancial en el consumo de petróleo de su país para cumplir con el objetivo de reducir las emisiones de carbono y un plan de diez años para desarrollar energía limpia son aspiraciones encomiables. Pero las políticas destinadas a reducir el consumo de petróleo son proclives a chocar con la necesidad urgente de reavivar la economía de Estados Unidos.

Mantener la estabilidad en Oriente Medio por el bien de la seguridad energética se ha vuelto hoy algo secundario a la necesidad apremiante de afrontar los desafíos planteados por los problemas en Irán, Irak y Afganistán. Pero, aún si Estados Unidos lograra reducir el consumo de petróleo en hasta un 17%, todavía tendría que depender del petróleo del Golfo, y en consecuencia de la seguridad energética en la región.

Fuente: Project Syndicate