viernes, 30 de octubre de 2009

Aprender a abandonar el extremismo

Por: Paul Salem

En un informe tras otro del Banco Mundial, del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y de la Liga Árabe, se subraya que el déficit educativo del mundo árabe es una de las causas principales de su subdesarrollo. Pese a contar con el cinco por ciento de la población mundial y la mayor parte del petróleo y del gas del mundo, el mundo árabe se mantiene muy rezagado del resto del mundo y padece una –es la mejor denominación que podemos darle– “pobreza educativa”. Sin una mejora espectacular de todos los niveles educativos, el desempleo, el analfabetismo y la desigualdad de renta seguirán empeorando y la región seguirá siendo un peligro para sí misma y para sus vecinos.

Aun antes de la actual recesión económica, el desempleo en el mundo árabe ascendía, aproximadamente, al 14 por ciento, la media mayor del mundo, exceptuada el África subsahariana. Entre los jóvenes y los universitarios recién licenciados la cifra asciende a más del doble.

Además, el mundo árabe tiene la mayor tasa de crecimiento demográfico del mundo, por lo que casi el 40 por ciento de su población tiene menos de 15 años de edad. Según los mismos cálculos, el mundo árabe cuenta con la cuarta parte del desempleo mundial entre el grupo de edad comprendido entre los 15 y los 24 años. Tan sólo para mantener el ritmo de entrada de jóvenes en el mercado laboral, las economías árabes tendrán que crear 100 millones de nuevos puestos de trabajo a lo largo de los diez próximos años, lo que resultará imposible, si la educación sigue empobrecida.

Las tasas de escolarización en el mundo árabe mejoraron en el decenio pasado, pero los países árabes siguen teniendo por término medio una de las tasas netas de matriculación mas bajas del mundo en desarrollo. Una quinta parte, aproximadamente, de los niños en edad escolar, más de siete millones, no están escolarizados y el 60 por ciento de ellos son niñas. La media de años de escolarización de los árabes es menos de la mitad de la de los países asiáticos. No es de extrañar que, pese a los avances logrados en los últimos decenios, el analfabetismo siga ascendiendo a un 30 por ciento, aproximadamente, por término medio, y en algunos países árabes alcance el 50 y el 60 por ciento.

También la calidad de la educación árabe constituye un obstáculo. El mercado laboral actual requiere aptitudes basadas en la resolución de problemas, el pensamiento crítico, las lenguas modernas y la tecnología, pero los sistemas educativos árabes siguen siendo por lo general tradicionales, basados en la memorización, y autoritarios.

Las investigaciones realizadas en todo el mundo muestran que la educación es una condición indispensable para el crecimiento sostenible. Los tigres del Asia oriental invirtieron copiosamente en la educación, lo que dio un buen rendimiento desde el punto de vista de una fuerza de trabajo moderna y capacitada. En cambio, el desarrollo en el mundo árabe, impulsado en gran medida por los ingresos resultantes del petróleo, ha dejado a la población infrainstruida y económicamente marginada.

La educación es importante también en el marco árabe por su estatuto especial en el islam, que, como el judaismo y el cristianismo, es una religión del libro. El Evangelio de San Juan dice: “En el principio fue el verbo”; la primera palabra revelada al profeta Mahoma por el arcángel Gabriel fue: “Lee...” Una de las máximas del Profeta es: “Todos los hombres y las mujeres musulmanes tienen el deber de adquirir saber”.

Además, el islam carece de sacerdotes, sólo tiene eruditos. Las edades de oro árabes –en el Bagdad del siglo XI y la Andalucía del siglo XIV– son reverenciadas como períodos de gran cultura. Las escuelas y las universidades recibieron un gran apoyo y los estudiantes y los eruditos viajaban de ciudad en ciudad en pos del conocimiento. Después de aquellas edades de oro, la educación cayó en la decadencia.

En los decenios de 1970 y 1980, los Estados posteriores a la independencia del mundo árabe habían logrado grandes avances en su sector educativo, pero carecían de los recursos para mantener el ritmo de crecimiento de sus poblaciones en aumento. Los espectaculares niveles de inversión de los decenios de 1950 y 1960 disminuyeron progresivamente, con el resultado de que ahora muchos niños no están escolarizados o reciben una educación de poca calidad que no les brinda las aptitudes básicas en materia de alfabetización y aritmética, y siguen existiendo demasiadas disparidades basadas en el sexo, el lugar de residencia, la riqueza, la discapacidad y otros marcadores de marginación.

Lo que más tiene Occidente y lo que menos tiene el mundo árabe es educación. Requiere más escuelas y menos cañones, más universidades y menos portaaviones. Se puede decir que la Universidad Americana de Beirut, fundada en 1866, ha hecho más para transformar el Oriente Medio de forma positiva que ninguna otra institución comparable y, sin embargo, sólo recibe tres millones de dólares de ayuda anual de los Estados Unidos, que gastan miles de millones en ejércitos y armamento en esa región.

De hecho, el costo de un solo mes de gasto militar occidental en el Iraq o el Afganistán sería suficiente para triplicar la ayuda total a la educación en el Oriente Medio. El costo de dos misiles de crucero serviría para construir una escuela y el costo de un Eurofighter para construir una universidad pequeña.

Además, la educación puede tener un efecto fundamental en la formación de valores. Los islamistas radícales lo comprendieron hace mucho y dedicaron sus recursos a las escuelas. Arabia Saudí lo comprendió en el decenio de 1970, cuando procuró aumentar su influencia, y con el paso de los años ese reino ha financiado miles de escuelas y facultades que enseñan su estricta variedad del islam wahabí.

En el Afganistán y el Pakistán, se transmite a los jóvenes la concepción radical en escuelas religiosas denominadas madrasas. De hecho, taliban significa “estudiantes”. La batalla por el futuro del mundo árabe y musulmán que se está riñendo ahora no se ganará o perderá en el campo de batalla, sino en las aulas.

Fuente: www.project-syndicate.org

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