jueves, 26 de noviembre de 2009

"Lecciones del espía"

Por: Alvaro Vargas Llosa

La disputa entre Lima y Santiago por el caso del espía parece haber vuelto a los cauces razonables y diplomáticos de donde nunca debió salir. Perú ha pedido respuestas y reducido la acústica de las protestas y Chile ha ofrecido investigar los hechos y dar una explicación. Eso era lo que se echaba de menos desde hacía días: sacar el conflicto de las primeras planas y, sobre todo, de boca de los profesionales del antichilenismo, en el caso de Perú, y de los nacionalistas chilenos, en el otro.

Todo indica que el espía existió y que el gobierno peruano, viéndose expuesto a una filtración embarazosa y desestabilizadora, reaccionó con la intención de impedir que la dinámica de la indignación ciudadana agitada por los interesados lo colocara en situación insostenible. Sin embargo, con ser comprensible y tal vez hasta inevitable esa reacción, la lección que ella arroja es que el segmento minoritario, pero influyente, de militares y civiles que quieren empujar a Perú hacia una política exterior y defensiva de corte nacionalista tiene hoy un desproporcionado poder.

La otra lección, en este caso relacionada con el comportamiento de Chile, es que hay en Santiago una tendencia a la reacción defensiva automática y condicionada, en parte por una sicología de país "cercado" por enemigos que se ha ido instalando entre buena parte de la clase dirigente. En lugar de hacer una lectura fría de las circunstancias que rodeaban a Alan García y de entender las claves de un hecho que encerraba delicados equilibrios internos entre las fuerzas modernas que quieren relaciones adultas con su vecino del sur y las que se oponen a ello, quisieron ver un Perú convertido en enemigo.

Los países se espiaron siempre y se seguirán espiando. Las naciones más avanzadas ya lo tienen tan integrado en su política exterior que los casos de espionaje suelen ser asunto de páginas interiores, salvo cuando tienen un colorido especial. Todavía en estos asuntos peruanos y chilenos nos comportamos con algo de ingenuidad e infantilismo. Y aquí estaría la última lección de lo sucedido: Chile y Perú deben encontrar mecanismos de comunicación discreta que permitan tratar estos asuntos de un modo efectivo antes de que pasen a ser utlizados por fuerzas desestabilizadoras y de que, una vez filtrados, se conviertan en una pelota que los políticos de uno y otro lado patean hacia el arco contrario para hacer goles patrióticos.

El aprendizaje será lento y estará obstaculizado por episodios como este. En algún momento debe darse por parte de ambos países un ejercicio inteligente y corajudo -corajudo porque será en una primera instancia impopular y provocador en términos de política interna- para confinar las diferencias dentro de espacios que no lo pongan todo en riesgo.

Fuente: La Tercera

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