miércoles, 18 de noviembre de 2009

Aprender de la Guerra Fría

Por: Richard N. Haass

Toda guerra se libra tres veces. La primera surge de la discusión política sobre si iniciar la guerra o entrar en ella. Luego surge la cuestión de cómo librarla. Y, finalmente, se considera qué lecciones se deberían aprender de ella.

La Guerra Fría, el tercer conflicto más importante del siglo XX, no es una excepción a la regla. Las tres fases se pueden identificar y las tres desataron un intenso debate.

Hubo, por ejemplo, quienes cuestionaron si la Guerra Fría era de hecho necesaria y si la Unión Soviética y el comunismo constituían una amenaza. Estos "revisionistas" eran una minoría distinguible, lo cual es bueno, ya que no existe ninguna razón para creer que los soviéticos y el comunismo eran una fuerza benigna. En consecuencia, la Guerra Fría, una contienda global de cuatro décadas de duración, se convirtió en una realidad.

También hubo un debate continuo sobre la mejor manera de librar la Guerra Fría a lo largo de su historia. Las dos principales escuelas de pensamiento eran "repliegue" y "contención". La primera sostenía que la única solución era derrocar al comunismo -"cambio de régimen" según la jerga actual-. El segundo enfoque sostenía que los esfuerzos por hacer replegar al comunismo en el corto plazo eran demasiado riesgosos, en vista del arsenal nuclear soviético, y que Estados Unidos y Occidente debían contentarse con limitar la propagación del poder y la influencia soviéticos.

Prevaleció la contención, pero esto prácticamente no puso fin al debate, ya que hubo intensas discusiones tanto sobre dónde debía aplicarse (Vietnam, América Central y Oriente Medio vienen a la mente) como sobre la manera en que debía llevarse a cabo; vale decir, la combinación correcta de fuerza militar, acción encubierta, diplomacia y control de armamentos, y sanciones y asistencia económicas.

Y ahora, exactamente 20 años después de la caída del Muro de Berlín, estamos bien adentrados en la tercera fase -el debate sobre por qué la Guerra Fría terminó cuando terminó y cómo lo hizo.

Una escuela de pensamiento sostiene que la Guerra Fría se ganó como resultado de décadas de presión sostenida por parte de Estados Unidos y Occidente sobre la Unión Soviética y sus aliados. Esta presión en varias oportunidades cobró la forma de programas nucleares norteamericanos, británicos y franceses, el deseo de la OTAN de contrarrestar los despliegues del Pacto de Varsovia de ejército convencional y de fuerzas nucleares tácticas; la decisión de defender a Corea del Sur de la agresión de Corea del Norte; la dotación de armas a los mujaidines en Afganistán para desangrar a las fuerzas de ocupación soviéticas; y la decisión de crear un costoso sistema de defensa misilística destinado a invalidar la principal inversión militar de la Unión Soviética y hacer quebrar a su gobierno.

Una segunda escuela de pensamiento muy diferente hace hincapié no tanto en lo que hizo Occidente sino en lo que fue la Unión Soviética. Según esta narrativa, la Guerra Fría no fue tanto ganada por Estados Unidos y Occidente como perdida por los soviéticos, el resultado inevitable de la debilidad económica y la decadencia política soviética.

Una tercera perspectiva destaca que la voluntad occidental de involucrar a la Unión Soviética tanto como de confrontarla desempeñó un papel importante en la manera en que se desarrolló la historia. La détente ayudó a evitar que la competencia se desbordara en un conflicto ya que expuso al mundo comunista a las ideas de libertad y al capitalismo occidentales junto con sus beneficios. El régimen soviético y otros regímenes inestables descubrieron, cada vez más, que estaban perdiendo la batalla de las ideas y, en consecuencia, el respaldo de sus propios ciudadanos.

Todos estos factores tuvieron incidencia. La voluntad occidental de negarles el éxito a los soviéticos fue un componente esencial de estrategia. Pero esto por sí solo no habría sido suficiente; por cierto, la Guerra Fría bien podría haberse tornado caliente si la estrategia occidental hubiera consistido sólo en competencia y confrontación militar. Fue importante moderar la competencia para permitir que creciera la presión por el cambio desde dentro del bloque soviético. Y fue importante exponer a las sociedades bajo control soviético a sus anomalías y a las ventajas de las ideas de afuera.

Todo lo mencionado anteriormente tiene implicancias para los desafíos de hoy. Con certeza, no existe ninguna amenaza global de la magnitud de la ex Unión Soviética, pero existen desafíos peligrosos que surgen de países como Irán y Corea del Norte. Lo que se necesita es una política de parte de la comunidad global que combine poderío militar con la voluntad de negociar e interactuar, una política de fuerza colectiva y de flexibilidad colectiva.

Es importante tener en cuenta que la contención, la doctrina dominante en la era de la Guerra Fría, intentaba hacer retroceder la expansión soviética y comunista -no sólo limitar el alcance del poder soviético, sino frustrarlo- para crear un contexto en el que los defectos inherentes del comunismo y del régimen autoritario salieran a la luz. Mijail Gorbachov sólo podría haber hecho lo que hizo en medio de una crisis de confianza.

Hoy, el mundo necesita crear crisis similares de confianza en las mentes de quienes gobiernan Irán y Corea del Norte. El objetivo debería ser limitar lo que estos gobiernos pueden alcanzar en el corto plazo; obligarlos a cambiar sus políticas en el mediano plazo; y poner en funcionamiento fuerzas que generen gobiernos y sociedades nuevos y fundamentalmente diferentes en el largo plazo. Una estrategia de este tipo le dio buenos resultados al mundo durante la Guerra Fría; ahora podría hacer lo mismo.

Fuente: Project Syndicate, 2009.

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