lunes, 31 de agosto de 2009

¿Un buen consejo? Haga como yo y no se aferre al dólar

Por: Paul Kennedy

En la actualidad se desarrolla un debate por demás interesante en la comunidad académica respecto de la suerte a más largo plazo del dólar estadounidense como suprema divisa de reserva para transacciones cambiarias y para los valores en divisas de gobiernos nacionales, empresas globales y productores de petróleo, gas y otras materias primas.

Una interpretación generosa de toda esa confabulación es que en realidad al mundo le conviene más hacer sus transacciones monetarias sobre la base de un margen diferencial internacional de monedas en lugar de sobre una sola que, si se derrumba como consecuencia de un mal manejo interno, podría arruinar a muchos inocentes, sobre todo tal vez a países más pobres dependientes del dólar estadounidense. ¿Acaso el gran economista John Maynard Keynes no propuso en 1944 poner fin a un mundo con denominación en dólares que terminaría por desplomarse por llevar tanto peso sobre los hombros?

Habría sido bueno para el mundo y también para los Estados Unidos. Washington, sin embargo, vetó la propuesta de Keynes. Es agradable sentirse el más fuerte. Por otra parte, si se posee la principal divisa del mundo, se puede tener déficits comercial y de cuenta corriente enormes sin verse castigado por ello.

La interpretación más desagradable de esta idea de poner fin a la supremacía del dólar es, no cabe duda, antiestadounidense. Parece estar escrito que la potencia internacional más importante debe enfrentar el resentimiento de los países que se encuentran más abajo en la columna totémica, incluso cuando esa hegemonía tiene bastante éxito en lo relativo a distribuir lo que los economistas llaman "bienes públicos".Por lo tanto, si las economías ascendentes de Brasil, Rusia, India y China deciden celebrar su propia reunión, a nadie debería sorprenderle que analicen el comercio internacional y el sistema financiero, así como la forma de hacerse menos dependientes de la capacidad estadounidense de provocar daños.

Algunos consideran que un dólar debilitado también podría ser un golpe a la arrogancia estadounidense y un recordatorio de que hasta los "más fuertes" pueden perder. Eliminar la ventaja "injusta" del dólar como principal moneda de reserva es algo que siempre resultó agradable a los intelectuales franceses, así como a los presidentes franceses desde de Gaulle hasta Sarkozy. ¿Entonces por qué no impulsar una "canasta de monedas" más equitativa para los intercambios comerciales del mundo o, como variante, tratar de comerciar por medio de los derechos especiales del FMI? Parece razonable —y por lo tanto defendible— y de paso haría que los estadounidenses bajaran uno o dos escalones.

Tarde o temprano —y, si se lo piensa bien, el debate es en realidad entre "tarde" o "temprano", no sobre "si"— vamos a presenciar otro gran desplazamiento del equilibrio de fuerzas global.

Pero en el corto plazo, me alegra cobrar mis honorarios por mis columnas y libros en muchas monedas, lo que me permite estar a salvo.

Fuente: Tribune Media Service

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