martes, 18 de agosto de 2009

La social democracia se afirma en América Latina

Por: Jorge Lanzaro

Entre los gobiernos de izquierda que se multiplican en América Latina al comienzo del siglo XXI, descollan las manifestaciones populistas (Venezuela, Bolivia, Ecuador).

Pero al mismo tiempo, con menos alarde, se consolidan las experiencias de tipo social democrático de Brasil, Chile y Uruguay que constituyen una verdadera novedad histórica.

Lo que define a los gobiernos social democráticos y los distingue de los populistas, es que son experiencias protagonizadas por una izquierda institucional, integrada a regímenes democráticos, en sistemas de partidos plurales y competitivos, más o menos institucionalizados.

Son izquierdas socialistas, revolucionarias o reformistas, crecidas en hermandad con los sindicatos, que han realizado una conversión política, optaron por la moderación ideológica y se alinean en la competencia por el centro. Ajustándose a las restricciones políticas y económicas, se avienen a las lógicas de la economía capitalista, en cierta continuidad con el status quo y los cánones neo liberales. No obstante, por su matriz ideológica, en virtud de la competencia entre partidos y dentro de la propia izquierda, estos gobiernos enfatizan el crecimiento económico y la inclusión social.

Su potencial de innovación depende de sus recursos políticos y del coeficiente de poder de que disponen. El primer gobierno de izquierda en la historia uruguaya, que debutó en 2005, tiene en este sentido ventajas comparativas. No median coaliciones como en Brasil y Chile, sino que hay un gobierno mayoritario, de un solo partido, el Frente Amplio (FA), que congrega a casi todos los grupos de izquierda, cuenta con apoyos sindicales consistentes y se ubica a una distancia ideológica del bloque de oposición relativamente moderada.

Tabaré Vázquez, que ganó la presidencia en primera vuelta, suma la jefatura del gobierno a la jefatura unitaria de su partido y ejerce un liderazgo potente, gozando de una popularidad alta, que trasciende a sus correligionarios de izquierda.

En el ciclo de prosperidad que hubo hasta 2008, con alza de precios de las commodities y dinamismo interno, el gobierno aseguró la estabilidad macroeconómica, el equilibrio fiscal y la apertura del mercado, alentando la competitividad y la inversión privada nacional y extranjera.

Al mismo tiempo hubo innovaciones significativas: derechos humanos; reforma tributaria con impuesto a la renta general y progresivo; sistema integral e inclusivo de salud. El gobierno benefició a los sectores más pobres con transferencias de ingresos no contributivas y con asignaciones familiares que benefician a los menores y a las mujeres jefas de hogar. También aplicó políticas de desarrollo de ciencia y tecnología, expandió el presupuesto de la educación pública e implementó un amplio programa “one laptop per child“. Se aumentó el gasto público y del gasto social, con una orientación pro-cíclica. Una política laboral favorable a los trabajadores y los sindicatos reinstaló las negociaciones salariales paritarias.

Vázquez concluye su período en 2010 y no puede ser reelecto. Las elecciones presidenciales de octubre próximo prometen ser muy reñidas, con una disputa voto a voto entre el Frente Amplio y el Partido Nacional, que encabeza el bloque de centro derecha.

En las elecciones primarias del FA se impuso la candidatura de José Mujica, que desafió el liderazgo de Vázquez y se ubicó a la izquierda de su rival Danilo Astori, quien representa la continuidad del gobierno actual. Mujica tiene un perfil populista, anti-establishment, fundado en su carisma y su invocación de los pobres, alimentado por sus trazas personales, su pertenencia a la guerrilla Tupamara de los años 60 y sus simpatías por los Kirchner y la izquierda “bolivariana”.

Sin embargo, el sistema de partidos y el balance de fuerzas del FA no favorecen los vuelcos a la izquierda, ni las andanzas populistas. Esas tácticas de disputa interna serían contraproducentes en la campaña presidencial. Por eso Mujica comenzó a reivindicar el gobierno de Tabaré Vázquez e integró a Astori a la fórmula presidencial, anticipando que le confiará la conducción de la economía y le dará participación en el Ejecutivo. Para reforzar sus credenciales socialdemócratas, ambos peregrinaron a Estados Unidos, Brasil y Chile.

La estructura política tendrá efectos moderadores sobre cualquier gobierno. Sin perjuicio del sesgo del presidente, si el FA triunfara nuevamente es muy probable que se asegure la continuidad de la experiencia social democrática, aunque con acentos distintos y variaciones que impondrán el ciclo económico y los recursos políticos del gobierno.

Si el FA no gana en la primera vuelta, no dispondrá de la mayoría absoluta que tiene Vázquez. Eso acotaría su capacidad de innovación. Por lo demás, Mujica tiene mayoría en el FA pero no es el jefe unitario del partido sino el líder de uno de los sectores. Su liderazgo se pondrá a prueba en la campaña electoral y en la presidencia, si llegara a ganar.

Una segunda administración del Frente Amplio presentaría nuevos desafíos, con un balance de poderes y una competencia política más acentuada, tanto entre los partidos como dentro de la misma izquierda. Esa experiencia acercaría a los social demócratas uruguayos aún más a los de Brasil y Chile. Sus gobiernos –como los de sus congéneres europeos- sólo podrán prosperar en un cuadro de pluralismo democrático y a través de la política de compromisos.

Fuente: project-syndicate.org

No hay comentarios: