lunes, 3 de agosto de 2009

Los cambios de Obama no son cosméticos

Por: Ricardo Lagos Escobar

Se cumplieron seis meses desde que Barack Obama asumió la presidencia de Estados Unidos. Si los ciudadanos de su país han hecho una evaluación de este período, también puede y debe hacerla el resto del mundo. Ello para identificar los avances y advertir las tareas pendientes.

Barack Obama ha demostrado que es posible tener un enfoque distinto en las relaciones internacionales. La huella de estos primeros meses nos dice que el cambio registrado en Estados Unidos no es cosmético. Obama no sólo es el primer presidente negro en ese país, sino más importante, es el primero en comprender la existencia de un mapa distinto para entender las relaciones internacionales del siglo XXI y en aceptar los desafíos de ese mapa.

Su tarea principal ha sido enfrentar la crisis desencadenada bajo las políticas de su antecesor, que de Estados Unidos saltó al resto del planeta para afectar no sólo a los mercados financieros sino también a la economía real. Pero junto con abordar con decisión dicha crisis, Obama ha sido capaz de posicionarse en el mundo y ha logrado cambiar en poco tiempo la visión que se tenía de Estados Unidos.

Así lo demuestra una encuesta reciente. El Informe "Actitudes Globales" del Pew Center, entregado hace diez días, señala que la imagen de Estados Unidos vuelve donde se encontraba antes del gobierno de George Bush. De los 25 países participantes en el estudio, Francia marcó el cambio mayor, donde si en 2008 sólo el 42% tenía confianza en Estados Unidos, este año la cifra subió al 75%. Por cierto, la sola elección de Obama ha sido una verdadera revolución dentro de los Estados Unidos y ha impactado en la forma como el mundo mira a ese país. El viene de un sector con una dura y larga historia por conquistar sus derechos civiles, pero a quienes también ha dicho con vehemencia: "ustedes pueden, basta de lamentos".

El saldo de los seis meses ratifica un dato evidente de la realidad contemporánea: Estados Unidos no es capaz de abordar solo los grandes problemas globales, pero al mismo tiempo el mundo sabe que sin Estados Unidos esos problemas tampoco encontrarán solución. Lo dijo con claridad en Europa, hablando a socios con los cuales se asumen tareas, pero también responsabilidades comunes. Atrás quedaron los desencuentros desencadenados por la Guerra de Irak.

¿Y Rusia? Allí se ha dado un trato distinto. Ha planteado la necesidad de ser amigos, pero con una agenda concreta donde la clave está en activar las negociaciones para reducir las cabezas nucleares porque ellas corresponden a una etapa ya superada de Guerra Fría. Es cierto que Rusia ha tenido planteamientos como el de Georgia que hacen pensar en el resurgimiento de antiguas desavenencias, pero pasando por sobre ello, Obama ha sido claro al plantear una agenda de futuro sustentada en gestos de mutua confianza entre ambas potencias.

Por otra parte, está la buena práctica de los enviados especiales para tratar cuestiones como la de Pakistán, donde la situación interna raya el desgobierno por su cercanía con el conflicto de Afganistán, o para buscar salidas al conflicto milenario de Oriente Medio, donde también gravita la presencia de Irán y sus aspiraciones de poder nuclear. Los enviados especiales tienen la tarea de hacen ver a sus contrapartes la relación especial que Obama busca establecer para resolver los desafíos de común acuerdo. Al llegar a Ghana, el primer país africano donde fue porque éste ha sabido manejarse bien en medio de las complejidades que azotan el continente, dijo una frase profunda: "llevo dentro de mí la sangre de Africa". Y ello, por cierto, generó un impacto político mayor.

Como también lo produjo el discurso magistral pronunciado en El Cairo hablando para el mundo musulmán. Lo hizo con un lenguaje elaborado para llegar a ese mundo, con la naturalidad de quien vivió parte de su vida en Indonesia, el país más grande de población musulmana. Y también cabe valorar lo ocurrido recién, el 27 de julio, cuando Obama hace algo inédito: decide hablar en Washington para abrir la habitual reunión de trabajo a nivel ministerial del diálogo estratégico entre Estados Unidos y China.

¿Por qué lo hace? Para enviar un mensaje muy claro a China como potencia emergente: "Nuestra cooperación en temas de interés común es un prerrequisito para avanzar en los mayores desafíos globales" tales como política económica, cambio climático, tecnologías de energías limpias, no proliferación nuclear, combate al terrorismo y abordar crisis humanitarias como Darfur. Finalizó diciendo: "Ninguna nación puede enfrentar estos desafíos del siglo XXI por sí sola".

Desde América latina debemos mirar toda esta reformulación política como una oportunidad y preguntarnos qué haremos en ella. Obama también le habló a este continente con una actitud nueva, capaz de aminorar la retórica antiimperialista de algunos líderes de la región. Por cierto, hay discrepancias entre nosotros y Estados Unidos, pero el escenario de discusión es distinto. Hay una nueva actitud hacia Cuba. Y frente a la crisis de Honduras lo primero ha sido decir No al golpe de Estado y luego ver cómo se resuelve lo demás. La Cumbre de Trinidad y Tobago, como los diálogos con los presidentes de la región, dan indicios claros de un nuevo momento en las relaciones hemisféricas. El punto es saber aprovecharlo, levantar una agenda de siglo XXI y tratar de hablar en ese diálogo con una voz común.

Un presidente con ideas claras y propósitos definidos puede abordar muchos problemas simultáneamente. Es lo demostrado por Obama en estos seis meses. Y en ello Hillary Clinton también ha sido un respaldo clave para ganar credibilidad. El comienzo ha sido bueno, ahora cabe estar atentos a cómo sigue la marcha porque es un tema que atañe al futuro del mundo.

Fuente: www.clarin.com

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