viernes, 3 de octubre de 2008

El Putin de Arabia

Por: Mai Yamani

Casi sin que nadie se dé cuenta, Rusia está recuperando gran parte de la influencia que perdió en el Medio Oriente tras la caída de la Unión Soviética. Desde que Rusia invadió Georgia en agosto, en la televisión por satélite y los sitios Web árabes proliferan las discusiones sobre el papel de la religión en una “nueva Guerra Fría”. ¿En verdad ha vuelto el patrocinador de los árabes durante la Guerra Fría? Y de ser así, ¿qué significa eso para la paz en la región?

Con la caída de la URSS terminó también la ideología comunista, que los musulmanes creen que contradice su fe. El comunismo nunca evitó que los regímenes árabes que se oponían a los Estados Unidos aceptaran armas de los rusos de la era soviética, pero sí impidió que los rusos obtuvieran la clase de influencia profunda que Estados Unidos había conseguido sobre sus aliados regionales. Ahora, incluso los islamistas ven con buenos ojos el regreso de Rusia como actor regional a fin de fortalecer su lucha contra la hegemonía estadounidense y curiosamente se olvidan de la brutal represión rusa contra los musulmanes chechenos en los años noventa.

Esta es una inversión total del patrón que prevalecía en los años cincuenta. En ese entonces, los Estados Unidos apoyaron al Islam como un baluarte contra el comunismo. Sus aliados en el Medio Oriente, sobre todo Arabia Saudita, justificaban la influencia de Estados Unidos basándose en que los estadounidenses eran cristianos y, por lo tanto, parte de Ahl el-Kitab (los Pueblos del Libro). A los soviéticos se les atacaba continuamente como enemigos peligrosos de Dios.

Actualmente, el poder estadounidense en el Medio Oriente está en su nadir histórico, y Rusia busca llenar el vacío. Incluso los aliados más cercanos de Estados Unidos –Arabia Saudita, Egipto e Israel—son vulnerables ante la expansión agresiva de las “fuerzas radicales” representadas por Irán, Hamas, Hezbollá, Siria y la resistencia iraquí. En la atmósfera reinante de desorden y confusión, los islamistas radicales acusan a los estadounidenses de ser cruzados bárbaros que han sustituido a los comunistas como enemigos del Islam. En efecto, para la mayoría conservadora de la región, los Estados Unidos, con su cultura pop y su democracia liberal, son un aliado mucho más problemático que los rusos autocráticos y amantes de la riqueza.

Los avances rusos en la región comenzaron con la visita de Estado del ex Presidente Vladimir Putin a Irán en octubre de 2007 –la primera visita de un líder ruso desde el viaje de Stalin a Teherán en 1943. Rusia, por supuesto, ayudó a Irán a poner en marcha su programa nuclear y a menudo ha defendido al régimen iraní contra sanciones más severas de las Naciones Unidas.

Rusia ve sus relaciones con Irán como un medio de potenciar su influencia diplomática en el Medio Oriente, donde los Estados Unidos han buscado (con éxito) marginar al Kremlin desde el final de la Guerra Fría. El otro objetivo de Rusia ha sido eximir de las sanciones de las Naciones Unidas al reactor de Bushehr que está construyendo para Irán. Un conjunto de sanciones financieras respaldado por la ONU amenazaría las ganancias que obtendría Rusia por el suministro de combustible nuclear para el reactor, que empezará a funcionar dentro de poco.

En efecto, por primera vez en la historia de la presencia de Rusia en el Medio Oriente, puede contar con aliados locales verdaderamente poderosos. La Unión Soviética perdió Egipto en 1972 y sus bases navales en Siria fueron abandonadas en 1989. Ahora, Rusia ha firmado acuerdos estratégicos con Irán y está reconstruyendo las bases en Siria en respuesta a un llamado del Presidente Bashar Al-Assad (quien visitó Moscú en un descarado intento para obtener apoyo del Kremlin inmediatamente después de que terminara la guerra en Georgia).

El régimen de Irán está ansioso por publicar sus relaciones con Rusia y por hacer concesiones a los rusos a fin de encarar la amenaza estadounidense e israelí y de ganar más tiempo para su programa nuclear. Hamas también está orgullosa de sus vínculos con Rusia, tan es así que fue uno de los únicos tres regímenes del mundo que reconocieron la independencia de Abjazia y Osetia del Sur, las regiones a las que Rusia ha ayudado a separarse de Georgia.

En respuesta a las políticas fallidas de Estados Unidos en el Medio Oriente, ya sea en Iraq, Irán, Siria, Líbano o Palestina, Rusia parece estar utilizando su riqueza petrolera a fin de formar un nuevo bloque para contrarrestar la presencia estadounidense. Incluso en Iraq, Rusia está haciendo avances. Ha cancelado alrededor de 12 mil millones de dólares de deuda contraída en tiempos de Saddam y está presionando para crear un oleoducto Iraq-Siria que fortalecería sus proyectos de controlar la mayoría del transporte de petróleo y gas. Rusia también está dispuesta a suministrar armas más desarrolladas a Siria e Irán.

A corto plazo, con los altos precios del petróleo Rusia no tiene nada que perder, pero a largo plazo su política es doblemente equivocada. Un Irán con armas nucleares a sus puertas no favorece los intereses nacionales de Rusia, sobre todo dada la creciente radicalización de sus 20 millones de ciudadanos musulmanes –la única parte de su población que está creciendo. En efecto, Irán apoyó firmemente a los separatistas chechenos que Rusia combatió durante casi una década.

Puesto que los musulmanes serán un factor más importante en la política interna de Rusia en las próximas décadas, sería aconsejable que se interesara en los asuntos del Medio Oriente. Pero fortalecer a los elementos más radicales de la región únicamente les dará los medios para poder algún día prestar atención a los musulmanes “oprimidos” de Rusia.

Fuente: www.project-syndicate.org

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