martes, 30 de septiembre de 2008

El estado del mundo

Por: Ban Ki-moon

Todos reconocemos los peligros de hoy. Una crisis financiera global. Una crisis energética global. Una crisis de alimentos global. Las conversaciones sobre comercio colapsaron, una vez más.

Existen nuevos estallidos de guerra y violencia. El cambio climático amenaza cada vez más claramente nuestro planeta. Decimos que los problemas globales exigen soluciones globales.

Pero, ¿hacemos algo? En verdad, hoy, también enfrentamos una crisis diferente -el desafío del liderazgo global-. Están surgiendo nuevos centros de poder y liderazgo -en Asia, América latina y en todo el mundo recientemente desarrollado.

En este nuevo mundo, los desafíos son cada vez más los de la colaboración, no la confrontación. Las naciones ya no pueden proteger sus intereses, o mejorar el bienestar de sus pueblos, sin la colaboración del resto.

Sin embargo, veo el peligro de que las naciones miren hacia adentro y no hacia un futuro compartido. Veo el peligro de retroceder en el progreso que hemos realizado, particularmente en el terreno del desarrollo económico y la justicia a la hora de compartir los frutos del crecimiento global.

Sí, el crecimiento global sacó a miles de millones de personas de la pobreza. Sin embargo, si uno está entre los pobres del mundo, nunca habrá sentido la pobreza con tanta crudeza. Sí, nunca se abrazó tan ampliamente el derecho y la justicia internacional. Sin embargo, quienes viven en países donde se abusa de los derechos humanos nunca han sido tan vulnerables.

Sí, la mayoría de nosotros vive en paz y seguridad. Sin embargo, la violencia se está agravando en muchas naciones: Afganistán, Somalia, la República Democrática de Congo, Irak y Sudán.

Sus problemas son parte de la emergencia de desarrollo que enfrentamos. En el último año, el precio del combustible, de los alimentos y de las materias primas subió de manera alarmante. Los países ricos temen por una recesión, mientras que los pobres ya no pueden darse el lujo de comer.

Los Objetivos de Desarrollo del Milenio son parte de la solución. Pero el progreso en esta materia ha sido desparejo. No se cumplieron las promesas. No obstante, hemos logrado lo suficiente como para saber que los objetivos están al alcance.

La ONU es el adalid de los más vulnerables. Cuando acecha el desastre, actuamos. Lo hicimos este año en Haití y otras naciones del Caribe afectadas por los huracanes. Lo hicimos después del ciclón Nargis en Myanmar, donde el desafío hoy es luchar por el progreso político, inclusive pasos creíbles en materia de derechos humanos y democracia.

Hemos ayudado a la gente afectada por serias inundaciones en el sudeste asiático, y por las sequías en el noreste de Africa, donde 14 millones de personas necesitan ayuda de emergencia. Desde que asumí, he instado a que se tomaran medidas más vigorosas en Somalia. ¿Debemos esperar y ver cómo más niños mueren en la arena?

La crisis de alimentos global no se extinguirá por sí sola. Ahora puede haber desaparecido de los titulares. El año pasado, a esta altura, el arroz costaba 330 dólares por tonelada. Hoy cuesta 730 dólares. La gente que solía comprar arroz por bolsa ahora lo hace por puñado. Quienes hacían dos comidas por día ahora se las arreglan con una sola.

La ONU se concentró en que semillas y fertilizantes llegaran a manos de los pequeños agricultores. Buscamos una nueva "revolución verde" en Africa. Pero carecemos de nuevos recursos. La comunidad internacional no equiparó las palabras con las acciones.

En Burundi y Sierra Leona, Liberia y Timor Oriental, nuestros recursos están bajo tensión porque las fuerzas de paz de las Naciones Unidas están ayudando a los países a doblar la esquina en busca de la paz. Sin embargo, la diplomacia preventiva de la ONU suele ser fundamental. Vemos los frutos en Nepal, Kenia y, con suerte, en Zimbabwe.

De la misma manera, existe una posibilidad real de reunificar a Chipre. En Georgia, las Naciones Unidas pueden ayudar a aliviar las tensiones que resultan del conflicto reciente. En Costa de Marfil, ayudaremos a organizar elecciones antes de fin de año -un avance importante hacia la recuperación y la democracia.

Pero es peligroso pensar que las Naciones Unidas pueden abordar los problemas complejos de hoy sin el pleno respaldo de sus estados miembro. En Darfur, por caso, enfrentamos un continuo desafío para cumplir los plazos de despliegue. Carecemos de activos y personal críticos. Si no están respaldados por recursos, los mandatos están vacíos.

Y ahora todo nuestro trabajo -financiar el desarrollo, realizar inversión social en países ricos y pobres, los Objetivos de Desarrollo del Milenio, las fuerzas de paz- está en peligro debido a la crisis financiera global. Es necesario restablecer el orden en los mercados financieros internacionales. Debemos pensar en un nuevo orden económico global que refleje más plenamente las realidades cambiantes de nuestro tiempo.

Esas realidades instan a una continua acción por parte de las Naciones Unidas en innumerables frentes: combatir la malaria y el sida, reducir la mortalidad maternal e infantil, combatir el terrorismo global y asegurar el desarme y la no proliferación nuclear. En la Península Coreana, deben implementarse todos los acuerdos de las conversaciones de seis partes, e Irán debe cumplir con las resoluciones del Consejo de Seguridad y cooperar plenamente con la Agencia Internacional de Energía Atómica.

El área de los derechos humanos, por sobre todo, exige nuestra vigilancia. La justicia debe tratarse como un pilar de la paz, la seguridad y el desarrollo. Debemos fomentar "la responsabilidad de proteger". A pesar de las dificultades políticas reales, no podemos permitir que los delitos contra la humanidad no sean castigados.

El cambio climático sigue siendo la cuestión definitoria de nuestra época. Debemos recuperar nuestro dinamismo. Nuestra primera prueba se producirá en tres meses en Poznan, Polonia. Para entonces, necesitamos una visión compartida de un nuevo acuerdo sobre cambio climático global que reemplace el Protocolo de Kyoto, que caduca en 2012.

La base de todo el trabajo de las Naciones Unidas es la responsabilidad. Necesitamos cambiar la cultura de la ONU. Debemos volvernos más rápidos, más flexibles y más efectivos -más modernos-. Debemos reemplazar nuestro sistema actual de contratos y condiciones de servicio, que son disfuncionales y desmoralizadores.

Pero los estados miembro de la ONU también deben asumir responsabilidades. Las resoluciones que exigen operaciones de paz no pueden seguir sancionándose sin las tropas, el dinero y el material necesarios. No podemos enviar personal valiente de la ONU -25 de sus miembros murieron este año- a todo el mundo sin garantizar su seguridad. No podemos reformar esta organización sin los recursos necesarios.

Las incertidumbres de hoy pasarán, pero sólo si actuamos con sabiduría y responsabilidad. Al hacerlo, estableceremos el marco para una nueva era de estabilidad y prosperidad global, compartida más amplia y equitativamente.

Fuente: www.project-syndicate.org

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