viernes, 31 de octubre de 2008

Vivir en un mundo no polarizado

Por: Richard N. Haass

El mundo actual no está dominado por una o dos o incluso varias potencias, sino que recibe las influencias de decenas de protagonistas estatales y no estatales que ejercen diversos tipos de poder. Un siglo XX dominado primero por unos pocos Estados, después, durante la Guerra Fría, por dos Estados y, por último, por la preeminencia americana al final de ella, ha dado paso a un siglo XXI en el que ninguno domina. Llamémoslo no polarizado.

Se ha debido a tres factores. Primero, algunos Estados han ganado poder junto con su poder económico; segundo, la mundialización ha debilitado el papel de todos los Estados al permitir a otras entidades acumular un poder considerable, y, tercero, la política exterior americana ha acelerado el relativo declive de los Estados Unidos respecto de los otros. El resultado es un mundo en el que el poder está cada vez más distribuido, en lugar de concentrado.

El surgimiento de un mundo no polarizado podría resultar más que nada negativo, al dificultar la aparición de reacciones colectivas ante amenazas regionales y mundiales apremiantes. La existencia de más encargados de adoptar decisiones dificulta su adopción. La falta de polaridad aumenta también el número y la gravedad potencial de las amenazas, ya se sean Estados delincuentes, grupos terroristas o milicias.

Aun así, si bien la falta de polaridad es inevitable, su carácter no lo es. Se puede –y se debe– hacer mucho para modelar el mundo no polarizado, pero el orden no surgirá por sí solo. Al contrario, abandonado a su propia inercia, un mundo no polarizado acabará empeorando con el tiempo.

Oponer resistencia a la propagación de las armas nucleares y materiales nucleares no protegidos puede ser tan importante como cualquier otro conjunto de compromisos. Si se crearan bancos de uranio enriquecido o de combustible gastado e internacionalmente administrados, los países podrían tener acceso a la energía nuclear, pero sin disponer del material necesario para fabricar bombas. Se podrían facilitar garantías de seguridad y sistemas defensivos a Estados que, de lo contrario, podrían verse obligados a crear sus propios programas nucleares para contrarrestar los de sus vecinos y se podrían aprobar sanciones contundentes para influir en el comportamiento de los Estados que podrían llegar a tener armas nucleares.

También la lucha contra el terrorismo es esencial para que el mundo no polarizado no se convierta en una moderna Edad Media. Hay muchas formas de debilitar las organizaciones terroristas existentes mediante la utilización de los servicios de inteligencia, los recursos encaminados a imponer el imperio de la ley y las capacidades militares, pero, si no se puede hacer nada para reducir el reclutamiento, se trata de una empresa condenada al fracaso.

Los padres, las figuras religiosas y los dirigentes políticos deben deslegitimar el terrorismo avergonzando a quienes lo adoptan y –lo que es más importante– los gobiernos deben buscar formas de integrar a los jóvenes que se sienten marginados en sus sociedades, lo que requiere una mayor libertad política y oportunidades económicas.

También el comercio puede ser una fuerza poderosa en un mundo no polarizado, al brindar a los Estados un interés en evitar los conflictos, contribuir al aumento de la riqueza y fortalecer los cimientos del origen político interno… con lo que también reducirán las posibilidades del fracaso estatal. Para ello, se debe aumentar el ámbito de aplicación de la Organización Mundial del Comercio mediante la negociación de futuros acuerdos mundiales que reduzcan las subvenciones y los obstáculos arancelarios y no arancelarios.

Un nivel similar de actuación puede ser necesario para velar por que continúen las corrientes de inversión. El objetivo debe ser la creación de una Organización Mundial de Inversiones, que, al fomentar las corrientes transfronterizas de capital, reduciría al mínimo el riesgo de que “el proteccionismo en materia de inversión” impida actividades que, como el comercio, son económicamente beneficiosas y crean bastiones políticos contra la inestabilidad. Una OMI podría fomentar la transparencia por parte de los inversores, determinar cuándo es la seguridad nacional una razón legítima para prohibir o limitar la inversión y crear un mecanismo de solución de controversias.

También será necesario adoptar más medidas para impedir el fracaso de los Estados y abordar sus consecuencias. Los EE.UU y otros países desarrollados deben aumentar sus capacidades militares para afrontar el tipo de amenazas que se plantean en el Iraq y en el Afganistán, además de crear un fondo común de talento y experiencia para prestar ayuda con las tareas básicas de creación de naciones. También será esencial una mayor asistencia económica y militar para aumentar la capacidad de los Estados a fin de que cumplan sus deberes para con sus ciudadanos y vecinos.

El multilateralismo será decisivo en un mundo no polarizado. Ahora bien, para que dé resultados positivos, se debe readaptar con vistas a incluir entidades distintas de las grandes potencias. Se deben reconstituir el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y el G-8 para que reflejen el mundo actual y no el posterior a la segunda guerra mundial y se deberá examinar la posibilidad de una participación de copartícipes no estatales en las organizaciones y los procesos multilaterales.

Puede que el multilateralismo deba ser menos amplio y firme, al menos al principio. Se necesitarán redes junto a las organizaciones. Conseguir que todo el mundo asienta sobre todo será difícil; en su lugar, debemos estudiar la posibilidad de lograr acuerdos entre menos partes y con fines menos ambiciosos.

A ese respecto el comercio es en cierto modo un modelo, en la medida en que los acuerdos bilaterales y regionales están colmando el vacío creado por el fracaso de las negociaciones sobre una ronda comercial mundial. Lo mismo es aplicable al cambio climático: un acuerdo sobre ciertos aspectos del problema (por ejemplo, la desforestación) o concertado sólo por algunos países (los mayores emisores de carbono, por ejemplo) puede ser viable, mientras que puede no ser un acuerdo en el que participen todos los países y encaminado a resolver todos los problemas.

Es probable que el multilateralismo a la carta esté a la orden del día. No es precisamente lo óptimo, pero en un mundo no polarizado, lo mejor muy bien puede resultar enemigo de lo posible.

Fuente: project-syndicate.org

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