jueves, 16 de octubre de 2008

La fiebre del petróleo de Brasil

Por: James Onnig Tamdjian

Brasil está por ocupar un lugar entre las potencias petroleras del mundo. Los cálculos de sus reservas recién descubiertas lo colocan en el octavo lugar de las naciones productoras de crudo, por delante de Nigeria y del país que es su rival por la influencia en América Latina, Venezuela. Una riqueza así es generalmente fuente de celebración. Pero el Presidente Luis Inacio Lula da Silva, tal vez temeroso de la tristemente célebre “maldición de los recursos” que ha afectado el desarrollo de tantos países dotados con riquezas minerales, está decidido a que la nueva riqueza petrolera no se convierta en “tonterías”.

En 2007 se descubrieron enormes depósitos de petróleo en las costas de Brasil. Según cálculos modestos, esas reservas son de alrededor de 30 mil millones de barriles. Credit Suisse y otros bancos de inversión afirman que hay 50 mil millones de barriles disponibles.

El descubrimiento es resultado de una política estratégica que se ha mantenido a lo largo de varias administraciones brasileñas, algo poco común en América Latina. En 1989, Cuando la guerra Irán–Iraq puso a temblar a los países consumidores de petróleo, Brasil comenzó a realizar exploraciones tanto dentro como fuera de su zona protegida de 200 millas náuticas. El tamaño de las áreas oceánicas era inmenso, lo que les valió el nombre de “la Amazonia azul”.

Se trata de las reservas de petróleo más grandes descubiertas en el océano en años recientes. Durante un tiempo Estados Unidos intentó cuestionar el derecho de propiedad de Brasil mediante una discusión sobre la “internacionalización” de los océanos y sus recursos minerales, pero la ONU no estuvo de acuerdo y se reconoció el derecho de Brasil.

El gobierno de Lula ha meditado mucho sobre la forma de administrar la riqueza petrolera y ha diseñado un programa único. En primer lugar, pretende distribuir la riqueza utilizando a la energía y la infraestructura como elementos de un nuevo modelo de integración regional. Planea crear un fondo, respaldado en un 70% por los recursos financieros de Brasil que se dedicará a proyectos como la rehabilitación de caminos en Uruguay y Paraguay a fin de mejorar las capacidades de sus vecinos y corregir los desequilibrios económicos.

El desarrollo económico equilibrado –nacional y regional—es esencial para Brasil. En efecto, el gobierno de Lula está buscando formas de asegurar que los beneficios obtenidos por el petróleo y el gas no se limiten a Sao Paulo, Río de Janeiro, Minas Gerais, Paraná y otras regiones de la costa desarrollada. A su juicio, es esencial instalar refinerías, industrias y unidades generadoras de energía adicionales en zonas del país que son adecuadas para ese desarrollo y que lo necesitan. Un beneficio adicional de distribuir estos recursos productivos será una mayor interacción con los socios sudamericanos de Brasil.

Las nuevas reservas petroleras de Brasil ciertamente afectarán la geopolítica regional. Los campos petroleros de México están disminuyendo, lo que significa que ese país tal vez necesitará buscar suministros del extranjero. Las tensiones en el Medio Oriente y la creciente rivalidad entre Estados Unidos y Venezuela harán de Brasil un proveedor atractivo.

Brasil ya está poniendo a prueba su capacidad de atracción como potencia petrolera mediante las acciones de su poderosa empresa estatal de energía, Petrobras, que ahora está tan activa en África como en Argentina. En efecto, actualmente Petrobras produce 100,000 barriles diarios tanto en Angola como en Nigeria y comercializa el petróleo a nivel local.

Pero los descubrimientos ponen a Brasil en una encrucijada. El Estado puede controlar los ingresos derivados del petróleo y utilizarlos en parte en programas sociales, como en Venezuela. O se le puede dar una mayor participación al capital privado y confiar en que el mercado se ocupe de las necesidades de la sociedad.

Este debate que sigue en curso ha impedido que se tomen decisiones sobre el futuro de los pozos profundos en la Amazonia azul. La administración de Lula incluso se ha planteado la creación de una nueva empresa petrolera nacional que se ocupe exclusivamente de los nuevos campos. Pero esta idea ha creado confusión entre los socios comerciales de Brasil y los inversionistas y no ha avanzado.

Hay una cuestión aun más compleja. El crecimiento de Brasil pronto se basará en un producto que es la fuente principal del calentamiento global. En efecto, al aceptar un futuro impulsado por el petróleo, Brasil da marcha atrás a la política de recurrir a los biocombustibles que ha aplicado desde hace mucho tiempo.

Así pues, Brasil se dirige a un choque contra el futuro. La magnitud de las nuevas reservas petroleras da más peso aún a la creciente influencia global del país. Pero ya no podrá condenar a Estados Unidos por no firmar los acuerdos ambientales o acusar a China por su enorme generación de contaminación. Mucho menos podrá Brasil exigir a sus vecinos un compromiso con el desarrollo sostenible. Parece que el petróleo no sólo transformará la economía brasileña sino su mismo papel en el mundo.

Fuente: www.project-syndicate.org

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