jueves, 16 de octubre de 2008

La paz del agua

Por: Vaclav Havel, André Glucksmann, Frederik Willem de Klerk, Mike Moore, Yohei Sasakawa, Karel Schwarzenberg, George Soros, El Hassan bin Talal, Desmond Mpilo Tutu, Richard von Weizsäcker, Grigori Yavlinsky.

La crisis financiera global está acaparando todos los titulares, pero no se debe permitir que resolverla distraiga la atención de otros asuntos vitales. En el Medio Oriente, por ejemplo, israelíes y palestinos –y muchos más en todo el mundo—comienzan a pensar que las negociaciones sobre el estatus permanente para determinar el futuro de Palestina no avanzan.

La situación puede ser más prometedora de lo que parece, pero no se puede negar que las esperanzas de que haya cambios verdaderos se han disipado desde que las pláticas recomenzaron hace dos años. Lamentablemente, esta pérdida de fe está estableciendo una dinámica que en sí misma inhibirá las concesiones que se requieren para alcanzar un acuerdo permanente.

Puesto que se avecina un estancamiento, es de importancia vital trabajar en aquellas áreas en las que las negociaciones intensivas tengan el potencial de producir resultados rápidos. El agua potable es una de ellas.

En todo el Medio Oriente el agua es una cuestión de seguridad. En efecto, actualmente se están reconociendo dos hechos importantes. En primer lugar, históricamente las naciones con reivindicaciones opuestas en relación con el agua han hallado formas de colaborar en lugar de luchar. Incluso durante los 60 años del conflicto en el valle del Jordán, el agua ha sido con más frecuencia fuente de cooperación que de conflicto.

En segundo lugar, la escasez de agua rara vez es absoluta y con menor frecuencia aún explica la pobreza. El Informe sobre Desarrollo Humano de Naciones Unidas de 2006 dice lo siguiente: “En el mundo hay más que suficiente agua para el uso doméstico, la agricultura y la industria… La escasez es fruto de las instituciones y los procesos políticos que ponen a la población pobre en una situación de desventaja”.

Pero casi todas las naciones del Medio Oriente están utilizando más agua de la que obtienen de fuentes renovables. Sencillamente no hay suficiente agua para todos los usos que esas naciones le quieren dar, y la situación va a empeorar. Con todo, incluso en Palestina el problema más importante que se relaciona con el agua no es la sed sino el desarrollo económico atrofiado. A corto plazo, Palestina necesita más agua para generar empleos e ingresos de la agricultura; a largo plazo, se necesitan cambios educativos, culturales y políticos para desarrollar una capacidad de adaptación.

El clima y la geografía de la región significan que los recursos hídricos son inevitablemente compartidos. Pero la vida humana sólo será sostenible si se comparte el agua de manera racional respetando la frágil ecología de la región.

Es claro que no podrá haber un acuerdo definitivo en materia de agua hasta que se convengan las fronteras entre el Estado de Israel y el Estado de Palestina y se encuentre alguna solución a la cuestión de los asentamientos israelíes en Cisjordania. Pero no es necesario esperar la solución de los problemas principales para encontrar un arreglo temporal de las cuestiones relativas al agua. Puede ser más fácil encontrar formas de compartir y administrar de manera conjunta el agua que resolver los problemas “grandes”. De hecho, el agua podría ayudar a crear un clima de éxito que facilite el progreso en otras áreas.

Las buenas noticias son que la cantidad de agua que se necesita para beber, cocinar, otras labores del hogar y saneamiento es pequeña. La mayoría del agua se utiliza para producir alimentos, de modo que, si la economía de una nación es sana, hay margen para ahorrar agua mediante la importación de una mayor proporción de alimentos, aunque toda nación deseará garantizar un cierto suministro por motivos de seguridad.

Las malas noticias son que el agua, a diferencia de la tierra, no se puede dividir simplemente. El agua fluye en la superficie y bajo tierra. A medida que se desplaza, cambia en cantidad y calidad y sostiene distintos ecosistemas. Además, la demanda de agua cambia con el tiempo. Actualmente, sólo unos cuantos puntos porcentuales del PIB israelí proceden de la agricultura. Como resultado, su economía requiere menos agua que antes. Es probable que en Palestina se dé exactamente la misma transición, pero aún no sucede.

Pocos israelíes niegan que los palestinos necesitan más agua. Igualmente, hay un amplio acuerdo en el sentido de que parte del agua que los israelíes utilizan actualmente tendrá que asignarse a los palestinos. Las negociaciones actuales inevitablemente se ocuparán de los derechos al agua, que ya no parecen ser demasiado conflictivos, y en las pláticas pueden sugerirse distintos mecanismos para transferir la administración en algunos casos y compartirla en otros.

Estas son cuestiones muy negociables. Con seguridad se puede encontrar una fórmula flexible y sostenible, que casi con certeza incluirá un período de transición que permita a ambas partes ajustarse a sus distintos sistemas de administración del agua y justificarlos, así como tener en mente las condiciones cambiantes e instituciones futuras. Se debe tomar como punto de partida una división justa de los recursos hídricos para satisfacer las urgentes necesidades adicionales de agua de los palestinos. Todo lo demás se puede resolver.

Compartir el agua exige una administración flexible continua y cooperativa basada en derechos y responsabilidades acordados, así como mecanismos permanentes de vigilancia y solución de controversias. Es necesario agregar un punto importante: la participación amplia del público y la transparencia en términos tanto de procesos como de resultados serán esenciales para una administración exitosa.

Creemos que los progresos en el proceso de paz y en la búsqueda de soluciones a las cuestiones relacionadas con el agua en Israel y Palestina también ayudarían a destrabar los avances en el resto de la región, entre las partes que atraviesan los ríos Jordán, Orontes, Tigris y Eufrates. El agua puede ser un catalizador de la cooperación regional y abrir el camino a una futura “Comunidad del agua y la energía” integral para mejorar el ambiente humano. En ese foro, el agua y la energía solar en conjunto podrían ayudar a que el Medio Oriente pasara del conflicto a la colaboración.

El costo de la inacción o de simplemente fingir que se actúa probablemente será alto para todo el Medio Oriente. La futura política del agua ya no debe verse como una extensión de la política actual, sino como una nueva oportunidad. El agua es la esencia de la vida. Los pueblos de Palestina e Israel la necesitan; los pueblos de la región la necesitan. La cooperación para obtenerla es la única forma de avanzar.

www.project-syndicate.org

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