lunes, 22 de septiembre de 2008

Dilemas morales para Fannie y Freddie

Por: Robert J. Shiller

La toma por parte del gobierno de Estados Unidos de los gigantes hipotecarios Fannie Mae y Freddie Mac constituye un gigantesco rescate de los acreedores de estas instituciones, cuyas pérdidas han crecido rápidamente mientras los precios de las viviendas siguen derrumbándose. Ahora, con la garantía plena por parte del gobierno de las deudas de Fannie y Freddie, los contribuyentes norteamericanos tendrán que pagar todo lo que no esté cubierto por el capital inadecuado de sus acreedores.

¿Por qué se produce este rescate en el país más confesadamente capitalista del mundo? ¿Acaso los venerables principios capitalistas no implican que cualquiera que creyera en la burbuja inmobiliaria y que invirtiera en Fannie y Freddie debería aceptar sus pérdidas? ¿Es justo que los contribuyentes inocentes ahora deban pagar por sus errores?

Las respuestas a este tipo de interrogantes serían obvias si las cuestiones morales en la actual crisis financiera estuvieran bien definidas. Pero no lo están.

Más importante aún, no resulta claro que el rescate realmente vaya a imponer algún costo neto a los contribuyentes norteamericanos, ya que puede impedir futuros efectos sistémicos que abaten al sector financiero y, con él, a la economía mundial. El simple hecho de que los efectos sistémicos sean difíciles de cuantificar no implica que no sean reales.

En general se creía que los bonos emitidos por Fannie y Freddie acarreaban una garantía implícita del gobierno de Estados Unidos. Aunque no existiera ninguna garantía oficial, el hecho de que el gobierno norteamericano no saliera al rescate podía destruir la confianza en la deuda gubernamental y, por asociación, también en otros papeles financieros.

Las cuestiones van más allá de la economía estadounidense. La economía global ha estado impulsada en los últimos años por considerables auges y descalabros de activos especulativos, lo que introduce en la ecuación cuestiones referidas a la seguridad y la confianza, así como a la justicia. Hoy por hoy, en otros países, auges inmobiliarios similares están llegando a su fin y estos países pueden enfrentar el dolor -y los dilemas morales- que está experimentando hoy la economía norteamericana.

Es más, los mercados inmobiliarios no son la única cuestión. También están los mercados accionarios. El Shanghai Composite en China aumentó por un factor de cinco en términos reales de 2005 a 2007, y luego perdió dos tercios de su valor real. El Sensex en India aumentó por un factor de cinco en términos reales entre 2003 y 2007, y desde entonces perdió un tercio de su valor. En muchos otros países se produjeron auges y descalabros del mercado accionario similares.

Si bien duraron, los auges que precedieron a estos descalabros hicieron que estas economías se recalentaran. Ahora que los auges se han revertido, una caída en la confianza podría abrazar a la economía mundial, sumiéndola en una recesión. Para impedirlo, es probable que se necesiten algunos rescates selectivos, no para respaldar al mercado sino para ocuparse de las injusticias.

No existe ninguna ciencia precisa de la confianza, ninguna manera de saber cómo reaccionará la gente si no aparece una ayuda cuando los mercados colapsan. Las reacciones de la gente ante estos acontecimientos dependen de sus emociones y de su sentido de la justicia.

Los auges y descalabros han causado grandes redistribuciones de la riqueza. A la gente que invirtió en el mercado accionario o en el mercado inmobiliario le fue bien o le fue mal, según el momento de su participación. La gente juzgará la justicia de estos resultados en términos de lo que le dijeron y qué tipo de promesas implícitas infirieron.

¿Qué se le dijo a la gente en todos estos países sobre los mercados en los que invirtió? ¿Todo fue realmente veraz? Desafortunadamente, no hay manera de averiguarlo. Los estrategas políticos pueden ofrecer sólo respuestas generales, no tratar cada caso en forma particular.

Sí sabemos que el reciente crecimiento económico en muchos países ha sido espectacular. Ahora bien, ¿las inversiones en sus mercados fueron sobrevendidas? ¿Acaso vendedores cínicos en estos y otros países llevaron a la gente a creer que los tiempos de apogeo generarían riqueza para todos?

Sin duda, si bien puede haber habido mucha "charla barata" –un consejo general con contradicciones-, la mayoría de los perdedores en este juego no están pasando hambre. Pero no podemos concluir alegremente que se debe permitir que todas las pérdidas se mantengan vigentes.

El problema que carcome es un problema de "buena fe". Las economías prosperan sólo con la percepción de que la "buena fe" existe. La situación actual, en la que los auges especulativos han impulsado a la economía mundial -y, después de haber colapsado, hoy están sumiéndola en una recesión-, sugiere que puede haber habido mucha mala fe de parte de ciertas personas que promovieron ciertas inversiones.

Consideremos a los inversores en bonos de Fannie y Freddie. Si bien el gobierno norteamericano nunca prometió oficialmente rescatarlos, sí creó una agencia especial, la Oficina Federal de Supervisión de las Empresas de Vivienda, que debía evaluar su solidez en un informe anual. Pero esta agencia nunca reconoció ni siquiera que había una burbuja inmobiliaria. Los líderes del gobierno no hicieron ninguna advertencia. ¿Podemos decir, entonces, que los inversores deben sufrir las plenas consecuencias de todas las pérdidas? ¿Esto es justo?

El mundo está descubriendo el capitalismo y su poder para transformar las economías. Pero el capitalismo se basa en la buena fe. Una percepción de un trato injusto puede ser mortal para el crecimiento económico, porque significa que la gente perderá la confianza en las empresas y, por ende, estará menos dispuesta a ofrecerles su precioso capital y mano de obra. ¿Ese resultado es moralmente superior a un rescate?

Fuente: project-syndicate.org

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