jueves, 29 de mayo de 2008

Una idea fundamental para clarificar el objetivo del desarrollo y ayudar a reformular las fallidas “reformas orientadas al mercado”

Comentario a los planteamientos de Stiglitz.
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Por: Daniel Bello.

Una de las ideas centrales –quizá la medular, a pesar de ser un tanto abstracta y difusa- que se desprende de la conferencia magistral dictada por Joseph Stiglitz (2003)[1], en el marco de la Segunda Cátedra Raúl Prebisch[2], es –a mi juicio- aquella que identifica y relaciona el concepto de desarrollo con la noción de transformación de la sociedad, vinculación que, al posibilitar la complejización del concepto, da nuevas luces a las metas que deben ser alcanzadas en el transcurso del proceso.
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En este sentido, el profesor Stiglitz (2003) –deslizando una dura crítica a las posiciones simplistas derivadas del llamado Consenso de Washington- puntualiza que “… el desarrollo no consiste únicamente en acumular capital y asignar los recursos de manera más eficiente, aunque ambos aspectos son importantes. El desarrollo representa una transformación de la sociedad (…) (y) si el desarrollo es en efecto la transformación de la sociedad, debemos reflexionar cuidadosamente sobre lo que entraña esa transformación y pensar en el modo de promoverla más eficazmente” (p. 38).
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Podríamos complementar esta idea –inquietante en su potencialidad imprecisa- con la respuesta que da Raúl Prebisch (1971 citado en Lustig et al. 2002) a la pregunta ¿para qué desarrollo? Pregunta que propongo conmutar –parafraseando a Stiglitz- en ¿para qué transformar la sociedad? o más precisamente, ¿en qué sentido transformarla?: “El objetivo del desarrollo (dice Prebisch) es integrar socialmente a las grandes masas de la población que han sido dejadas atrás por el proceso de desarrollo económico” (p. 1).
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De esta manera, creo que sin cometer un error de fondo –o al menos no uno grueso- al forzar la convergencia de ambas visiones, es posible comprender el interés de Stiglitz por hacer una “cuidadosa reflexión” sobre las consecuencias del proceso de desarrollo –o seudo-desarrollo- impulsado por las “reformas orientadas al mercado”, consensuadas e impuestas –en gran parte de la región- por las instituciones gemelas de Bretton Woods y el gobierno de Estados Unidos, durante la década de 1980 (Bustelo 2003).
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Y es que, al ser sesgadas y claramente monocromáticas, rígidamente vinculadas a la idea de un crecimiento económico espurio, medido – ¿erróneamente o estratégicamente?- sólo en base a la expansión del Producto Interno Bruto (PIB), tales reformas -dejando de lado, por descuido o por excesivo dogmatismo infundado, múltiples factores que hoy aparecen como indispensables para alcanzar aquel desarrollo integral e integrador- propiciaron cambios en sentido contrario al señalado líneas arriba por Prebisch.
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Las “reformas orientadas al mercado”, inspiradas en elucubraciones abstractas de teóricos neoclásicos, propuestas-impuestas en un momento crítico en que los Estados latinoamericanos disponían de poca o nula capacidad de maniobra –debido al sobreendeudamiento y al repentino incremento de la tasa de interés en Estados Unidos (Stiglitz 2003)-, pusieron el acento en la estabilización, la liberalización y las privatizaciones, considerando estas medidas como herramientas que debían contribuir a alcanzar el objetivo de crecimiento del PIB, ¡a cualquier costo!
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Enfatizo “crecimiento a cualquier costo”, porque lo cierto es que el costo social de implementar las reformas fue muy alto, y el impacto, de largo alcance. En pos de la estabilización se recortó dramáticamente la inversión estatal en educación, salud, vivienda, etc. Producto de la liberalización y la apertura al comercio exterior, muchos pequeños agricultores –por citar un ejemplo esgrimido por el propio Stiglitz (2003)- enfrentaron infranqueables dificultades al competir con productos importados fuertemente subsidiados. Las vertiginosas y apresuradas privatizaciones permitieron extremar la concentración de la riqueza, etc.
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En consecuencia –sin querer profundizar en la multiplicidad de causalidades- Latinoamérica se transformó en la región más desigual del planeta. La distancia entre ricos y pobres es hoy abismal, y no sólo en términos económicos, también la distancia se refleja en la calidad de los servicios –educativos, de salud, etc.- a los que unos y otros pueden acceder, acrecentando así las divergencias sociales, y postergando la integración de las grandes masas de la población que aun son dejadas atrás por el proceso de (seudo) desarrollo económico –retomando lo planteado por Prebisch-.
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Vemos en lo expuesto hasta este punto, que centrar la mirada en el crecimiento del PIB y establecer este parámetro como fin último del proceso de desarrollo –sin considerar en esta apreciación lo engañosa que puede llegar a ser tal forma de medición (Stiglitz 2003)-, confiando ciegamente en las bondades del mercado, y disminuyendo sustancialmente el rol del Estado en la regulación de la economía y en la generación de mecanismos de nivelación social -haciendo caso omiso a la evidencia empírica entregada por las experiencias de desarrollo exitosas-, resultó y resulta una mala estrategia para “… la promoción del desarrollo democrático y equitativo” (Stiglitz 2004: 9).
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Por lo mismo, creo que el hecho de plantear el asunto del desarrollo como una problemática de transformación social, y no como una simple cuestión de “crecimiento a cualquier costo”, permite volver a poner el foco en objetivos amplios, trasladando la atención hacia las consecuencias sociales del proceso, lo que implica una revisión profunda de las herramientas introducidas por las “reformas orientadas al mercado”, cosa que Stiglitz (2003) hace en forma bastante pormenorizada, planteando “… algunos principios generales en los que debería inspirarse cualquier agenda de reforma –es decir, de reforma de las reformas” (Stiglitz 2003: 26).
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Tener los objetivos claros, y manejar una idea integral de lo que significa desarrollo, puede ayudar a que tales reformas vayan en la dirección indicada, permitiendo –ojalá- la integración añorada por Prebisch.
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Referencias:
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Bustelo, Pablo. 2003. “Desarrollo económico: del Consenso al Post-Consenso
de Washington y más allá” en Estudios en homenaje al profesor Francisco Bustelo. Madrid: Editorial Complutense.
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Lustig, Nora, Omar Arias y Jamele Rigolini. 2002. “Reducción de la pobreza y
crecimiento económico: la doble causalidad”. Presentado para el
Seminario “La teoría del desarrollo en los albores del siglo XXI”. CEPAL,
Agosto, Santiago.
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Stiglitz, Joseph. 2003. “El rumbo de las reformas. Hacia una nueva agenda
para América Latina”. Revista de la CEPAL 80:7-40.
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------.2004. “El consenso post-Consenso de Washington”. Presentado en la
conferencia auspiciada por la Fundación CIDOB y Initiative for Policy
Dialogue, septiembre, Barcelona.
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[1] La cátedra magistral dictada por J. Stiglitz, fue recogida y publicada en la Revista de la CEPAL 80, en agosto del 2003.
[2] Segunda Cátedra Raúl Prebisch, dictada en la Comisión Económica para América y el Caribe. Santiago de Chile, agosto de 2002.

5 comentarios:

Loqal dijo...

Buena Daniel

El desarrollo tiene una dimensión cuantitativa y otra cualitativa. Parte del desarrollo es la calidad de vida (participación, acceso a servicios, ambiente saludable), que el crecimiento económico no garantiza, y hasta puede poner en peligro.

Pero igual el crecimiento económico es condición necesaria, y que asegurarlo, casi como sea. Porque la peor utopía es la de "todos somos pobres pero felices"; esa no la quiere nadie.

Eso es lo que se me ocurre con tu post, que está interesante.

colaborador dijo...

Daniel, como tu dices, nada nuevo, pero interesante y necesaro de tener en cuenta. me gustó ese vinculo que haces con Prebish, pues de algún modo existió una estrategía de desarrollo más humano (aunque económicamente exiguo) antes de la década de 1980 en la mayoría de los países de latinoamerica. Además, es atingente a lo que se vive hoy en Chile respecto a la educación, y a la discución en torno a una mejora de ésta. Hace unos días atras vino a Chile Michael Porter, profesor de Harvar y gurú en lo que respecta a la competitividad económica. El alegó que Chile no tiene una buena estrategía de
educación pública y de formación de capital humano, y que ello ha derivado en desigualdad y bajo crecimiento económico. A lo que voy, y que lo junto con lo que escribes, es que incluso, desde una mirada práctica y económica, el
desarrollo humano también se traduce en países más ricos ( y que con buena gestión y un Estado "eficientemente" interventor) y en sociedades con menos desigualdades o más posibilidades para grandes sectores.

Javier.

Jose dijo...

EL documento me pareció muy interesante, y quizás su gracia yace en que da el pie para debatir, es, en cierta medida, un artículo “abierto”. Me cuesta cuestionar algo del artículo, porque creo que lo que propone es esencialmente correcto, por lo que me dedicaré a hablar desde mi posición sobre el objeto del artículo. Me quedo con una cita de la que me agarraré para desarrollar mi idea:

“Creo que el hecho de plantear el asunto del desarrollo como una problemática de transformación social, y no como una simple cuestión de “crecimiento a cualquier costo”, permite volver a poner el foco en objetivos amplios, trasladando la atención hacia las consecuencias sociales del proceso, lo que implica una revisión profunda de las herramientas introducidas por las “reformas orientadas al mercado”

Se establece en ese párrafo la dicotomía transformación social/crecimiento a cualquier costo. Ver el desarrollo desde la óptica de la transformación social implicaría ampliar el horizonte de visibilidad sobre los ámbitos del desarrollo, y desarticularlo de donde ha dormido estos últimos veinte años, en la matriz “crecimiento a cualquier costo” (que identificas correctamente con los neoclásicos). Ampliar el concepto de desarrollo a otros ámbitos, generando un desarrollo “equilibrado”, contra el desarrollo asociado a mero crecimiento, es la forma en cómo se condensaría dicha dicotomía.

Pero creo que se puede utilizar esa dicotomía no sólo para establecer diferentes visiones del desarrollo (una “amplia” y arraigada en el tejido social, y otra, digamos, “Cerrada” y desarraigada, en cierta medida, sería una especie de enajenación económica, un, parafraseando a Daniel, “árbol invertido”), sino para leer el propio desarrollo actual neoliberal desde una perspectiva de transformación social. O sea, no sólo presentar dicha dicotomía como dos perspectiva de desarrollo, sino como dos perspectivas de lectura sobre el desarrollo, y plantear que la lectura de “transformación social” debe leer desde su propia problemática el crecimiento a cualquier costo. No sólo decir que el crecimiento del PIB es insuficiente, sino decir que dicha perspectiva de desarrollo es producto de una particular transformación social anterior (en base a golpes militares, reformas que privatizaban territorios antes colectivos, vías lo que Kleim llamara “estados sociales de shocks”), transformación que organizan la sociedad en términos de mercancía y circunscribiendo el espacio democrático a los fines preestablecidos por específicos grupos sociales.

El tema por tanto, es que la visión del desarrollo como mero crecimiento encierra una muy particular matriz social, que los economistas neoliberales no pueden ver (por su limitado horizonte de visibilidad), o sea, el modelo de crecimiento sin límites no es sólo un modelo meramente “económico”, sino que es un particular proyecto tanto económico, político, cultural, social que busca organizar la sociedad en torno la lógica de la ilimitada acumulación de capital. Tiene en síntesis, su propio proyecto de transformación social.

Si lo anterior es correcto, la siguiente pregunta es ¿qué tipo de transformación social queremos nosotros? O mejor, ¿qué grupo social será el que lleve en sus hombros dicho proceso, contra quién/qué? Esas preguntas creo que me permite terminar en forma “abierta”, abrir el debate y seguir discutiendo.

colaborador dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
colaborador dijo...

Gracias por compartir tan interesante artículo hecho por ti.

Me gustó por la síntesis de ideas expuestas por los autores que citas.

Es además realista y vigente a varias realidades latinoamericanas, en particular la peruana, pues estamos en carrera hacia un crecimiento económico a "cualquier costo" en función a cifras del PBI, y ello se traduce en el afán de nuestro gobierno de suscribir TLC a diestra y siniestra, aplicando a mí parecer otra vez las fallidas reformas al mercado.

Pienso que sociedades como la nuestra (peruana) deben tener cuidado de apostar por fórmulas liberales que dieron resultados pero a largo plazo en otras sociedades o países con todo el costo social que ello implicó y con los rezagos que aún persisten en menor cantidad.

El Estado debe siempre estar al tanto e intervenir para evitar la polarización social y económica y ello atraviesa por una correcta redistribución de las utilidades, riqueza acumulada, el correcto y responsable uso de las fuentes de producción.

Recordemos que el Derecho al Desarrollo está reconocido a nivel internacional como un derecho humano y su observancia es característica de un Estado con vocación y aspiraciones democráticas.

El tema es complejo y amplio e involucra directamente al Estado y a los particulares representados por las personas jurídicas que en estos tiempos tienen gran trascendencia puesto que las reformas a los mercados son inspiradas por ellas y además son los más beneficiados. Por ello deben tener conciencia de solidaridad y responsabilidad para con el cumplimiento de las normas que garantizan el respeto de los derechos económicos, sociales y culturales de los ciudadanos y también del medio ambiente.
Como ya alguien señaló, y coincido, el capitalismo es positivo porque posee la fórmula para generar y acumular riqueza, pero debemos aplicar lo positivo del socialismo en lo que respecta a la distribución de aquella riqueza.

Queda pendiente encontrar o proponer las formas, mecanismos y quiénes serán los responsables de lograr que, como dices, las masas se integren al proceso de desarrollo que en el Perú es un tema rezagado hace ya bastante tiempo.

Fredy.