domingo, 4 de mayo de 2008

De grande del petróleo a grande del viento

Por: Ed Pilkington en Dallas

Veterano tejano alista un proyecto de energía limpia de 10.000 millones de dólares. En los próximos cuatro años pretende levantar dos mil 700 turbinas sobre una superficie de 80 mil 940 hectáreas de tierra.

T. Boone Pickens es famoso por pensar en grande. En 1956 fundó su compañía petrolera tejana, Mesa Petroleum, con apenas dos mil 500 dólares en el banco. Luego de una serie de audaces adquisiciones la convirtió en un imperio independiente que desafió a las grandes compañías petroleras y en la actualidad está avaluada en tres mil millones de dólares.

Ahora este sureño sin pelos en la lengua está lanzando el mayor y más audaz proyecto de su carrera. Este mes hará el primer pago para 500 turbinas de viento a un costo de dos millones cada una. El pedido es el primer paso material hacia su meta de construir la mayor granja eólica del mundo.

En los próximos cuatro años pretende levantar dos mil 700 turbinas sobre una superficie de 80 mil 940 hectáreas de banda de tierra tejana. El programa es cinco veces más grande que la actual granja eólica poseedora del record mundial y cuando esté concluida proveerá cuatro mil megavatios de electricidad, suficiente para abastecer un millón de hogares.

No es sólo la escala impresionante del proyecto la que resulta llamativa, aunque con un costo total de 10 mil millones de dólares logra impresionar al mismísimo Pickens: “es bastante alucinante”, dice. El hecho de que Pickens, un magnate que hizo su fortuna con el petróleo, haya vuelto su mirada hacia la energía eólica es una señal de cómo se mueven las placas tectónicas. Hasta hace poco, el viento era visto como una energía marginal y alternativa; ahora está siendo mirada por Wall Street.

“No piensen que me he vuelto verde”, dice Pickens a The Guardian en las oficinas de Dallas de su nuevo proyecto Mesa Power. “Mi negocio es hacer dinero, y pienso que esto lo hará en grandes cantidades”.

La fascinación de Pickens por el viento se desarrolló cuando se hizo aficionado a su pasatiempo favorito: cazar codornices. Durante años ha estado disparándole a codorniz Bobwhite en su rancho de 68.000 acres en la franja. “He cazado por 50 años; sé donde está el viento”, dice.

Se fue formando la idea que esta área de Texas, con sus espacios abiertos, escasa población y permanentes brisas del suroeste la harían una locación perfecta para la generación de energía eólica. Los estudios le dieron la razón: había más viento del que jamás imaginó, mucho del cual al mediodía, cuando la venta de electricidad está en su momento más alto.

Así que comenzó a convencer con determinación y vigor a los rancheros vecinos para que se sumen a su programa, prometiéndoles entre 10.000 y 20.000 dólares en royalties anuales por cada turbina que dejaran instalar en sus tierras. Todos aceptaron, ansiosos de capitalizar esta inesperada ganancia traída literalmente por el viento. (Pickens, en contraste, se niega a tener tan sólo una turbina en su propio rancho. “Son tan feas”, dice desvergonzadamente).

Para ver exactamente lo que es la promesa para los rancheros y las comunidades rurales de la nueva carrera por el viento, uno tiene que conducir cuatro horas hacia el oeste de Dallas en las praderas tejanas. Hasta hace un par de años atrás, Sweetwater era una ciudad ferrocarrilera en lenta decadencia, con su población disminuyendo hace años y su infraestructura silenciosamente se corroe. Ahora es una ciudad en plena expansión, un equivalente en el siglo XXI del Wild West, el lejano y salvaje Oeste. Técnicos alemanes que han venido en masa al área han coincidido en darle un nombre: el Wind West.

Las tres mayores granjas eólicas en los Estados Unidos están todas situadas en los alrededores: el condado Nolan, que con una población de apenas 18.000 habitantes, produce ahora más energía eólica que el Reino Unido, Francia y California.

Mientras que otras ciudades de la región están luchando con la caída los precios de las viviendas y las pérdidas de empleos, Sweetwater está en medio de una explosión de la construcción. Dos nuevas compañías abrieron esta semana, una para la mantención de las palas de las 2.000 turbinas del condado, otra para el alquiler de las grúas empleadas en la construcción de nuevas turbinas. Éstas últimas, los mejores modelos del mercado, con palas de 120 metros de punta a punta, extendidas por 250 kilómetros en todas direcciones.

Nuevas calles y casas están siendo erigidas y las escuelas y centros médicos locales han sido renovados usando los ingresos por concepto de impuestos de las compañías energéticas. Greg Wortham, el alcalde de Sweetwater, dice que ha visto cómo en los últimos años la energía eólica “pasó de ser un hobby -algo verde- a una industria. De repente todo era soldadores, camiones e ingenieros. Tenemos compañías que suplican por nuevos trabajadores, ofreciendo pagarles mucho más que las compañías automotoras”.

Dallas, Pickens cree que hay varias razones para invertir en esta nueva fuente de energía. Más allá del mero beneficio económico, que claramente lo emociona, está el hecho que el petróleo de Texas ha estado decayendo desde que culminó en 10 millones de barriles diarios en 1973, y actualmente ya se encuentra en la mitad de esa cifra. “Los campos petrolíferos están cayendo: se descubre uno, alcanza su punto culminante y luego comienza a descender, hay que encontrar otro para sustituirlo. ¡Eso te vuelve loco! Con el viento tal declive no existe”.

También hay una ventaja política para su obsesión. Los políticos y Pickens están juntos, como lo demuestran las series de fotografías de líderes del mundo entero en los muros de sus oficinas. En una de ellas está con la reina de Inglaterra, el príncipe Felipe y George H.W. Bush; en otra figura con Margaret Thatcher y Ronald Reagan; una tercera lo muestra a bordo del Air Force One, el avión presidencial estadounidense con el actual mandatario George W. Bush. Y sobre la mesa hay un calendario firmado por Arnold Schwarzenegger.

Como lo sugieren las fotografías, Pickens ha sido durante muchos años un gran financista de ambos Georges Bushes, pero confiesa sentirse frustrado por la falta de acción en el ámbito energético por parte de esta administración y las anteriores. “George Bush no ha hecho nada. Nada. Todos los tipos que han competido en las presidenciales desde Nixon dijeron que nos harían independientes en el ámbito energético, pero no se ha hecho ni una sola maldita cosa. Cero. El mayor problema que enfrentarán los Estados Unidos en los próximos 50 años es la energía y nadie ha aportado una solución”.

Pickens, siendo como es, la tiene; y hace que sus propios planes de una granja eólica la campiña parezcan minúsculos. En exclusiva para The Guardian, dibuja en una pizarra blanca un proyecto maestro. Traza una enorme franja de tierra de norte a sur a través de la mitad de los Estados Unidos -a lo largo de las grandes llanuras- donde construiría un ejército de granjas eólicas. Luego dibuja una igual de grande que va de este a este desde Texas hasta el sur de California que dedicaría en forma similar a la energía solar.

“Se necesita un plan gigante para los Estados Unidos. No las miserables centrales eólicas de 83 megavatios que están siendo colocadas en todo el país. Se necesita un enorme plan proveniente de alguien con liderazgo. Tomará años en concretarse, pero tiene que comenzar ahora”. Sólo entonces, explica, los Estados Unidos detendrán lo que él considera la locura del dinero escapándose de ese país hacia los productores del Medio Oriente. “Ese dinero va Dios sabe dónde: hacia unos pocos amigos, y muchos enemigos. Debemos detenerlo”.

T. Boone Pickens está ciertamente pensando en grande. Y todo esto cuando se prepara para celebrar su octogésimo cumpleaños el próximo mes. ¿Cómo es eso de que parece estar expandiendo sus ambiciones en una etapa de la vida en que la mayoría de la gente está reduciendo la suya? “Uno se está poniendo viejo así que ya no queda mucho tiempo”, dice. “¡Así que vamos! No tenemos mucho tiempo, y tenemos que dejar esto terminado”.

Fuente: The Guardian

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