martes, 13 de mayo de 2008

El otoño del patriarca

Nunca durante sus 6 años de gobierno, el presidente Uribe atravesó una situación política tan difícil como la que vive en estos momentos; si hace dos meses nadaba en gloria cuando las encuestas le daban un 85% de popularidad y entregaba sendos partes de victoria sobre la guerrilla; en la actualidad los vientos soplan en su contra, gran parte de su bancada legislativa se encuentra privada de la libertad o investigada por vínculos directos con el paramilitarismo. Es tal su desesperación, que en un intento por desmarcarse de sus antiguos aliados estratégicos y en su peculiar estilo de gobernar el país (como si fuera su hacienda, muy similar al personaje de la novela de Gabo), utilizó al Alto Comisionado para la Paz, para que propusiera la disolución de los partidos uribistas (pasando por encima del Ministro del Interior, ex presidente de un partido uribista), es decir, aquellos que en coalición apoyaron su elección y luego la reforma constitucional que permitió su reelección, los mismos que redactaron y aprobaron la Ley de Justicia y Paz, con la cual se “desmovilizaron” los paramilitares, gracias a los cuales fueron elegidos los congresistas hoy en desgracia, los mismos que le aportaron más de millón y medio de votos a la reelección.

Son tantos los signos de la oscuridad que vive el gobierno, que el presidente ha echado mano de su viejo y gastado truco de generar cortinas de humo casándose peleas con los dirigentes de la oposición o periodistas que lo critican, a los que acusará de mantener nexos con el terrorismo, haber cometido crímenes de lesa humanidad y cuanta cosa más le dicten sus asesores, lo extraño es que a pesar de ser un presidente férreo a quien “no le tiembla la mano”, nunca lleva estas acusaciones ante la justicia, por lo general se despacha contra ellos en largas entrevistas radiales y alocuciones públicas ante auditorios seleccionados. Un ingrediente nuevo en esta rutina, es que ahora los señalados no son sólo los líderes de la oposición, sino también los magistrados de las altas cortes de justicia, los mismos que investigan a sus “ex simpatizantes” (entre ellos su primo).

Algo que debe analizarse con mucha atención es la repentina extradición a los Estados Unidos de la cúpula paramilitar recluida en varias cárceles de Colombia, sobre este hecho manejo dos hipótesis. La primera apunta a una negociación bilateral entre los paras y el gobierno norteamericano, los primeros entregan rutas, dinero y delatan a narcos de poca monta a cambio de ser incluidos en programas de protección de testigos. La segunda sugiere que la negociación se dio directamente entre gobiernos, es decir ante incumplimientos en lo pactado durante las negociaciones, varios líderes paramilitares estarían contemplando seriamente la posibilidad de colaborar realmente con la justicia, es decir sacarían a la luz pública los vínculos directos que tendrían con altas esferas del gobierno central. Con la extradición el gobierno norteamericano tendría el control total sobre las declaraciones de los mandos paramilitares y protegería de cualquier escándalo o acusación a su más fiel aliado en la región.

Esperemos por el bien de Colombia que el presidente Uribe no termine como el patriarca de Gabo, solo, olvidado por los norteamericanos y rodeado de vacas.

Luis Fernando Trejos Rosero.

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