jueves, 31 de diciembre de 2009

Lo que verdaderamente cambió

Por: Jorge Navarrete

El año del Bicentenario nos deja grandes contrastes. Barack Obama se convertía en el primer afroamericano que llegaba a la Presidencia de EEUU y el golpe de Estado en Honduras nos recordaba cuán frágil es todavía la democracia en la región. Algunos celebraban que la "U" se hiciera del campeonato de Apertura, o que lo mismo hiciera "el innombrable" en el de Clausura, pero un solo grito nos unía a todos para festejar nuestra clasificación al Mundial de Fútbol.

El temor que generaba la influenza humana contrastó con la esperanza que provoca la reciente aprobación de la ley de donaciones. Mientras presenciamos la milagrosa resurrección artística de Charly García, nos abandonaron Mario Benedetti, Lalo Parra, Mercedes Sosa y Michael Jackson. La política también fue escenario de tristes despedidas, como la de Ted Kennedy o Edgardo Boeninger, aunque la más significativa y dolorosa para mí fue la de Claudio Huepe.

De igual manera, nuestras elecciones presidenciales no han estado exentas de contradicciones. Marco Enríquez-Ominami fue la más viva y palpable demostración de cuán fatigado está nuestro sistema político. No sólo advirtió una tremenda oportunidad, sino que, más importante todavía, tuvo el coraje y la audacia para tomar una decisión que desafió a buena parte de la clase dirigente. Sin embargo, un resultado electoral extraordinario no fue suficiente para despejar las dudas de cuán consistente es el proyecto que representa, en especial de cara al fracaso parlamentario que sufrieron sus más cercanos colaboradores.

El triunfo de Sebastián Piñera en la primera vuelta de la elección presidencial es, sin duda, un hito histórico. Después de más de medio siglo, la derecha podría acceder a La Moneda por vías democráticas. Aunque arrecia el entusiasmo y la confianza, cuando no a ratos cierta prepotencia, pocos han advertido cuán cara ha resultado esta campaña para los idearios de su sector. ¿Cuál es el sello distintivo de una Alianza que ahora dice adherir a la mayor intervención estatal en educación y salud (incluso en el sector financiero), a la regulación laboral, la protección social, la distribución de la "píldora del día después", las uniones de hecho entre homosexuales y tantos otros tópicos cuyo patrimonio reconocíamos en el progresismo liberal y reformista?

Ese fue el ideario que a la fecha representaba exclusivamente la Concertación, una fuerza política que ha gobernado el país por 20 años y que, a ojos de cualquier observador imparcial, no sólo consolidó la paz, sino también generó mayor prosperidad y justicia social. ¿Por qué, entonces, contando la actual administración con grados históricos del favor ciudadano, en especial su Presidenta Michelle Bachelet, hemos escuchado tan pocas explicaciones por el paupérrimo desempeño en la primera vuelta electoral? Mucho se podría decir del deterioro político y moral de la clase dirigente, de la falta de ideas, las debilidades del candidato o la ausencia de un recambio generacional.

Sin embargo, la principal causa debe rastrearse en los profundos cambios sociales y culturales de estas dos décadas. En algún sentido somos víctimas de nuestro propio éxito, es decir, no hemos sabido leer las claves de una sociedad que nosotros mismos contribuimos a transformar.

Quizás, por lo mismo, cualquiera sea el próximo resultado electoral, la Concertación ya habrá anotado su mayor victoria: legar un país más justo, conformado por ciudadanos conscientes de sus derechos, más autónomos, libertarios y exigentes. ¡Bien por Chile!

Fuente: La Tercera

No hay comentarios: