sábado, 12 de diciembre de 2009

La última movida de Alan García

Por: José Rodríguez Elizondo

La designación de Manuel Rodríguez Cuadros como embajador peruano en Bolivia confirma que en política no se muere, a lo más se hiberna.

Es que Rodríguez Cuadros hace tiempo dejó de ser un simple y disciplinado profesional de la diplomacia. Como canciller de Alejandro Toledo fue el motor de la demanda marítima contra Chile y quien mejor implementó la estrategia de dar al conflicto “un tratamiento eminentemente jurídico, en cuerdas separadas en relación con el resto de la agenda bilateral”. En esa linea, no vaciló en fijar plazo a la canciller Soledad Alvear para que aceptara la tesis del vacío de tratado fronterizo y en hacer firmar a Ignacio Walker una declaración con sorpresa incorporada: decodificada con amplitud, hacía aparecer a Chile aceptando la existencia de una controversia jurídica.

Por eso, el hombre fue un incordio para García cuando, en aras de la ideología aprista, quiso zafar de esa herencia peligrosa. Entonces, su canciller José Antonio García Belaunde llegaría a declarar que Toledo (obviamente a través de Rodríguez Cuadros) había “maltratado gratuitamente la relación con Chile”. A ese garrotazo abstracto el Presidente agregó uno más personalizado: pidió la renuncia del criticado al cargo que desempeñaba a la sazón: embajador ante los Organismos Internacionales en Ginebra. Además, despotricó contra el servicio exterior peruano, que se permitía alquilar viviendas por 25.000 dólares. Quienes todo lo saben, aseguraron que “los versos van para Manuel”.

Pero el ex canciller y ex diplomático no se rindió. Proyectando su gestión chilena, escribió un detalloso libro sobre el componente jurídico de la estrategia peruana, comenzó a dar conferencias por todo el país y se convirtió en columnista estable del diario La Primera, conocido por la escasa simpatía con que trata a los chilenos. Desde tal ubicación, hoy está compitiendo con Carlos Ferrero –también ministro prominente de Toledo - por el liderazgo de un nacionalismo de sectores medios, con base en el partido Perú Posible.

Está claro, entonces, que García no ha designado a un simple e intercambiable profesional de la diplomacia, sino a un político inteligente, de ideolología nacionalista, para que le rescate una relación que se ha vuelto conflictiva. Digamos, para ayude a que Evo Morales olvide ciertas andanadas suyas y recuerde que Bolivia, al menos para el nacionalismo peruano, sigue siendo el Alto Perú de siempre.

Lo señalado confirma lo que escribiera el analista peruano Mirko Lauer, respecto a que, en materia de la relación con Chile, el canciller García Belaunde está “en una linea de continuidad con lo que hizo Rodríguez”. Pero –aquí esta el detalle no expresado- no porque éste haya cambiado de opinión, sino porque Alan García ha contradicho a su propio canciller. En efecto, García Belaunde ya no podría criticar la gestión chilena de Rodríguez Cuadros, pues hoy está ejecutando su legado.

Si miramos más arriba de los cancilleres, está claro que el gran timonel del cambio es Alan García. Con su ultrapragmatismo, ha devuelto a la vida política a quien maltratara a inicios de su mandato, encomendándole una misión literalmente estratégica. Junto con ello, y no casualmente, ha cedido un espacio político decisivo a uno de los líderes más connotados del nacionalismo peruano actual.

Fuente: La Tercera

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