jueves, 30 de abril de 2009

Reforma del Sistema Mundial de Reservas

Por: José Antonio Ocampo

Tanto la China como la Comisión de las Naciones Unidas sobre Reforma del Sistema Monetario y Financiero Internacional han propuesto la creación de un nuevo sistema mundial de reservas. Este tema debe estar en el centro de la agenda del Fondo Monetario Internacional.

La idea básica es simple: a largo plazo un sistema monetario internacional no puede estar basado en una moneda nacional –un punto que resaltó hace medio siglo el economista belga-americano Robert Triffin. El reconocimiento de este problema fundamental fue lo que llevó a la creación de los Derechos Especiales de Giro (DEGs) del FMI en los años sesenta.

El “estándar dólar” bajo el cual ha vivido el mundo desde comienzos de los años setenta tiene tres problemas básicos. En primer lugar, como todos los sistemas monetarios que lo antecedieron, pone el peso del ajuste sobre los países deficitarios, no sobre aquellos que tienen superávit en sus balanzas de pagos. La única excepción en este sentido son los Estados Unidos, que gracias a su posición como emisor de la principal moneda del mundo, ha podido hasta ahora financiar sus déficits con pasivos en dólares que están en manos del resto del mundo.

En segundo término, el sistema es inestable, porque hace que el valor de la principal moneda de reservas dependa de la política macroeconómica de Estados Unidos, de los caprichos de su balanza de pagos y los déficits nacionales que son su contraparte. Desde que se abandonó la paridad fija entre el dólar y el oro en 1971, el mundo ha experimentado ciclos cada vez más intensos del valor del dólar y de la cuenta corriente de los Estados Unidos. El dólar ha perdido, por lo tanto, lo que todo activo de reserva debe poseer: un valor estable. Este fue el punto esencial que señaló el gobernador del banco central de la China hace unas semanas.

En tercer lugar, el sistema es inequitativo, porque obliga a los países en desarrollo a transferir recursos hacia los países industrializados que proporcionan las monedas de reserva. Esta transferencia ha aumentado dramáticamente en las dos últimas décadas, ya que los países en desarrollo han descubierto que la acumulación de reservas internacionales es su principal defensa contra la inestabilidad financiera mundial.

A fines de 2007, los países en desarrollo, excluyendo China, tenía reservas equivalentes al 20.6% de su PIB, lo que se compara con sólo 3.7% en 1990. Esto ha generado una gran asimetría en la economía mundial, ya que las reservas de los países industrializados, excluido Japón, sólo alcanzan el 2.6% de su PIB. Una razón por la cual los países en desarrollo acumulan reservas es que el único “seguro colectivo” contra las crisis que existe en el mundo es son los créditos limitados y altamente condicionados del FMI.

Es importante resaltar que un sistema basado en varias monedas de reserva que compiten entre sí no resolvería la inestabilidad e inequidades del sistema actual. De hecho, agrega otra: la inestabilidad entre las tasas de cambio de las principales monedas de reserva. En realidad, este problema ya está presente en el sistema actual.

Las deficiencias del arreglo actual es la razón por la cual el sistema monetario internacional debe estar basado en una moneda de reserva mundial: una moneda fiduciaria respaldada por todos los bancos centrales del mundo. Este fue el deseo cuando se crearon los DEGs en los años sesenta. Este proceso debe completarse, transformando a los DEGs en dicha moneda mundial.

Una de las principales ventajas de un sistema basado en los DEGs es que proporcionaría al FMI una forma para obtener, con sus propios recursos y en forma ágil, los fondos que necesita durante las crisis para financiar sus programas de préstamos, de la misma manera que lo han venido haciendo en gran escala los bancos centrales en los últimos meses. Es también un mecanismo mucho mejor para financiar al FMI durante las crisis que las líneas de crédito que proporcionan algunos países al Fondo, el mecanismo que el G-20 está apoyando de nuevo. La ventaja de los DEGs es que es una forma de financiamiento verdaderamente multilateral, que no depende de ningún país en específico.

Para que un programa de esta naturaleza funcione, es necesario, sin embargo, que los países en desarrollo reconozcan que el FMI proporciona un buen “seguro colectivo”, de tal manera que la demanda de reservas internacionales se reduzca. Eso implica que el FMI debe prestar rápidamente durante las crisis de balanza de pagos a los países sin la engorrosas condiciones que exigía en el pasado, especialmente cuando la fuente de las crisis son las reversiones de los flujos de capital o un deterioro en los términos de intercambio.

El FMI tomó pasos en esa dirección en marzo, cuando creó la Línea de Crédito Flexible con propósitos preventivos, al tiempo que aumentó el monto de otras líneas de crédito y cambió aspectos fundamentales de la condicionalidad de sus créditos (pasó a depender de condicionalidad ex-ante para algunas líneas y eliminó los criterios estructurales para los desembolsos). El gran problema de la nueva línea de crédito es que corre el peligro de dividir indebidamente a los países en dos categorías, los países con buenas y malas políticas, con riesgos adicionales para los segundos.

Una mejor alternativa sería regresar a la propuesta de John Maynard Keynes de una línea de sobregiro para todos los miembros, que carezca de condicionalidad, en el entendido que los países que la usen en forma continua tendrían que solicitar eventualmente un programa formal de crédito. Esta línea de sobregiro podría ser financiada nuevamente con emisiones anti-cíclicas de DEGs.

La reforma también debe permitir que los países cambien sus activos en dólares (o en euros, yenes o libras esterlinaza) por DEGs, para evitar que la transición hacia el nuevo sistema sea desordenada. Como no lo ha recordado Fred Bergsten recientemente, el mecanismo ya está disponible: la “cuenta de sustitución” que fue negociada en el FMI en 1980.

Es hora de ampliar la agenda de la reforma financiera internacional, que hasta ahora se ha enfocado en un número de temas esenciales pero limitado, especialmente los relativos a la regulación financiera. La reforma del sistema mundial de reservas debe hacer claramente parte de esta agenda ampliada.

Fuente: www.project-syndicate.org

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