lunes, 6 de abril de 2009

Por fin, nuevas reglas para las finanzas

Por: Christine Lagarde, Ministra de Finanzas de Francia.

Hace 76 años, en junio de 1933, se celebró en Londres la Conferencia Económica y Monetaria Mundial en la que se reunieron 66 países para poner fin al desorden monetario y las guerras comerciales en curso y tratar de extraer las lecciones de la Gran Depresión. Cuando terminó, los negociadores admitieron que había sido un fracaso.

El 2 de abril de 2009, los líderes mundiales se dirigirán de nuevo a Londres para encontrar una solución a una crisis financiera y económica tan desastrosa como la de 1929. No podemos permitir que la historia se repita. Si prevalece la inacción colectiva, corremos el riesgo de volver a las desgracias políticas y económicas de los años treinta que allanaron el camino para un conflicto mundial devastador.

Por supuesto, debemos responder al debilitamiento de la economía y a la inestabilidad financiera prácticamente en un estado de emergencia. Por eso los paquetes de estímulos y los planes de rescate financiero se adoptaron concomitantemente por primera vez en Europa, Estados Unidos y algunos grandes países asiáticos.

En la reunión de ministros de finanzas del G-20 celebrada el 14 de marzo, todos nuestros países hicieron enormes esfuerzos para reparar su maquinaria económica lo más rápido posible. Las políticas que se escogieron son diferentes, pero todos los Estados son partidarios de las soluciones que les parecen más adecuadas. Todas son audaces y realistas en cuanto a las tareas que nos esperan.

Al igual que sus socios, Francia ha adoptado medidas significativas de estímulo, mediante un plan que anunció el Presidente Nicolas Sarkozy en diciembre pasado, así como con inversiones públicas y pagos anticipados de la deuda del gobierno. Si también tomamos en cuenta el fortalecimiento de los servicios sociales y las políticas legales que se emprendió el mes pasado, los estímulos de Francia en 2009 suman más del 2% de su PIB y los recursos comprometidos a futuro igualan los de Estados Unidos.

Además, el impacto de los estabilizadores automáticos –que permiten a los gobiernos movilizar más o menos recursos fiscales dependiendo de las condiciones económicas—es más fuerte en Europa occidental que en la mayoría de los países anglosajones. Sin embargo, la situación macroeconómica de Estados Unidos parece ser peor que la de Europa en términos de consumo, banca, empleo y mercados inmobiliarios.

Pero como han repetido tanto Sarkozy como el Presidente estadounidense Barack Obama, debemos ir más lejos. Los estímulos económicos sólo serán eficaces si se restablece la confianza, y la confianza sólo se puede restablecer si se replantea totalmente el sistema financiero.

Obviamente necesitamos ir a la raíz del problema, lo que exige que redefinamos los principios básicos del sistema. Sería contraproducente concentrarse en tratar los síntomas y darse cuenta después de que los presupuestos sin precedentes para las políticas estructurales no son económicamente eficientes ni políticamente aceptables.

En la Cumbre de Washington de noviembre pasado, la UE sugirió un principio básico: es necesario vigilar a todos los mercados, todos los territorios y todos los actores que pongan en riesgo el sistema financiero global. Este principio, con el que todos estuvieron de acuerdo, debe aplicarse incluso si afecta las viejas costumbres y los ingresos holgados. Estoy especialmente convencida de que debemos vigilar de cerca a los actores de los mercados financieros, como los fondos de cobertura. Aunque esos fondos a veces representan el 50% de las transacciones del mercado, no están registrados ni sujetos a normas sobre transparencia. Esto no es sostenible.

Luchar por la transparencia también implica hacer frente a los Estados que se niegan a colaborar en cuestiones financieras a nivel global o a combatir el lavado de dinero o a prevenir los riesgos financieros. No podemos construir un sistema más seguro si no hacemos que los requisitos globales sean más estrictos y si toleramos que no se cumplan las reglas. Junto con Alemania, Francia tiene la intención de elaborar una lista de países que no cooperan y de diseñar un conjunto de herramientas de sanciones adecuadas.

Las nuevas normas de auditoría deben reflejar una arquitectura financiera revisada que se concentre en la transparencia. El objetivo de esas normas debe ser atenuar el impacto del fracaso financiero, no amplificarlo, como ha sucedido en esta crisis.

En efecto, es necesario regular a las agencias calificadoras, cuyo mal funcionamiento contribuyó a la crisis. Pedimos una política fácil: reglas más estrictas (especialmente al combatir conflictos de interés), una escala de calificaciones específica para los productos complejos y la publicación periódica de sus rendimientos. Durante la reciente presidencia francesa, Europa siguió este camino para preparar una reglamentación europea que pronto se adoptará. Esperamos que todos nuestros socios hagan lo mismo.

La responsabilidad debe volver a estar en el centro de un sistema que se ha hundido en los excesos. Los métodos utilizados para pagar a los operadores del mercado reflejan nuestros errores colectivos. Cedimos a los incentivos de corto plazo y todo parecía conspirar para impulsarnos a aceptar riesgos excesivos. Debemos revisar los esquemas de compensación y retrasar el pago de los bonos hasta que se conozca la rentabilidad de las inversiones de una empresa.

Por último, debemos expresar nuestra solidaridad con los países emergentes y pobres. Debilitados por la crisis, son los primeros que resultan afectados por los recortes de los flujos financieros. Las instituciones financieras internacionales deben darles un enorme apoyo y también tener los recursos necesarios para prever desequilibrios globales y prevenir crisis, en lugar de responder sólo cuando la situación es urgente.

Francia y sus socios europeos, en particular Alemania, con quienes trabajamos en estrecha colaboración, presentarán estos puntos al G-20. En efecto, así como un estímulo fiscal nacional es menos eficiente que un esfuerzo coordinado, fortalecer las reglamentaciones financieras sin combatir la relajación que predomina en otros ámbitos no tiene sentido en un mundo globalizado.

No debemos engañarnos; no podemos solucionar todos los problemas de esta crisis en los próximos días. Sin embargo, debemos alcanzar varios objetivos y dar señales claras de que existe una verdadera ambición colectiva. La historia nos ha mostrado el peligro de dejar pasar algunas oportunidades. El 2 de abril, Francia y Europa estarán presentes.

Fuente: www.project-syndicate.org

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