sábado, 25 de abril de 2009

La audacia de la esperanza para Palestina

Por: Kishore Mahbubani

El mundo se verá envuelto en una pesada nube de desánimo y perdición este año. Las economías crepitarán, los gobiernos caerán y las empresas quebrarán. Pero el mayor peligro de todos es la sensación de desesperanza. Impedir que esto ocurra requiere resolver algunos problemas importantes y aparentemente indómitos. Cerrar la Ronda de Doha de conversaciones sobre comercio mundial ofrece una oportunidad de este tipo. Pero el conflicto palestino-israelí ofrece una oportunidad aún mejor.

Mucha gente en todo el mundo, especialmente en Occidente, ha llegado a la conclusión de que este conflicto está más allá de cualquier resolución. Se han hecho varios esfuerzos desde los famosos acuerdos de Oslo de 1993. Todos fracasaron. Pero pocos han percibido que surgió una constelación inusual de fuerzas, que abre una nueva ventana asombrosa de oportunidades para alcanzar una solución. Estas oportunidades geopolíticas son raras, y sería una gran tragedia no aprovechar ésta en particular.

Para empezar, parece existir un consenso casi universal de que cualquier solución se basará en los acuerdos de Taba elaborados por el presidente Bill Clinton en enero de 2001. Diplomáticos palestinos me dijeron que pueden aceptar este paquete.

Igualmente importante es que hoy existe un consenso casi universal, prácticamente entre todos los estados árabes, de que un acuerdo de paz es de su interés. Muchos, incluyendo Egipto y Arabia Saudita, están más preocupados por el ascenso de Irán. Un acuerdo con Israel podría fortalecer su posición a la hora de tratar con Irán y privar al gobierno iraní de la oportunidad de agitar el sentimiento popular árabe contra la postura de los gobiernos árabes sobre Palestina.

El gran interrogante es si Israel está dispuesto a hacerlo. Sin embargo, a pesar de la difícil situación política en Israel, parece haber un creciente consenso entre la elite israelí de que el tiempo ya no está del lado de Israel.

También puede ayudar que la política exterior de Israel de ahora en más estará en manos de dos personas que se perciben como de línea dura, Benjamin Netanyahu y Avigdor Lieberman. De la misma manera que hizo falta un Richard Nixon para ir a China, se necesitará un Netanyahu para implementar un acuerdo de paz que exigirá un retiro de gran parte de los asentamientos de Cisjordania.

Cuando visité Israel en 1997, visité al entonces primer ministro Netanyahu, ya que él y yo habíamos sido colegas cuando ambos nos desempeñábamos como embajadores ante las Naciones Unidas. Nunca olvidaré lo que me dijo: "Kishore, ignora las historias de los medios. Yo estoy a favor de la paz". La amplia coalición, que incluye a Lieberman y Ehud Barak, también hace la paz más probable.

Cualquier buen acuerdo de paz exige un mediador poderoso. Afortunadamente, se ha presentado un candidato en la figura de la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton. Sus dos antecesores, Colin Powell y Condoleezza Rice, no tenían la credencial más importante: la confianza de ambas partes. Ella sí.

Yo sólo estreché la mano de Clinton una vez, temprano en una mañana de domingo en una sinagoga de la ciudad de Nueva York, hace varios años. Verdaderamente me impresionó que esta pequeña sinagoga pudiera albergar la presencia de dos senadores de Nueva York, Clinton y Charles Schumer, y otros varios congresistas para un desayuno temprano. Pude ver a primera mano que Clinton gozaba de la confianza de la comunidad judía -un requisito importante para cualquier mediador en Oriente Medio.

Clinton también demostró su capacidad diplomática cuando visitó la región en marzo de 2009. Reafirmó su compromiso con la seguridad israelí. Manifestó preocupación por la condición humanitaria de los residentes de Gaza. Su destreza no sorprende. Su marido, Bill Clinton, estudió el problema de Oriente Medio intensamente, lo que quedó demostrado en la calidad de la propuesta de paz que concibió.

Sin duda, la percepción de que Clinton completará el trabajo que comenzó su marido en la región será un factor de motivación importante. Este tipo de consideraciones personales sí importan. Tampoco cabe duda de que si ella logra negociar una solución de dos estados, sería una candidata de primer nivel para el Premio Nobel de la Paz.

Ese desenlace sería aplaudido en todo el mundo. Pocos norteamericanos son conscientes de que la rápida globalización del mundo islámico ha producido una grilla política que vincula a todos los 1.300 millones de musulmanes sobre algunas cuestiones clave. El conflicto palestino-israelí ha generado repercusiones políticas negativas que llegan instantáneamente a todos los rincones del mundo islámico.

La elección de Barack Obama como presidente norteamericano y su natural popularidad en el mundo islámico han ayudado a frenar algunas de estas repercusiones. Si esto se pudiera combinar con un acuerdo de paz, el mundo repentinamente experimentaría una oleada de esperanza que rompería la nube global de desánimo actual. Y la audacia de la esperanza es lo que el mundo más necesita hoy.

Fuente: /www.project-syndicate.org

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