sábado, 25 de abril de 2009

La raconciliación de Hamas y Al Fatah

Por: Michael Bröning

Al reunirse los representantes de Hamas y Al Fatah en El Cairo para celebrar una cuarta ronda de conversaciones en pro de la unidad nacional, no sólo los palestinos, sino también los americanos y los europeos las seguirán atentamente. Esas conversaciones de alto nivel, organizadas por el director de los servicios de inteligencia egipcios, Omar Suleiman, serán decisivas para poner fin a casi dos años de enfrentamientos sangrientos entre la Gaza gobernada por Hamas y la Ribera Occidental, gobernada por Mahmoud Abbas, de Al Fatah, que cuenta con el respaldo occidental. En vista de los fracasos anteriores, esta ronda de conversaciones podría ser la oportunidad final para restablecer la unidad palestina.

El continuo cisma interno entre el más moderado y laico Al Fatah y el islamista Hamas no sólo ha dejado hundida en la confusión a la dirección política palestina, sino que, además, ha hecho que unas negociaciones de paz con Israel mínimamente sólidas resulten prácticamente imposibles. Además, la continua desunión interna sigue obstaculizando los intentos de reconstrucción de Gaza, urgentemente necesarios después de la ofensiva militar de comienzos de este año. Así, el resultado de las negociaciones de El Cairo tendrá repercusiones para los palestinos y los israelíes... y, de hecho, para todos los interesados en el proceso de paz de Oriente Medio.

En las rondas anteriores, las diferentes facciones acordaron en principio constituir un gobierno unido para la Ribera Occidental y Gaza y celebrar elecciones legislativas y presidenciales en los Territorios Palestinos en enero de 2010, pero Al Fatah y Hamas siguen manteniendo diferencias fundamentales sobre cómo formar un gobierno encargado de preparar las elecciones.

Los debates se centran también en el control de los servicios de seguridad, esfera en la que ni Al Fatah ni Hamas tienen demasiado margen de maniobra. Además, sigue habiendo discrepancias sobre el tipo de sistema electoral que se debe utilizar.

Mientras que Al Fatah es partidario de un sistema de votación claramente mayoritario, Hamas propugna un planteamiento más personalizado. Además, la cuestión de la inclusión de Hamas en la Organización de Liberación de Palestina es decisiva. Al contrario de lo que se suele creer, el único interlocutor oficial en las negociaciones con Israel ha sido siempre la OLP y Hamas no forma parte de ella. En un debate lingüístico bastante obscuro, Hamas se ha negado en las rondas anteriores de negociaciones a “comprometerse” con los acuerdos subscritos por la OLP con Israel en el pasado, sino que simplemente se ha ofrecido a “respetarlos”. Así, pues, los negociadores en El Cairo tendrán que debatir si ese reconocimiento indirecto del derecho de Israel a existir será aceptable.

Por debajo de ese claro quid pro quo de la negociación política, los representantes de Al Fatah y Hamas deben encontrar un medio para conciliar la ideologia política, inmensamente popular, de Hamas con las tradicionales aspiraciones laicas de Al Fatah. No se trata de un mero asunto interno palestino, pues refleja un conflicto enconado en todo el Oriente Medio.

Hasta ahora, ninguna sociedad árabe ha logrado armonizar esas tendencias opuestas. Al contrario, la mayoría de los gobiernos ha optado por un planteamiento más o menos polémico de represión y exclusión, al prohibir a los islamistas participar en las elecciones o intimidarlos para mantenerlos en una semilegalidad. Sin embargo, el caso de los Territorios Palestinos es diferente.

A falta de una autoridad central fuerte, la predominante divisoria entre nacionalismo laico y religión politizada ha conducido a la desintegración geográfica real de los Territorios Palestinos en dos partes distintas. En vista de las dificultades que incluso los protagonistas de la región afrontan al abordar el desafío del islam político, resulta claro que para la Autoridad Palestina encabezada por Abbas sólo la avenencia y el diálogo son una forma viable de poner fin a la escisión.

No es de extrañar que no haya la menor certidumbre sobre la suerte de las conversaciones de El Cairo. El fracaso a la hora de conseguir una posición palestina unificada haría el juego indudablemente al recién elegido gobierno israelí de Benjamin Netanyahu. Al fin y al cabo, el Primer Ministro israelí ha dejado claro que es partidario de gestionar un conflicto continuo desde el punto de vista de una “paz económica” más que de procesos políticos de gran alcance, basados en el respeto mutuo y la cooperación.

En vista de su continua división interna, a los palestinos les resulta muy difícil presionar en pro de un proceso de paz sólido. A consecuencia de ello, la ampliación, quieras que no, por parte de Israel de los asentamientos de la Ribera Occidental podría acabar enterrando para siempre las gestiones en pro de una paz general.

Pero un éxito en El Cairo podría plantear un problema aún más arduo. Si las negociaciones propician la creación de un gobierno palestino apoyado por Al Fatah y Hamas, se planteará una disyuntiva difícil, no principalmente a los palestinos, sino sobre todo a los dirigentes occidentales. ¿Continuará Occidente con su política de boicotear a Hamas política y financieramente o adoptará otra actitud?

En vista de la beligerante ideología de Hamas, cualquier cambio de actitud por parte de Occidente para con Hamas después de un éxito del diálogo palestino en El Cairo sería difícil, pero un posición modificada y más pragmática que se centrara en el comportamiento de Hamas en el terreno y no en las condiciones abstractas no sólo resultaría más problemática para los dirigentes occidentales, sino que, además, supondría un gran problema político también para Hamas.

Fuente: www.project-syndicate.org

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