martes, 24 de febrero de 2009

Lo público y lo privado

Por: Miguel Kottow

Mientras que el animal es un cuerpo cuyo funcionamiento está regulado por reflejos e instintos, se reconoce que el ser humano tiene un cuerpo, es decir, posee una gama de opciones que le permiten, de hecho lo obligan, a elegir los modos de actuar y de desarrollar su existencia. Es así como los seres humanos deciden ejercer la sexualidad y la reproducción, así como tienen conciencia que su cuerpo puede enfermar y ser susceptible de decisiones y tratamientos médicos, sabiendo también que indefectiblemente morirá. El desarrollo de las ciencias biomédicas ha hecho posible la intervención artificial en los procesos más fundamentales de la vida, como son la anticoncepción, la fertilización asistida y la diversidad de actos médicos relacionados con el final de la vida.

La consecuencia más impactante de esta “medicalización” de procesos biológicos relacionados con el comienzo y el final de la vida ha sido que decisiones desde siempre privadas y personales, pasan a ser reguladas por la esfera pública. Evitar un embarazo no deseado se ha hecho biológicamente posible mediante la “píldora del día después”, y cabría suponer que la decisión de hacer uso de ella es asunto personal e íntimo de la mujer. Sin embargo, la esfera pública determina que no sea así y ha dispuesto trabas para la libre obtención del anticonceptivo de emergencia.

Hacia el final de la vida, las cosas son aún más complejas, como ilustran los ya múltiples casos de pugna entre poderes públicos y los deseos de las personas o sus legítimos representantes por dar fin a una existencia cargada de sufrimientos o reducida a algunas funciones vitales artificialmente sustentadas.

A medida que avanza la biomedicina, abre nuevas opciones para que las personas tomen decisiones con respecto a su cuerpo, pero al mismo tiempo la esfera pública se hace presente para regular estas decisiones. Mientras se hace evidente que la democracia es la más adecuada forma de convivencia política, lo que significa robustecer el ejercicio de la autonomía personal, se hace sentir una marcada injerencia de políticas públicas en la vida personal de las personas. En la medida que ello ocurre en el ámbito de los procesos biológicos, se habla de biopolítica.

La invasión indeseada de lo privado por los poderes públicos –jurídicos, religiosos, políticos-, no solo lesiona la autonomía individual, sino que lo hace sin poder justificar que está actuando en defensa de terceras personas o del bien común. Dificultar la anticoncepción o prohibir la muerte voluntaria son imposiciones al libre albedrío de las personas que a nadie protegen, siendo que estas proscripciones buscan su justificación en creencias y convicciones que erróneamente pretenden ser universalmente válidas. Son claros ejemplos de principios que quieren imponer su validez a personas que no los comparten.

Solo resta insinuar un asunto que merece más amplia deliberación, y es el desamparo que se produce en la ciudadanía con la tendencia contemporánea a reducir las protecciones sociales otorgadas por el Estado. Mientras la biopolítica invade nuestro mundo privado, son por otro lado desmontados los amparos y seguridades públicas que protegen a la ciudadanía en un Estado social. Una tijera que es especialmente gravosa para los miembros más desaventajados de la sociedad, por cuanto los mejor situados soslayan el control público para hacer uso de sus opciones, en tanto los desmedrados se ven agobiados en la medida que el espacio público regula su vida privada aún en contra de sus deseos e intereses.

Fuente: La Tercera.cl (http://blog.latercera.com/blog/mkottow/entry/lo_p%C3%BAblico_y_lo_privado)

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