miércoles, 18 de febrero de 2009

La personalización de la revolución bolivariana

Por: Maxwell A. Cameron

Al modificar los límites de los períodos presidenciales, Hugo Chávez ha eliminado en Venezuela una de las últimas restricciones a su poder. Los presidentes latinoamericanos suelen actuar como dictadores mientras están en el cargo, pasando por sobre los congresos, los tribunales y sus opositores políticos. El poder presidencial sólo está limitado por reglas que definen la duración de sus períodos (cuántos años hasta la siguiente elección y cuántas veces pueden postularse) y por su capacidad para ganar elecciones. Por supuesto, algunos líderes han intentado a menudo eludir estas reglas, cambiando la Constitución o manipulando los resultados electorales.

Alberto Fujimori descartó la Constitución de Perú para facilitar su propia reelección en 1995. Hasta violó su carta hecha a mano al postular a un tercer período en 2000. En Bolivia, una nueva Constitución aprobada por plebiscito el 25 de enero permitirá al Presidente Evo Morales presentarse a otro período. Una consulta similar en Ecuador, el año pasado, posibilita que el Presidente Rafael Correa postule a dos períodos más. Y el referendo del domingo en Venezuela fue el segundo intento de Chávez por cambiar la Constitución para establecer la reelección indefinida: fracasó en un referendo anterior, en 2007.

La reelección presidencial es controversial debido a razones tanto históricas como de diseño constitucional. Históricamente, los líderes políticos latinoamericanos han tendido a concentrar un gran poder en las manos de la rama ejecutiva del Gobierno. Repetidas intervenciones militares en la política reforzaron durante el siglo XX la tendencia hacia ejecutivos omnipotentes. Se desarrolló un hábito del continuismo, mediante el cual esos líderes buscaron monopolizar todos los poderes en el cargo. Como respuesta surgió un tabú respecto de la reelección. Bajo la Constitución de 1917, los presidentes mexicanos pasaron a ser semidioses mientras estaban en el poder, pero una vez que sus períodos expiraban debían retirarse con tranquilidad a su vida privada, para disfrutar de sus sustanciales fortunas.

Los límites a los períodos presidenciales reflejan también los imperativos del diseño constitucional. Los sistemas presidenciales fueron diseñados para crear controles y equilibrios que aseguraran que ninguna rama del Gobierno se hiciera todopoderosa y, sin embargo, han probado ser lamentablemente incapaces de restringir el Poder Ejecutivo. Los sistemas presidenciales crean rigideces y conflictos que con frecuencia se resuelven ignorando por completo la Carta Magna. Cuando la Constitución ya no es más un límite político fuerte, la última defensa contra el despotismo son, por supuesto, las elecciones. Quizás con eso basta.

Los partidarios de Chávez insisten en que si el pueblo venezolano no lo quiere, puede votar para sacarlo de la Presidencia en 2012. Y si lo quieren, ¿por qué habría que negarle a los votantes la oportunidad de mantener a un líder popular en su cargo? Algunos votantes toman a Chávez al pie de la letra cuando dice que quiere la reelección no para darse más poder, sino para dar más poder al pueblo. "Con Chávez, gobierna el pueblo", dice su mantra. Chávez se ha beneficiado de la idea de que le importan los pobres. Muchos de los otros gobiernos democráticos de la región (que incluye a algunas de las sociedades más desiguales del mundo) han hecho más por garantizar los intereses de las elites políticas, económicas y militares que por mejorar la vida de las mayorías.

La victoria de Chávez demuestra el amplio apoyo que tiene su proyecto político, pero también revela que gran parte del público considera su continuidad en el poder como el garante esencial de ese proyecto. Una y otra vez, sus partidarios expresan la opinión de que necesitan a Chávez en el poder para seguir recibiendo los beneficios de la revolución bolivariana. Sin darse cuenta, plantean una crítica velada: Chávez no ha institucionalizado su revolución. Ha creado un régimen altamente personalizado que depende de su liderazgo.

Fuente: La Nación (Chile)

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