lunes, 25 de agosto de 2008

¿Una nueva dinastía Tang?

Por: Vishakha N Desai

El 8 de agosto de 2008, el mundo contempló maravillado el asombroso espectáculo de la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos en Beijing. Vimos el despliegue electrónico de rollos chinos repletos de grandes símbolos históricos y quedamos cautivados por los bailarines que creaban “armonía” usando sus cuerpos como pinceles de tinta china. 2008 estudiantes de artes marciales interpretaron con precisión mecánica movimientos de una antigüedad milenaria, mientras los seres celestiales volanderos y el galopante portador de la antorcha creaban la sensación de una morada celestial en la Tierra.

Hubo otra época en que China deslumbró al mundo en su umbral: la dinastía Tang (618-907), con frecuencia considerada la edad de oro de China, cuando fue en verdad el “Reino de en medio” en el centro del Universo. Su capital, Chang An (la actual Xian) era una ciudad de talla mundial; llegaban a ella visitantes de todo el mundo y quedaban deslumbrados por su riqueza, belleza y poder. Sus emperadores usaban plata de Persia, cristal de Europa, piedras preciosas del Asia central y utensilios de oro de la India. China, abierta, segura de sí misma y cosmopolita, conectaba fácilmente con el mundo, adoptaba nuevas ideas y proyectaba sus creaciones propias. No es de extrañar que a veces los estudiosos chinos se refieran a la China actual como la nueva Dinastía Tang.

De hecho, cuando se adjudicaron los Juegos Olímpicos a China en 2001, la agencia oficial de noticias de este país, Xinhua, lo llamó un “hito en la categoría internacional en ascenso de China y un acontecimiento memorable en el gran renacimiento de la nación china”. Los funcionarios y artistas chinos han trabajado incansablemente durante siete años para hacer de ese sueño de un “renacimiento” una realidad resplandeciente y han superado todas las previsiones, pero, ¿cómo debemos entender las consecuencias más amplias de la ceremonia de inauguración tanto para China como para el mundo exterior?

En primer lugar, la buena noticia. En consonancia con los recientes esfuerzos de China para proyectar su poder “blando”, la ceremonia de inauguración dio idea de una cultura histórica, pero dinámica, en su mejor momento. Aparte de la presencia de algunos soldados del Ejército Popular de Liberación, habría costado mucho encontrar prueba visible alguna del régimen comunista reinante o de su fundador, Mao Zedong.

Igualmente significativa fue la proyección de China como una de las cabezas naciente del nuevo orden cultural internacional. El estadio en forma de nido de aves fue la creación del equipo multinacional de diseño de Herzog & De Meuron, con aportaciones del artista plástico Ai Weiwei. Muchos artistas participantes en la creación del espectáculo, incluido el especialista en fuegos artificiales Cai Guo Qiang, la estrella de la danza Shen Wei y el compositor Tan Dun, se granjearon su fama primordialmente en Occidente. Incluso Zhang Yimou, el principal organizador del espectáculo, se hizo famoso en Occidente gracias a sus primeras películas, en las que describía la dura vida de una joven China moderna.

Está claro que los funcionarios chinos habían llegado a la conclusión de que esos destacados representantes de la escena artística internacional y miembros de la diáspora debían ser reivindicados ahora como parte de China. La capacidad de esos artistas para tender puentes entre las tradiciones de Oriente y Occidente y crear un nuevo espacio para la creatividad que pueda transcender las especificidades culturales del pasado en pro de un nuevo futuro combinado se podía asociar directamente con las aspiraciones mundiales de China. Como los artistas y su arte, el país podía alzarse por encima de las dicotomías antiguo-nuevo, pasado-presente y tradicional-moderno para proyectar una imagen apropiada para nuestra era mundializante.

No es de extrañar que los dirigentes chinos tuvieran mucho interés en evitar cualquier referencia a los dos últimos siglos de luchas y humillación o a su problemático panorama político y a las cuestiones comerciales espinosas. Al mismo tiempo, se podría sostener que el espectáculo de la ceremonia de inauguración iba encaminado a superar la humillación histórica de China por Occidente y señalar un nuevo capítulo. El “dragón dormido”, como Napoleón calificó a China a comienzos del siglo XIX, estaba ahora totalmente despierto y listo para lanzarse hacia el nuevo mundo. Como durante la dinastía Tang, las artes y la cultura estaban en el centro del escenario y reflejaban la proeza económica y el poder político del país.

Pero tan fastuoso espectáculo dejó también dudas sin despejar. ¿Por qué ese empuje para demostrar al mundo que éstos habían de ser los mejores Juegos Olímpicos de la Historia? (Las autoridades chinas presionaron incluso al Comité Olímpico Internacional para que hiciera una declaración en ese sentido al final de los Juegos.) Algunos han indicado que ese esfuerzo constituye una señal de inseguridad.

Conviene observar también que, si bien Mao ha estado llamativamente ausente en los Juegos Olímpicos, su legado comunista ha estado presente de formas sutiles. La incesante insistencia en la presencia “armoniosa” de grandes grupos de intérpretes no dejó margen para voces individuales (incluso la joven cantante Lin Miaoke, como ahora sabemos, no cantó con su propia voz). Resulta irónico que, mientras que los chinos más jóvenes (productos de la política de un solo hijo de China) están obsesionados con las afirmaciones estilísticas personales, el espectáculo de la ceremonia de inauguración consistiera en una expresión colectiva al servicio del Estado.

Los intelectuales chinos siempre han sido conscientes de esa tensión entre la creatividad individual y la voluntad colectiva. ¿Cómo conciliará la nueva China esas dos necesidades contradictorias?

Mientras contemplamos la posible llegada de la nueva dinastía Tang en China, debemos recordar el mensaje del poeta de la antigua dinastía Tang, Po Chü-i (772-846 a.C.):

Una cacatúa roja enviada
Como regalo desde Annam,
Colorada como la flor del pérsico,
Capaz de usar el lenguaje humano,
Y le hicieron lo que siempre se hace
Con los cultos y elocuentes.
Cogieron una jaula con fuertes
Barrotes y la encerraron dentro.

Fuente: Project Syndicate

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