viernes, 22 de agosto de 2008

El poder de los partidos

Por: Claudio Fuentes, Director de FLACSO-Chile
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Los actores políticos no cesan de buscar fórmulas para fortalecer el rol de los partidos. Hace poco, el gobierno envió una propuesta al Congreso proponiendo la pérdida del escaño para aquellos parlamentarios electos que renunciaran al partido por el cual habían competido en las elecciones. Y la semana pasada tuvo que escogerse a quien ocuparía el escaño que quedó vacante tras el fallecimiento del diputado Juan Bustos (PS). La reforma constitucional de 2005 -aprobada con los votos de la oposición y el gobierno- estableció que le correspondía a los partidos definir el reemplazo en caso de vacancia de un representante de la ciudadanía.
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¿Resulta adecuada esta estrategia para fortalecer la democracia? Estimo que no. En un marco de partidos con precarios mecanismos de democracia interna, lo que estas iniciativas hacen es alejar todavía más a la ciudadanía de la representación política. Se fortalecería la democracia si, por ejemplo, se convocara a nuevas elecciones dentro del distrito de producirse una vacante. Si las autoridades del Congreso representan a un determinado territorio, lo esperable es que la ciudadanía de ese mismo territorio pueda definir al reemplazante.
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Algunos sistemas políticos establecen la modalidad de "suplentes" que son definidos en listas cuando se compite en una elección. En otros casos, la fórmula elegida para reemplazar a un representante es la convocatoria a elecciones inmediatas. Una democracia sin partidos corre un serio peligro. Sin embargo, la exigencia contemporánea es que dichos partidos puedan representar los intereses presentes en la sociedad. Otorgarle atribuciones a los partidos sin considerar a quienes ellos representan es el mejor prefacio para su muerte.
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Sabida es la distancia entre la ciudadanía y la política. Las encuestas muestran el descrédito de los partidos, la apatía de la ciudadanía por participar de instancias políticas y el fuerte cuestionamiento que existe respecto del rol que cumplen los partidos en posiciones de poder. Aquella distancia no es particular de Chile ni de este preciso momento político. Comparativamente, otras democracias mucho más consolidadas que la nuestra evidencian esa misma brecha y es muy probable que nuestros padres y abuelos criticaran de igual manera al sistema político.
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El problema es otro. No debiese preocuparnos tanto la distancia entre ciudadanos y partidos -que es probable que se mantenga e incremente en forma oscilante-, sino la existencia o no de vasos comunicantes entre una esfera y otra. En los últimos años se ha advertido una recuperación de los niveles de actividad social, pero ella tiende a ocurrir fuera del espacio de los partidos. No sería aconsejable ni deseable que los partidos coopten a estas nuevas expresiones sociales. El desafío para los partidos -como intermediarios entre la sociedad y el Estado- es hacerse cargo de las demandas sociales incorporándolas en sus agendas y abriendo oportunidades para el debate político y social. Una estructura de partidos más abierta es capaz de captar nuevas sensibilidades y conflictos emergentes.
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Lo anterior no ocurre en Chile y el marco legal no favorece aquella necesaria interacción entre partidos y sociedad. Desde el retorno a la democracia prácticamente la totalidad de los partidos se han constituido en grupos cerrados, organizados a partir de "lotes" y que más que promover agendas programáticas han buscado mantener y ampliar sus bases de poder interno. La legislación de partidos heredada del régimen militar favorece precisamente este esquema de funcionamiento cerrado.
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Fuente: FLACSO-Chile

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