lunes, 2 de marzo de 2009

¿Quién perdió Turquía?

Por: Dominique Moisi

“¿Quién perdió Turquía?” Esa pregunta, que se planteó frecuentemente en el pasado, se ha estado reavivando tras el exabrupto emotivo del Primer Ministro Tayyip Erdogan durante el reciente Foro Económico Mundial 2009 en Davos, cuando súbitamente abandonó el panel que compartía con el Presidente israelí Shimon Peres. Y la cuestión turca es de gran importancia porque tiene que ver con algunas de las disputas diplomáticas más inestables e inquietantes del mundo.

Si, en efecto, Turquía se ha “perdido”, entre los responsables están la Unión Europea, Estados Unidos, Israel y Turquía misma. El Presidente francés, Nicolas Sarkozy, ha expresado de modo inequívoco las crecientes reservas de la UE acerca de la adhesión de Turquía. En Estados Unidos, el ex Presidente George W. Bush tiene parte de la culpa debido a la guerra de Iraq. Israel también ha desempeñado un papel en el alejamiento de Turquía de Occidente, como resultado de la guerra de Líbano de 2006 y sus recientes operaciones militares en Gaza.

Todos estos sucesos han perturbado y desorientado a Turquía y se han agudizado por el impacto interno de la peor crisis económica global desde los años treinta.

Por supuesto, las élites turcas seculares y pro occidentales tal vez sigan considerando que la UE y Estados Unidos son aliados y socios importantes, si no es que indispensables, y pueden pensar que el fundamentalismo islámico, Hamas, Hezbolá e Irán son amenazas reales o al menos potenciales. No obstante, también están convencidas de que el comportamiento de Europa hacia Turquía ha sido impropio debido a una combinación de reflejos populistas de corto plazo y la ausencia de una visión estratégica de largo plazo.

Desde luego, la cuestión turca es compleja. Turquía es predominantemente asiática en términos geográficos, sus emociones son cada vez más las del Medio Oriente, es decir, musulmanas en lo que toca al conflicto palestino-israelí y, sin embargo, las élites turcas siguen siendo firmemente pro occidentales y pro europeas. Pero, ¿por cuánto tiempo?

A principios del siglo XXI, cuando el diálogo con el mundo islámico es uno de los retos clave para el mundo occidental, Europa cometería un error estratégico histórico si cierra sus puertas a Turquía. Hacerlo significaría impulsar a los herederos del Imperio Otomano hacia una trayectoria histórica asiática, musulmana y medio-oriental.

En la cuestión de la adhesión turca a la UE el viaje importa más que el destino. Las reformas que Turquía ya ha implementado en un lapso de tiempo muy corto gracias a su condición de candidato son impresionantes. ¿Debemos los europeos poner en riesgo esos progresos expresando un “no” demasiado enfático?

La UE necesita urgentemente un socio estratégico y diplomático que pueda reforzar significativamente su influencia en el Medio Oriente. Europa también necesita el dinamismo de una Turquía joven. Sobre todo, necesita el mensaje de reconciliación hacia el Islam que el ingreso de Turquía a la Unión representaría.

Obviamente, querer que Turquía “entre” es un acto de voluntad, si no es que de fe, que de muchas formas es contrario a la razón. La mayoría de los europeos no perciben a Turquía como un “otro europeo” sino como un “otro no europeo”. Incluso en Estambul, la más occidentalizada de las ciudades turcas, en cuanto uno se aleja de las arterias principales parece estar inmerso en una cultura medio-oriental o asiática.

Israel no es miembro de la Unión Europea, pero también corre el grave riesgo de perder a Turquía. Lejos de reforzar la seguridad de Israel, sus dos últimas aventuras militares, en Líbano y ahora en Gaza, han provocado un mayor autoaislamiento y una pérdida de solidaridad en el mundo. En ningún lugar se ha sentido con tanta fuerza este fenómeno como en Turquía, donde esas acciones militares han tensado la alianza estratégica de ambos países casi hasta el rompimiento.

Es demasiado pronto para hablar de la política de Obama hacia Turquía; baste decir que con su disposición a entablar un diálogo respetuoso con el Islam, es el único líder occidental que va por buen camino. Pero, ¿bastarán los gestos positivos de Estados Unidos hacia Turquía, un miembro clave de la OTAN, para compensar las políticas insensibles, si no es que temerarias de Israel? La respuesta no es clara.

Turquía también comparte cierta responsabilidad por este creciente proceso de alejamiento. La conducta de Erdogan en Davos fue, por decir lo menos, irresponsable. Es posible que haya ganado popularidad en su país, pero en los difíciles tiempos económicos actuales, las tentaciones del populismo barato son más peligrosas que nunca. No se juega imprudentemente con cerillos junto a un montón de madera seca.

Fuente: www.project-syndicate.org

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