domingo, 8 de marzo de 2009

Por qué el bipartidismo es una buena política

Por: Chris Patten

El bipartidismo parece haber recibido un embate en Washington desde que el Presidente Barack Obama llegó a la Casa Blanca.

Al igual que la mayor parte de los presidentes estadounidenses recientes, Obama hizo campaña prometiendo trabajar en conjunto con sus oponentes políticos en pos del bienestar del país. Clinton dijo algo muy parecido antes de ser electo, sólo para dedicar su primer periodo a pelear con la mayoría republicana de Newt Gingrich en el Congreso, y su segundo periodo a sacarse de encima el juicio político.

George W. Bush también dijo que tendería puentes a quienes no estaban de acuerdo con él, para luego convertirse en el presidente más ideológico y partidista de los tiempos modernos, incitado por su vicepresidente Dick Cheney.

Obama ya parece haber ido más lejos en la búsqueda de entendimientos entre los dos partidos que sus predecesores. El que haya seleccionado republicanos para cargos clave -lo que incluye conservar a Robert Gates como Secretario de Defensa- ha causado cierta reticencia entre sus partidarios. Sin embargo, y por sobre todo, se ha esforzado por asegurarse el apoyo republicano a sus esfuerzos por evitar que la economía caiga en un profundo agujero recesivo.

Sólo tres senadores republicanos rebeldes aceptaron las propuestas de Obama para que el plan fuera aceptado. Y en la Cámara de Representantes los republicanos rechazaron unánimemente cada enmienda, cada concesión y cada gesto de cortesía que les ofreció.

Algunos comentaristas sugieren que Obama cometió un grave error. Primero prometió bipartidismo, pero le dieron con las puertas en las narices. Segundo, él y su administración estaban tan ocupados tratando de crear consensos que deslavaron algunos de los ingredientes principales del paquete de estímulo, y no lo defendieron con suficiente vigor de los ataques republicanos.

Algunas veces puede surgir un lado poco gratificante al tratar de atraer a tus oponentes. Cuando están claramente equivocados, ¿por qué no dejar que queden en evidencia? Aquí vemos republicanos que han criticado un aumento del presupuesto estadounidense después de haber duplicado la deuda nacional del país a lo largo de los ocho años de la presidencia de Bush. Más aún, la creencia de los republicanos de que sólo los recortes impositivos, y no el gasto público, lograrán la recuperación es un triste ejemplo de ideología con anteojeras.

Sin embargo, hay razones más positivas para el esfuerzo de Obama de lograr consensos entre los dos partidos. En todo sistema democrático de equilibrios y contrapesos, por lo general los líderes necesitan coaliciones para lograr lo que desean hacer.

Más aún, un estilo consensual es una buena política. La mayoría de los votantes –ciertamente los indecisos, que por lo general deciden las elecciones- no gustan de las batallas partidistas tanto como las disfrutan algunos políticos y sus partidarios. Después de todo, los votantes sensatos, lo moderados y los indecisos no encienden la radio para escuchar a ultraconservadores como el locutor estadounidense Rush Limbaugh.

Cuando las cosas se ponen difíciles en política, como ocurrirá en la mayor parte del mundo a medida que enfrentemos el impacto de la recesión mundial, todo gobierno sensato intentará aferrarse al beneficio de la duda. Los ciudadanos saben que es difícil gobernar un país, especialmente en tiempos como éstos, y están dispuestos a no criticar demasiado a los gobiernos si piensan que están tratando de hacer cosas que beneficien a todos. Se molestan con los gobiernos que deben tomar medidas impopulares y que además parecen tener intenciones estrechas y poco transparentes.

Hay también mucho que decir acerca de los intentos de hacer más civilizados los enfrentamientos políticos. Ronald Reagan tenía un fuerte sesgo ideológico, pero dio nueva forma a la política estadounidense, empujando con firmeza el centro hacia la derecha. Lo hizo sin jamás siquiera denostar a sus oponentes ni menoscabar sus intenciones. Los propios colaboradores de Obama han confesado que han tomado como modelo la decencia optimista y positiva del actor republicano para formular su programa electoral.

El urbanismo en política no es simplemente un juego de luces. Es más probable que un líder que respeta a sus oponentes se gane su respeto que uno que pone en duda su patriotismo y se ofende ante sus críticas.

Una razón del respeto generalizado del que disfruta Nelson Mandela es que los años pasados en prisión no lo convirtieron en un personaje amargo o resentido. Jawaharlal Nehru fue enormemente popular porque se sabía que apreciaba la libertad de expresión, se tomaba en serio las críticas de sus oponentes y defendía su derecho a estar en desacuerdo con él. Su papel en la creación de una democracia duradera en India, a pesar de las tensiones de casta, etnicidad, religión y lealtades regionales, lo convirtió en un de las figuras más destacadas del siglo veinte.

Así es que espero que Obama no se arrepienta de intentar llegar a acuerdos con sus oponentes, crear consenso y tratar con amabilidad incluso a aquellos cuyas visiones de mundo le puedan desagradar por completo. En lo personal, no creo que aquellos cuya forma de pensar deplora toda forma de gobierno, excepto cuando se lo necesita para rescatar empresas o bancos, y que pretenden ofrecer un mejor futuro juntando retazos de políticas que ayudaron a crear el desastre económico de hoy, tengan demasiado respeto o apoyo de los votantes. Incluso en Washington, no se puede decir mucho de aquellos que han sido sectarios e impopulares y se han equivocado.

Fuente: www.project-syndicate.org

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