viernes, 30 de enero de 2009

Un año de aniversarios e incertidumbres

Por: Wenran Jiang

Cuando China entra en el “año del buey”, hay mucho que reflexionar sobre los doce meses pasados y más aún que conjeturar sobre el año que llega. El año 2008 comenzó con unas nevadas devastadoras que paralizaron la mayor parte del sistema central y meridional de transportes de China, interrumpieron la vida normal y causaron graves daños materiales. Después llegaron los disturbios en el Tíbet, que cogieron desprevenido al gobierno, seguidos de protestas desconcertantes por el relevo de la antorcha olímpica en varios países occidentales y asiáticos.

Después, cuando los chinos se preguntaban por qué había comenzado con tanta desgracia 2008, año de supuesta buena suerte al estar marcado por el afortunado número ocho, un mortífero terremoto azotó la provincia de Sechuan y mató a 80.000 personas y dejó a millones de ellas sin casa. El país, que salió más unido de esa tragedia, dio la bienvenida al mundo en las tan esperadas Olimpiadas, que resultaron extraordinariamente logradas, pero no tardaron en quedar substituidas por el escándalo de los productos lácteos contaminados, en el que muchos niños enfermaron y algunos murieron.

En contraste con el año pasado, cuando la afluencia de visitas familiares para la celebración del Año Nuevo lunar resultó entorpecida por tormentas inusitadas, este año millones de trabajadores migrantes ya han regresado a sus hogares rurales. Muchos se quedarán en ellos, porque la recesión económica mundial ha afectado duramente a China y les ha costado sus puestos de trabajo.

El año 2009, salpicado con un montón de aniversarios extraordinariamente delicados, podría resultar aún más dramático e imprevisible que 2008. Se acercan rápidamente no sólo el aniversario en marzo de los disturbios del año pasado en el Tíbet, sino también el quincuagésimo aniversario de los disturbios tibetanos en 1959, que provocaron el exilio del Dalai Lama y sus seguidores.

Desde los disturbios de la primavera pasada, el Gobierno de China ha tomado muchas medidas activas e incluso ha adoptado el “Día de la Liberación de los Siervos” para defender su ejecutoria en el Tíbet durante los cincuenta últimos años, al tiempo que ha seguido celebrando conversaciones con los representantes del Dalai Lama, pero también ha aplicado duros controles policiales y militares.

Después viene el vigésimo aniversario del durísimo asalto del 4 de junio contra los estudiantes que se manifestaban en la plaza de Tiananmen. Cuando el Presidente Hu Jintao y el Primer Ministro Wen Jiabao pasaron a ocupar el poder hace siete años, hubo llamamientos en pro de una reevaluación de la respuesta oficial, pero recientemente la presión se ha intensificado, sobre todo con la publicación de la “Carta 08”, manifiesto subscrito por centenares de intelectuales, periodistas, abogados y ciudadanos de a pie de China, en el que se condenaba la ejecutoria del gobierno en materia de derechos humanos y se pedía más reforma democrática, libertad de expresión, transparencia gubernamental y apertura social.

Aunque ni Hu ni Wen participaron directamente en la represión, no por ello deben dejar de actuar con cautela. Hacer todo lo posible para evitar una repetición de la situación de 1989 puede ser la máxima prioridad de los dirigentes del Partido Comunista en 2009 y, en vista de la recesión económica, del aumento de la disparidad de rentas y del desempleo y de un descontento popular en aumento por la corrupción, los dirigentes de China no van a dar abasto.

Naturalmente, la inspiración para casi todos los movimientos de reforma política en China es el Movimiento del 4 de Mayo de 1919, cuando estudiantes chinos protestaron contra un gobierno débil y corrupto y pidieron que China se fortaleciera adoptando dos ideales occidentales fundamentales: la democracia y la ciencia. Cuando se acerca el nonagésimo aniversario, China ha dado pasos de gigante en materia de ciencia, pero aún le queda mucho camino por recorrer en materia de democracia.

Este año se cumple también el quincuagésimo aniversario del Gran Salto Adelante, cuando entre veinte y cuarenta millones de chinos murieron de hambre, además del décimo aniversario de la prohibición gubernamental de Falun gong, organización de autoproclamados practicantes religiosos y de meditación que ha puesto en tela de juicio la legitimidad del Partido Comunista. Ese movimiento militante, pese a estar en gran medida desacreditado dentro del país, sigue teniendo seguidores en todo el mundo y en cualquier momento puede haber más protestas y en formas imprevisibles.

Si bien algunos de los numerosos aniversarios que los dirigentes de China deben afrontar son potencialmente muy desestabilizadores, otros han redundado –y seguirán haciéndolo– a su favor: por ejemplo, el trigésimo aniversario del movimiento de reforma de China y del establecimiento de relaciones diplomáticas entre China y los Estados Uncidos ha sido un acontecimiento muy celebrado en este mes de enero.

Más importante es que en octubre se cumplirá el sexagésimo aniversario de la fundación de la República Popular de China, acontecimiento que el Partido conmemorará a lo grande. Al fin y al cabo, el Reino de Enmedio ha llegado a ser la tercera economía del mundo por su tamaño (después de substituir recientemente a Alemania), ha mandado astronautas al espacio, ha enviado destructores navales avanzados al Cuerno de África y ha llegado a ser el mayor titular de deuda exterior de los Estados Unidos. China deseará tensar sus músculos y proclamar ante el mundo que el Partido ha cumplido con lo prometido a su pueblo y ha vuelto fuerte y próspero el país.

Con la continuación de la peor recesión desde el decenio de 1930, la economía americana y la china están destinadas a sufrir más reveses. No hay garantía de que el sentimiento proteccionista y xenófobo en los Estados Unidos no vaya a afectar a las relaciones China-EE.UU. ni de que la recesión económica no provoque nuevos disturbios en China.

El mundo no debe equivocarse respecto de esos disturbios en China, como tampoco debe olvidar el feroz despliegue de nacionalismo por parte de China en respuesta a las protestas occidentales durante el relevo de la antorcha olímpica, el extraordinario patriotismo que recorrió el país en respuesta al terremoto de Sechuan y el orgullo nacional demostrado con los Juegos Olímpicos.

Pero en 2009 tampoco vendría mal a los dirigentes de China tomar nota de la necesidad de seguir garantizando al mundo su compromiso con un “ascenso pacífico” y hacerlo abordando con audacia algunos de los problemas no resueltos que los aniversarios de este año pondrán de relieve.

Fuente: http://www.project-syndicate.org/

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