jueves, 22 de enero de 2009

Tiempo de experimentar

Por: Dani Rodrik

La economía mundial inicia el 2009 con más incertidumbre (e inquietud) que nunca en tiempos recientes. Aunque parece que la crisis ya se contuvo en Estados Unidos y Europa, sus repercusiones plenas no resultarán claras durante algún tiempo. A los países avanzados les espera la peor contracción económica desde la Gran Depresión. Pero, ¿cuánto durará y qué tan profunda será esta recesión, y con qué severidad afectará a los países emergentes y en desarrollo?

No tenemos respuestas a esas preguntas en parte porque las consecuencias dependerán de las medidas que adopten los encargados del diseño de políticas. Las respuestas adecuadas asegurarán que la economía mundial se pueda empezar a recuperar a finales de 2009. Por otra parte, si se toman malas decisiones de política, en el mejor de los casos se retrasará la recuperación y en el peor, habrá daños permanentes. La siguiente es una lista de asuntos a los que habrá que prestar atención.

¿Será la respuesta estadounidense lo suficientemente “audaz”? Barack Obama ha prometido que así será, recogiendo, al menos en parte, el famoso llamado que hizo Franklin D. Roosevelt en 1932, durante los peores momentos de la Gran Depresión, para llevar a cabo una “experimentación audaz y persistente”. Obama tiene a su lado a un grupo de economistas de primera, lo que asegura que no hará alguna tontería. Pero las circunstancias de Estados Unidos son tan excepcionales que necesitará asesores que estén dispuestos a intentar ideas nuevas y que no se hayan puesto a prueba –en otras palabras, a experimentar al estilo de Roosevelt.

En particular, tendrá que ir más allá de las políticas keynesianas de estímulos fiscales para sanar las heridas a la confianza en la economía que son la raíz de la crisis actual. Hasta ahora, las medidas de creación de confianza se han limitado a los mercados financieros, mediante garantías públicas, apoyo a la liquidez e inyecciones de capital.

Pero es probable que los trabajadores, a quienes les preocupa perder sus empleos, no gasten, independientemente de cuánto dinero llegue a sus bolsillos mediante los estímulos fiscales. De la misma forma en que los bancos están acumulando efectivo, los hogares intentarán preservar su riqueza aumentando el ahorro. Por lo tanto, los incentivos dirigidos directamente a conservar el empleo tendrán que ser parte de la solución.

¿Logrará Europa poner orden? Este pudo haber sido el momento de Europa. Después de todo, la crisis se originó en Estados Unidos y la política de ese país se concentró en sus problemas internos, lo que abrió espacios para que otros asumieran el liderazgo global. En cambio, la crisis puso de manifiesto las profundas divisiones en Europa –en todos los temas, desde la reglamentación financiera hasta las respuestas de política necesarias.

Alemania ha estado demorando los estímulos fiscales, obstaculizando lo que debía haber sido la segunda etapa de un plan coordinado de acción fiscal a nivel global. Si Europa quiere ejercer su influencia en la escena mundial, tendrá que actuar con mayor unidad de propósitos y cargar con una mayor parte de la responsabilidad. Desafortunadamente, lo más que puede esperarse en este momento es que Europa no socave los estímulos fiscales globales que incluso el Fondo Monetario Internacional, el guardián de la ortodoxia fiscal, considera como absolutamente indispensables.

¿Resistirá China? Si bien una respuesta débil de los Estados Unidos es el mayo riesgo por el lado económico, lo que suceda en China bien podría tener consecuencias más profundas y duraderas en el contexto histórico más amplio. Ello se debe a que China es un país de enormes tensiones y divisiones ocultas, que pueden estallar en conflictos abiertos en épocas de dificultades económicas.

Los expertos sobre China difieren en cuanto a la tasa de crecimiento económico que se necesita a fin de crear empleos para los millones de chinos que llegan a las ciudades del país cada año, pero es casi seguro que China no alcanzará este umbral en 2009. Esto explica el flujo casi continuo de medidas que emana de Beijing actualmente: aumento del gasto público, flexibilización monetaria, presión sobre las empresas del Estado para ampliar actividades, subsidios a los exportadores, convertibilidad parcial del renminbi para fomentar el comercio con los países vecinos y así sucesivamente. ¿Pero será eso suficiente para detener la desaceleración de una economía que en los últimos años se ha vuelto dependiente de la demanda externa?

Si las tensiones sociales aumentan, es probable que el gobierno chino responda con una mayor represión, lo que no presagiaría nada bueno para sus relaciones con Occidente y su estabilidad política a mediano plazo. La experiencia demuestra que las democracias llevan ventaja a los regímenes autoritarios cuando se trata de manejar las consecuencias de las crisis. Las economías de la India democrática (en 1991) y Corea del Sur (en 1997-1998) se recuperaron rápidamente, mientras que las del Chile de Pinochet (en 1983) y la Indonesia de Suharto (en 1997-1998) se hundieron más.

Los regímenes autoritarios carecen de las instituciones de manejo de conflictos que ofrecen las democracias. Por ello las tensiones se desbordan a las calles y adoptan la forma de disturbios y protestas. Cualquiera que sea la respuesta de los líderes chinos, las generaciones futuras podrían recordar el 2009 más por la transformación trascendental de China que por la crisis económica y financiera mundial.

¿Habrá la suficiente cooperación económica global? Cuando las necesidades internas son lo más importante, la cooperación económica global se ve afectada. Pero los costos del proteccionismo en el comercio y las finanzas son particularmente elevados en momentos como éste. Las barreras comerciales que impusieron los países para proteger el empleo interno agravaron la Gran Depresión. Eso será también una tentación esta vez. Además, los bancos –ya sea que se nacionalicen explícitamente o no—sufrirán presiones para dar prioridad a los prestatarios nacionales.

Hasta ahora, el FMI ha reaccionado con un vigor renovado y ha establecido un servicio de préstamos a corto plazo muy necesario, que bien podría tenerse que ampliar si los mercados emergentes sufren más presiones. Mientras tanto, la Organización Mundial del Comercio ha perdido un tiempo valioso en la irrelevante Ronda de Doha. Debía haber concentrado sus esfuerzos en vigilar y aplicar el compromiso del G-20 de no aumentar las barreras comerciales.

Los encargados del diseño de políticas tienen que deshacerse de los conocimientos recibidos y olvidarse de dicotomías inútiles como “mercados contra gobiernos” o “Estado-nación contra globalización”. Deben aceptar la realidad de que la reglamentación nacional y los mercados internacionales están inextricablemente vinculados—y se necesitan mutuamente. Mientras con mayor pragmatismo y creatividad actúen, más rápido se recuperará la economía mundial.

Fuente: Project Syndicate

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