martes, 27 de enero de 2009

La irrealidad del ciclo económico “real”

Por: Robert Skidelsky

Hace poco, al testificar ante un comité del Congreso de Estados Unidos, el ex presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, dijo que el reciente colapso financiero había destrozado su “estructura intelectual”. Me interesaría mucho entender qué quiso decir.

Puesto que no he tenido la oportunidad de hablar con él, tengo que recurrir a sus memorias, La era de las turbulencias , para encontrar indicios. Pero ese libro se publicó en 2007 –es de suponer, antes de que su estructura intelectual se viniera abajo.

En sus memorias, Greenspan reveló que su economista favorito era Joseph Schumpeter, el inventor del concepto de la “destrucción creativa”. En el resumen que Greenspan hace del pensamiento de Schumpeter, una “economía de mercado se revitalizará incesantemente desde dentro mediante la eliminación de las empresas viejas y en malas condiciones y la reasignación de los recursos a compañías nuevas y más productivas”. Greenspan había visto cómo “este patrón de progreso y obsolescencia se repite una y otra vez”.

Según Schumpeter, el capitalismo hacía avanzar la condición humana mediante una “tormenta perenne de destrucción creativa”, que él comparaba con un proceso darwiniano de selección natural para asegurar la “supervivencia del más fuerte”. En palabras de Greenspan, la legislación del New Deal de Franklin Roosevelt “limó las asperezas” de la destrucción creativa, pero tras la ola de desregulación de los años setenta, Estados Unidos recuperó gran parte de su espíritu empresarial de tomar riesgos. Como señala Greenspan, “la idea de destrucción creativa de Schumpeter finalmente obtuvo una amplia aceptación” con el auge de las empresas punto-com en los años noventa.

Este era el mismo Greenspan que en 1996 advirtió sobre la “exuberancia irracional” y posteriormente, como presidente de la Reserva Federal, no hizo nada para detenerla. Tanto la frase como su falta de acción tienen sentido a la luz de su (ahora destrozado) sistema intelectual.

Es imposible imaginar una tormenta continua de destrucción creativa fuera de un contexto de auge y crisis. En efecto, los primeros teóricos de los ciclos económicos así lo entendieron. (El propio Schumpeter escribió un libro enorme y en gran parte ilegible con ese título en 1939.)

En la teoría clásica del ciclo económico, un auge empieza con una serie de invenciones –el telar mecánico y la máquina de hilar en el siglo XVIII, los ferrocarriles en el siglo XIX, los automóviles en el siglo XX. Pero las presiones competitivas y el largo período de gestación de los gastos de capital fijo multiplican el optimismo y provocan que se invierta más de lo que en realidad es rentable. Ese exceso de inversión produce un colapso inevitable.

Los bancos multiplican el auge facilitando demasiado la obtención de créditos y exacerban las crisis al retirarlo de manera muy abrupta. Pero el legado es una mayor eficiencia de los bienes de capital acumulados.

Dennis Robertson, un teórico del ciclo económico “real” de principios del siglo XX escribió: “No creo que una política que, al buscar la estabilidad de los precios, la producción y el empleo, hubiera cortado de raíz el auge de los ferrocarriles ingleses en los años cuarenta, o el auge de los ferrocarriles de 1869-71 en Estados Unidos, o el auge de la electricidad en Alemania de los años noventa hubiera sido a final de cuentas benéfica para los pueblos afectados”. Al igual que su contemporáneo, Schumpeter, Robertson consideraba que estos ciclos de auge-crisis, que implicaban la creación de nuevo capital y la destrucción del viejo, eran inseparables del progreso.

La teoría contemporánea del ciclo económico “real” añade una montaña de matemáticas a estos primeros modelos, con el efecto principal de minimizar la “destructividad” de la “creación”. Logra combinar los ciclos de auge y recesión impulsados por la tecnología con mercados que siempre se ajustan (es decir, no hay desempleo).

¿Cómo se logra este truco? Cuando un “choque” tecnológico positivo aumenta los salarios reales la gente trabajará más, lo que hará que la producción crezca. Ante un “choque” negativo, los trabajadores aumentarán su ocio, lo que provocará que la producción caiga.

Estas son respuestas eficientes a los cambios en los salarios reales. No se necesita ninguna intervención del gobierno. El rescatar a empresas automotrices ineficientes como General Motors desacelera el ritmo del progreso. De hecho, mientras que la mayoría de las escuelas de pensamiento económico sostienen que una de las principales responsabilidades del gobierno es mitigar el ciclo, la teoría del ciclo económico “real” sostiene que reducir la volatilidad reduce el bienestar.

Es difícil entender cómo este tipo de teorías explican la turbulencia económica actual o dan elementos sólidos para abordarla. En primer lugar, a diferencia del auge de las empresas punto-com, no es fácil identificar el “choque” tecnológico que desencadenó el auge. Por supuesto, la expansión se desató gracias a un crédito demasiado abundante. Pero esto no se utilizó para financiar nuevas invenciones: fue en sí la invención. Se le llamó hipotecas titulizadas. No dejó monumentos a la inventiva humana, sólo una pila de ruina financiera.

En segundo lugar, este tipo de modelo sugiere firmemente que los gobiernos no deben hacer nada ante dichos “choques”. En efecto, los economistas del ciclo económico “real” suelen afirmar que, si no hubiera sido por las políticas equivocadas del New Deal de Roosevelt, la recuperación de la Gran Depresión de 1929-1933 podría haber sido mucho más rápida de lo que fue.

En la actualidad un consejo equivalente sería que los gobiernos de todo el mundo están cometiendo errores al rescatar a los bancos con estructuras sobredimensionadas a nivel ejecutivo, subsidiar a las empresas ineficientes y poner obstáculos para que los trabajadores racionales pasen más tiempo con sus familias o acepten empleos con menores salarios. Me recuerda al entrevistador que fue a visitar a Robert Lucas, uno de los altos sacerdotes de la escuela del nuevo ciclo empresarial, en un momento en que el desempleo en Estados Unidos era alto en los años ochenta.

“Mi chofer es una persona desempleada que tiene un doctorado”, le dijo a Lucas. “Bueno, pues yo diría que si maneja un taxi es chofer de taxis”, contestó el ganador del Premio Nobel de 1995.

Si bien Schumpeter capturó brillantemente el dinamismo inherente al capitalismo impulsado por los empresarios, sus sucesores modernos “reales” ahogaron sus percepciones con su obsesión por el “equilibrio” y los “ajustes instantáneos”. Para Schumpeter, el espíritu del capitalismo tenía algo de nobleza y algo de tragedia. Pero esos sentimientos están muy lejos de las técnicas bonitas y corteses de su progenie matemática.

Fuente: /www.project-syndicate.org

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