jueves, 25 de junio de 2009

Las democracias de Bachelet y Obama

Por: Andrés Jirón

El histórico encuentro de Barack Obama y Michelle Bachelet, realizado en el Salón Oval de la Casa Blanca, estuvo cargado de simbolismos. El primer presidente de raza negra de EE.UU recibía a la primera presidenta mujer de Chile. Ambos representan figuras que irrumpieron en el establishment político de sus respectivos países, siguiendo caminos poco habituales. Sin embargo, podemos observar importantes diferencias en la madurez de las instituciones democráticas de ambas naciones.

A nivel mundial, Chile es reconocido por su sólida democracia y por su responsable manejo macroecónomico, lo que refuerza la imagen internacional de nuestro país. El próximo ingreso a la OCDE, tratados de libre comercio, buenas relaciones internacionales, Presidencia Pro Témpore de Unasur, Secretaría General de la OEA, factores que contribuyen a una posición de liderazgo en el continente. Seguramente todo esto influyó en que la presidenta Bachelet fuera el segundo Jefe de Estado en ser recibido por Obama en la Casa Blanca.

En este encuentro presidencial, Barack Obama expresó que Chile es el modelo de alianza que Estados Unidos busca en sus relaciones con otros países. Destacó también la conducción económica de Chile para enfrentar la crisis. “Si se mira como Chile ha manejado la recesión, lo ha hecho muy bien”, agregó.

¡Qué duda cabe! Aplausos para lo macro, lo general, un vistazo a lo lejos. Pero donde todavía nos falta madurar es en lo micro, en las terminaciones, en los detalles. Pareciera que nos cuesta concluir bien las cosas. Cuando nos acercamos a países desarrollados -como ahora con Estados Unidos-, nos percatamos de nuestros importantes progresos, pero también constatamos lo mucho que nos falta avanzar.

Una serie de reformas modernizadoras en áreas microeconómicas, como la flexibilidad laboral, el fortalecimiento de la negociación colectiva, los gobiernos corporativos de las empresas públicas, el Estatuto Pyme, la innovación, las normas de protección al consumidor o la mejoría de la calificación para el trabajo, todavía siguen empantanadas en estériles disputas, sin lograr concretarse a través de acuerdos transversales.

En política pasa lo mismo, con el agravante que tanto Gobierno, Oposición y Parlamento son partes interesadas. De partida, cuesta modificar las actuales estructuras. Proyectos como la reforma de los partidos políticos, el límite a la reelección parlamentaria, la descentralización regional, la regulación del lobby o las restricciones para la “privatización” de un regulador, duermen desde hace años sin concretarse.

Barack Obama probablemente no hubiera sido elegido presidente en Chile. En principio, no hubiera podido participar en primarias. Las encuestas iniciales ni siquiera lo mencionaban. Hubiera tenido que esperar el relevo natural de todos los dirigentes, y recién entonces podría haber participado. ¿Sabrá que en Chile no hay primarias? ¿Que los candidatos -presidenciables y parlamentariios- son designados entre cuatro paredes por los dirigentes de los partidos?

Hace cinco años, Barack Obama era un perfecto desconocido para la mayor parte de su país. Recién se hizo conocido el 27 de julio de 2004, cuando presentó el discurso introductorio del candidato John Kerry en la Convención Demócrata. En 2005 fue elegido senador por Illinois y en febrero de 2007 anunció que competiría para ser el candidato demócrata a la Casa Blanca. Venció en las primarias de junio 2008 a Hillary Clinton, figura emblemática del Partido Demócrata y luego de ganar a John McCain, en enero de este año asumió como Presidente de EE.UU.

Obama hizo realidad el sueño americano de que cualquier persona -independiente de su origen, raza o condición social-puede llegar a ocupar la primera magistratura de la nación, gracias a su esfuerzo y sus méritos. Su vertiginosa trayectoria política fue aclamada en todo el mundo, porque representaba en sí mismo la igualdad de oportunidades de un sistema democrático.

Esta gira presidencial nos recuerda brutalmente que, a pesar de los intereses comunes que pudieren existir, todavía nos falta mucho para alcanzar una madurez institucional. Ojalá pudiéramos profundizar y perfeccionar nuestros mecanismos democráticos, lograr un sistema electoral competitivo y transparente, y por sobre todo, satisfacer el profundo anhelo de renovación política de la ciudadanía.

Fuente: La Tercera

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