jueves, 24 de abril de 2008

El cambio llega en guagua

Fernando García
Corresponsal en Cuba
La Vanguardia

La vida de los cubanos mejora. No ya porque algunos puedan comprarse un DVD, dar de alta un móvil o alojarse en un hotel. En realidad, el cambio por ahora más palpable y de mayor alcance entre los impulsados por Raúl Castro apenas sale en la prensa extranjera, pero es la comidilla de la isla. Hablamos del transporte público.

Hace 7 meses que nos subimos a dos y a uno de esos mastodontes de las calzadas habaneras llamados camellos –dos buses ensamblados y arrastrados por un camión– para documentar las carencias del transporte urbano. El problema venía arrastrándose 15 años y era la preocupación número uno de los cubanos. El Gobierno anunció entonces un plan de choque. Para ver cómo va resultando, hemos repetido la prueba que hicimos en septiembre, a la misma hora y en idénticas rutas.

Como entonces, el primer recorrido nos lleva de Miramar a La Habana Vieja. Igual que hace siete meses., llegamos a la parada de origen a las 16:20. También ahora deberemos coger dos buses, aunque el trasbordo será en una misma parada y ya no tendremos que andar 300 metros.

En la prueba anterior la fila casi se duplicó en los 25 minutos que tardó en llegar nuestra guagua, un bus pequeño de la marcha china Yutong. Hoy la cola apenas aumenta porque no da tiempo: a las 16:22 horas aparece un flamante autobús articulado de la línea P-1. Es igualmente un Yutong, pero el doble de grande. Entramos sin empujones y pagamos el billete, al mismo precio de 40 centavos de peso (un céntimo de euro).

Si no viéramos el exterior, podríamos creer que estamos en un bus de Barcelona o París. Avanzamos: "¿Permiso? Pase usted. Gracias. No, por nada". Las autoridades andan preocupadas por los casos de vandalismo dentro de las guaguas, pero a esta hora de un jueves domina el civismo.

Una gran pegatina informa del trayecto y la frecuencia de paso: "10 minutos en horario pico y 14 en horario normal". Un pasajero nos dice que "no es para tanto", aunque las nuevas guaguas "llegan mucho más rápido". De los altavoces sale una canción cubana de amor. Algunos la tararean.

Llegamos a la parada de trasbordo. El P-1 que nos ha traído arranca con la puerta delantera abierta por desbordamiento del pasaje, pese a que en la trasera del bus sobra espacio. "¡Es que hay que caminar p'atráaaas, que siempre es iguaaaal!", se indigna una mujer. Cuestión de hábitos.

La guagua que nos llevará a La Habana Vieja, un P-5, llega a las 16:41. La diferencia respecto a la primera prueba suma ya 38 minutos. Aquí la música está más alta. La mitad del pasaje canturrea. Suena Me dediqué a perderte, del mexicano Alejandro Fernández, nos aclaran dos señoras. Ambas acaban de salir del trabajo y nos explican que la música "está divina, sobre todo ahora que han orientado (ordenado) dejarse de tanto reguetón como ponían al principio", cuando acababan llegar los nuevos buses con sus potentes radiocasetes. "Dicen que dentro de poco van a poner música más instrumental, sin bulla ninguna, y algunos mensajes educativos y así". Es cierto. El programa de recuperación del transporte incluye un completo menú sonoro que incluye hasta la lectura de textos de José Martí.

Las dos señoras que nos ilustran se deshacen en alabanzas por la mejora de las guaguas. "Yo antes tenía que levantarme a las seis de la mañana y llegaba a casa a las seis de la tarde. Ahora me despierto a las siete y vuelvo a las cinco. ¡Cómo me va a parecer: una maravilla es lo que es!", dice Sara Pérez, empleada en la empresa Cubalse.

Nosotros hemos ahorrado una hora; llegamos a destino a las 16:53, es decir, 23 minutos después de iniciar el mismo trayecto que hace poco más de medio año nos llevó hora y media. Tal vez hemos tenido suerte.

La fortuna nos sigue sonriendo en el segundo trayecto: los camellos de la línea M-7 han sido sustituidos por buses articulados idénticos a los que acabamos de probar, en este caso los P-7. Sigue habiendo dos largas colas, una para ir de pie y otra para garantizarse un asiento. Pero las guaguas se relevan cada diez minutos y parten sin llenarse hasta los topes, ni mucho menos.

Dentro, hablamos con Milagros, que lleva nueve meses haciendo el trayecto y por tanto tiene clara la diferencia, pues según recuerda el cambio de vehículos se hizo a principios de este año. "Antes era horroroso. Había demasiado jamoneo (roces y contactos oportunistas). Bueno, todavía hay alguno de vez en cuando que…, ya tú sabes. ¡Pero no, no; ya no es lo mismo, chico, qué va!". El viaje continúa con normalidad. Volvemos a oír canturreos.

Se acabó la película del sábado sobre ruedas, que es como llamaban a los viajes en camello porque en ellos había siempre "sexo, acción y lenguaje de adultos". Las autoridades acaban de informar de la extinción del monstruo en La Habana, si bien algunos mamotretos pudieran aprovecharse un tiempo en el interior del país.

Es el principio del fin de uno de los grandes símbolos de la peor época del período especial tras la caída de la URSS. El Gobierno lo comunicó hace unos días, al tiempo que repasó el resultado de la puesta en circulación de un total de 364 yutongs urbanos, la mayoría en la capital.

La medida se nota, como hemos comprobado y como demuestra la menor presencia de gente que coge botella (hace autostop) en La Habana. El problema dista de haberse resuelto por completo. Siguen faltando autobuses. El programa de recuperación beneficia por ahora a 460.000 cubanos, según cifras oficiales. Y el objetivo final es mover a 3,8 millones de personas al día para 2010, nueve veces más que en 2006, cuando el transporte tocó fondo. Queda mucho camino, pero la guagua del cambio avanza.

Fuente: www.lavanguardia.es

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