viernes, 1 de enero de 2010

Los des - concertados: todos mirando más allá del 17 de enero

Por: Eugenio Rivera

El 30 de diciembre del 2009 será una fecha que perdurará en la memoria nacional y será destacado en los libros de historia como un día especial, en que pudo haber cambiado el derrotero nacional. Una declaración de Eduardo Frei del día anterior, respecto de que su campaña y su gobierno los haría con total prescindencia de los partidos, detonó la renuncia, primero de José Antonio Gómez a la presidencia del Partido Radical, y luego de Pepe Auth al PPD (la cual había sido rechazada el día anterior por la directiva del partido). Los objetivos eran lograr la renuncia de Juan Carlos Latorre y Camilo Escalona a la presidencia de la Democracia Cristiana y del Partido Socialista respectivamente, instalando nuevas direcciones que pudieran hacer realidad el gran frente progresista con Juntos Podemos, pero sobre todo con quien, Eugenio Tironi llamó “el gran elector”, Marco Enríquez – Ominami.

La estrategia diseñada deriva de una interpretación de la derrota electoral de Frei del 13 de diciembre, adelantada por Ernesto Ottone, hace un par de semanas en el Programa de TVN, Estado Nacional: la alta popularidad de la Presidenta y de su Gobierno, en particular de Andrés Velasco, que contrasta con el mal resultado obtenido por Eduardo Frei, sólo puede ser explicado porque existen dos concertaciones: la Concertación – Gobierno, que lo ha hecho bien y por tanto es premiada en cada encuesta por la ciudadanía y, la Concertación – Partidos, que lo ha hecho mal y por tanto, fue castigada en la primera vuelta. Sobre la base de esta interpretación, se reestructuró el comando de campaña de Frei. La idea era que la primera línea de campaña fuera asumida por rostros jóvenes, vinculados al Gobierno (Carolina Tohá), a gestiones municipales potentes (Claudio Orrego) o que habían sido exitosos en la campaña parlamentaria (Fulvio Rossi y Ricardo Lagos Weber). El mensaje era doble: por una parte, la campaña se desligaba de las desprestigiadas directivas partidarias y por otra se insinuaba, que estas caras liderarían la renovación de los partidos de la Concertación.

¿Qué pasaba en este diseño con los partidos?

Cuando Eugenio Tironi nominó a MEO como el “Gran Elector” hizo dos acotaciones. La primera, que para que triunfara la Concertación por quinta vez, era indispensable lograr que en la misma noche del 13 de diciembre MEO le diera su apoyo a Frei y luego al día siguiente ambos, se tomaran una foto con la presidenta. Ello representaría la reunificación de la Concertación y la articulación perfecta entre continuidad y cambio, respecto del Gobierno de Michelle Bachelet. La segunda, se refería a que para que ello fuera primero viable y luego exitoso, era indispensable que los interlocutores de MEO en esta negociación fueran las directivas vigentes de los partidos. Sólo ellos podían llevar a cabo una negociación a todas luces, extraordinariamente dura. Ya entonces se le señaló que una rápida negociación no era compatible con la mantención de las directivas partidarias.

La condición impuesta por MEO para entregar su apoyo a Frei, de que renunciaran los presidentes de partidos, y el rechazo de estos últimos, hizo imposible la estrategia deseada por Tironi. El día 30 de diciembre, fue un intento tardío de buscar (en serio) la convergencia de los progresistas. Se esperaba que la renuncia de Gómez podría tener un “efecto dominó” sobre los duros de la Concertación: Latorre y Escalona. Más aún, el éxito de la operación, que para la opinión pública se habría originado con las declaraciones de Eduardo Frei del día anterior y de Carolina Toha respecto de que era el momento de los partidos se hicieran cargo de la demanda ciudadana de renovación, constituía un instrumento para levantar el liderazgo de Frei. En efecto, la pobre campaña en primera vuelta y las dificultades del candidato para establecer un orden mínimo en su comando, habían potenciado en la ciudadanía, su ya escéptica percepción, respecto de su capacidad de liderazgo.

El rechazo de Camilo Escalona y de Juan Carlos Latorre a presentar sus renuncias ha provocado el colapso de la estrategia y terminado con lo que fue la última posibilidad de lograr un resultado honroso el 17 de enero.

En el mismo momento en que el presidente del Partido Socialista le hacía la cruz a la candidatura, declaraba en el estilo orweliano más clásico: “respeto la decisión de los que renunciaron…Mi decisión es acompañar a Eduardo Frei hasta el final de la campaña”. Por su parte la directiva DC señalaba con una franqueza insólita: “Si se trata de renovación de directivas, serán las instituciones partidarias pertinentes e instituciones las que tomarán las medidas”. Porque justamente, mientras los concertacionistas y freistas de a pié, pensaban que todavía estaba en juego la elección presidencial, la directiva demócrata cristiana, decía con claridad que el problema político del presente no es la elección del 17 de enero, que ya está perdida, sino la distribución del poder de lo que será la oposición a Sebastián Piñera a partir del 11 de marzo del 2010.

El rechazo de la directiva y la mayoría de la Democracia Cristiana al gran frente progresista ha venido quedando claro desde el día siguiente de la primera vuelta. Un senador recién electo rechazó izquierdizar el programa, pese a que era evidente que ello era una condición indispensable, para establecer puentes con el movimiento MEO y con Juntos Podemos. Pero más importante es que si se miran los grandes temas que definirán la agenda política del 2010 en adelante, como es la educación, la reforma del Estado y de la legislación laboral, quienes controlan hoy la DC, se sienten mucho más cerca de lo que está proponiendo Piñera, que de lo que surgiría de un gran acuerdo progresista. Por su parte, el sector dominante del Partido Socialista hace tiempo que carece de opinión respecto de los temas fundamentales que enfrenta el país. El problema básico que desvela a sus dirigentes es quién se queda con el timbre del partido y por tanto, no están dispuestos a hacer concesión alguna a una candidatura que se derrumba.

En suma, todos mirando más allá del 17 de enero.

Carecemos de una bola de cristal. Quizás el PS sorprende y logra que Camilo presente su renuncia. Quizás la falta de pronunciamientos de los que podrían constituir el nuevo liderazgo, sea debido a que están operando entre bambalinas y no, que carecen de la capacidad de abrir opciones en los momentos cruciales, como lo hacen los grandes líderes políticos. Quizás Latorre entre en razón y renuncie, al menos para no ser sindicado como uno de los grandes culpables de la derrota que viene. Pero si el 30 de diciembre era un tanto tardío para abrir una posibilidad de éxito… lo que pueda pasar ahora, sólo es importante más allá del 17 de enero.

En todo caso, como he tratado de demostrar en mis columnas “La crisis de la Concertación y el fenómeno Marco” (http://blog.latercera.com/blog/erivera/entry/la_crisis_de_la_concertaci%C3%B3n) y “El rol del Gobierno en la derrota de la Concertación en la primera vuelta” (http://blog.latercera.com/blog/erivera/entry/el_rol_del_gobierno_en), el desenlace indicado encuentra sus raíces, en momentos anteriores a las idas y vueltas durante los prolegómenos de la segunda vuelta presidencial.

Fuente: La Tercera

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