martes, 18 de noviembre de 2008

El huracán financiero azota a América latina

Por: Sebastián Edwards

Hace unas semanas, el mundo estaba al borde del desastre. Afortunadamente, las acciones decisivas tomadas por las autoridades monetarias de los países avanzados –entre ellas, la provisión de cantidades de liquidez sin precedentes- impidieron una crisis financiera total. El mundo evitó la “argentinización” del sistema financiero internacional.

Lo que no se evitó es una recesión que será profunda, prolongada y global. En los meses venideros, prácticamente toda región en el mundo experimentará una desaceleración económica, con una merma de las exportaciones y un incremento del desempleo.

Los acontecimientos recientes echaron por tierra el concepto de que los países emergentes se habían “desacoplado” de las economías avanzadas. Los hechos demostraron todo lo contrario. La mayoría de las economías emergentes siguen siendo frágiles y están afectadas por lo que sucede en los países avanzados. Los efectos de esta recesión serán particularmente severos en América latina.

Brasil y México fueron los más afectados hasta el momento, al punto de que el valor de sus empresas cayó aproximadamente el 50%. La situación en estos países es tan seria que hace unos días Estados Unidos les otorgó un crédito de hasta 60.000 millones de dólares.

Sin embargo, Brasil y México no son los únicos afectados por la volatilidad financiera: la moneda de Chile perdió una tercera parte de su valor, en Perú el costo de la financiación externa se disparó y en Argentina el gobierno tuvo que recurrir a medidas extremas –como la nacionalización del sistema de pensión- para poder evitar una calamidad fiscal inminente.

De hecho, si la recesión se prolonga 18 meses o más como se estima –lo que la convertiría en la más prolongada desde la Segunda Guerra Mundial-, la Argentina será uno de los países más afectados. Sus necesidades de financiación externa son inmensas y sus exportaciones caerán marcadamente. Pero la política también desempeñará un papel importante en el apremio económico de Argentina.

La administración de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner genera una gran dosis de desconfianza entre los inversores locales y extranjeros, que temen que se adopten medidas arbitrarias. La decisión reciente de Standard and Poor’s de bajarle la calificación a la Argentina está plenamente justificada y refleja el temor de muchos analistas de que la Argentina nuevamente entre en cesación de pagos de su deuda pública.

México y América central también sufrirán una recesión prolongada. Durante muchos años, su destino económico estuvo íntimamente relacionado con el de Estados Unidos. Estos vínculos aumentaron con la firma de tratados bilaterales de libre comercio con Estados Unidos, de manera que existe una buena posibilidad de que puedan experimentar un crecimiento negativo en 2009 y, tal vez, en la primera mitad de 2010, cuando Estados Unidos entre en recesión.

Menos afectados por la crisis financiera y la recesión en Estados Unidos serán aquellos países que se desarrollaron con un ojo puesto en las naciones de Asia –particularmente Chile, Colombia y Perú- y que acumularon recursos para hacer frente a tormentas financieras inesperadas. Ellos podrán recuperar más rápido sus niveles de empleo.

Pero el interrogante más importante es qué sucederá en Brasil, el gigante de América latina. En los últimos años, analistas e inversores en todo el mundo empezaron a ver a Brasil como una potencia económica en ciernes. Se hablaba de milagro y muchos sostenían que Brasil crecería de manera espectacular, al igual que China e India, y que ya no sería el país eterno del “futuro”. Desafortunadamente, todo indica que esta fue una ilusión basada en una esperanza deseosa.

El auge de Brasil de los últimos años se basó en un cimiento increíblemente débil. El presidente Luiz Inácio Lula da Silva efectivamente decidió evitar el populismo rampante de Hugo Chávez de Venezuela, y le hizo frente a la inflación exitosamente. Pero se necesita algo más para convertirse en una gran potencia económica.

Lo que hizo Lula fue simplemente decidir que Brasil sería un país “normal”. Pero hace falta algo más que una inflación controlada para crear una economía robusta con un índice de crecimiento alto y sustentable. Se requiere agilidad, dinamismo, productividad y políticas económicas que promuevan la eficiencia y la iniciativa empresaria.

Como demostraron muchos estudios, Brasil no ha podido –o no ha querido- adoptar las reformas modernizadoras necesarias para promover un boom productivo. Brasil sigue siendo un país inmensamente burocrático, con un sistema educativo en crisis, impuestos muy altos, una infraestructura mediocre, impedimentos para la creación de empresas y un alto nivel de corrupción.

Es triste pero es verdad: en los últimos años, Brasil no optó por la modernización y la eficiencia y tendrá que pagar las consecuencias durante los difíciles años por delante.

Fuente: www.project-syndicate.org

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