martes, 16 de marzo de 2010

Bachelet, Piñera y las réplicas políticas

Carlos F. Pressacco*

El gobierno de Michelle Bachelet concluye marcado por la catástrofe del terremoto. Había logrado reponerse de otra catástrofe, en este caso plenamente humana, que fue el Transantiago y de la “Revolución Pingüina”, logrando niveles de aprobación ciudadana insospechados hace cuatro años. Es mas, pese a los desaciertos de su gobierno, los costos de ello no afectaban la valoración ciudadana de la presidenta, evidenciándose una clara brecha con el respaldo ciudadano a su gobierno.

Sin lugar a dudas, la manera en que marcará el terremoto al gobierno de Bachelet no hace justicia con la acción de un gobierno que ha logrado avances significativos en materia de protección social consolidando las políticas sociales desde la perspectiva de derechos a través de iniciativas como el Chile Solidario o Chile Crece Contigo. Solo a modo de ejemplo: se quintuplicaron las salas cunas gratuitas para niños y niñas; se puso en marcha la Reforma Previsional que otorgó un bono a cada mujer por cada hijo nacido vivo y les otorga una pensión básica solidaria, se promulgó la ley de igualdad salarial, se implementaron 90 Centros de Atención en violencia intrafamiliar y 25 Casas de Acogida para mujeres víctimas de violencia grave.

Bachelet asomaba como una de las cartas de la Concertación para las presidenciales del 2013 y es posible que tras el terremoto sus chances disminuyan de manera significativa. La misma presidenta era conciente de ello incluso antes del terremoto cuando señalaba que los reconocimientos de la oposición darían paso, una vez asumido el nuevo gobierno, a una crítica dura de parte de la derecha destinada a debilitar su respaldo popular.

Si la actual oposición esperaba que entre los edificios derumabados por el terremoto se encontrara la imagen de la presidenta, y de esa forma dejarla fuera de la próxima carrera presidencial, ello aparentemente no ha sucedido. La encuesta Adimark muestra que su popularidad se mantiene intacta y que la evaluación ciudadana de su accionar durante la crisis generada por el terremoto es mayoritariamente positiva; no así de organismos como la ONEMI y la misma Armada. Así, le corresponderá a la derecha en el gobierno, debilitar su imagen. Tras la tregua que imponen las dramáticas circunstancias, y cuando las nuevas autoridades enfrenten sus primeras dificultades, no dudarán en apuntar sus dardos a los errores de su predecesora. Será ese el tiempo de las evaluaciones, y como las evaluaciones las hará fundamentalmente el nuevo gobierno, éste tendrá la posibilidad de magnificar los errores del gobierno de Bachelet.

Es cierto que el Estado chileno no ha estado a la altura de las circunstancias. Muchos suponíamos, dada nuestra tendencia a destacar nuestras potencialidades y méritos, que ciertas carencias estaban superadas. Y ello, claro está, no es responsabilidad exclusiva de este gobierno. Pero le tocará cargar con ella por ser la cabeza visible de una estructura que no está preparada para este tipo de contingencias y con un sistema de medios de comunicación exageradamente críticos de la acción gubernamental, desconfiados del fortalecimiento del estado y que miran con simpatía la llegada del gobierno de Piñera. Son esos medios los que, más allá de las responsabilidades que le cabe al último gobierno de la Concertación en el manejo de la crisis, han instalado la percepción de que su acción ha sido deficitaria, improlija, inoportuna, tardía. “Nueve días después del terremoto la Presidenta llega a Dichato” afirmaba una periodista de un noticiero de la mañana deslizando una crítica al comportamiento del ejecutivo.

Los medios también han instalado una imagen de debilidad del poder civil por la vía de realzar las virtudes de las fuerzas armadas en una línea muy reconocible en nuestra historia; la de salvadores, protectores y garantes de la república. Este mensaje porta una noción de orden que, llevado al extremo, es contradictoria con la idea misma de democracia. Es lo que se observa en las fotografías de la prensa escrita: militares con todo su equipamiento y armados con poderosos fusiles, apuntando a ciudadanos indefensos. Es lo que se trasluce en las declaraciones de la intendenta designada de la región del Bio Bio: “Ojalá los militares se queden para siempre”. Es un reconocimiento a la importante labor de las fuerzas armadas, una muestra de gratitud pero también huele a añoranza. La tranquilidad que aporta el toque de queda no puede ser más que excepcionalísima y la necesidad de avanzar en mejores política de seguridad ciudadana no puede justificar el recurrir a acciones que están reñidas con elementos básicos de la democracia.

El terremoto le permitirá a Piñera tener su gobierno de unidad nacional. Lo que durante la campaña fue un recurso para seducir a ciertos sectores de la Concertación (especialmente cercanos a la democracia cristiana) y con resultados muy parciales, se transforma ahora en una realidad. Aunque no se integren referentes de la Concertación a los equipos del nuevo gobierno (o lo hagan muy marginalmente) el clima político debilitará el rol de una oposición que amenazaba con ser muy dura. La ciudadanía, de por si exageradamente desconfiada de la legitimidad del debate político, de las rencillas de los partidos y con un umbral muy bajo de tolerancia al conflicto, castigaría duramente a los líderes y partidos de la oposición que intenten cumplir con lo que en otro contexto, serían sus roles básicos.

En ese escenario, el nuevo gobierno tiene aún más chances que antes del terremoto de proyectarse a un segundo periodo. Contará con recursos que le permitirá afrontar sin ese problema la reconstrucción. La luna de miel que de por si tiene todo nuevo gobierno, será más prolongada en este caso y, en cualquier caso, se podrá responsabilizar a los desaciertos del gobierno precedente de sus propias fallas. Por otro lado, dos de los temas centrales de la propuesta de gobierno de Piñera tiene, ahora, un escenario más favorable para cumplirse. La demanda por más seguridad ciudadana, ya importante antes del terremoto, se refuerza con los saqueos y pillajes como telón de fondo dando más espacio para formulas innovadoras no necesariamente alineadas con los elementos fundamentales de la democracia (no son pocos los que piensan que los tristes acontecimientos de Concepción son el resultado de un desorden moral que ha relativizado los valores fundamentales de n uestra sociedad dado fundamento para “la mano dura”; más mano dura todavía; solo para recordar: Chile muestra con orgullo el haber duplicado la población penal en los últimos años ocupando los primero lugares de un ranking de dudoso prestigio: el de tener una de las tasas más altas de detenidos por habitante).

Otra de sus promesas, la cuestionada creación de empleos, se ve favorecida por el importante esfuerzo que el país tendrá que hacer en el ámbito de la construcción de infraestructura vial, sanitaria y viviendas, intensiva en la contratación de mano de obra.

Pero el que tenga la oportunidad no significa que esté garantizada su aprovechamiento. Uno de los obstáculos dice relación con la inexperiencia de parte importante del gabinete en el manejo de los resortes del estado; no solo porque el ambiente y los instrumentos de la gestión privada son diferentes a la gestión estatal sino por la complejidad que supone identificar el bien público en contraste con el privado. La combinación de la experiencia en el ámbito de la gestión privada y los prejuicios respecto al rol y capacidades del estado, puede contribuir a que el nuevo gobierno fortalezca las ya de por sí sólidas dinámicas tecnocráticas y, por esa vía, a un debilitamiento del espacio público.

Una arista de importancia fundamental: los intensos vasos comunicantes entre el empresariado y parte del gabinete debe alentar al gobierno que asume el 11 de marzo a ser particularmente transparente en sus decisiones en un escenario en donde las necesarias urgencias podrían ser esgrimidas como argumentos para justificar acciones reñidas con nuestro estado de derecho.

Es claro que el espacio para el debate público, para disentir, para aportar miradas divergentes de la corriente principal, en síntesis, para criticar, se verá reducido en un escenario en donde prima la apelación a la unidad nacional. Pero ello, con todo lo incómodo que pueda ser, representa un bien del cual no podemos prescindir.

*Doctor en Ciencia Política y Director del Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Alberto Hurtado.