lunes, 30 de noviembre de 2009

Uruguay, elecciones y movimientos sociales

¿Un salto al vacío?

Por Carlos Moreira y Sebastián Moreira

La evolución de los movimientos sociales en Uruguay presenta algunas características que es necesario destacar.

En primer lugar, desde el nacimiento del Uruguay los partidos políticos y el Estado han tenido un papel tan fundamental, que es posible afirmar que no ha existido hasta el momento una tradición destacable de movimientos sociales que hubieran podido controlar, vigilar u obstruir el accionar de los mismos. No significa esto que no hayan existido a lo largo del Siglo XX experiencias sociales de tipo político, si no que los movimientos han estado tan estrechamente vinculados a los aparatos partidarios que han funcionado como una suerte de “brazo social” de los partidos políticos. Fundamentalmente se puede decir que las representaciones de las dos grandes corrientes (obrera y estudiantil) que nacieron en la primera mitad del siglo pasado fueron abandonando la lucha eminentemente social para afianzarse, en mayor o menor medida, a partir de los años setenta entorno a un proyecto partidario, proceso que desembocó en la fundación del Frente Amplio.

Si nos concentramos en los últimos años, a la salida de la dictadura esos movimientos fueron conformando una trayectoria de cierta relevancia, a partir de este bloque progresista que alcanzó su apogeo con el plebiscito de 1992 que logró frenar la estrategia privatizadora del gobierno de Luis Alberto Lacalle, pero ciertamente no encontramos allí un movimiento social independiente, sino un actor que actuó nuevamente de manera dependiente de la estrategia político partidaria del Frente Amplio.

En segundo lugar, resulta destacable que el movimiento social uruguayo optó, en esa y otras ocasiones, por la apelación a un formato institucional, a través de los recursos de plebiscitos y referéndums establecidos en la Constitución Nacional, que independientemente de sus ventajas y desventajas, acentúa la dependencia de los movimientos sociales hacia los partidos políticos.

En tercer lugar los líderes sociales están no sólo estrechamente imbricados al Estado y los partidos, siendo dependiente de ellos, al punto que la afirmación de la dirigente social argentina Milagros Sala sobre que “los políticos son los políticos, y los dirigentes sociales, son los dirigentes sociales”, en Uruguay es una frase de ficción. No extraña, por ejemplo, que la inmensa mayoría de los representantes de la campaña por la nulidad de Ley de Caducidad fuesen conocidos por su vinculación partidaria, por más que quisiesen operar desde otros roles. De la misma manera no puede sorprender que el voto epistolar, sin figuras o instituciones con peso partidario apoyando la iniciativa, haya quedado poco menos que en el anonimato.

Ahora bien, en este contexto, se debe prestar atención a la actitud del movimiento uruguayo en el contexto actual, donde no se observan intentos de construcción de un movimiento social autónomo que controle, vigile, y exija en todo momento a los partidos y al Estado. La segunda vuelta electoral de finales de noviembre ha sido presentada como una situación de extrema polarización donde los modelos que representan cada una de las duplas son radicalmente opuestos.

En este sentido, las dos grandes organizaciones sociales uruguayas (FEUU por los estudiantes y PIT-CNT por los trabajadores) han tomado claras posturas al respecto. El PIT-CNT ha actuado rápida y previsiblemente; con la mayoría de sus miembros vinculados orgánicamente al Frente Amplio decidió declarar su apoyo a la formula Mujica – Astori. La FEUU, más horizontal, está buscando hacer similares declaraciones en la Convención que se desarrolla en estos momentos; el resultado es imprevisible puesto que ni siquiera los estudiantes que son miembros orgánicos del Frente Amplio están convencidos de tomar esa postura. Más allá de esto, el vínculo de las grandes organizaciones sociales con el Frente Amplio no es un secreto para nadie, pero quizás nunca fue tan explícito como hoy. La gran interrogante es como pueden proseguir un camino independiente las organizaciones mencionadas, y el movimiento social uruguayo en general, si es que desean seguirlo.

Independientemente de esto, resultará interesante observar como evolucionará la relación entre los movimientos sociales y el Frente Amplio, ya con el desgaste de un período de gobierno. Esta cuestión, en un país que registra pocos movimientos fuertes que hayan quedado fuera de lo partidario, resulta imprevisible.

Fuente: www.carlosmoreirauruguay.blogspot.com - aporte a Revista Encrucijada Americana

Los textos secretos de Lula

Por: Moisés Naím

Éste es un memorando que los asesores del presidente de Brasil enviaron a su jefe: "Le recomendamos que reciba en visita de Estado a su colega iraní, Mahmud Ahmadineyad. Seguramente esta decisión será criticada, pero esa visita tendrá para usted y Brasil más beneficios que costos: 1) Su foto recibiendo al presidente iraní reafirmará ante el mundo que tenemos una política internacional independiente de Estados Unidos, al que no tememos ofender o irritar. 2) Como nuevo actor global, Brasil puede y debe desempeñar un papel protagónico en las principales negociaciones de estos tiempos. La que desarrollan EE UU, Europa, China y Rusia con Irán sobre su programa nuclear es muy importante, y Brasil no debe quedarse al margen. Podemos convertirnos en actores indispensables para disminuir las fricciones con Irán. Es más, nuestro país también puede mediar en Oriente Próximo. Brasil es grande, exitoso, no alineado y no tiene conflictos de interés en esa región donde los actores tradicionales carecen de ideas y credibilidad. Y usted, señor presidente, tiene prestigio. Podemos aportar una nueva perspectiva y ser vistos como paladines de la paz en el mundo. Esto nos daría más influencia en negociaciones relacionadas con nuestros intereses inmediatos. 3) Los esfuerzos para que Brasil llegue a ser miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU se verían fortalecidos con el voto de Irán".

El presidente de Brasil estuvo de acuerdo e invitó a Mahmud Ahmadineyad, ofreciéndole una calurosa bienvenida. Días después de la visita, recibió esta carta de un buen amigo: "Querido Lula. Como sabes, no me gusta molestarte. Como también sabes, me siento muy orgulloso de ti. Pero hoy te escribo con el derecho que me dan los años que pasamos juntos luchando como líderes sindicales cuando, en este país, organizar a los trabajadores y oponerse al régimen militar era un delito. Sentí una gran tristeza cuando te vi abrazando al presidente de Irán. ¿Pensaste en ese momento, viejo compañero, que si tú y yo hubiésemos estado hoy en Irán haciendo lo que hicimos en Brasil cuando éramos jóvenes -protestar contra la dictadura- ese presidente que tú abrazaste nos estaría condenando a muerte? La televisión oficial iraní anunció las sentencias a muerte de ocho personas. ¿Su delito? Protestar contra el Gobierno y contra la que ellos consideran que fue una elección fraudulenta del presidente a quien recibiste con todos los honores. En otras palabras, Lula, van a morir a manos de tu huésped por ser hoy como fuiste tú cuando tenías su edad y, al igual que ellos, no podías soportar callado los abusos de la dictadura. Además, en Irán, centenares de estudiantes y líderes políticos están en la cárcel y algunos seguramente estaban siendo torturados mientras tú ofrecías un banquete al responsable de estos hechos. No objeto que hayas invitado a este tirano: comprendo esos cálculos de Estado. Y espero que, en privado, le hayas hecho saber que a los brasileños no nos gustan los Gobiernos que matan a sus opositores. Pero me entristeció verte de la mano con él. Sus manos están manchadas de sangre, las tuyas no.

Estuve de acuerdo contigo cuando le dijiste al mundo que si un país como Irán desea tener un programa nuclear con fines pacíficos, debe poder hacerlo. Pero Irán no merece tu defensa. El primer ministro de India, Manmohan Singh, se opuso sin ambigüedades al programa iraní. Sin ambigüedades, Lula. Días después de tu espaldarazo, 25 países emitieron un voto de censura contra Irán. La comunidad internacional no cree a tu huésped de honor cuando dice que no está intentando producir bombas atómicas. Hasta China y Rusia, que tienen muchos más intereses que Brasil en Irán, respaldaron la resolución. ¿Tus asesores no te alertaron del riesgo que corrías apoyando a un líder sangriento? Sé que la política internacional requiere maniobras y compromisos. Lo que no entiendo es que hayas estado dispuesto a ignorar tan públicamente los principios que te hicieron ser lo que eres. Sé que aún estás aprendiendo a ser un líder mundial. Pero recuerda que no vale la pena serlo si para eso debes dejar de ser quien eres".

Estos textos ni son secretos, ni son verdaderos. Los he inventado yo. Pero si bien son sólo producto de mi imaginación, su mensaje central refleja una realidad que hoy le es obvia hasta al propio Lula: se equivocó.

Fuente: El País

sábado, 28 de noviembre de 2009

El legado de la libertad

Por: Fernando Gualdoni

John Lynch, biógrafo de Simón Bolívar y de José de San Martín, reivindica la figura de los dos grandes héroes de la independencia. "Ejercieron un liderazgo desinteresado, sin esperanzas de obtener privilegios, ambos fueron modélicos"

Una legión de ordenanzas, desde la ciudad de Panamá hasta Tierra del Fuego, se afana en sacarle brillo a los miles de retratos de Simón Bolívar y José Francisco de San Martín que presiden las aulas, cuarteles y ministerios desde hace casi dos siglos. Son los rostros mitificados de los dos máximos libertadores de América del Sur que suelen compartir pared con Jesucristo crucificado. Son los héroes intocables. Aunque el legado de ambos se ha utilizado como al gobernante de turno le viniera mejor, sus vidas han estado por encima de todo, como si hubiesen sido sobrehumanos.

Ningún latinoamericano gusta de asumir que ambos libertadores acabaron su obra apesadumbrados. Los dos empezaron su lucha como auténticos republicanos y la terminaron coqueteando con la monarquía. Bolívar llegó incluso a redactar una Constitución vitalicia y con derecho a elegir sucesor. San Martín abandonó su Argentina natal y murió en el exilio en Francia, mientras que su par venezolano falleció enfermo en Colombia, poco después de que su sueño de una América unida se hubiera roto para siempre.

"San Martín y Bolívar pueden describirse como herederos del absolutismo ilustrado, ambos creían que la mejor forma de servir a la independencia era a través de gobiernos fuertes que impusieran el cambio social contra los intereses de los terratenientes", explica el prestigioso hispanoamericanista John Lynch. Para este profesor, "criticar a ambos por haber acabado sus vidas siendo absolutistas conservadores en vez de demócratas liberales es sacar las cosas de quicio. Ninguno de los dos podía satisfacer todos los intereses y no eran tan idealistas como para llevar a sus países hacia la destrucción en una vaga búsqueda de la igualdad. Tuvieron dudas legítimas sobre cuál era el nivel de libertad apropiado y hasta dónde los diferentes grupos opuestos podían actuar sin poner en peligro la propia existencia de los nuevos Estados. Respecto al ejercicio de un liderazgo desinteresado, sin esperanzas de obtener privilegios, ambos libertadores fueron modélicos".

El profesor Lynch, de 82 años, declinó la oferta de hacer una entrevista en Londres por problemas de salud y prefirió hablar sobre las independencias hispanoamericanas desde su ordenador. A través del ciberespacio, el director del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Londres -hoy Instituto de las Américas- desde 1974 a 1987 reflexiona sobre los acontecimientos de hace 200 años y cómo éstos aún marcan la vida de los hispanoamericanos. Es un ir y venir de preguntas que podría prolongarse infinitamente.

Lynch conoce la vida de los libertadores como pocos. En 2006 publicó la biografía de Bolívar y hace sólo unos meses la de San Martín (Yapeyú, 1778-Francia, 1850), las dos en la editorial Crítica. No sólo relata sus vidas, sino que contextualiza minuciosamente sus decisiones. Desde la grandeza hasta las intrigas y la rivalidad que pudo haber entre los dos... Todo está en esos textos. En las biografías aprovecha para poner en primer plano y con lujo de detalles la sociedad hispanoamericana de la primera mitad del siglo XIX. Son el complemento de otros dos textos clave de Lynch para entender la construcción de los nuevos Estados: Las revoluciones hispanoamericanas, 1808- 1826 (Ariel, 1989) y Caudillos en Hispanoamérica, 1800-1850 (Mapfre, 1993).

Bolívar, nacido en Caracas el 24 de julio de 1783, era hijo de un terrateniente y comerciante criollo de buena posición. La familia llegó a solicitar un título nobiliario cuya tramitación nunca se concretó. El joven Simón se educó en su tierra natal, pero su fortuna le permitió, siendo aún adolescente, viajar a Europa. Contrajo matrimonio a los 19 años con María Teresa Rodríguez del Toro en Madrid. Ella murió menos de dos años después de fiebre amarilla y él nunca volvió a casarse. Dedicó su vida a conjugar la política, la diplomacia y la guerra.

El 25 de febrero de 1778 nació San Martín en Yapeyú, hoy provincia de Corrientes, Argentina. Allí estaba destinado su padre, un militar palentino, para administrar los bienes que habían dejado los jesuitas tras su expulsión. A los siete años regresó a España y con apenas 11 se enroló en el Regimiento de Murcia. Combatió en Melilla y Orán y contra los franceses en Bailén. Renunció al Ejército español en 1811.

Por entonces, tanto Bolívar como San Martín supieron advertir la debilidad de España como potencia imperial y la importancia de Gran Bretaña como aliado. Bolívar, asegura, Lynch, valoró que Londres "proporcionaba a Hispanoamérica la protección que ésta necesitaba: la Marina británica, en pos de los intereses británicos [sobre todo comerciales], impediría cualquier agresión europea en las Américas".

"Las crecientes demandas económicas de las colonias españolas son un aspecto importante de la independencia y San Martín y Bolívar fueron conscientes de ello. Sin embargo, ésta no es la explicación fundamental de la crisis. El Gobierno de los Borbones cambió el carácter del Estado colonial y el ejercicio del poder en América. Carlos III y sus ministros sabían menos de la América española que los historiadores modernos. Los datos los tenían. Los informes de las capitales virreinales ya habían empezado a registrarse en el Archivo de Indias. Pero nadie los leía o, si lo hacían, no los entendían. El pasado fue ignorado, hasta repudiado. El reinado de los Habsburgo se había relacionado con sus colonias a través del consenso y, desde 1650 hasta 1750, había permitido a los criollos tener acceso a la burocracia y los negocios. Los americanos desarrollaron un mercado interior pujante", explica el historiador.

"Pero, a partir de 1750, los Borbones decidieron poner fin a esta anomalía y volver a los tiempos en que se degradaba a los criollos. El objetivo era restaurar la grandeza imperial de España, y al hacerlo, alienar a la élite criolla que vio cómo el Gobierno y la economía de América pasaba a manos exclusivas de los españoles peninsulares", recuerda el hispanoamericanista. "Esta deconstrucción del Estado criollo, este proceso de desamericanización de América, fue el disparador de las revoluciones por la independencia. Fue este absolutismo colonial el que generó los movimientos de resistencia que acabaron dirigiendo San Martín y Bolívar".

Los libertadores estuvieron a punto de encontrarse a finales de 1811 en Londres, pero San Martín llegó poco después de que Bolívar y otro venezolano, Francisco de Miranda, marcharan a América a impulsar el movimiento independentista. Miranda, considerado por muchos historiadores el padre de la emancipación americana, fue más tarde acusado por Bolívar de traidor a la causa y entregado por éste al Ejército español. El militar, que había luchado en la Revolución Francesa y la independencia de Estados Unidos, murió enfermo en una prisión de Cádiz en 1816. Más de un estudioso ha interpretado que Bolívar traicionó a Miranda para ser la única cabeza del movimiento revolucionario.

En 1822 en Guayaquil, tras el único encuentro que mantuvieron los dos libertadores, San Martín también se marchó con la sospecha de que Bolívar le había negado el apoyo militar necesario para acabar en Perú la guerra contra España con el fin de convertirse en el único héroe de la gesta. "San Martín nunca pudo explicarse a sí mismo o a otros las razones de la negativa. Es plausible creer que Bolívar quiso quedarse con toda la gloria", reconoce Lynch. Dos años más tarde, el mariscal Antonio José de Sucre, el oficial favorito de Bolívar, libró en Ayacucho la última batalla por la independencia.

Mucho antes de la victoria final sobre el Ejército español, San Martín y Bolívar se habían dado cuenta de que las luchas intestinas por el poder en América del Sur iban a ser un peligro mucho mayor que la Corona. El general argentino armó el Ejército de los Andes, cruzó la cordillera para emancipar Chile con escasa ayuda de Buenos Aires y se embarcó para liberar Perú desobedeciendo órdenes del Gobierno porteño, mientras que el venezolano vio cuestionada su autoridad por los dirigentes locales en varias ocasiones. Llegó a sofocar sin piedad una revuelta de los mestizos encabezada por Manuel Piar, un general muy cercano al libertador.

"El caudillismo es la forma primitiva de la dictadura moderna y no deriva del colonialismo español. España gobernaba América Latina a través de las instituciones tradicionales de la propia monarquía -virreyes, gobernadores, audiencias-, no a través de los caudillos. Pero el derrumbe de los Borbones en 1808 dejó un vacío de poder en América que los líderes locales se apresuraron a llenar", reflexiona Lynch. "El caudillismo es, pues, un producto de las guerras de independencia, cuando los líderes regionales pudieron reunir los hombres y los recursos y, a través de ellos, ejercer el poder y el clientelismo político. Tras la independencia el caudillismo continuó desarrollándose, aunque no de forma ininterrumpida. La dictadura de Rosas en Argentina y más tarde el Gobierno de Perón tenían sus señas: absolutismo, exclusivismo y abuso del patronazgo. Estadistas como San Martín y Bolívar no fueron caudillos. Ellos no tuvieron una base económica personal o de fortaleza social para alzarse como tales".

A menudo, cuenta el profesor, se le pregunta si Hugo Chávez, que ha cambiado el nombre de su país por el de República Bolivariana de Venezuela, puede invocar a Bolívar como modelo. "Para responder menciono tres cuestiones: en primer lugar, se llama a sí mismo un "revolucionario bolivariano" y habla de establecer un Estado socialista. Bolívar nunca promovió una revolución social ni pretendió hacerlo. La redistribución de la tierra, la igualdad racial, la abolición de la esclavitud, los decretos a favor de los indios eran las políticas de un reformista, no de un revolucionario. Bolívar era demasiado realista para creer que podía cambiar la estructura de la sociedad de América del Sur por la imposición de leyes o políticas inaceptables para los principales grupos de interés. La segunda cuestión se refiere a las relaciones internacionales. Bolívar cultivó el apoyo de las grandes potencias, no de los países marginales. Mantuvo cierto recelo hacia Estados Unidos pero admiraba cómo este país había encarnado los ideales de igualdad y libertad. Fue deferente hacia el poder imperial de Gran Bretaña. El comercio y las inversiones británicas los vio como un beneficio, no como una amenaza. La tercera cuestión es tal vez la única que le da la razón a Chávez. Una de las ideas más controvertidas de Bolívar era que los presidentes debían servir de por vida y tener el poder de nombrar a su sucesor. Y el historial de Chávez muestra que él siempre está hambriento de poder".

El argentino Juan Manuel de Rosas, el venezolano José Antonio Páez, el mexicano Antonio López de Santa Anna o el guatemalteco Rafael Carrera, entre otros, fueron los precursores de un modelo de gobierno que ha perdurado en América Latina, un sistema personalista sustentado en la relación patrón-cliente. "La figura del caudillo, que normalmente procedía de una base de poder regional, supuso uno de los mayores obstáculos para el desarrollo de las naciones. La soberanía personal destruía las constituciones. El caudillo se convirtió en el Estado y el Estado en propiedad del caudillo. Paradójicamente, los caudillos también pudieron actuar como defensores de los intereses nacionales contra las incursiones territoriales, las presiones económicas y otras amenazas externas, fomentando, asimismo, la unidad de sus pueblos y elevando el grado de conciencia nacional. Los caudillos eran representantes y a la vez enemigos del Estado-nación", aclara Lynch. "La historia de las dictaduras no constituye toda la historia de Latinoamérica. Pero aun en los regímenes constitucionales quedaron rastros del pasado. Desde el caudillismo primitivo, pasando por la dictadura oligárquica, hasta los líderes populistas, la tradición del caudillo fue dejando huella en el proceso político. Quizás la cualidad más importante de los caudillos, que les sirvió para sobrevivir a los avatares de la historia, haya sido el personalismo, descrito por un historiador como la sustitución de las ideologías por el prestigio personal del jefe".

Los libertadores fueron capaces de advertir muchos de los males que azotarían a la región en los años venideros. En su carta de despedida del pueblo peruano, San Martín alertó sobre el peligro de los golpes de Estado: "Mis promesas para con los pueblos en que he hecho la guerra están cumplidas: hacer su independencia y dejar a su voluntad la elección de sus gobiernos. La presencia de un militar afortunado por más desprendimiento que tenga es temible a los Estados que de nuevo se constituyen...", escribió el 30 de septiembre de 1822. Esa misma noche se embarcó rumbo al exilio.

Simón Bolívar plasmó su decepción en noviembre de 1830 en una carta al general Flores, el primer presidente del flamante Ecuador: "Usted sabe que he mandado 20 años y de ellos no he sacado más que pocos resultados ciertos: 1. La América es ingobernable para nosotros. 2. El que sirve a una revolución ara en el mar. 3. La única cosa que se puede hacer en América es emigrar. 4. Este país caerá infaliblemente en manos de una multitud desenfrenada, para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles, de todos colores y razas...".

A pesar del desencanto, John Lynch acaba las dos biografías convencido de que ambos libertadores fueron hombres tenaces que llevaron sus ideales hasta las últimas consecuencias. Tal vez acabaron sus vidas con cierto sabor amargo, pero convencidos de su obra. Ambos primaron los intereses americanos frente a los de sus países y los suyos propios. San Martín nunca pretendió una unión regional. No ignoró las diferencias entre Argentina, Chile y Perú; y las asumió con el mayor pragmatismo. Bolívar sí mantuvo durante 12 años su sueño de la Gran Colombia (Venezuela, Colombia, Panamá y Ecuador juntos). Y aun quebrado su proyecto, preservó la ilusión de una América libre e igualitaria hasta el último aliento.

"En la víspera de los bicentenarios de las independencias", reflexiona Lynch, "España puede argumentar que su imperio en América no fue malvado. Hay muchas cosas de las cuales puede enorgullecerse: la organización de las instituciones, el desarrollo económico y la educación de los pueblos, entre otras cosas. El descontento de los criollos que generó el movimiento independentista no fue el resultado de tres siglos de opresión despiadada, sino una reacción a la política de los Borbones hacia la región y a los acontecimientos de 1808".


Gritos de independencia
El primer levantamiento independentista se produce en Charcas, hoy Sucre, en Bolivia el 25 de mayo de 1809. A su vez en todo el continente, para evitar una confrontación militar, los patriotas hispanoamericanos propusieron una fórmula de transición basada en traspasar la autoridad política a los cabildos capitalinos transformados en Cabildos Abiertos, y éstos en Juntas de Gobierno regionales, elegidas por el pueblo, y consideradas como la máxima autoridad. Uno de los primeros en poner en marcha estos cabildos autogestionados fue México (que proclamó la independencia en 1813). La instauración de estos Cabildos, primer paso para la independencia, fue la siguiente: Caracas el 18 de abril de 1810 (con la independencia sellada tras una batalla el 24 de mayo de 1821), virreinato de Río de la Plata con el cabildo de Buenos Aires el 25 de mayo de 1810 (independencia definitiva en 1816), virreinato de la Nueva Granada con el cabildo de Santafé de Bogotá el 20 de julio de 1810 (independencia definitiva de Colombia en 1819), Capitanía General de Chile con el cabildo de Santiago de Chile el 18 de septiembre de 1810 (independencia definitiva 1818) y Quito el 19 de septiembre de 1810 (Guayaquil proclama la independencia en 1820 y Quito en 1822). -

Fuente: El País

El cantautor Víctor Jara recibirá un funeral 36 años después de su muerte

Por: Manuel Délano

La familia del cantautor y director teatral chileno Víctor Jara prepara un homenaje en su honor para el 5 de diciembre. Se trata del funeral masivo que no pudo tener cuando fue asesinado por los militares poco después del golpe que derrocó en 1973 al presidente Salvador Allende.

Los restos de uno de los artistas chilenos más universales, creador de Te recuerdo Amanda y El cigarrito, que hoy interpretan cantantes de la talla de Joan Manuel Serrat y Víctor Manuel, entre otros, serán nuevamente entregados a sus familiares. Esto se produce después de que un examen de peritos, ordenado por el juez que investiga este crimen, encontró más de 30 heridas de bala y huellas de torturas en los huesos de Jara.

El velatorio del cantautor comenzará el jueves 3 de diciembre con actos de homenaje que se extenderán durante día y noche de forma ininterrumpida hasta el sábado en el céntrico teatro que lleva su nombre. De esta manera, los chilenos podrán despedir a Jara en su segundo tránsito al Cementerio General de Santiago, donde será sepultado.

Su despedida se desarrollará con canciones, música, danza y lecturas de poesía, con el estilo del cantautor, que siendo pequeño acompañó a su madre a los velorios campesinos. Una manta roja cubrirá el ataúd, y el cortejo marchará a pie el sábado desde la Fundación Jara hasta el cementerio.

"Víctor pertenece al pueblo, a todos aquellos que han seguido y admirado su obra", afirmó Gloria Köning, directora ejecutiva de la Fundación Víctor Jara. "Acondicionaremos el lugar para que todos los artistas y las personas que deseen participar de este funeral lo puedan hacer dejando una flor, acompañándolo o rindiéndole un tributo", agregó.

Tras la exhumación del cuerpo, ordenada por el juez Juan Fuentes, sus restos fueron analizados por especialistas del Servicio Médico Legal (SML). Las muestras de su ADN y de sus familiares fueron enviadas al Instituto Genético de Innsbruck en Austria, donde confirmaron su identidad.

El informe médico del SML sostiene que los restos de Jara presentan "múltiples fracturas por heridas de bala que provocaron un shock hemorrágico en un contexto de tipo homicida". Algunas de sus lesiones óseas fueron provocadas por "objetos contundentes", sostuvo el director del SML, Patricio Bustos.

Hace 36 años, en septiembre de 1973, durante los primeros días de la dictadura del general Augusto Pinochet, al semiclandestino funeral del cantautor sólo pudieron asistir su viuda, Joan Jara, y dos personas más. Los restos del cantautor estuvieron a punto de perderse, como los de muchas otras víctimas.

Jara, un versátil creador, hijo de campesinos humildes, que militaba en el Partido Comunista, fue tomado prisionero por los militares en la Universidad Técnica del Estado, donde trabajaba, y permaneció con 600 estudiantes y profesores para defender el Gobierno de Allende. Los militares lo trasladaron al Estadio Chile, hoy bautizado como Víctor Jara, donde después de torturarlo lo acribillaron en el subterráneo del lugar, arrojando su cuerpo y los de otras víctimas junto al muro de un cementerio en el sur de la capital.

Reconocido por vecinos del lugar, fue trasladado al SML, donde quedó entre cientos de otros cuerpos. Un trabajador del Servicio Médico Legal avisó a la viuda y ésta pudo rescatar el cuerpo y sepultarlo.

La investigación judicial no ha dado todavía con todos los responsables del crimen. El conscripto José Paredes, que confesó haber disparado contra el cantautor y después se retractó, y el coronel Mario Manríquez, que dirigió el campo de prisioneros instalado en el Estadio Chile, están procesados por este caso.

Fuente: El País

"Felipe Calderón ha agotado prematuramente su presidencia"

Por: Pablo Ordaz

Jorge Castañeda y Rubén Aguilar creen que el presidente mexicano lanzó la guerra contra el narcotráfico a partir de varias premisas falsas

Sólo unos días después de asumir la presidencia de México, Felipe Calderón declaró la guerra contra el narcotráfico. La explicación oficial fue que el crimen había socavado los cimientos del Estado hasta llegar a sustituirlo, que por primera vez Estados Unidos estaba dispuesto a ayudar, que el consumo y el crimen se habían disparado... Rubén Aguilar y Jorge Castañeda, altos cargos durante el Gobierno del presidente Vicente Fox, recibieron esas explicaciones con perplejidad. Se pusieron a investigar y el resultado es un libro, El narco: la guerra fallida (Punto de Lectura), donde ofrecen respuestas sorprendentes que no dejan en muy buen lugar al presidente Calderón.

EL PAÍS. Ustedes sostienen que Felipe Calderón parte de "premisas endebles" cuando, en diciembre de 2006, declara la guerra al narcotráfico.

Jorge Castañeda. (Ex ministro de Exteriores). Y la mejor prueba de ello es que durante su campaña para la candidatura del PAN (Partido Acción Nacional) y luego para la presidencia de la República jamás mencionó el tema del narcotráfico, la guerra ni nada, y ahora se ha vuelto el centro de la primera mitad de su sexenio. Esto es algo tan importante tan serio, tan costoso para el país que no se puede seguir en esta guerra sin llevar a cabo un debate nacional que desemboque o en la confirmación del rumbo o en el cambio de rumbo, pero ya con conciencia de la sociedad, y no por algo impuesto por una ocurrencia política de Calderón. Y bueno, nos pusimos a escribir y empezamos a investigar. Y llegamos a la conclusión de que la mayor parte de las premisas o de la sabiduría convencional sobre el narco en México no se sostiene, de acuerdo con las fuentes del propio gobierno. Vamos enumerando una tras otra...

Rubén Aguilar. (Ex portavoz del Gobierno). Aquella declaración de guerra contra el narcotráfico tan temprana nos hizo sospechar. Nosotros conocíamos las encuestas nacionales de adicción pasadas y no se veía que hubiese un problema. En 2008, el Gobierno hace una encuesta que indica que el 0,4% de la población es adicta. O sea, sólo 450.000 mexicanos. El aumento del consumo de 2002 a 2008 es apenas del punto siete, en razón de los baremos de la OMS. Por lo tanto, no había un problema de consumo. Tampoco había un problema de violencia. Probablemente, como han demostrado varias investigaciones, en el momento en que se lanza la guerra contra el narco es de los momentos históricos con un nivel más bajo de violencia. Cuando el presidente Calderón inicia la guerra, llevábamos 15 años bajando

J. C. Además, el Gobierno alega otras dos tesis para empezar la guerra que tienen que ver con EE UU y que nosotros demostramos que son falsas. La primera es que por primera vez los norteamericanos asumen la responsabilidad compartida, están dispuestos a hacer algo. Nosotros demostramos por comunicados conjuntos de los distintos presidentes o cancilleres que esto no es nuevo. Desde hace 30 años, los Gobiernos de EE UU dicen sí, sí, sí, es culpa nuestra, somos una bola de mariguanos. Pero, en segundo lugar, en los últimos 40 años, desde que la droga empieza a ser parte de la vida digamos no marginal en los EE UU y también de Europa, EE UU no ha hecho nada para reducir la demanda. No han querido hacerlo y la demanda allí ha permanecido estable a lo largo de 40 años. Otra de las tesis falsas para empezar la guerra es que la violencia en México viene porque los americanos venden armas. Es verdad que EE UU vende armas y que los narcos tienen armas. Pero la relación causal es mucho más compleja. Porque si tener una frontera con EE UU fuera la razón por la que hay violencia en México, entonces no habría ni armas ni violencia en Río de Janeiro, en Sierra Leona, en Liberia, en Colombia, en Angola.., y obviamente no es cierto. Hay un mercado mundial de armas y el que las necesita, las compra. Y pensar que nos conviene a nosotros en México vigilar la frontera de norte a sur para que no pasen armas es matar la gallina de los huevos de oro del turismo y del comercio sin que por ello vaya a haber menos armas en México.

R. A. Y hay una quinta razón entre las que da el presidente con una enorme fuerza para empezar su guerra: la razón de Estado. El narco, alega él, ha penetrado en las estructuras del Estado. Y nosotros demostramos en el libro con mucha claridad que si bien es cierto -México no es ni Noruega ni Dinamarca, es México, está en América Latina...- es muchísimo menor que lo que ocurría años atrás, donde un gobernador del PRI [Partido Revolucionario Institucional] en el Estado de Quintana Roo era el organizador del narcotráfico, o el presidente De Lamadrid tiene que cerrar la seguridad federal porque está penetrada...

J. C.Incluso el ex procurador Medina Mora es contradictorio al decir que el Estado está perdiendo ciertas facultades y al mismo tiempo rechazar la tesis del Estado fallido. O una cosa o la otra. En realidad nosotros estamos de acuerdo con Calderón y con Medina Mora en que el Estado mexicano no es un Estado fallido.

EL PAÍS. Entonces, si esas premisas son falsas o endebles, ¿por qué Calderón se mete en un problema de esas dimensiones?

R. A. Nosotros pensamos que lo que intentó Calderón fue legitimarse. Ante las acusaciones de fraude electoral que rodearon su elección, él decide que requiere un acto fundacional de su Gobierno que lo legitime. Por otro lado, todos los presidentes de México en los últimos seis sexenios una vez que asumen el poder hacen un acto fundacional en su gobierno. Fox intentó la paz en Chiapas. Zedillo encarceló a Raúl Salinas...

J. C. Es un hecho que Calderón no tiene una salida fácil. Nos imaginamos que cuando se metió con la idea de legitimarse de ese modo pensó que iba a ser muy fácil entrar y salir. Rápido, fácil, barato, breve. Pero no.

EL PAÍS. Y la presencia del Ejército en las calles ya se está convirtiendo en un problema añadido...

R. A. Y en un problema gravísimo. Estamos arriesgando al Ejército en el desgaste de la calle. Es un costo muy grande para el país, muy grande. Ha costado muchísimos años recuperar esa buena imagen del Ejército después del trauma del 68 y las posibilidades de desgaste son enormes.

EL PAÍS.¿Todo esto convierte a Calderón en un presidente fallido, en un presidente débil...?

J. C. Yo creo que Calderón ha agotado prematuramente su presidencia. Es decir, el ánimo que siente uno en el país hoy es el ánimo que se suele sentir en el último año. O en los últimos seis meses de un presidente ya cansado, irritable. Circula una multitud de versiones sobre sus exabruptos con sus colaboradores. No todas serán ciertas, pero algunas sí. No hay día que no tenga que dar una explicación de por qué México es el único país del mundo que más ha padecido la crisis, cuya economía se va a contraer más. Las explicaciones son erráticas. Un día dice que es por EE UU. ¿Y por qué Canadá creció un 1%? Otro culpa al turismo. ¿Y por qué República Dominicana creció un 3%...? Este es el panorama: un presidente irritable, sin agenda, sin programa, rodeado de secretarios debilitados, con un Congreso que no le hace ya el menor caso...

EL PAÍS. Llama la atención la estrategia de Calderón de erigirse en el primer y único bastión contra el crimen organizado...

J. C. Sí, dice eso, pero lo más curioso es que los principales personajes de la seguridad pública de este Gobierno son los mismos que los del Gobierno pasado. Entonces, resulta difícil entender cómo en el régimen pasado estos mismos individuos eran unos ineptos o unos cómplices y ahora son superman o héroes nacionales... Calderón tuvo un momento de oportunidad, haber convertido su debilidad en su fuerza. Pudo haberle dicho a los poderes fácticos de este país: no podemos seguir con la concentración del poder en México, los monopolios públicos, los privados, los económicos, los comerciales, los financieros, los mediáticos, los políticos, los sindicales... Fox lo dejó seguir seis años, fue un error, Zedillo también, fue un error, yo no lo voy a hacer porque si lo dejamos a la próxima nos cepillan a todos. Y hubiera podido dar ese golpe. Y decidió conscientemente no hacerlo. Por miedo.

EL PAÍS. ¿Por miedo?

J. C. Siento que hay un problema que es semejante al de Fox, que es que enfrentar a los poderes fácticos y enfrentar al PRI, porque al final del día este es el viejo régimen priísta -los sindicatos, las paraestatales, el propio PRI como partido-, eso resulta como algo demasiado aterrador, tanto para Fox como para Calderón.

EL PAÍS. ¿Por qué?

J. C. Porque ambos pensaron que el enfrentamiento con el PRI efectivamente enajena al sector privado, a los poderes fácticos. Tienen miedo a una crisis económica, a una salida de capital, a una devaluación de la moneda, a un repunte inflacionario, a una subida de las tasas de interés... Tanto Fox como Calderón decidieron dejar en paz a los poderes fácticos, dejar en paz al PRI salvo en la retórica.

EL PAÍS. Y es ahí donde empieza la comparación con Brasil que tanto molesta en el entorno del presidente Calderón.

R.A. Exactamente. Necesitamos un presidente que pelee, que pelee la agenda...

J. C. Y la gran pregunta entonces es: ¿por qué no quiere pelear? En Brasil, Lula sí pelea, tú lo ves que pelea las cosas, y gana algunas batallas, pero ha perdido muchas -incluido Honduras-. No es que gane todas, pero va a todas, gana unas y pierde otras.

Fuente: El País

viernes, 27 de noviembre de 2009

Una gran paradoja

Por: Paloma Román Marugán

Una vez despejado el nuevo escenario político tras las elecciones legislativas de septiembre de 2009, sabemos que Angela Merkel revalida su puesto de Canciller de Alemania. Recordemos en este momento, que ella ha sido la primera mujer que logró ese cargo. Pero lo llamativo de la noticia, no radica en que la coalición conservadora CDU-CSU en compañía de los liberales, se haya alzado con el triunfo electoral, ni que por segunda vez tras la reunificación, sea una persona del antiguo bloque comunista, quien acceda a presidir el ejecutivo alemán, sino que lo extraordinario, y por tanto noticia, es que es una mujer.

He aquí la paradoja. ¿Cómo es posible que ante un resultado electoral tan incierto, después de una campaña tan agitada por la crisis, lo relevante se reduzca a que la señora Merkel sigue perteneciendo al club exclusivo de las primeras ministras? Está clara la respuesta, es que...¡hay tan pocas mujeres en ese cargo!

Por supuesto, estamos ante la punta del iceberg de una cuestión grave que arrastran nuestras sociedades de siempre, y que podemos resumir brevemente con el enunciado de una paradoja: es evidente el escaso papel de la mujer en el ámbito de la toma de decisiones políticas, cuando ella supone el 51 % de la población del mundo, por tanto.... ¿cómo es posible arrinconar a un colectivo tan mayoritario –el más grande, si nos apuramos-, en un ámbito vital para la humanidad?

La política se ocupa de la regulación del conflicto entre los seres humanos; por tanto, se trata de una actividad de procedimiento socialmente valiosa, porque a través de su principal mecanismo: la toma de decisiones, arbitra ese conflicto; que a su vez, parte de otra paradoja: el ser humano no puede vivir alejado de la comunidad, pero las relaciones entre seres humanos no son naturalmente armónicas. La política se inventó para paliar esa circunstancia que nos acompaña desde la cuna a la tumba.

Bien, pues estando todos hechos de la misma materia, resulta que la actividad política queda circunscrita de forma escandalosamente mayoritaria a los hombres, cuando las mujeres, primero ahí están, y como seres iguales pueden aportar el mismo caudal de ideas, trabajo, esfuerzo y responsabilidad que se ha de exigir a la dirección de las sociedades.

Esta situación arrastrada a lo largo de la historia, va presentando algunos signos de cambio, pero no nos engañemos, falta muchísimo, queda casi todo por hacer. ¿Por qué? ¿Qué es lo que ocurre?

Que duda cabe que se va observando como gradualmente mas mujeres acceden a puestos relevantes, como el caso ya citado de Merkel, o el de la presidenta de Liberia -y única mujer en ese puesto en toda Africa-, Ellen Johnson-Sirleaf; o las presidentas de Chile y Argentina, Michelle Bachelet y Cristina Fernandez; o la excepción asiática de Gloria Macapagal Arroyo en Filipinas. O en España, en que por primera vez tenemos no solo una, sino dos vicepresidentas del gobierno, Mª Teresa Fernández de la Vega y Elena Salgado, además de un gabinete paritario. Y no quiero olvidar en este momento, a todas aquellas mujeres cuyos nombres no trascienden al gran público, pero que ocupando puestos políticos menores, que no menos importantes, hacen una labor encomiable, quizá en los ámbitos locales o/y en los cuadros intermedios de las organizaciones políticas y cívicas. Pero lo cierto es que destacando con su presencia en puestos tradicionalmente reservados a los hombres, son aún sólo adelantadas en unas estructuras totalmente masculinas, y cuyas claves internas están regidas por esos parámetros. Estas mujeres pioneras tienen la mayoría de las veces que sobrevivir a través de la difícil adaptación a un mundo masculino, donde a ellas se las exige el doble que a sus colegas; donde se convierten en símbolos de todas las demás mujeres –con la presión añadida, de que si fracasan o yerran, “demuestran” que las mujeres no valen, cuando el error es masculino es “un caso aislado”-; sin olvidar que están más expuestas que sus colegas a la crítica, y sobre todo, no lo olvidemos, han de sortear innumerables dificultades para conseguir conciliar la vida profesional y la familiar. Mientras que un político aparece satisfecho con el reclamo de su sonriente familia; en el caso de la mujer que trabaja en la política, no se sabe bien cuál es el puesto de su marido, se comenta que ve poco a sus hijos, o se recalca que no los tiene, apareciendo como responsable, o incluso autorresponsable, de las eventuales quiebras familiares.

En definitiva, y a pesar de los innegables logros de la esforzadas pioneras, el camino es largo. Lo que ayudaría a modificar esta situación, es la irrupción en términos realmente igualitarios a las mujeres en la escena política, ya que eso contribuiría a contar con su mentalidad, sus puntos de vista, su forma de enfocar y solucionar los problemas, en definitiva se aportaría su óptica frente a las dificultades de la vida, y no se tendría que estar a expensas, como ahora ocurre, del prisma de los hombres, por bienintencionado que pueda ser. Se calcula que simplemente con un 30 % de presencia femenina en el mundo político, se conseguiría un debilitamiento de los estereotipos sobre la mujer, y se podrían establecer modelos de identificación de los y las jóvenes. Claro está que queda mucho para esto, pero hay que comenzar ya a plantearlo en estos términos, y romper la barrera de cristal que existe.

Las iniciativas que se han puesto sobre la mesa en estos últimos tiempos para favorecer el acceso de las mujeres a la política, son dignas de aplauso: como por ejemplo, el establecimiento de cuotas tanto en el desempeño de cargos como igualmente en las candidaturas electorales, pero son, no lo olvidemos, medios correctivos; por eso, debemos ir más lejos, por ese cambio –revolucionario, pareciera- de mentalidad, que nos lleve a no tener que distinguir, o a comentar la condición masculina o femenina del político/a, sino ¿quién nos gobernará, con qué proyecto político, a través de que ideología, y con qué resultados?.

No sólo hay que defender para las mujeres una presencia política y social más acorde con su presencia real, en función de su número, sino también por la incorporación a la vida pública de su óptica, de su forma de entender los problemas de la vida. Eso incrementa la calidad de la democracia porque añade tolerancia y diversidad, y si así somos, habremos de reconocerlo a fin de gobernarnos de forma más atinada, que en definitiva, es lo que necesitamos. Se habla de democracia paritaria, yo diría democracia a secas.

La vida nos ha enseñado, que sólo con querer no sirve, hay que poder; hay que acometer esos objetivos con esfuerzo, y allanando caminos tortuosos; sin duda alguna el instrumento más eficaz, aunque a largo plazo, es la mejora en la educación de todos, por mor de ese preciso cambio de mentalidad, pero debemos comenzar ya sobre esos cimientos, más esa voluntad decidida de que lo que hemos conseguido son logros, pero hace falta más. La Declaración del Milenio de las Naciones Unidas recuerda que la igualdad de sexos y la autonomía de la mujer sigue siendo una asignatura pendiente. No seamos ni ciegos ni tacaños, y apostemos por las mujeres en la política, en definitiva es una apuesta por el futuro de todos y de todas.

Paloma Román Marugán - Revista Encrucijada Americana
Octubre de 2009

jueves, 26 de noviembre de 2009

"Lecciones del espía"

Por: Alvaro Vargas Llosa

La disputa entre Lima y Santiago por el caso del espía parece haber vuelto a los cauces razonables y diplomáticos de donde nunca debió salir. Perú ha pedido respuestas y reducido la acústica de las protestas y Chile ha ofrecido investigar los hechos y dar una explicación. Eso era lo que se echaba de menos desde hacía días: sacar el conflicto de las primeras planas y, sobre todo, de boca de los profesionales del antichilenismo, en el caso de Perú, y de los nacionalistas chilenos, en el otro.

Todo indica que el espía existió y que el gobierno peruano, viéndose expuesto a una filtración embarazosa y desestabilizadora, reaccionó con la intención de impedir que la dinámica de la indignación ciudadana agitada por los interesados lo colocara en situación insostenible. Sin embargo, con ser comprensible y tal vez hasta inevitable esa reacción, la lección que ella arroja es que el segmento minoritario, pero influyente, de militares y civiles que quieren empujar a Perú hacia una política exterior y defensiva de corte nacionalista tiene hoy un desproporcionado poder.

La otra lección, en este caso relacionada con el comportamiento de Chile, es que hay en Santiago una tendencia a la reacción defensiva automática y condicionada, en parte por una sicología de país "cercado" por enemigos que se ha ido instalando entre buena parte de la clase dirigente. En lugar de hacer una lectura fría de las circunstancias que rodeaban a Alan García y de entender las claves de un hecho que encerraba delicados equilibrios internos entre las fuerzas modernas que quieren relaciones adultas con su vecino del sur y las que se oponen a ello, quisieron ver un Perú convertido en enemigo.

Los países se espiaron siempre y se seguirán espiando. Las naciones más avanzadas ya lo tienen tan integrado en su política exterior que los casos de espionaje suelen ser asunto de páginas interiores, salvo cuando tienen un colorido especial. Todavía en estos asuntos peruanos y chilenos nos comportamos con algo de ingenuidad e infantilismo. Y aquí estaría la última lección de lo sucedido: Chile y Perú deben encontrar mecanismos de comunicación discreta que permitan tratar estos asuntos de un modo efectivo antes de que pasen a ser utlizados por fuerzas desestabilizadoras y de que, una vez filtrados, se conviertan en una pelota que los políticos de uno y otro lado patean hacia el arco contrario para hacer goles patrióticos.

El aprendizaje será lento y estará obstaculizado por episodios como este. En algún momento debe darse por parte de ambos países un ejercicio inteligente y corajudo -corajudo porque será en una primera instancia impopular y provocador en términos de política interna- para confinar las diferencias dentro de espacios que no lo pongan todo en riesgo.

Fuente: La Tercera

El hiper-presidencialismo en los Estados Unidos: cuando la república peligra

Por: David Swanson

Desde la elección de George Washington, el poder presidencial en los Estados Unidos se ha extendido mucho más allá de lo previsto en la constitución y de lo que en el fondo exige un gobierno de, por y para el pueblo. Esta expansión, especialmente visible tras la segunda guerra mundial, se disparó durante la co-presidencia de G. W. Bush y Dick Cheney.

La concentración de poder que Bush consiguió a costa del Congreso, los tribunales, los estados y nosotros mismos, el pueblo, ha remitido, en ámbitos concretos, a partir de la llegada de Obama. En otros, en cambio, se ha agudizado. El patrón común, en todo caso, es la consolidación, cuando no la expansión, de los poderes presidenciales, y la conformación de un legado que quedará a disposición de presidentes futuros. Así las cosas, no es difícil entrever escenarios pocos halagüeños derivados de un poder presidencial que se acerca, cada vez más, al poder absoluto.

Los medios de comunicación no parecen demasiado interesados en esta historia. A lo sumo abordan la cuestión de manera superficial, hablan de los diversos “zares” nombrados por Obama o publican artículos sobre la importancia de reformular o de enmendar aspectos marginales de la Ley patriótica (Patriot Act). La desidia del Congreso es, si cabe, todavía mayor. Nada de esto sorprende, ya que los tres poderes de gobierno han sido reemplazados por el poder de los dos grandes partidos. Así, medio Congreso elige como líder a un presidente que supuestamente debería ejecutar su voluntad. Y la otra mitad de congresistas se resigna con frecuencia a obedecer a unos “líderes” partidarios cuyo interés primordial es elegir uno de los suyos como próximo presidente. Ambos partidos, en el fondo, ven al poder presidencial como algo de lo que pueden servirse en el presente o bien en el futuro, cuando su propio candidato resulte elegido. La disputa de fondo, en definitiva, gira en torno a la herencia de esta suerte de presidencia imperial, no a su limitación.

En un contexto así, los proyectos orientados a la creación de comisiones que investiguen los abusos presidenciales, a la introducción de controles jurisdiccionales a los secretos de estado, a la limitación del recurso a las declaraciones presidenciales interpretativas de leyes o a la posibilidad de requerir informes clasificados al ejecutivo, no parecen ser una prioridad para ninguno de los grandes partidos.

Actualmente, la vieja idea de controlar los abusos del ejecutivo o de disposiciones normativas existentes a través de órdenes de comparecencia en el Congreso o del propio juicio político se ha convertido en Washington en algo escandaloso e inadmisible. El Congreso sentó en el banquillo a un juez que había acosado a sus empleados, pero Jay Bybee, que firmó memorándums secretos en los que se proponía legalizar la guerra de agresión y la tortura, goza de un puesto vitalicio en la Corte de Apelaciones del Noveno Circuito gracias, precisamente, a su paso por el poder ejecutivo (y a la complicidad de Fox News en relación con su posible enjuiciamiento).

En abril, el Senador Patrick Leahy, presidente del Comité Judicial del Senado, exigió la comparecencia de Bybee. Pero el juez se negó, al igual que muchos de sus antiguos colegas de la administración Bush entre 2007 y 2008. Lo más probable es que Leahy no esté dispuesto a emitir una orden que incluso el nuevo Departamento de Justicia podría negarse a ejecutar. El Departamento actual, de hecho, permitió que el Consejo de la Casa Blanca negociara el cumplimiento parcial de una orden del Comité Judicial de la Cámara de Representantes impulsada por el ex consejero presidencial, Karl Rove. Y si Leahy se parece a la mayoría de miembros del Congreso, ni siquiera considerará la posibilidad de recurrir a la policía del Capitolio para ejecutar la orden, algo que el Comité no ha hecho en 75 años.

Todo el poder al presidente

Cualquier descripción realistas de los actuales poderes presidenciales en los Estados Unidos debería incluir facultades crecientes para elaborar leyes, para hacer la guerra, para gastar dinero, para asegurar la impunidad de ciertos crímenes, para actuar en secreto, para espiar sin garantías, para detener sin cargos e incluso para torturar. Es el Congreso, en efecto, quien todavía elabora las leyes. Pero éstas pueden reescribirse a partir de declaraciones interpretativas del presidente, esto es, a través de declaraciones en las que el presidente hace explícito su propósito de vulnerar determinadas disposiciones de la ley que le compete sancionar. Ni el Congreso ni el presidente Obama han impugnado buena parte de las extensas declaraciones interpretativas firmadas por Bush con el objeto de alterar el sentido de las leyes. De hecho, Obama ha anunciado que sus colaboradores revisarán las declaraciones interpretativas de su predecesor sólo en la medida en que sea estrictamente necesario.

Puede que esta política tranquilice a aquéllos que imaginan que la administración Obama siempre acertará a la hora de mantener o rechazar una declaración interpretativa de Bush. Lo grave, sin embargo, de esta decisión, es que mantiene incólume el poder presidencial de interpretar, rehacer o alterar el contenido de nuevas leyes. Obama, de hecho, ya ha emitido sus propias declaraciones interpretativas.

Otra manera que tienen los presidentes de determinar la política nacional en estos tiempos son las órdenes ejecutivas, lo que les permite gobernar el país desde la Casa Blanca y prescindir de diferentes órganos encabezados por funcionarios que cuentan con el aval del Congreso. Los presidentes también determinan la agenda legislativa del Congreso, sin que sus miembros o el público en general manifiesten mayor oposición a lo que es una auténtica perversión de nuestro sistema constitucional.

Y luego están los informes secretos. A través de ellos, los abogados de Bush en el Departamento de Justicia “legalizaron” con diligencia numerosos actos ilegales, incluyendo las guerras de agresión y la tortura. A despecho de los años de tira y afloja entre la Casa Blanca y el Congreso respecto de la prohibición de la tortura, la complicidad con su práctica ya era un delito en el derecho penal estadounidense bajo la Ley Contra la Tortura, que autorizó la entrada en vigor de la Convención contra la Tortura firmada por el presidente Ronald Reagan.

Lo peor de todo es que, con independencia de lo estipulado legalmente, fueron los informes secretos del Departamento de Justicia los que tuvieron la última palabra en la materia. Obama ha ordenado a este Departamento no perseguir a los más altos responsables de la elaboración de estos informes. Al mismo tiempo, ha admitido que se considerará –es difícil saber si seriamente o no- la persecución de un grupo de funcionarios de bajo rango que se extralimitaron en la ejecución de las políticas esbozadas en los mismos. Esta decisión implica conferir inmunidad a criminales prominentes y revertir el principio defendido por los Estados Unidos en los juicios de Nüremberg, con arreglo al cual era necesario comenzar por los máximos responsables. Pero sobre todo, sienta un peligroso precedente de cara al futuro. Si un presidente puede legalizar un crimen a través del informe de un abogado del Departamento de Justicia ¿cómo no ver en ello un avance hacia el poder absoluto?

Quienes deciden ir a la guerra, hoy, son los presidentes y no el Congreso, previa consulta, o no, del informe de Jay Bybee sobre el asunto. Deciden ir a la guerra sin que haya una declaración de guerra del Congreso, y se sirven para ello de leyes vagas que permiten aparentar la aquiescencia del Congreso, aunque luego actúen por fuera de dichas reglas. Más allá de su ilegalidad (y de su inconstitucionalidad), estas guerras suelen dar lugar a ocupaciones permanente que incluyen la construcción de gigantescas bases militares desde las cuales es posible iniciar nuevas guerras. A lo largo de este proceso, los soldados suelen ser reemplazados por mercenarios que, en su calidad de “contratados privados”, acaban actuando más lejos aún del control legal del Congreso.

Para invadir Iraq, el presidente Bush desvió dinero afectado a otros propósitos. También se auto-otorgó el poder de transferir dinero a “presupuestos en negro”, sin otro visto bueno que el de unos pocos miembros del Congreso, y de usarlo para operaciones secretas con el consentimiento de algunos de sus funcionarios. Por supuesto, la existencia de fondos secretos reservados al presidente no son nada nuevo, pero se han disparado de manera inconstitucional e insostenible.

El 6 de octubre, los líderes de los dos partidos se reunieron con el presidente Obama y ,a través del líder de la mayoría en el Senado, Harry Reid, le hicieron saber que podía finalizar, reducir, mantener o intensificar las operaciones militares en Afganistán y Pakistán, si lo consideraba conveniente. La semana anterior, el Senado había aceptado que el comandante Stanley Mc Chrystal no compareciera a explicar el desarrollo de la guerra hasta tanto el presidente no determinara su política militar, lo que por supuesto quería decir una política militar para todos los norteamericanos. Dos días después, en un sorpresivo gesto de disidencia, el presidente de la Comisión de Gasto Público de la Cámara de Representantes, David Obey, emitió unas declaraciones en las que sugería que, contra lo sostenido durante años, el Congreso tenía el poder de no financiar estas guerras y, en consecuencia, de finalizarlas.

Cuando el declive de su presidencia era ya un hecho, G. W. Bush celebró, prescindiendo de la ratificación del Senado, un tratado no oficial (al que llamó Acuerdo sobre el Estatuto de las Fuerzas Armadas) con el gobierno del Iraq ocupado por los Estados Unidos que autorizaba tres años más de guerra. Desde entonces, el ejército de los Estados Unidos no ha dejado de vulnerar los términos de dicho documento. De hecho, los principales jefes militares de la operación han hecho pública su intención de permanecer en Iraq más allá de 2011, es decir, fuera de los límites establecidos en la normativa. Este tratado, por su parte, ha permitido a los nuevos ocupantes de la Casa Blanca fortalecer la ocupación ilegal de Iraq, que ya cuenta con 120.000 soldados estadounidenses y decenas de miles de mercenarios contratados al efecto.

¿Ha entrado el Congreso en un declive imparable?

Cuando se temía que Bush pudiera absolver a sus subordinados por los crímenes que el mismo había autorizado, los miembros del Congreso y los académicos llegaron a la conclusión mayoritaria de que, en efecto, podía hacerlo. Pero tanto Bush como Obama han ido bastante más allá. Con la cobertura otorgada por leyes como la de comisiones militares o la de enmiendas a la Ley de Vigilancia del Servicio Exterior de Inteligencia, consiguieron garantizar la impunidad de numerosos criminales sin siquiera dar a conocer sus nombres o lo que habían hecho. El Departamento de Justicia de Obama ha decidido comparecer o apelar en diversos tribunales con el objeto de mantener en secreto los abusos de los funcionarios de gobierno y de las corporaciones involucradas en torturas y en casos de espionaje ilícito. Recientemente, el Departamento de Justicia ha sostenido que, en casos que involucren la denegación de información a un tribunal o al público en general, las empresas de telecomunicación deben ser consideradas como parte de la rama ejecutiva del gobierno federal. Ya a comienzos de año, de hecho, el gobierno de los Estados Unidos amenazó al británico con suspender los intercambios en materia de inteligencia si revelaba pruebas sobre tortura.

El Presidente Obama anunció que sólo invocaría el derecho a ocultar información a los tribunales en caso de que, según los abogados del Departamento de Justicia, estuvieran en juego importantes “secretos de estado”. Esto podría considerarse un avance en comparación con la gestión de Bush –algo no muy difícil de conseguir-, pero en realidad se trata de una posición que no cede un ápice del poder que el ejecutivo ha obtenido a costa de otras ramas de gobierno. De hecho, no es casual que los abogados de Obama hayan invocado la existencia de “secretos de estado” con el propósito, no ya de denegar información puntual sobre un tema, sino de bloquear casos completos antes los tribunales.

Si bien el presidente actual se ha mostrado dispuesto a ceder modestos ámbitos competenciales reclamados por el presidente anterior, ha mantenido una intransigencia cerril en lo que al poder presidencial se refiere. A diferencia de Bush, por ejemplo, el presidente Obama se comprometió a hacer pública la lista de visitas a la Casa Blanca. Esta medida, sin embargo, dejaba fuera buena parte de las visitas ya registradas –incluidas las de ejecutivos de compañías de seguros médicos- así como todas aquellas que el propio presidente considerara peligrosas para la “seguridad nacional”. En otros términos: se propone un cambio, modesto, pero se deja en manos del presidente decidir qué listas pueden hacerse públicas.

Esta administración ha hecho públicos, ciertamente, algunos de los informes secretos utilizados por el Departamento de Justicia durante la era Bush para justificar la tortura. Y el Departamento de Justicia, de hecho, ha resistido fieramente para que esto no ocurriera, enmendando secciones significativas de estos documentos antes de que se hicieran públicos. Bush exigió poder presidencial para detener personas sin cargos o sin el debido proceso, y lo utilizó. Obama reclamó un poder similar en los Archivos Nacionales de Washington, en abierta violación del derecho de habeas corpus consagrado en la manoseada y maltrecha constitución de los Estados Unidos. El Director de la CIA, Leon Panetta, y el consejero presidencial, David Axelrod, también han dejado claro que el presidente aún ostenta el poder para autorizar “técnicas duras de interrogatorios” aunque no lo utilice. De esta forma, la tortura ha pasado de ser un crimen a convertirse en una política pública opcional. El mensaje parece ser que si queremos parar temporalmente la tortura debemos votar por los demócratas. Pero esto es adentrarse en terreno pantanoso.

Probablemente sea ingenuo esperar que los presidentes resignen el poder acumulado por el ejecutivo. Pero ¿no sería lógico esperar que el Congreso trabaje para recuperarlo, en beneficio de todos? Cuando Alberto Gonzales renunció a su cargo de Fiscal General, lo hizo por un grupo creciente de miembros del Congreso puso en marcha un proyecto en el que ordenaban al Comité Judicial de la Cámara de Representantes investigar los fundamentos para un juicio político. Una posición similar frente al actual juez Jay Bybee podría ayudar a restaurar la autoridad del Congreso en otros ámbitos, así como a presionar al Departamento de Justicia para que cumpla con la ley y haga pública la información de que dispone, sin poder oponer a ello los “privilegios” del ejecutivo. La información requerida en un juicio político debe ser diligentemente producida, so pena de incurrir en otros delitos también susceptibles de enjuiciamiento político.

Posiblemente haya muchos entre nosotros que consideren al presidente actual un mejor tipo que nuestro diputado local. Pero eso no quita que influir a un presidente, o incluso a un senador, a través de la presión ejercida “desde abajo” es infinitamente más difícil que influir en un diputado de la Cámara de Representantes.

No pretendo con esto formular descubrimiento alguno. Después de todo, ¿no esta la razón por la cual la constitución confía a la Cámara poderes en materia impositiva o de juicio político? Su mayor cercanía a los electores hace a este cuerpo, por naturaleza, más susceptible a la presión democrática. Si queremos, por tanto, recuperar la capacidad de incidencia real en la política nacional, nuestra mejor opción –admitiendo que se trataría de un trabajo cuesta arriba- sería centrarnos en la persona que nos representa en la Cámara.

La cuestión, sin embargo, está en presionar a cada uno de estos representantes para que hagan algo que, como órgano, parecen tener miedo de hacer: recuperar el poder que originariamente se les confirió, no en beneficio de su partido, sino de su papel institucional, de la constitución que juraron y de los propios soberanos de esta nación: nosotros el pueblo. Si esto no ocurre, el legado de la era Obama, al igual que el de sus predecesores inmediatos, no será sino la consolidación de una presidencia cada vez más imperial y el deslizamiento, cada vez más pronunciado, de la república al imperio.

Fuente: www.sinpermiso.info

De comunidad a seguridad en Asia

Por: Fidel V. Ramos

Los visitantes suelen ser catalizadores del cambio. La visita de Barack Obama a Asia que acaba de concluir tal vez no sea diferente, ya que su viaje hizo que Asia y sus líderes se queden pensando en qué tipo de comunidad regional están construyendo.

El sentido moderno de construcción de una comunidad pan-asiática comenzó con la traumática crisis financiera y económica del este de Asia de 1997, cuando todos los países de la región del Pacífico asiático aprendieron de la peor manera que las reformas y las protecciones nacionales podían resultar lamentablemente inadecuadas. Al poco tiempo, se formó un consenso entre muchos líderes asiáticos de que se necesitaba una mayor cooperación y coordinación.

Incluso durante esa crisis de 1997, ya se admitía esta lección, dado que los miembros de la Cooperación Económica de Asia-Pacífico (APEC, por su sigla en inglés) siguieron comprometidos con la liberalización del comercio, una de las fuerzas clave que ayudó a volver a poner en marcha el crecimiento de las economías de Asia. De hecho, la Cumbre de Líderes Económicos de APEC en 1997 designó 15 sectores importantes –entre ellos, el de los automóviles, los productos químicos, los activos energéticos y las medidas ambientales- para una temprana liberalización. Si uno analiza el crecimiento económico de Asia en los últimos 12 años, resulta claro que la liberalización del comercio y la inversión surtió efecto.

Al darse cuenta de que la economía no se puede separar nítidamente de la política, APEC pronto empezó a incluir cuestiones de seguridad en su agenda. En 2002, los líderes de APEC lanzaron la iniciativa STAR, que establecía un “Área de Comercio Seguro en la Región de APEC”.

La iniciativa STAR salvaguarda el flujo de bienes y de personas a través de medidas que aseguran a las embarcaciones, los aviones y los viajeros –mejorando así la seguridad interfronteriza, las redes aduaneras y la protección de las cadenas de suministro corporativas-. Esta iniciativa fue seguida, en 2003-2004, por un fortalecimiento de la cooperación en materia de seguridad a través de la Fuerza de Tareas contra el Terrorismo, así como de la Iniciativa de Seguridad Comercial y Financiera del Banco Asiático de Desarrollo.

Estas iniciativas sin duda han profundizado la sensación de comunidad de Asia. Pero ahora esa comunidad debe enfrentar su mayor desafío: el ascenso de China. A medida que China se vuelve cada vez más poderosa económica y políticamente, ¿cómo se puede asegurar la estabilidad a largo plazo en el Pacífico asiático?

Creo que un giro de Pax Americana a Pax Asia-Pacífico podría ser la respuesta. De la misma manera que las naciones de Europa occidental aprovecharon el estancamiento de la Guerra Fría para construir la Unión Europea, Asia debe explotar los intereses comunes que tienen Estados Unidos, Japón, China, India, Corea del Sur, Rusia, Australia, Nueva Zelanda y todos los países del sudeste asiático para asegurar un Pacífico asiático en paz y estable.

Bajo el “equilibrio del terror” de la Guerra Fría, Europa occidental organizó una comunidad económica, política y cultural que hoy generó una era moderna de “paz perpetua” en ese continente. Los miembros de APEC también deberían utilizar el paraguas existente de la Pax Americana para acelerar la integración económica, de seguridad y política antes de que surjan nuevas rivalidades que frustren sus esfuerzos.

Muchos de los instrumentos para una mayor integración ya existen. Para empezar, existe la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN, por su sigla en inglés). Pero se están negociando agrupaciones más grandes –“ASEAN más China” y una futura “ASEAN más Japón, Corea del Sur e India”.

Entras las tareas políticas que están empezando a plantear estos grupos más amplios hay estrategias para derrotar al terrorismo sin alienar a la gran población musulmana autóctona de la región. De alguna manera, también los líderes de Asia deben manejar el ritmo de la globalización. De la misma manera que las rebeliones de campesinos del sudeste asiático de los años 1930 fueron una reacción al fracaso de un episodio de globalización anterior, el Islamismo en Asia es una respuesta a nuestras nuevas sociedades secularistas/consumistas.

En toda Asia, APEC está desempeñando un papel central en la creación de una Pax Asia-Pacífico. A diferencia de la Pax Americana, que ha sido impuesta mediante la fuerza militar estadounidense, ésta será una paz prácticamente entre pares. La nueva arquitectura de seguridad del Pacífico asiático debería emanar de una cooperación que no esté basada en un “equilibrio de poder” sino en una distribución de la carga para generar un “equilibrio de beneficio mutuo”.

Claramente, la Pax Asia-Pacífico debe construirse en base a un compromiso inquebrantable con la paz entre los países más poderosos de APEC –Estados Unidos, China y Japón-. Un aporte chino productivo demostraría su compromiso con ser un protagonista responsable en la comunidad mundial más expandida.

Japón también debe desempeñar un rol activo en la seguridad y la preservación de la paz. Un factor crucial para asegurar la Pax Asia-Pacífico es la relación sinérgica entre China y Japón. En el interés de la paz regional, ambas potencias debe dejar de permitir que los resentimientos históricos obstruyan un futuro más armonioso y próspero para la región del Pacífico asiático.


Una vez que empiecen estos cambios políticos, APEC puede comenzar a transformarse en una Comunidad Asia-Pacífico para la Cooperación Económica y la Seguridad. La prueba estratégica será que las organizaciones regionales –como APEC- aseguren que el espíritu de cooperación siempre pese más que los impulsos competitivos de los estados miembro. Las naciones europeas reconocieron esto hace medio siglo, y los países de Asia deben tomar hoy la misma elección autolimitante.

No importa cuáles sean nuestras iniciativas compartidas, los asiáticos debemos ocuparnos de que se las emprenda a través de responsabilidades compartidas, cargas compartidas, valores compartidos y beneficios compartidos. Sólo de esta manera Asia logrará una mejor calidad de vida y una mayor seguridad para todos sus pueblos.

Fuente: Project Syndicate, 2009.

El irresistible ascenso del renminbi

Por: Barry Eichengreen

China está haciendo una gran campaña para fomentar una mayor utilización internacional de su divisa, el renminbi. Tiene un acuerdo con el Brasil para facilitar la utilización de las divisas de los dos países en las transacciones comerciales bilaterales. Ha firmado acuerdos de permuta de renminbi con la Argentina, Belarús, Hong Kong, Indonesia, Corea del Sur y Malasia. El pasado verano, amplió los acuerdos sobre operaciones cambiarias con renminbi entre Hong Kong y cinco ciudades continentales y autorizó a HSBC Holdings a vender bonos en renminbi en Hong Kong. Después, en septiembre, el Gobierno chino emitió en Hong Kong 1.000 millones, aproximadamente, de dólares de bonos propios denominados en renminbi.

Todas esas iniciativas van encaminadas a reducir la dependencia del dólar tanto en el interior como en el exterior alentando a los importadores, los exportadores y los inversores para que recurran más a la divisa de China. El objetivo en última instancia es el de conseguir que China consiga con el tiempo la flexibilidad y las prerrogativas financieras de que disfruta un país con una divisa de reserva.

Nadie niega el ascenso del renminbi. Por las mismas razones por las que la economía mundial se ha vuelto más multipolar, el sistema monetario internacional se volverá más multipolar y varias divisas compartirán la condición de divisa de reserva y, dados el tamaño y las perspectivas de crecimiento de China, nadie discute que llegará un día en que el renminbi sea una importante divisa internacional.

La cuestión es cuándo. Observadores cautos avisan de que hará falta tiempo para que el renminbi llegue a ser una verdadera divisa internacional. A fin de hacerlo atractiva para su utilización internacional oficial y privada, será necesario que China cree unos mercados financieros profundos y líquidos, lo que requerirá el desarrollo de sistemas de liquidación y compensación transparentes. Requerirá un activo de referencia, una curva de rendimiento bien definida y una masa crítica de participantes en los mercados. Todas esas dimensiones de los mercados líquidos requieren tiempo para desarrollarse.

Además, dichos mercados deberán estar abiertos al resto del mundo. Dicho de otro modo, China tendrá que abrir totalmente su cuenta de capitales antes de que el renminbi pueda llegar a ser una verdadera divisa internacional. Para ello, habrá que colocar los bancos y las empresas de propiedad estatal en condiciones plenamente comerciales y avanzar hacia un tipo de cambio más flexible. En una palabra, entrañará cambios fundamentales del modelo de crecimiento chino. Todo ello sirve para recordar que no se logrará de la noche a la mañana.

Pero la propia historia de los Estados Unidos indica que se puede recorrer el proceso más rápidamente de lo que a veces se supone. En fecha tan tardía como 1914, el dólar no desempeñaba papel internacional alguno. Ningún banco central mantenía sus reservas extranjeras en dólares. Nadie emitía bonos extranjeros en dólares. Al contrario, todos iban a Londres, lo que permitía a los bancos británicos subscribir sus transacciones y hacer sus operaciones en libras esterlinas. Incluso los importadores y exportadores de los EE.UU. que necesitaban créditos comerciales los obtenían en Londres en lugar de en Nueva York y hacían sus operaciones en libras esterlinas en lugar de dólares.

Que fuera Londres y no Nueva York la que tuviese el predominio en 1914, cuando el tamaño de la economía de los EE.UU. era ya más del doble de la de Gran Bretaña, reflejaba el avance de este último país como potencia industrial, exportadora e inversora extranjera, lo que nos recuerda que tener una posición asentada es una ventaja considerable en la competencia por la condición de divisa de reserva.

Pero esa situación reflejaba también la carencia en los EE.UU. de una infraestructura de mercados necesaria para que el dólar desempeñara un papel internacional. En particular, los EE.UU. carecían de un mercado líquido de aceptaciones comerciales, el instrumento utilizado para financiar las importaciones y las exportaciones, y de un banco central para respaldar dicho mercado.

Esa situación cambió en 1914 con la creación del Sistema de la Reserva Federal. Una de las primeras medidas del nuevo banco central fue la de fomentar el desarrollo de un mercado de aceptaciones comerciales. Lo hizo utilizando acuerdos de recompra para adquirir para su propia cuenta la mayoría de las aceptaciones comerciales emitidas en Nueva York, gracias a lo cual los márgenes eran bajos y había estabilidad de precios.

Gracias a ese apoyo oficial, los inversores privados adquirieron confianza en el nuevo instrumento y, con el aumento de su participación, el mercado de aceptaciones comerciales adquirió un carácter más líquido. Nueva York superó a Londres como fuente de financiación del comercio hacia mediados del decenio de 1920. En aquel momento, la Reserva Federal pudo limitar su intervención y entregar el mercado a los inversores privados y los bancos centrales siguieron la iniciativa de los inversores privados. En la segunda mitad del decenio de 1920 estos últimos mantenían más reservas en dólares que en libras esterlinas. De modo que hizo falta un decenio apenas para que la nueva divisa internacional, partiendo de la nada, superara a la que tenía la posición dominante.

Los funcionarios chinos han fijado 2020 como la fecha en la que tanto Beijing como Shanghai han de llegar a ser destacados centros financieros internacionales, con mercados financieros profundos y líquidos, abiertos al resto del mundo. Por tanto, en esa fecha es en la que quieren que el renminbi pase a ser una destacada divisa internacional.

¿Podrá el renminbi llegar a ser una divisa internacional en un período tan corto como el de un decenio? Sólo el tiempo lo dirá, pero la historia de los EE.UU. indica que ese plazo, aun siendo ambicioso, no es imposible.

Fuente: Project Syndicate, 2009.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Los malabarismos de Obama en Pekín

Por: Timothy Garton Ash

Para conmemorar el aniversario de la caída del muro de Berlín, Obama se va a Pekín. Europa pertenece a entonces, China es el ahora. Y, a medida que el poder mundial se desvía hacia el Este, hasta el líder más poderoso y elocuente de nuestra época se debate con los dilemas de esa relación.

Antes de ir a China, Obama hizo dos concesiones importantes: no reunirse con el Dalai Lama, a diferencia de sus predecesores en la Casa Blanca, y definir a China como un "socio estratégico", una etiqueta muy deseada por los dirigentes de Pekín. A corto plazo, parece haber obtenido muy poco a cambio, ni sobre Irán, ni sobre Afganistán, ni sobre el tipo de cambio del renminbi. El contraste entre la despreocupada y abierta rueda de prensa del presidente Bill Clinton y el presidente Jiang Zemin en 1998, llena de críticas mutuas, y la fría presentación de declaraciones opuestas de los presidentes Obama y Hu Jintao, sin que se permitieran preguntas de los periodistas, da la medida del camino recorrido por China durante la década perdida de Estados Unidos. China, a punto de convertirse en la segunda economía del mundo, en 2010, y con alrededor de un billón de dólares en deuda estadounidense, se siente cada vez más capaz de fijar sus propias condiciones.

Sí, Obama mencionó los derechos humanos y el Tíbet. Sí, en la reunión con estudiantes en Shanghai consiguió que le hicieran -su propio embajador- una pregunta, colgada en la página web de la Embajada estadounidense, sobre el gran cortafuegos informático de China. Su respuesta fue curiosamente complicada. Siempre ha sido un gran defensor del uso libre de Internet, dijo, y "soy un gran defensor de la no censura". (Qué expresión tan extraña. ¿Por qué no decir "libertad de expresión"?). "Forma parte de la tradición de Estados Unidos", continuó, pero inmediatamente añadió: "Reconozco que distintos países tienen diferentes tradiciones". Luego se deshizo en elogios de Google y repitió su oposición a la restricción del uso de Internet y "otras tecnologías de la información como Twitter". Uno podía imaginárselo balanceándose en la cuerda floja y ayudándose a mantener el equilibrio con una larga pértiga.

Por supuesto, cómo se desarrolle esta relación durante los próximos 20 años dependerá sobre todo de las realidades del poder económico, militar y político. China está en ascenso, pero su sistema tiene muchas debilidades internas. Desde el punto de vista diplomático, Estados Unidos tendrá grandes posibilidades de hacer contrapeso al poder chino a través de su relación con Europa, India, Japón y otras potencias regionales. En realidad, el objetivo hacia el que deberíamos trabajar es el de una "relación estratégica" que implique la cooperación de todas estas potencias.

Sin embargo, más allá de las relaciones de poder duro, existe una pregunta casi filosófica sobre cómo tratar con China desde Occidente. En mi opinión, hay dos estrategias básicas que podemos adoptar. Mientras Obama se balanceaba en su cuerda floja, el extremo de su pértiga señalaba a veces hacia una y a veces hacia la otra. La primera estrategia, que es del agrado de los gobernantes chinos, es decir: vosotros tenéis vuestras tradiciones, vuestra civilización, vuestra cultura, vuestros valores, y nosotros tenemos los nuestros. En un mundo de grandes potencias soberanas muy distintas, la única base para el orden internacional es el mutuo respeto. Dentro de nuestras fronteras respectivas, nosotros lo hacemos a nuestra manera, y vosotros a la vuestra. Sólo así podremos evitar el "choque de civilizaciones" de Samuel Huntington.

Creo que a las autoridades actuales de China les gustaría llegar a ese acuerdo. A diferencia del periodo maoísta, y a diferencia de algunas opiniones actuales en Estados Unidos y Europa, no son misioneros universalistas. No afirman que su modelo chino, desarrollado mediante el método de prueba y error, sirva necesariamente para otros países. Quizá lo hagan en el futuro -en parte porque los habitantes de los países en vías de desarrollo empiezan a pedirlo-, pero, por ahora, el "modelo chino" está hecho sólo para China. En cambio, tanto Estados Unidos como la Unión Europea suelen creer que otras partes del mundo pueden y deben parecerse más a ellos.

El compromiso de China de no interferir en los asuntos de otros Estados no es del todo constante. Como Estados Unidos, China tiene una doble concepción de la soberanía: nuestra soberanía es absoluta, la de otros es relativa. Así, por ejemplo, China ha hecho increíbles esfuerzos para disuadir a los dirigentes occidentales, incluido Obama, de reunirse con el Dalai Lama en sus respectivas capitales, cuando una doctrina coherente de respeto mutuo de la soberanía seguramente diría: nosotros no os decimos con quién os reunís en vuestro país y vosotros no nos decís con quién nos reunimos en el nuestro. Ahora bien, con excepción de lo que considera asuntos de interés nacional fundamental, China no ha intentado (todavía) decir a otros cómo gobernar sus países.

La otra estrategia, que es la que yo defiendo, es iniciar la búsqueda de un universalismo genuinamente universal, en un diálogo con China y otras potencias emergentes no occidentales. No podría ser un universalismo definido puramente por Occidente, que implicara que todas las verdades universales esenciales se descubrieron en Occidente entre, por ejemplo, 1650 y 1800, y que todos los demás países tienen que limitarse a seguir el ejemplo. Sería un universalismo que dijera algo de este tipo: creemos que estas verdades son evidentes, pero quizá os gustaría sugerir algunas otras. Defendemos la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; quizá vosotros queráis defender la armonía, la seguridad o la comunidad transgeneracional. Entonces compararemos las aspiraciones y las realidades sociales a la fría luz de la razón.

Éste no es un "diálogo entre civilizaciones", un término que parece implicar que mis valores los determina mi "civilización" natal o la de mi religión. No es un toma y daca entre los "valores occidentales" y los "valores asiáticos". Es una invitación a una auténtica conversación sobre lo que todos los seres humanos tienen en común y cómo deben organizarse y vivir su vida. En mi opinión, las respuestas dadas en Occidente durante y desde lo que llamamos la Ilustración son las mejores que nadie ha encontrado hasta ahora. Pero la más mínima inmersión en las tradiciones confuciana y budista sugiere que hay cosas que podríamos aprender de ellos, y que tenemos mucho en común. Por tanto, mi idea de respeto mutuo no es "vosotros tenéis vuestros valores determinados por vuestra cultura, nosotros tenemos los nuestros, y nunca se encontrarán los dos". Es "voy a presentar los mejores argumentos posibles para defender que los valores universales de la Ilustración son los mejores para vosotros y para nosotros, pero estoy dispuesto a escuchar vuestra respuesta".

Mi limitada experiencia de los jóvenes chinos, incluidos miembros del Partido Comunista, indica que están muy abiertos a mantener una conversación así. Pero hay una trampa. Para poder celebrarla, deben tener contacto con nuestras ideas y con las pruebas que respaldan esas ideas, y nosotros debemos tener contacto con la suyas. Una de las cosas positivas que ha surgido de la visita de Obama es un acuerdo para ampliar los contactos personales, incluidos los viajes para estudiantes en ambas direcciones; no obstante, seguirán constituyendo una pequeña minoría. El resto de esa labor de mutuo conocimiento tendrá que producirse a través de distintos medios y, por encima de todo, Internet. De modo que la libre circulación de información no puede ser meramente un valor occidental al que se oponen en Oriente. Es un requisito indispensable para tener esa conversación.

Fuente: El País

sábado, 21 de noviembre de 2009

Obama encadenado

Por: Jeffrey D. Sachs

Resulta difícil para los observadores internacionales de Estados Unidos entender la parálisis política que aqueja al país, y que amenaza seriamente la capacidad de Estados Unidos de resolver sus problemas internos y contribuir a la solución de los problemas internacionales. La crisis de gobernancia de Estados Unidos es la peor de la historia moderna. Es más, probablemente empeore en los próximos años.

Las dificultades que está teniendo el presidente Barack Obama a la hora de sancionar su programa básico, ya sea en atención sanitaria, cambio climático o reforma financiera, son difíciles de entender a primera vista. Después de todo, personalmente es popular, y su Partido Demócrata cuenta con mayorías abrumadoras en ambas cámaras del Congreso. Sin embargo, su agenda está estancada y las divisiones ideológicas del país se están volviendo cada más profundas.

Entre los demócratas, la tasa de aprobación de Obama a principios de noviembre era del 84%, comparado con apenas el 18% entre los republicanos. El 58% de los demócratas creía que el país estaba encaminado en la dirección correcta, comparado con el 9% de los republicanos. Sólo el 18% de los demócratas respaldaban el envío de 40.000 tropas adicionales a Afganistán, mientras que el 57% de los republicanos respaldaba un mayor envío de tropas. De hecho, una mayoría importante de los demócratas, el 60%, estaba a favor de una reducción de las tropas en Afganistán, comparado con apenas el 26% de los republicanos. En todas estas cuestiones, un grupo intermedio de independientes (ni demócratas ni republicanos) estaba dividido de manera más pareja.

Parte de la causa de estas enormes divergencias de opinión es que Estados Unidos es una sociedad cada vez más polarizada. Las divisiones políticas se han ampliado entre los ricos y los pobres, entre los grupos étnicos (blancos no hispanos versus norteamericanos negros e hispanos), en todas las afiliaciones religiosas, entre nativos e inmigrantes y a lo largo de otras líneas divisorias sociales. La política norteamericana se ha vuelto venenosa a medida que empezó a cundir la idea, especialmente en la elocuente extrema derecha, de que la política gubernamental es una lucha de "suma cero" entre los diferentes grupos sociales y la política.

Es más, el propio proceso político está quebrado. El Senado hoy opera en base a una regla informal de que los opositores intentarán matar una propuesta legislativa apelando al "filibusterismo" -una táctica procesal para impedir que la propuesta se someta a votación-. Para superar el filibusterismo, quienes respaldan la propuesta deben reunir 60 de 100 votos, en lugar de una simple mayoría. Esto ha resultado imposible en políticas controversiales -como las reducciones vinculantes de emisiones de carbono- aún cuando una mayoría simple respalda la legislación.

Una crisis igualmente profunda surge del papel que juega el dinero en la política. El lobby puertas adentro de las corporaciones poderosas hoy domina las negociaciones sobre determinación de políticas, de las cuales el público queda excluido. Los principales actores, entre ellos Wall Street, las compañías automovilísticas, la industria de la atención médica, la industria de armamentos y el sector inmobiliario, le han hecho un gran daño a Estados Unidos y a la economía mundial en la última década. Muchos observadores consideran el proceso de lobby como una suerte de corrupción legalizada, en la que enormes cantidades de dinero cambian de manos, muchas veces en la forma de financiación de campaña, a cambio de políticas específicas y votos.

Finalmente, la parálisis política en torno al presupuesto federal de Estados Unidos puede estar desempeñando el mayor papel de todos en la incipiente crisis de gobernancia de Estados Unidos. La población norteamericana se opone rabiosamente a pagar mayores impuestos; sin embargo, el nivel tributario (aproximadamente el 18% del ingreso nacional) no es suficiente para pagar las funciones medulares del gobierno. En consecuencia, el gobierno norteamericano hoy no puede ofrecer de manera adecuada servicios públicos básicos, como una infraestructura moderna (trenes rápidos, mejor tratamiento de los residuos, banda ancha), energía renovable para combatir el cambio climático, escuelas decentes y financiación de la atención sanitaria para quienes no pueden pagarla.

La poderosa resistencia a mayores impuestos, conjugada con una creciente lista de necesidades urgentes incumplidas, ha llevado a un mal desempeño crónico del gobierno de Estados Unidos y a un nivel cada vez más peligroso de déficits presupuestarios y deuda gubernamental. Este año, el déficit presupuestario se ubica en un récord de tiempos de paz de aproximadamente el 10% del PBI, muy superior al de otros países de altos ingresos.

Obama hasta el momento parece incapaz de quebrar este callejón sin salida fiscal. Para ganar la elección de 2008, prometió que no aumentaría los impuestos a ningún hogar con ingresos inferiores a 250.000 dólares anuales. Esa promesa de no aumentar los impuestos, y las actitudes públicas que llevaron a Obama a formularla, obstaculizan toda política razonable.

Existe escaso "despilfarro" que se pueda recortar del gasto doméstico y, en cambio, muchas áreas en las que se necesita aumentar el gasto público. Un mayor gravamen a los ricos, si bien justificado, no está ni cerca de solucionar la crisis de déficit. Estados Unidos, por cierto, necesita un impuesto al valor agregado, que se aplica ampliamente en Europa, pero el propio Obama descartó por completo ese tipo de aumento impositivo durante la campaña electoral.

Estos factores paralizantes podrían intensificarse en los próximos años. Los déficits presupuestarios podrían seguir impidiendo toda acción positiva en áreas de necesidad crítica. Las divisiones respecto de las guerras en Irak y Afganistán podrían seguir obstaculizando un cambio de política decisivo, como un retiro de fuerzas. El deseo de los republicanos de derrotar a los demócratas podría llevarlos a utilizar toda maniobra a su alcance para bloquear votos y demorar las reformas legislativas.

Para quebrar esta dinámica hará falta un cambio importante de rumbo. Estados Unidos debe marcharse de Irak y Afganistán, lo que permitiría ahorrar 150.000 millones de dólares por año para otros propósitos y reducir las tensiones causadas por la ocupación militar. Estados Unidos tendrá que aumentar los impuestos para solventar nuevas iniciativas de gasto, especialmente en las áreas de la energía sustentable, el cambio climático, la educación y la asistencia a los pobres.

Para evitar una mayor polarización y parálisis de la política norteamericana, Obama debe hacer algo más para asegurar que todos los norteamericanos entiendan mejor la urgencia de los cambios que prometió. Sólo esos cambios -inclusive las reformas de las prácticas de lobby- pueden restablecer una gobernancia efectiva.

Fuente: Project Syndicate, 2009.

Comunicado de Manuel Zelaya: "Pueblo Hondureño no te están diciendo la verdad"

Embajada de Honduras en EE.UU.
Tegucigalpa, 19 de noviemnbre de 2009

"...La convocatoria a elecciones generales ordinarias en un Estado de Facto, sin que previamente se haya restaurado la democracia e instalado el gobierno de unidad y reconciliación o que el poder constituyente haya restablecido el Estado de derecho, son una aberración jurídica, una burla y un engaño al pueblo.

Considerando lo anterior, es urgente presentar soluciones legales a esta crisis, posponer las elecciones debe ser una condición que permita legitimarlas".

El orden constitucional fue roto el 28 de junio recién pasado cuando dos poderes del estado, el Congreso Nacional y la Corte Suprema de Justicia conspiraron contra el Poder Ejecutivo sacando de su competencia a las fuerzas Armadas, rompiendo el orden constitucional y secuestrando al presidente con un cruento Golpe de estado Militar.

En este momento en Honduras, estamos en un estado de facto no hay Constitución ni poderes constituidos por haber sido destruidos por la fuerza, en nuestro caso por el Golpe de Estado del 28 de junio de 2009.

Las elecciones del próximo 29 de noviembre no podrán resolver este problema fundamental, porque sus resultados estarán al margen de los valores propios de la concepción más elemental de la formación del estado de derecho.

Al romper la Constitución los poderes constituidos desaparecen y son suplantados por poderes de facto. Esto implica el trastorno de todo el sistema jurídico que solamente puede restaurarse con la acción primigenia de la voluntad popular o la modalidad que se había propuesto en el Plan Arias.

El Acuerdo Tegucigalpa-San José, para restaurar la democracia, fue el instrumento político propuesto para restituir legalmente el orden constitucional y realizar elecciones legítimas. El acuerdo fue incumplido en sus tiempos y en su forma por el régimen de facto.

La convocatoria a elecciones generales ordinarias en un Estado de Facto, sin que previamente se haya restaurado la democracia e instalado el gobierno de unidad y reconciliación o que el poder constituyente haya restablecido el Estado de derecho, son una aberración jurídica, una burla y un engaño al pueblo.

Considerando lo anterior, es urgente presentar soluciones legales a esta crisis, posponer las elecciones debe ser una condición que permita legitimarlas, para que nos devuelva al estado de derecho, al orden constitucional y la credibilidad internacional con un acuerdo político o irremediablemente, tendrían que repetirse hasta que sea restaurada la voluntad del soberano.

EN ESTE CASO REPROGRAMAR LAS ELECCIONES DEBE SER UNA CONDICION QUE PERMITA LEGITIMARLAS

Tegucigalpa, 19 de Noviembre de 2009.

GOBIERNO DEL PRESIDENTE DE HONDURAS, JOSE MANUEL ZELAYA ROSALES

El salto de Océanos Azules para renovar la política

Por: Claudia Rivas Arenas

Los fundadores del organismo aseguran que la construcción de una plataforma programática para dar sustento a la candidatura presidencial oficialista fue sólo su primer objetivo. Ahora, están preparados para dar el siguiente paso. Constituir un movimiento que de cabida a todos quienes comparten el diagnóstico de que la actual forma de hacer política está colapsando.

Por Claudia Rivas Arenas

Océanos Azules, conocido hasta ahora sólo como la plataforma programática de la candidatura de Eduardo Frei, está a punto de concretar una aspiración que constituye parte primordial de su razón de ser. En dos meses, o menos, pasará a ser un organismo con personalidad jurídica, abocado a la transformación de la política y a la "construcción de una fuerza de centro izquierda renovada, que llegue a ser una gran mayoría en Chile".

Uno de los voceros del organismo, el abogado Juan Pablo Hermosilla -mismo que hace unas semanas debió poner la otra mejilla ante la virulenta reacción del comando oficialista, luego que saliera a corregir a Frei en la polémica por la llamada "puerta giratoria"-, profundizó con El Mostrador sobre un tema que, según recalcó, ha estado siempre en el "ideario" de Océanos Azules. Ya que la identidad del organismo "va más allá de lo contingente", dice, aludiendo al aporte que han hecho a la candidatura oficialista.

A su juicio, "es muy evidente que hay una sensación de que hay formas y estilos de hacer política que están colapsando". Diagnóstico similar al utilizado por Marco Enríquez-Ominami para darle sentido a una candidatura presidencial que, aunque no se quiera admitir, también tiene su origen en la Concertación. Pero que Hermosilla reconoce sin complejo alguno, señalando que "Jorge Arrate y Marco Enríquez encarnan una mirada que es convergente con la nuestra".

La idea de darle consistencia jurídica a Océanos Azules se basa en que quienes participaron en su constitución siempre aspiraron a que evolucionara hacia "un movimiento social que represente la voluntad de renovar la política desde dentro, con una mirada de mediano y largo plazo". Algo de eso se ha manifestado en su apoyo a la candidatura de Frei. Allí se han "renovado las metodologías" para la generación de las distintas propuestas que han llegado al programa de gobierno oficialista. Las que han surgido desde bases ciudadanas, comenta Hermosilla.

Por lo mismo, reconoce que han tenido "algunos conflictos con partidos políticos, dirigentes y, por qué no decirlo, con el comando. Pero nada nuevo bajo el sol", medita el abogado. Aunque, finalmente, con problemas más o menos, gran parte de los contenidos del programa de Frei se han originado en Océanos Azules.

Otra fuente del organismo explica que Océanos Azules va a seguir ayudando a Frei en su candidatura de primera y segunda vuelta y en su gobierno, si llega a La Moneda. No obstante, aclara que "Chile necesita constituir una gran mayoría progresista, renovada, que se proyecte a futuro. Y en eso estamos". Por lo que destaca que su "objetivo es constituirnos en una fuerza social y política que haga posible la renovación de las fuerzas políticas en el país".

Hermosilla explica que obtenida la personalidad jurídica continuarán con la estructura con la que han funcionado hasta ahora. Un Comité Ampliado, que se reúne todas las semanas para analizar la contingencia y un Comité Ejecutivo, cuya secretaría actualmente está en manos de Pablo Ruíz-Tagle. Otro integrante fundador estima que esta configuración "habrá que adecuarla al mundo de hoy", echando mano entre otras cosas a la tecnología. La organización, dice esta fuente, tendrá que ser "mucho más abierta, con menos requisitos, entregándole un rol más preponderante, por ejemplo, a los independientes y a los jóvenes".

Una fuente de Océanos Azules aclara de inmediato que no se pretende en ningún caso pasar a convertirse en un partido político, tampoco en un think tank.

Fuente: El Mostrador