lunes, 27 de julio de 2009

Barack Obama, socialista

Por: Joaquín Estefanía

Entre las cosas más pintorescas figura la acusación al presidente de EE UU de ser un socialista oculto (como Fidel Castro antes de 1959), dirigida por los mismos que han llevado al mundo a la debacle económica actual y al darwinismo social que padecemos. Los principales escenarios internos en los que se mueven los neocons para atacar a Obama son sus dos reformas estrella: la de la sanidad y la de la regulación del sistema financiero.

Obama ha decidido mejorar a Roosevelt, que creó la Seguridad Social y el seguro de desempleo en los años treinta, y a Johnson, que en 1965 instauró el perfil básico del sistema sanitario estadounidense que ha durado básicamente hasta hoy con la creación de los programas Medicare y Medicaid: seguro a cargo del Gobierno para ancianos, pobres y veteranos de guerra (ejecutado a través de estructuras sanitarias privadas), seguro médico privado pagado por la empresa para los empleados con buenos puestos de trabajo, seguro particular -si pueden permitírselo- para quienes no tienen la suerte de poder acceder a la modalidad anterior, y una vida de zozobra sin seguro de ningún tipo para 50 millones de ciudadanos (una población equivalente a algo más de un país como España).

Bill Clinton también quiso aliviar el hecho de que EE UU, caso único entre los países ricos, no garantice una asistencia sanitaria básica a sus habitantes, pero entre los republicanos más recalcitrantes y la presión de las aseguradoras privadas se cargaron aquella reforma.

A pesar de las limitaciones actuales, el gasto sanitario de EE UU -muy ineficiente- absorbe una cantidad similar al 16,5% del PIB americano. El 85% de la población tiene seguro, y muchos temen que extender la cobertura al 15% restante genere déficit (que habrá de pagarse con subidas de impuestos) y signifique perder calidad en las prestaciones que ya existen.

Obama no busca una sanidad universal gratuita del tipo de los países europeos más avanzados, sino extender la cobertura mediante un seguro público que pueda ser contratado por cualquier persona de modo voluntario, con lo que aumentaría la competencia y obligaría al sector privado a mejorar los servicios y reducir su precio.

Paul Krugman, que en las primarias demócratas apoyó a Hillary Clinton por considerar que ella sería la más consecuente con la voluntad de aplicar la reforma sanitaria y mejorar la calidad de vida de la mayoría de la población, ha descrito del siguiente modo la actuación de las aseguradoras privadas: "... no ganan dinero pagando por la asistencia sanitaria, sino cobrando primas y no pagando por ellas, si les resulta posible. Tanto es así que en el seno del ramo de seguros de salud los pagos en concepto de asistencia, por ejemplo en el caso de una operación pública importante, se designan, literalmente, como pérdidas médicas" (Después de Bush, editorial Crítica).

Cuenta nuestro economista que en la medida en que está en sus manos hacerlo, las aseguradoras privadas someten a examen a sus posibles clientes a fin de comprobar si habrán de necesitar tratamientos costosos, considerando a tal fin su historial familiar, el tipo de actividad profesional que desempeñan y, por encima de todo, las condiciones previas. De ese modo, el más mínimo indicio de que un individuo pueda llegar a generar gastos médicos en mayor medida que el promedio bastará para que su solicitud para contratar una póliza médica a un precio razonable se vea desestimada sin más. Si alguien que supera ese proceso de selección de riesgos acaba, no obstante, requiriendo asistencia, aún habrá de franquear una segunda línea defensiva: los intentos de la compañía por buscar formas de no pagar. Así, las aseguradoras revisarán detenidamente el historial del paciente, a fin de comprobar si se da alguna condición previa de la que no hubiera llegado a informar y que permitiera, por tanto, anular su póliza. Más significativo resulta, en la mayoría de los casos, el recurso a poner en cuestión los dictámenes de médicos y hospitales, tratando de hallar motivos que excluyan el tratamiento ofrecido por éstos de las prestaciones que la aseguradora tiene responsabilidad de cubrir.

Krugman concluye que "las compañías no actúan así por maldad, sino porque el propio funcionamiento del sistema apenas les deja otra elección". Resulta patético que a tratar de solucionar ese infierno se le denomine "socialismo". Indica hasta dónde hemos retrocedido.

Fuente: El País

Ha llegado el momento de la historia

Por: Timothy Garton Ash

El último año ha sido testigo de la muerte de tres pensadores europeos extraordinarios, que asumieron un profundo compromiso con la vida pública de su época. Los libros que publicaron sobre historia, filosofía, sociología y política llenarían varias estanterías. En momentos cruciales, en 1956, 1968, 1989, su compromiso político ayudó a construir la historia de Europa. Cada uno de ellos tenía una mente que era una maravilla observar en acción, pero también una personalidad rica, compleja y vital. Además de sentir el dolor de su pérdida, creo que su desaparición tiene un significado más amplio.

Con ellos, desaparece la última cohorte de europeos que se formaron con los horrores de la Segunda Guerra Mundial y la posguerra en Centroeuropa. Unas personas que entendían en sus entrañas por qué necesitamos una Europa de libertades y leyes, porque, de adolescentes y jóvenes, fueron testigos de todo lo contrario. Ahora, nosotros, los hijos de una época más afortunada, debemos sostener esa Europa sin el impulso elemental que nace de la experiencia personal.

No es que hablaran a menudo ni de buen grado de sus encuentros juveniles con el mal. Más bien al revés. Lo hacían con poca frecuencia y a regañadientes. De modo que hay algunas cosas, entre ellas seguramente los peores horrores, que nunca sabremos... y que no tenemos derecho a saber. Sin embargo, en sus últimos años, sí nos dejaron, en fragmentos autobiográficos y pedazos de conversación, algunos atisbos de la gehena, el infierno del que nació la Europa actual.

Quien vivió lo peor fue el que dejó menos testimonio. Sólo en breves pasajes y en conversaciones infrecuentes con amigos cercanos habló Bronislaw Geremek -historiador medieval convertido en asesor de Solidaridad y ministro de Exteriores de Polonia, que murió en un accidente de automóvil el verano pasado- sobre la vida y la muerte que había presenciado de niño en el gueto de Varsovia. "Cerré esa caja con llave", dijo en una ocasión, cuando se lo preguntó un entrevistador bienintencionado.

En una larga conversación autobiográfica, publicada en polaco hace un par de años, Leszek Kolakowski -filósofo, historiador de las ideas, analista, crítico y coautor del desmantelamiento del comunismo, que murió en Oxford la semana pasada- recordaba su experiencia de la guerra en la Polonia ocupada. Cómo le enviaron a trabajar, a hacer juguetes de madera, cuando tenía 15 años. Cómo, después de que los ocupantes alemanes cerrasen las escuelas, se educó a sí mismo leyendo en una biblioteca medio saqueada. (Contaba, en broma, que de la enciclopedia sabía todo de la A, la D y la E, pero nada de la B y la C, porque los campesinos locales habían cogido esos volúmenes para encender fuego). Relataba

cómo vio con sus propios ojos el tiovivo que siguió funcionando en la plaza Krasinski de Varsovia mientras allí cerca ardía el gueto y "en el aire flotaban trozos carbonizados de ropa" (una escena inmortalizada por Czeslaw Milosz en su poema Campo di Fiori). Cómo, cuando veía un avión bajo, tenía la sensación instintiva -incluso cuando era anciano y vivía en Inglaterra- de que en cualquier momento iba a empezar a arrojar bombas. Y cómo los ocupantes alemanes de Varsovia detuvieron y asesinaron a su padre en 1943.

Curiosamente, fue el reticente y discreto alemán del norte Ralf Dahrendorf -el pensador social, político y educador germanobritánico, que murió el mes pasado- quien dejó un testimonio más amplio sobre los años de la gehena en Europa.

Su padre, un político socialdemócrata, fue detenido por su participación en el plan del 20 de julio de 1944 para atentar contra Hitler y a duras penas consiguió salvar la vida. A los 15 años, Dahrendorf se incorporó con unos compañeros de colegio a un movimiento de resistencia antinazi y fue detenido por la Gestapo. (Los conspiradores, que eran muy estudiosos, se escribían mensajes unos a otros en latín, con la idea de que los matones de la policía secreta no podrían leerlos, pero la Gestapo encontró una solución fácil: detuvieron al profesor de latín).

Años después recordaba que aquellos 10 días de prisión incomunicada despertaron en él ese "anhelo casi claustrofóbico de libertad, esa resistencia instintiva a verme encerrado, por el poder personal de los individuos o por el poder anónimo de las organizaciones" que sería durante toda su vida la base de su pasión por la libertad.

En unas memorias escritas en alemán y tituladas Über Grenzen (que significa al mismo tiempo "a través de las fronteras" y "sobre las fronteras"), ofrece la visión inolvidable de un campo de prisioneros de la Gestapo a través de los ojos de un chico de 15 años. En una ocasión, alinearon a los presos para que presenciaran la ejecución de uno de ellos por robar 200 gramos de margarina. Colgaron al hombre, escribe Dahrendorf, "de una forma terriblemente cruel y tuvimos que contemplar la larga agonía".

Aquellos tres jóvenes de talento excepcional podían muy fácilmente haber acabado asesinados, arrojados a la pira de la loca autodestrucción de Europa, como acabaron muchos de sus amigos y familiares. Pero lograron seguir adelante, con una vida larga y plena en la que crearon una obra de valor duradero. Cada uno de ellos contribuyó, con inteligencia, claridad, valor y sentido del humor, a la Europa libre en la que hoy vivimos.

No crean que los tres profesores pensaban lo mismo de la Unión Europea. Ni mucho menos. Geremek era un auténtico entusiasta del proyecto de integración de Europa. Nunca olvidaré una ocasión en la que Bronek (como le llamaban sus amigos) se volvió hacia mí en un pasillo del Parlamento polaco y me dijo: "Para mí, Europa es una especie de esencia platónica". Creía tanto en el ideal como en la realidad. Y acabó su vida como miembro del Parlamento Europeo.

Dahrendorf era sin duda lo que en el Reino Unido llamamos un "proeuropeo" y había sido comisario, pero en sus últimos años empezó a criticar bastante cómo estaba evolucionando la UE. Su Europa siempre fue una Europa de libertad, y ése era el criterio con el que medía la Unión.

Kolakowski era francamente escéptico ante lo que consideraba tendencias homogeneizantes del proyecto de la UE. Aunque reconocía las claras ventajas de la Unión, tenía miedo de que salieran perdiendo la identidad nacional y la diversidad cultural. En muchas conversaciones vespertinas en Oxford, solía tomarme el pelo por mi entusiasmo europeísta.

Su escepticismo podría atribuirse a sus casi 40 años de residencia en las Islas Británicas, salvo que no creo que el Reino Unido ejerciera nunca una gran influencia sobre él. Pero sí creía, con una convicción apasionada, que Europa central, desterrada tras el Telón de Acero, debía incorporarse a la gran familia de la Europa libre, y contribuyó a ese fin, tanto con su desmantelamiento intelectual del comunismo como con su pensamiento estratégico sobre cómo salir de él.

Cuando hablamos de Europa, no estamos hablando de las instituciones concretas de Bruselas. Hablamos de la totalidad de un sistema legal, político y económico, una forma de sociedad, un espíritu ético, un compromiso, que, a través de unas naciones europeas distintas, sitúan la dignidad y la libertad individual del ser humano en primer lugar, en el último y en el centro. Ésa es la Europa en la que los tres creían y por la que lucharon.

Mi conclusión es sencilla, aunque nada fácil de trasladar a la práctica. En la medida en que ya no podemos depender de los recuerdos personales, ni siquiera de los contactos directos con la última de las generaciones de la guerra, necesitamos que en nuestras escuelas se enseñe más y mejor historia. Una Historia para todos. Una Historia que, para que resulte cercana, debe recurrir a experiencias humanas individuales. Un buen profesor podría empezar con estas tres: las de Bronek, Leszek y Ralf.

Fuente: El País

jueves, 23 de julio de 2009

CHIVO EXPIATORIO


Una serie de hechos recientes hacen pensar que los Estados Unidos han iniciado un proceso de reorganización de sus fuerzas políticas y militares en America Latina con el fin de recuperar el terreno perdido en la última década, con la elección democrática de gobiernos populares y soberanos.

La estrategia central de esta reorganización de fuerzas se centra en una satanización por todos los medios posibles del proceso revolucionario venezolano y sus aliados. El golpe de Estado en Honduras fue el primero de una serie de movimientos que buscan generar la desestabilización de aquellos regimenes legítimos que han manifestado abiertamente su rechazo a la política exterior norteamericana. No es casual que el último argumento esgrimido por los golpistas hondureños para justificar lo injustificable, es que Honduras se estaba convirtiendo en una colonia venezolana. De lo que no hablan los golpistas, es de los beneficios (especialmente energéticos) que por vía de cooperación recibe Honduras por pertenecer a la Alternativa Bolivariana para las Américas. Precisamente Colombia aprobará la presencia de más militares norteamericanos (en la actualidad hay 1.600) en tres de sus bases aéreas. Y en momentos en que este tema generaba una fuerte controversia a nivel interno y regional, el gobierno de Colombia hacía público un video en el que el comandante militar de las Farc-Ep, Jorge Briceño, le manifiesta a sus combatientes que su organización entregó dinero (algunos dólares) a la campaña del entonces candidato a la presidencia del Ecuador, Rafael Correa. Lo extraño de dicho video, es que el mismo, se encontraba en poder de las autoridades colombianas desde el mes de mayo, ¿por qué hacerlo público sólo hasta ahora? ¿Por qué no entregaron la totalidad del video?, hay que recordar que desde el ataque de las Fuerzas Armadas colombianas a un campamento de las Farc en territorio ecuatoriano, el gobierno de Uribe inició una agresiva campaña mediática tendiente a desacreditar al gobierno ecuatoriano.

Esta semana el Departamento de Estado Americano manifestó que en la guajira venezolana (frontera con Colombia), había presencia de células de la organización político-militar libanesa Hezbolá. Este anuncio coincidió con la caída en la ciudad de Cartagena, al norte de Colombia, de un avión militar israelí (noticia que no fue registrada por ningún medio), hay que recordar que Israel ha manifestado reiteradamente su “molestia y preocupación” por la cooperación comercial y energética que Venezuela sostiene con Irán, de hecho ese es uno de los temas centrales en la agenda del canciller israelí quien se encuentra de visita por estos días en la región.

Todo indica que ante la imposibilidad de que algún país de la región (salvo el servil gobierno de Colombia, el mismo que recibió a una delegación de los golpistas hondureños) declarara a las organizaciones guerrilleras colombianas como grupos terroristas (lo que justificaría una agresión directa contra Ecuador y Venezuela, en el marco de su lucha preventiva contra el terrorismo), han decidido ahora importar o inventar “terroristas” en la frontera colombo-venezolana. Estados Unidos sabe bien que Venezuela es el eslabón más fuerte de la cadena de nuevos gobiernos de izquierda (los reales) que han emergido en Latinoamérica para escribir su propia historia.

Luis Fernando Trejos Rosero

CHIVO EXPIATORIO


Una serie de hechos recientes hacen pensar que los Estados Unidos han iniciado un proceso de reorganización de sus fuerzas políticas y militares en America Latina con el fin de recuperar el terreno perdido en la última década, con la elección democrática de gobiernos populares y soberanos.

La estrategia central de esta reorganización de fuerzas se centra en una satanización por todos los medios posibles del proceso revolucionario venezolano y sus aliados. El golpe de Estado en Honduras fue el primero de una serie de movimientos que buscan generar la desestabilización de aquellos regimenes legítimos que han manifestado abiertamente su rechazo a la política exterior norteamericana. No es casual que el último argumento esgrimido por los golpistas hondureños para justificar lo injustificable, es que Honduras se estaba convirtiendo en una colonia venezolana. De lo que no hablan los golpistas, es de los beneficios (especialmente energéticos) que por vía de cooperación recibe Honduras por pertenecer a la Alternativa Bolivariana para las Américas. Precisamente Colombia aprobará la presencia de más militares norteamericanos (en la actualidad hay 1.600) en tres de sus bases aéreas. Y en momentos en que este tema generaba una fuerte controversia a nivel interno y regional, el gobierno de Colombia hacía público un video en el que el comandante militar de las Farc-Ep, Jorge Briceño, le manifiesta a sus combatientes que su organización entregó dinero (algunos dólares) a la campaña del entonces candidato a la presidencia del Ecuador, Rafael Correa. Lo extraño de dicho video, es que el mismo, se encontraba en poder de las autoridades colombianas desde el mes de mayo, ¿por qué hacerlo público sólo hasta ahora? ¿Por qué no entregaron la totalidad del video?, hay que recordar que desde el ataque de las Fuerzas Armadas colombianas a un campamento de las Farc en territorio ecuatoriano, el gobierno de Uribe inició una agresiva campaña mediática tendiente a desacreditar al gobierno ecuatoriano.

Esta semana el Departamento de Estado Americano manifestó que en la guajira venezolana (frontera con Colombia), había presencia de células de la organización político-militar libanesa Hezbolá. Este anuncio coincidió con la caída en la ciudad de Cartagena, al norte de Colombia, de un avión militar israelí (noticia que no fue registrada por ningún medio), hay que recordar que Israel ha manifestado reiteradamente su “molestia y preocupación” por la cooperación comercial y energética que Venezuela sostiene con Irán, de hecho ese es uno de los temas centrales en la agenda del canciller israelí quien se encuentra de visita por estos días en la región.

Todo indica que ante la imposibilidad de que algún país de la región (salvo el servil gobierno de Colombia, el mismo que recibió a una delegación de los golpistas hondureños) declarara a las organizaciones guerrilleras colombianas como grupos terroristas (lo que justificaría una agresión directa contra Ecuador y Venezuela, en el marco de su lucha preventiva contra el terrorismo), han decidido ahora importar o inventar “terroristas” en la frontera colombo-venezolana. Estados Unidos sabe bien que Venezuela es el eslabón más fuerte de la cadena de nuevos gobiernos de izquierda (los reales) que han emergido en Latinoamérica para escribir su propia historia.

Luis Fernando Trejos Rosero

CHIVO EXPIATORIO

Una serie de hechos recientes hacen pensar que los Estados Unidos han iniciado un proceso de reorganización de sus fuerzas políticas y militares en America Latina con el fin de recuperar el terreno perdido en la última década, con la elección democrática de gobiernos populares y soberanos.

La estrategia central de esta reorganización de fuerzas se centra en una satanización por todos los medios posibles del proceso revolucionario venezolano y sus aliados. El golpe de Estado en Honduras fue el primero de una serie de movimientos que buscan generar la desestabilización de aquellos regimenes legítimos que han manifestado abiertamente su rechazo a la política exterior norteamericana. No es casual que el último argumento esgrimido por los golpistas hondureños para justificar lo injustificable, es que Honduras se estaba convirtiendo en una colonia venezolana. De lo que no hablan los golpistas, es de los beneficios (especialmente energéticos) que por vía de cooperación recibe Honduras por pertenecer a la Alternativa Bolivariana para las Américas. Precisamente Colombia aprobará la presencia de más militares norteamericanos (en la actualidad hay 1.600) en tres de sus bases aéreas. Y en momentos en que este tema generaba una fuerte controversia a nivel interno y regional, el gobierno de Colombia hacía público un video en el que el comandante militar de las Farc-Ep, Jorge Briceño, le manifiesta a sus combatientes que su organización entregó dinero (algunos dólares) a la campaña del entonces candidato a la presidencia del Ecuador, Rafael Correa. Lo extraño de dicho video, es que el mismo, se encontraba en poder de las autoridades colombianas desde el mes de mayo, ¿por qué hacerlo público sólo hasta ahora? ¿Por qué no entregaron la totalidad del video?, hay que recordar que desde el ataque de las Fuerzas Armadas colombianas a un campamento de las Farc en territorio ecuatoriano, el gobierno de Uribe inició una agresiva campaña mediática tendiente a desacreditar al gobierno ecuatoriano.

Esta semana el Departamento de Estado Americano manifestó que en la guajira venezolana (frontera con Colombia), había presencia de células de la organización político-militar libanesa Hezbolá. Este anuncio coincidió con la caída en la ciudad de Cartagena, al norte de Colombia, de un avión militar israelí (noticia que no fue registrada por ningún medio), hay que recordar que Israel ha manifestado reiteradamente su “molestia y preocupación” por la cooperación comercial y energética que Venezuela sostiene con Irán, de hecho ese es uno de los temas centrales en la agenda del canciller israelí quien se encuentra de visita por estos días en la región.

Todo indica que ante la imposibilidad de que algún país de la región (salvo el servil gobierno de Colombia, el mismo que recibió a una delegación de los golpistas hondureños) declarara a las organizaciones guerrilleras colombianas como grupos terroristas (lo que justificaría una agresión directa contra Ecuador y Venezuela, en el marco de su lucha preventiva contra el terrorismo), han decidido ahora importar o inventar “terroristas” en la frontera colombo-venezolana. Estados Unidos sabe bien que Venezuela es el eslabón más fuerte de la cadena de nuevos gobiernos de izquierda (los reales) que han emergido en Latinoamérica para escribir su propia historia.

Luis Fernando Trejos Rosero

CHIVO EXPIATORIO

Una serie de hechos recientes hacen pensar que los Estados Unidos han iniciado un proceso de reorganización de sus fuerzas políticas y militares en America Latina con el fin de recuperar el terreno perdido en la última década, con la elección democrática de gobiernos populares y soberanos.

La estrategia central de esta reorganización de fuerzas se centra en una satanización por todos los medios posibles del proceso revolucionario venezolano y sus aliados. El golpe de Estado en Honduras fue el primero de una serie de movimientos que buscan generar la desestabilización de aquellos regimenes legítimos que han manifestado abiertamente su rechazo a la política exterior norteamericana. No es casual que el último argumento esgrimido por los golpistas hondureños para justificar lo injustificable, es que Honduras se estaba convirtiendo en una colonia venezolana. De lo que no hablan los golpistas, es de los beneficios (especialmente energéticos) que por vía de cooperación recibe Honduras por pertenecer a la Alternativa Bolivariana para las Américas. Precisamente Colombia aprobará la presencia de más militares norteamericanos (en la actualidad hay 1.600) en tres de sus bases aéreas. Y en momentos en que este tema generaba una fuerte controversia a nivel interno y regional, el gobierno de Colombia hacía público un video en el que el comandante militar de las Farc-Ep, Jorge Briceño, le manifiesta a sus combatientes que su organización entregó dinero (algunos dólares) a la campaña del entonces candidato a la presidencia del Ecuador, Rafael Correa. Lo extraño de dicho video, es que el mismo, se encontraba en poder de las autoridades colombianas desde el mes de mayo, ¿por qué hacerlo público sólo hasta ahora? ¿Por qué no entregaron la totalidad del video?, hay que recordar que desde el ataque de las Fuerzas Armadas colombianas a un campamento de las Farc en territorio ecuatoriano, el gobierno de Uribe inició una agresiva campaña mediática tendiente a desacreditar al gobierno ecuatoriano.

Esta semana el Departamento de Estado Americano manifestó que en la guajira venezolana (frontera con Colombia), había presencia de células de la organización político-militar libanesa Hezbolá. Este anuncio coincidió con la caída en la ciudad de Cartagena, al norte de Colombia, de un avión militar israelí (noticia que no fue registrada por ningún medio), hay que recordar que Israel ha manifestado reiteradamente su “molestia y preocupación” por la cooperación comercial y energética que Venezuela sostiene con Irán, de hecho ese es uno de los temas centrales en la agenda del canciller israelí quien se encuentra de visita por estos días en la región.

Todo indica que ante la imposibilidad de que algún país de la región (salvo el servil gobierno de Colombia, el mismo que recibió a una delegación de los golpistas hondureños) declarara a las organizaciones guerrilleras colombianas como grupos terroristas (lo que justificaría una agresión directa contra Ecuador y Venezuela, en el marco de su lucha preventiva contra el terrorismo), han decidido ahora importar o inventar “terroristas” en la frontera colombo-venezolana. Estados Unidos sabe bien que Venezuela es el eslabón más fuerte de la cadena de nuevos gobiernos de izquierda (los reales) que han emergido en Latinoamérica para escribir su propia historia.

Luis Fernando Trejos Rosero

CHIVO EXPIATORIO

Una serie de hechos recientes hacen pensar que los Estados Unidos han iniciado un proceso de reorganización de sus fuerzas políticas y militares en America Latina con el fin de recuperar el terreno perdido en la última década, con la elección democrática de gobiernos populares y soberanos.

La estrategia central de esta reorganización de fuerzas se centra en una satanización por todos los medios posibles del proceso revolucionario venezolano y sus aliados. El golpe de Estado en Honduras fue el primero de una serie de movimientos que buscan generar la desestabilización de aquellos regimenes legítimos que han manifestado abiertamente su rechazo a la política exterior norteamericana. No es casual que el último argumento esgrimido por los golpistas hondureños para justificar lo injustificable, es que Honduras se estaba convirtiendo en una colonia venezolana. De lo que no hablan los golpistas, es de los beneficios (especialmente energéticos) que por vía de cooperación recibe Honduras por pertenecer a la Alternativa Bolivariana para las Américas. Precisamente Colombia aprobará la presencia de más militares norteamericanos (en la actualidad hay 1.600) en tres de sus bases aéreas. Y en momentos en que este tema generaba una fuerte controversia a nivel interno y regional, el gobierno de Colombia hacía público un video en el que el comandante militar de las Farc-Ep, Jorge Briceño, le manifiesta a sus combatientes que su organización entregó dinero (algunos dólares) a la campaña del entonces candidato a la presidencia del Ecuador, Rafael Correa. Lo extraño de dicho video, es que el mismo, se encontraba en poder de las autoridades colombianas desde el mes de mayo, ¿por qué hacerlo público sólo hasta ahora? ¿Por qué no entregaron la totalidad del video?, hay que recordar que desde el ataque de las Fuerzas Armadas colombianas a un campamento de las Farc en territorio ecuatoriano, el gobierno de Uribe inició una agresiva campaña mediática tendiente a desacreditar al gobierno ecuatoriano.

Esta semana el Departamento de Estado Americano manifestó que en la guajira venezolana (frontera con Colombia), había presencia de células de la organización político-militar libanesa Hezbolá. Este anuncio coincidió con la caída en la ciudad de Cartagena, al norte de Colombia, de un avión militar israelí (noticia que no fue registrada por ningún medio), hay que recordar que Israel ha manifestado reiteradamente su “molestia y preocupación” por la cooperación comercial y energética que Venezuela sostiene con Irán, de hecho ese es uno de los temas centrales en la agenda del canciller israelí quien se encuentra de visita por estos días en la región.

Todo indica que ante la imposibilidad de que algún país de la región (salvo el servil gobierno de Colombia, el mismo que recibió a una delegación de los golpistas hondureños) declarara a las organizaciones guerrilleras colombianas como grupos terroristas (lo que justificaría una agresión directa contra Ecuador y Venezuela, en el marco de su lucha preventiva contra el terrorismo), han decidido ahora importar o inventar “terroristas” en la frontera colombo-venezolana. Estados Unidos sabe bien que Venezuela es el eslabón más fuerte de la cadena de nuevos gobiernos de izquierda (los reales) que han emergido en Latinoamérica para escribir su propia historia.

Luis Fernando Trejos Rosero

CHIVO EXPIATORIO

Una serie de hechos recientes hacen pensar que los Estados Unidos han iniciado un proceso de reorganización de sus fuerzas políticas y militares en America Latina con el fin de recuperar el terreno perdido en la última década, con la elección democrática de gobiernos populares y soberanos.

La estrategia central de esta reorganización de fuerzas se centra en una satanización por todos los medios posibles del proceso revolucionario venezolano y sus aliados. El golpe de Estado en Honduras fue el primero de una serie de movimientos que buscan generar la desestabilización de aquellos regimenes legítimos que han manifestado abiertamente su rechazo a la política exterior norteamericana. No es casual que el último argumento esgrimido por los golpistas hondureños para justificar lo injustificable, es que Honduras se estaba convirtiendo en una colonia venezolana. De lo que no hablan los golpistas, es de los beneficios (especialmente energéticos) que por vía de cooperación recibe Honduras por pertenecer a la Alternativa Bolivariana para las Américas. Precisamente Colombia aprobará la presencia de más militares norteamericanos (en la actualidad hay 1.600) en tres de sus bases aéreas. Y en momentos en que este tema generaba una fuerte controversia a nivel interno y regional, el gobierno de Colombia hacía público un video en el que el comandante militar de las Farc-Ep, Jorge Briceño, le manifiesta a sus combatientes que su organización entregó dinero (algunos dólares) a la campaña del entonces candidato a la presidencia del Ecuador, Rafael Correa. Lo extraño de dicho video, es que el mismo, se encontraba en poder de las autoridades colombianas desde el mes de mayo, ¿por qué hacerlo público sólo hasta ahora? ¿Por qué no entregaron la totalidad del video?, hay que recordar que desde el ataque de las Fuerzas Armadas colombianas a un campamento de las Farc en territorio ecuatoriano, el gobierno de Uribe inició una agresiva campaña mediática tendiente a desacreditar al gobierno ecuatoriano.

Esta semana el Departamento de Estado Americano manifestó que en la guajira venezolana (frontera con Colombia), había presencia de células de la organización político-militar libanesa Hezbolá. Este anuncio coincidió con la caída en la ciudad de Cartagena, al norte de Colombia, de un avión militar israelí (noticia que no fue registrada por ningún medio), hay que recordar que Israel ha manifestado reiteradamente su “molestia y preocupación” por la cooperación comercial y energética que Venezuela sostiene con Irán, de hecho ese es uno de los temas centrales en la agenda del canciller israelí quien se encuentra de visita por estos días en la región.

Todo indica que ante la imposibilidad de que algún país de la región (salvo el servil gobierno de Colombia, el mismo que recibió a una delegación de los golpistas hondureños) declarara a las organizaciones guerrilleras colombianas como grupos terroristas (lo que justificaría una agresión directa contra Ecuador y Venezuela, en el marco de su lucha preventiva contra el terrorismo), han decidido ahora importar o inventar “terroristas” en la frontera colombo-venezolana. Estados Unidos sabe bien que Venezuela es el eslabón más fuerte de la cadena de nuevos gobiernos de izquierda (los reales) que han emergido en Latinoamérica para escribir su propia historia.

Luis Fernando Trejos Rosero

martes, 21 de julio de 2009

Un mensaje para Obama

Por: Ariel Dorfman, escritor chileno.

Qué hará Barack Obama ante el diluvio de revelaciones que, día a día, se van acumulando en torno al maltrato que las agencias de inteligencia de Estados Unidos han venido dando a una multitud de prisioneros desde los ataques terroristas del 2001? ¿Tratará de "pasar página", mirar hacia el futuro y no el pasado, como parece ser su deseo? ¿O la dura, empecinada verdad de los crímenes que se llevaron a cabo en nombre de la seguridad nacional terminará forzando la mano del presidente norteamericano y de su fiscal general (ministro de Justicia), Eric Holder?

Me ha tocado jugar un rol mínimo en esta controversia, formar parte de una campaña lanzada por la sección norteamericana de Amnistía Internacional (AI), exigiendo que se enjuicie a los responsables de estas acciones brutales. Como el presidente lee todas las mañanas diez de las miles de cartas que diariamente llegan a la Casa Blanca, AI le pidió a diez personas que le escribieran un mensaje, explicando por qué era fundamental esclarecer el origen de aquellos atropellos y la necesidad de sancionar a quienes los llevaron a cabo. Fue así que agregué mi voz a la de varios interrogadores y víctimas de la tortura, amén de los escritores Stephen King y Alice Walker y el actor Martin Sheen (otro presidente, aunque un tanto más ficticio).

Entrego ahora esa carta, redactada originalmente en inglés, para los lectores de habla hispana:

Estimado presidente Obama:

Por siempre jamás. Esas son las palabras que quiero ofrecerle, las palabras que comparten tanto el hombre que tortura como su víctima, las palabras que definen el destino de ambos.

Puesto que para la víctima, el momento del dolor y de la degradación, estos múltiples momentos, jamás se terminan. La tortura no ocurre tan sólo una vez, sino que se repite en la mente y la memoria del cuerpo, más allá del agua en los pulmones o el puño contingente en la cara. Sucede y continúa una y otra y otra vez.

Y por siempre jamás es también el credo del victimario. La mano no va a descargar la corriente eléctrica, no va a llenar una boca con excrementos, los oídos no van a atreverse a registrar los alaridos, al menos que haya una promesa y certidumbre de que nadie cobrará cuentas, al menos que el causante de aquellos padecimientos se sienta a salvo de la justicia y presuma que podrá vivir, sí, por siempre jamás, en el tiempo eterno de la impunidad.

En los 40 años que llevo luchando, como escritor y como ciudadano, contra la plaga de la tortura, éste es el secreto más sucio que he descubierto acerca de tales actos viles. Que nadie tortura si cree que lo habrán de atrapar, si cree que será expuesto al escrutinio público. Nadie tortura si piensa que se lo va a desnudar y exhibir ante ojos ajenos y enjuiciadores, si sabe que va a tener que enfrentarse en un tribunal a los hombres y mujeres que él mismo dejó sin ropa ni defensa en alguna habitación escondida y lejana. Por siempre jamás es su horizonte, su coartada, su demonio guardián, el prerrequisito básico que asegura que no se conocerá la violencia que esos ejecutores han infligido o están a punto de infligir, esas son las palabras que les permiten, siempre, siempre, dormir de noche, acariciar a sus hijos, mirarse en el espejo de mañana y pasado mañana.

Es por eso que la respuesta a ese por siempre jamás, tanto para la víctima en busca de consuelo y reparación como para el criminal que rompió la ley de su país y la ley más implícita y callada que proclama que todos pertenecemos a la misma solidaria especie humana, debe ser con las palabras purificadoras, quizá celestiales: nunca más.

Son palabras que Estados Unidos necesita hoy de forma desesperada. Pero usted bien sabe que aquellas palabras, nunca más, son fáciles de pronunciar y difíciles de materializar. Esas palabras precisan, ante todo, como lo ha solicitado Amnistía Internacional, una investigación completa, imparcial y bien financiada de la verdad, para que se comprenda cómo este país aceptó torturar a sus cautivos y cómo terminó convirtiéndose en un paria internacional. Y enseguida aquellas palabras, nunca más, requieren que se someta a juicio a todos los que cometieron esos crímenes contra la humanidad, especialmente a los más poderosos que emitieron las órdenes y permitieron estas infamias.

Aceptar menos que un procesamiento cabal e íntegro es someterse a la misma política del miedo que usted ha identificado, con tanta elocuencia, como la condición primordial que ha facilitado este asalto desastroso contra los derechos humanos. Aceptar menos es invitar a una posible repetición de tales vesanias que corrompen el alma de un pueblo, si nuevos actos de terror llegaran a estas orillas en un futuro cercano.

Es una bendición que sea usted el que puede responder a esta exigencia de que es necesario purificar el mundo, una bendición ser una de las personas privilegiadas que puede ayudarnos a cambiar la historia. De todas las personas existentes en este mundo usted es el único, debido a su especial posición de poder, que puede proclamarle a su país y al resto de la humanidad que la tortura no tiene que ser, después de todo, algo que habrá de perdurar por siempre jamás.

De un poeta a otro poeta, y con gran respeto y esperanza y admiración, Ariel Dorfman.

Hasta acá la carta que mandamos a Obama. Veremos en los días y semanas y años que vienen si la sabe responder.

Fuente: El País

China: obsesión inversora

Editorial

Según los últimos indicadores económicos, es muy probable que China sea la economía que mejor sortee la recesión mundial como consecuencia de la crisis crediticia que estalló hace justo dos años en el sistema bancario estadounidense. Más allá de la credibilidad de algunas estadísticas chinas, todos los analistas convienen en que esa economía puede ya estar amortiguando la desaceleración de sus exportaciones causada por la contracción de las restantes economías avanzadas.

La razón de la esperanza en esa economía como tractor de la economía mundial no es otra que la intensidad de su programa de estímulo de la demanda interna y el aumento del crédito al sector privado dictado por las autoridades. El crecimiento de la producción industrial refleja la voluntad de las autoridades de que el desempleo no vaya a mayores. El paro es la variable que puede determinar la alteración de ese precario equilibrio entre la economía y las tensiones sociales subyacentes. Por esa razón, el Gobierno chino favorece ritmos de crecimiento sin precedentes en la inversión pública, mayoritariamente en infraestructuras físicas, así como políticas de fomento de la vivienda, que contribuirán a que en el conjunto de este año esa economía registre una tasa de crecimiento del PIB en el entorno del 7,5% (significativamente inferior al 10% medio de los últimos 11 años) y algo superior al 8% el año que viene.

Como se vio en la reciente visita del secretario del Tesoro, Timothy Geithner, la coincidencia de EE UU y China también alcanza a algunas decisiones de política económica y financiera internacional. Washington ya no puede ejercer una hegemonía absoluta en la escena económica y financiera internacional. Pekín es su principal financiador y uno de sus principales clientes y proveedores. El entendimiento entre ambos es necesario para que la salida de esta crisis sea compatible con la dinámica de globalización hasta ahora vigente. Es decir, multilateralismo puro y duro.

Fuente: El País

La Carta Democrática e Insulza

Por: Genaro Arriagada Herrera

En diversos lugares de América Latina y en Washington me he topado con una acusación contra Insulza: ¿Por qué el secretario general de la OEA no ha aplicado la Carta Democrática a Venezuela o Nicaragua, y ahora sí corre a hacerlo con Honduras?

Algunos de sus enemigos en la derecha hemisférica explican este supuesto doble estándar diciendo que en nuestro compatriota sobrevive un gen de un socialismo trasnochado, que lo hace tener una vista de lince para las conductas antidemocráticas en la derecha y ser casi ciego para las que se originan en la izquierda. Pero la respuesta es más simple y se encuentra en la propia Carta Democrática, la forma en que está redactada y en que puede ser aplicada.

En caso de que en un Estado miembro de la OEA se produzca una alteración que afecte su orden democrático, la Carta prevé cuatro respuestas posibles. Primero, si un gobierno considera que está en riesgo su proceso institucional, "podrá recurrir al secretario general... a fin de solicitar asistencia para el fortalecimiento y preservación de su orden democrático". Segundo, si el secretario general de la OEA observara que en un país se están produciendo situaciones que afectan el desarrollo democrático, podrá, pero sólo "con el consentimiento previo del gobierno" de ese país, disponer visitas y otras gestiones. Tercero, si se producen hechos que afecten gravemente el orden democrático, el secretario general o cualquier Estado miembro podrá solicitar la convocatoria del Consejo Permanente de la OEA, el que podrá disponer gestiones diplomáticas para la normalización de la institucionalidad. Cuarto, si se produce la ruptura de la democracia, la Asamblea General de la OEA, esto es, la reunión de los ministros de Relaciones Exteriores con el acuerdo de los dos tercios, podrá suspender al país de su derecho a participación en la organización.

En lo que respecta al secretario general de la OEA, es claro que tiene atribuciones sólo de carácter preventivo, que únicamente puede ejercer, por ejemplo, en el caso de Venezuela, a petición del gobierno de Chávez o con el consentimiento previo de Chávez. La otra posibilidad es que el Consejo, por el acuerdo de 18 estados miembros, le encargue gestiones diplomáticas. Las sanciones son un recurso exclusivo de la Asamblea General, que sólo las puede adoptar con el voto de 23 de los 34 países miembros.

Precisadas las atribuciones del secretario general de la OEA, requisito esencial para juzgar su responsabilidad, cabe pasar a lo que más importa: ¿sirve o no la Carta Democrática?

La respuesta es que en ciertos casos es útil, y en otros, no sirve en absoluto.

Es efectiva cuando un gobierno es objeto o está bajo amenaza de un golpe de Estado. El caso más notable ha sido el reciente de Honduras. Antes, en abril de 2002, con motivo del golpe contra Chávez, en que el Consejo Permanente envió al secretario a Caracas para desarrollar buenos oficios para restaurar la democracia. Un caso posterior ocurrió cuando Enrique Bolaños, de Nicaragua, asediado por una interrupción de su mandato que fraguaba la oposición, pidió asistencia al secretario general de la OEA. Vistos estos ejemplos, es claro un gran avance.

Pero la Carta Democrática tiene, también, una gravísima limitación. ¿Qué pasa cuando un Presidente electo se vuelve contra el Estado de Derecho e intenta destruirlo? ¿Cuando el Jefe de Estado atropella los derechos del Congreso o decide poner término a la independencia del Poder Judicial? ¿O cuando aplasta a los partidos de oposición o suprime o restringe gravemente la libertad de expresión? No puede pasar nada, porque la Carta, erróneamente, no fue concebida para atender estas amenazas. Ella es un instrumento que sólo pueden poner en movimiento los jefes del Poder Ejecutivo. No obstante que la Carta en su artículo primero dice que "los pueblos de América tienen derecho a la democracia y sus gobiernos la obligación de promoverla y defenderla", a ella no pueden acudir ni la Corte Suprema, ni la oposición o el Parlamento de un país cuando sientan que sus derechos son atropellados por un caudillo que en el nombre de una mayoría electoral decide destruir las bases esenciales del Estado de Derecho y de la democracia.

Fuente: El Mercurio

lunes, 20 de julio de 2009

Un mundo nuevo y cruel

Entrevista a Sygmunt Bauman

El sociólogo que sacudió a las ciencias sociales con su concepto de "modernidad líquida" advierte, en una entrevista exclusiva, que hay un temible divorcio entre poder y política, socios hasta hoy inseparables en el estado—nación. En todo el mundo, dice, la población se divide en barrios cerrados, villas miseria y quienes luchan por ingresar o no caer en uno de esos guetos. Aún no llegamos al punto de no retorno, dice con un toque de optimismo.

How to spend it.... Cómo gastarlo. Ese es el nombre de un suplemento del diario británico Financial Times. Ricos y poderosos lo leen para saber qué hacer con el dinero que les sobra. Constituyen una pequeña parte de un mundo distanciado por una frontera infranqueable. En ese suplemento alguien escribió que en un mundo en el que "cualquiera" se puede permitir un auto de lujo, aquellos que apuntan realmente alto "no tienen otra opción que ir a por uno mejor..." Esta cosmovisión le sirvió a Zygmunt Bauman para teorizar sobre cuestiones imprescindibles y así intentar comprender esta era. La idea de felicidad, el mundo que está resurgiendo después de la crisis, seguridad versus libertad, son algunas de sus preocupaciones actuales y que explica en sus recientes libros: Múltiples culturas, una sola humanidad (Katz editores) y El arte de la vida (Paidós). "No es posible ser realmente libre si no se tiene seguridad, y la verdadera seguridad implica a su vez la libertad", sostiene desde Inglaterra por escrito.

Bauman nació en Polonia pero se fue expulsado por el antisemitismo en los 50 y recaló en los 60 en Gran Bretaña. Hoy es profesor emérito de la Universidad de Leeds. Estudió las estratificaciones sociales y las relacionó con el desarrollo del movimiento obrero. Después analizó y criticó la modernidad y dio un diagnóstico pesimista de la sociedad. Ya en los 90 teorizó acerca de un modo diferente de enfocar el debate cuestionador sobre la modernidad. Ya no se trata de modernidad versus posmodernidad sino del pasaje de una modernidad "sólida" hacia otra "líquida". Al mismo tiempo y hasta el presente se ocupó de la convivencia de los "diferentes", los "residuos humanos" de la globalización: emigrantes, refugiados, parias, pobres todos. Sobre este mundo cruel y desigual versó este diálogo con Bauman.

Uno de sus nuevos libros se llama Múltiples culturas, una sola humanidad . ¿Hay en este concepto una visión "optimista" del mundo de hoy?

Ni optimista ni pesimista... Es sólo una evaluación sobria del desafío que enfrentamos en el umbral del siglo XXI. Ahora todos estamos interconectados y somos interdependientes. Lo que pasa en un lugar del globo tiene impacto en todos los demás, pero esa condición que compartimos se traduce y se reprocesa en miles de lenguas, de estilos culturales, de depósitos de memoria. No es probable que nuestra interdependencia redunde en una uniformidad cultural. Es por eso que el desafío que enfrentamos es que estamos todos, por así decirlo, en el mismo barco; tenemos un destino común y nuestra supervivencia depende de si cooperamos o luchamos entre nosotros. De todos modos, a veces diferimos mucho en algunos aspectos vitales. Tenemos que desarrollar, aprender y practicar el arte de vivir con diferencias, el arte de cooperar sin que los cooperadores pierdan su identidad, a beneficiarnos unos de otros no a pesar de, sino gracias a nuestras diferencias.

Es paradójico, pero mientras se exalta el libre tránsito de mercancías, se fortalecen y construyen fronteras y muros. ¿Cómo se sobrevive a esta tensión?

Eso sólo parece ser una paradoja. En realidad, esa contradicción era algo esperable en un planeta donde las potencias que determinan nuestra vida, condiciones y perspectivas son globales, pueden ignorar las fronteras y las leyes del estado, mientras que la mayor parte de los instrumentos políticos sigue siendo local y de una completa inadecuación para las enormes tareas a abordar. Fortificar las viejas fronteras y trazar otras nuevas, tratar de separarnos a "nosotros" de "ellos", son reacciones naturales, si bien desesperadas, a esa discrepancia. Si esas reacciones son tan eficaces como vehementes es otra cuestión. Las soberanías locales territoriales van a seguir desgastándose en este mundo en rápida globalización.

Hay escenas comunes en Ciudad de México, San Pablo, Buenos Aires: de un lado villas miseria; del otro, barrios cerrados. Pobres de un lado, ricos del otro. ¿Quiénes quedan en el medio?

¿Por qué se limita a las ciudades latinoamericanas? La misma tendencia prevalece en todos los continentes. Se trata de otro intento desesperado de separarse de la vida incierta, desigual, difícil y caótica de "afuera". Pero las vallas tienen dos lados. Dividen el espacio en un "adentro" y un "afuera", pero el "adentro" para la gente que vive de un lado del cerco es el "afuera" para los que están del otro lado. Cercarse en una "comunidad cerrada" no puede sino significar también excluir a todos los demás de los lugares dignos, agradables y seguros, y encerrarlos en sus barrios pobres. En las grandes ciudades, el espacio se divide en "comunidades cerradas" (guetos voluntarios) y "barrios miserables" (guetos involuntarios). El resto de la población lleva una incómoda existencia entre esos dos extremos, soñando con acceder a los guetos voluntarios y temiendo caer en los involuntarios.

¿Por qué se cree que el mundo de hoy padece una inseguridad sin precedentes? ¿En otras eras se vivía con mayor seguridad?

Cada época y cada tipo de sociedad tiene sus propios problemas específicos y sus pesadillas, y crea sus propias estratagemas para manejar sus propios miedos y angustias. En nuestra época, la angustia aterradora y paralizante tiene sus raíces en la fluidez, la fragilidad y la inevitable incertidumbre de la posición y las perspectivas sociales. Por un lado, se proclama el libre acceso a todas las opciones imaginables (de ahí las depresiones y la autocondena: debo tener algún problema si no consigo lo que otros lograron ); por otro lado, todo lo que ya se ganó y se obtuvo es nuestro "hasta nuevo aviso" y podría retirársenos y negársenos en cualquier momento. La angustia resultante permanecería con nosotros mientras la "liquidez" siga siendo la característica de la sociedad. Nuestros abuelos lucharon con valentía por la libertad. Nosotros parecemos cada vez más preocupados por nuestra seguridad personal... Todo indica que estamos dispuestos a entregar parte de la libertad que tanto costó a cambio de mayor seguridad.

Esto nos llevaría a otra paradoja. ¿Cómo maneja la sociedad moderna la falta de seguridad que ella misma produce?

Por medio de todo tipo de estratagemas, en su mayor parte a través de sustitutos. Uno de los más habituales es el desplazamiento/trasplante del terror a la globalización inaccesible, caótica, descontrolada e impredecible a sus productos: inmigrantes, refugiados, personas que piden asilo. Otro instrumento es el que proporcionan las llamadas "comunidades cerradas" fortificadas contra extraños, merodeadores y mendigos, si bien son incapaces de detener o desviar las fuerzas que son responsables del debilitamiento de nuestra autoestima y actitud social, que amenazan con destruir. En líneas más generales: las estratagemas más extendidas se reducen a la sustitución de preocupaciones sobre la seguridad del cuerpo y la propiedad por preocupaciones sobre la seguridad individual y colectiva sustentada o negada en términos sociales.

¿Hay futuro? ¿Se puede pensarlo? ¿Existe en el imaginario de los jóvenes?

El filósofo británico John Gray destacó que "los gobiernos de los estados soberanos no saben de antemano cómo van a reaccionar los mercados (...) Los gobiernos nacionales en la década de 1990 vuelan a ciegas." Gray no estima que el futuro suponga una situación muy diferente. Al igual que en el pasado, podemos esperar "una sucesión de contingencias, catástrofes y pasos ocasionales por la paz y la civilización", todos ellos, permítame agregar, inesperados, imprevisibles y por lo general con víctimas y beneficiarios sin conciencia ni preparación. Hay muchos indicios de que, a diferencia de sus padres y abuelos, los jóvenes tienden a abandonar la concepción "cíclica" y "lineal" del tiempo y a volver a un modelo "puntillista": el tiempo se pulveriza en una serie desordenada de "momentos", cada uno de los cuales se vive solo, tiene un valor que puede desvanecerse con la llegada del momento siguiente y tiene poca relación con el pasado y con el futuro. Como la fluidez endémica de las condiciones tiene la mala costumbre de cambiar sin previo aviso, la atención tiende a concentrarse en aprovechar al máximo el momento actual en lugar de preocuparse por sus posibles consecuencias a largo plazo. Cada punto del tiempo, por más efímero que sea, puede resultar otro "big bang", pero no hay forma de saber qué punto con anticipación, de modo que, por las dudas, hay que explorar cada uno a fondo.

Es una época en la que los miedos tienen un papel destacado. ¿Cuáles son los principales temores que trae este presente?

Creo que las características más destacadas de los miedos contemporáneos son su naturaleza diseminada, la subdefinición y la subdeterminación, características que tienden a aparecer en los períodos de lo que puede llamarse un "interregno". Antonio Gramsci escribió en Cuadernos de la cárcel lo siguiente: "La crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo está muriendo y lo nuevo no puede nacer: en este interregno aparece una gran variedad de síntomas mórbidos". Gramsci dio al término "interregno" un significado que abarcó un espectro más amplio del orden social, político y legal, al tiempo que profundizaba en la situación sociocultural; o más bien, tomando la memorable definición de Lenin de la "situación revolucionaria" como la situación en la que los gobernantes ya no pueden gobernar mientras que los gobernados ya no quieren ser gobernados, separó la idea de "interregno" de su habitual asociación con el interludio de la trasmisión (acostumbrada) del poder hereditario o elegido, y lo asoció a las situaciones extraordinarias en las que el marco legal existente del orden social pierde fuerza y ya no puede mantenerse, mientras que un marco nuevo, a la medida de las nuevas condiciones que hicieron inútil el marco anterior, está aún en una etapa de creación, no se lo terminó de estructurar o no tiene la fuerza suficiente para que se lo instale. Propongo reconocer la situación planetaria actual como un caso de interregno. De hecho, tal como postuló Gramsci, "lo viejo está muriendo". El viejo orden que hasta hace poco se basaba en un principio igualmente "trinitario" de territorio, estado y nación como clave de la distribución planetaria de soberanía, y en un poder que parecía vinculado para siempre a la política del estado—nación territorial como su único agente operativo, ahora está muriendo. La soberanía ya no está ligada a los elementos de las entidades y el principio trinitario; como máximo está vinculada a los mismos pero de forma laxa y en proporciones mucho más reducidas en dimensiones y contenidos. La presunta unión indisoluble de poder y política, por otro lado, está terminando con perspectivas de divorcio. La soberanía está sin ancla y en flotación libre. Los estados—nación se encuentran en situación de compartir la compañía conflictiva de aspirantes a, o presuntos sujetos soberanos siempre en pugna y competencia, con entidades que evaden con éxito la aplicación del hasta entonces principio trinitario obligatorio de asignación, y con demasiada frecuencia ignorando de manera explícita o socavando de forma furtiva sus objetos designados. Un número cada vez mayor de competidores por la soberanía ya excede, si no de forma individual sin duda de forma colectiva, el poder de un estado—nación medio (las compañías comerciales, industriales y financieras multinacionales ya constituyen, según Gray, "alrededor de la tercera parte de la producción mundial y los dos tercios del comercio mundial").

La "modernidad líquida", como un tiempo donde las relaciones sociales, económicas, discurren como un fluido que no puede conservar la forma adquirida en cada momento, ¿tiene fin?

Es difícil contestar esa pregunta, no sólo porque el futuro es impredecible, sino debido al "interregno" que mencioné antes, un lapso en el que virtualmente todo puede pasar pero nada puede hacerse con plena seguridad y certeza de éxito. En nuestros tiempos, la gran pregunta no es "¿qué hace falta hacer?", sino "¿quién puede hacerlo?" En la actualidad hay una creciente separación, que se acerca de forma alarmante al divorcio, entre poder y política, los dos socios aparentemente inseparables que durante los dos últimos siglos residieron –o creyeron y exigieron residir– en el estado nación territorial. Esa separación ya derivó en el desajuste entre las instituciones del poder y las de la política. El poder desapareció del nivel del estado nación y se instaló en el "espacio de flujos" libre de política, dejando a la política oculta como antes en la morada que se compartía y que ahora descendió al "espacio de lugares". El creciente volumen de poder que importa ya se hizo global. La política, sin embargo, siguió siendo tan local como antes. Por lo tanto, los poderes más relevantes permanecen fuera del alcance de las instituciones políticas existentes, mientras que el marco de maniobra de la política interna sigue reduciéndose. La situación planetaria enfrenta ahora el desafío de asambleas ad hoc de poderes discordantes que el control político no limita debido a que las instituciones políticas existentes tienen cada vez menos poder. Estas se ven, por lo tanto, obligadas a limitar de forma drástica sus ambiciones y a "transferir" o "tercerizar" la creciente cantidad de funciones que tradicionalmente se confiaba a los gobiernos nacionales a organizaciones no políticas. La reducción de la esfera política se autoalimenta, así como la pérdida de relevancia de los sucesivos segmentos de la política nacional redunda en el desgaste del interés de los ciudadanos por la política institucionalizada y en la extendida tendencia a reemplazarla con una política de "flotación libre", notable por su carácter expeditivo, pero también por su cortoplacismo, reducción a un único tema, fragilidad y resistencia a la institucionalización.

¿Cree que esta crisis global que estamos padeciendo puede generar un nuevo mundo, o al menos un poco diferente?

Hasta ahora, la reacción a la "crisis del crédito", si bien impresionante y hasta revolucionaria, es "más de lo mismo", con la vana esperanza de que las posibilidades vigorizadoras de ganancia y consumo de esa etapa no estén aún del todo agotadas: un esfuerzo por recapitalizar a quienes prestan dinero y por hacer que sus deudores vuelvan a ser confiables para el crédito, de modo tal que el negocio de prestar y de tomar crédito, de seguir endeudándose, puedan volver a lo "habitual". El estado benefactor para los ricos volvió a los salones de exposición, para lo cual se lo sacó de las dependencias de servicio a las que se había relegado temporalmente sus oficinas para evitar comparaciones envidiosas.

Pero hay individuos que padecen las consecuencias de esta crisis de los que poco se habla. Los protagonistas visibles son los bancos, las empresas...

Lo que se olvida alegremente (y de forma estúpida) en esa ocasión es que la naturaleza del sufrimiento humano está determinada por la forma en que las personas viven. El dolor que en la actualidad se lamenta, al igual que todo mal social, tiene profundas raíces en la forma de vida que aprendimos, en nuestro hábito de buscar crédito para el consumo. Vivir del crédito es algo adictivo, más que casi o todas las drogas, y sin duda más adictivo que otros tranquilizantes que se ofrecen, y décadas de generoso suministro de una droga no pueden sino derivar en shock y conmoción cuando la provisión se detiene o disminuye. Ahora nos proponen la salida aparentemente fácil del shock que padecen tanto los drogadictos como los vendedores de drogas: la reanudación del suministro de drogas. Hasta ahora no hay muchos indicios de que nos estemos acercando a las raíces del problema. En el momento en que se lo detuvo ya al borde del precipicio mediante la inyección de "dinero de los contribuyentes", el banco TSB Lloyds empezó a presionar al Tesoro para que destinara parte del paquete de ahorro a los dividendos de los accionistas. A pesar de la indignación oficial, el banco procedió impasible a pagar bonificaciones cuyo monto obsceno llevó al desastre a los bancos y sus clientes. Por más impresionantes que sean las medidas que los gobiernos ya tomaron, planificaron o anunciaron, todas apuntan a "recapitalizar" los bancos y permitirles volver a la "actividad normal": en otras palabras, a la actividad que fue la principal responsable de la crisis actual. Si los deudores no pudieron pagar los intereses de la orgía de consumo que el banco inspiró y alentó, tal vez se los pueda inducir/obligar a hacerlo por medio de impuestos pagados al estado. Todavía no empezamos a pensar con seriedad en la sustentabilidad de nuestra sociedad de consumo y crédito. La "vuelta a la normalidad" anuncia una vuelta a las vías malas y siempre peligrosas. De todo modos todavía no llegamos al punto en que no hay vuelta atrás; aún hay tiempo (poco) de reflexionar y cambiar de camino; todavía podemos convertir el shock y la conmoción en algo beneficioso para nosotros y para nuestros hijos.

Fuente: La Mirada

Nuevo examen del mercantilismo

Por: Dani Rodrik

Un empresario acude a la oficina de un ministro del Gobierno y dice que necesita ayuda. ¿Qué debe hacer el ministro? ¿Invitarlo a una taza de café y preguntarle cómo puede serle útil el Gobierno? ¿O echarlo conforme al principio de que el Gobierno no debe repartir favores a los empresarios?

Esa cuestión constituye una prueba de Rorschach para los encargados de la formulación de políticas y los economistas. En un bando se encuentran los entusiastas del mercado libre y los economistas neoclásicos, partidarios de una separación total entre el Estado y las empresas. En su opinión, el papel del Gobierno es el de establecer normas y regulaciones oficiales claras y después dejar que los empresarios se salven o se hundan por sí solos. Los funcionarios públicos deben mantenerse a una distancia prudencial de los intereses privados y nunca trabar relaciones de amistad con ellos. Son los consumidores y no los productores los que mandan.

Esa opinión refleja una tradición venerable que se remonta a Adam Smith y pervive con orgullo en los libros de texto de economía actuales. Es también la perspectiva predominante en la gobernación de los Estados Unidos, Gran Bretaña y otras sociedades organizadas conforme a esa concepción anglosajona, si bien en la práctica real con frecuencia se desvía de los principios idealizados.

En el otro bando se encuentran lo que podemos llamar corporativistas o neomercantilistas, que consideran decisiva una alianza entre el Gobierno y las empresas para la consecución de un buen rendimiento económico y la armonía social. En ese modelo, la economía necesita un Estado que preste oídos con interés a las empresas y, en caso necesario, engrase las ruedas del comercio concediendo incentivos, subvenciones y otros beneficios discrecionales. Como la inversión y la creación de puestos de trabajo garantizan la prosperidad económica, el objetivo de la política gubernamental debe ser el de tener contentos a los productores. Las normas rígidas y las autoridades distantes sólo consiguen sofocar el instinto animal de la clase empresarial.

Esa opinión refleja una tradición aún más antigua. que se remonta a los usos mercantilistas del siglo XVII. Los mercantilistas eran partidarios de una función económica activa del Estado: para fomentar las exportaciones, disuadir las importaciones de productos acabados y establecer monopolios comerciales que enriquecieran a las empresas y a la Corona a la vez. Esa idea sobrevive en la actualidad en los usos de las superpotencias exportadoras asiáticas (muy en particular, China).

Adam Smith y sus seguidores ganaron claramente la batalla intelectual entre esos dos modelos de capitalismo, pero los datos de la realidad revelan una historia más ambigua.

Todos los campeones del crecimiento de los últimos decenios –el Japón en los decenios de 1950 y 1960, Corea del Sur desde el decenio de 1960 hasta el de 1980 y China desde comienzos del decenio de 1980– han tenido gobiernos activistas que colaboraban estrechamente con las grandes empresas. Todos ellos fomentaron enérgicamente la inversión y las exportaciones, al tiempo que disuadían (o adoptaban una postura agnóstica sobre) las importaciones. La estrategia de China en pro de una economía con mucho ahorro y gran superávit comercial de los últimos años encarna las enseñanzas mercantilistas.

También el primer mercantilismo merece un nuevo examen. Es dudoso que el gran aumento del comercio intercontinental en los siglos XVII y XVIII hubiera sido posible sin los incentivos que los Estados ofrecieron, como, por ejemplo, las cartas de monopolio. Como sostienen muchos especialistas en historia económica, las redes comerciales y los beneficios que el mercantilismo brindó a Gran Bretaña pudieron ser decisivos para lanzar la revolución industrial del país hacia mediados del siglo XVIII.

Con esto no pretendo idealizar los usos mercantilistas, cuyos efectos perjudiciales son fáciles de ver. Los gobiernos pueden acabar con demasiada facilidad en los bolsillos de las empresas, con los consiguientes amiguismo y sistemas de captación de rentas, en lugar de crecimiento económico.

Incluso cuando al comienzo da resultado, la intervención gubernamental a favor de las empresas puede perdurar más de lo conveniente y quedar anquilosada. El objetivo de los superávits comerciales dsesencadena inevitablemente conflictos con los interlocutores comerciales, por lo que la eficacia de las políticas mercantilistas depende en parte de la inexistencia de políticas similares en otros lugares.

Además, el mercantilismo unilateral no es una garantía de éxito. La relación comercial entre China y los Estados Unidos puede haber parecido un matrimonio ideal –entre practicantes de los respectivos modelos mercantilista y liberal–, pero con una observación retrospectiva resulta claro que ha acabado mal, sencillamente. A consecuencia de ello, China tendrá que hacer importantes cambios en su estrategia económica, para los que no está preparada aún.

No obstante, la mentalidad mercantilista brinda a los encargados de la formulación de políticas algunas ventajas importantes: mejor información retrospectiva sobre las limitaciones que afronta y las oportunidades de que dispone la actividad económica privada y capacidad para crear una conciencia de propósito nacional en torno a las metas económicas. Los liberales pueden aprender mucho de ello.

De hecho, la incapacidad para ver las ventajas de las estrechas relaciones entre el Estado y las empresas es el ángulo muerto del liberalismo económico moderno. Basta con ver cómo se ha desarrollado la búsqueda de las causas de la crisis financiera en los EE.UU. La teoría oficial actual atribuye la culpa directamente a los estrechos vínculos creados entre la autoridades y el sector financiero en los últimos decenios. Para los liberales de manual, el Estado debería haberse mantenido a distancia y haberse limitado a actuar como un guardián platónico de la soberanía de los consumidores.

Pero el problema no es el de que el Gobierno escuchara demasiado a Wall Street, sino el de que no escuchó lo suficiente a la calle, donde estaban los productores e innovadores reales. Así es como teorías económicas no demostradas sobre los mercados eficientes y la autorregulación pueden substituir el sentido común y permitir a los intereses financieros adquirir hegemonía y dejar a todos los demás, incluidos los gobiernos, para recoger los platos rotos.

Fuente: www.project-syndicate.org

Recuerdo de Robert McNamara

Por: Jonathan Schell

Conocí a Robert McNamara, Secretario de Defensa de los Estados Unidos que dirigió el aumento de la intervención americana en Vietnam, en el verano de 1967. Yo acababa de regresar de un viaje a Vietnam del Sur, donde, como reportero de The New Yorker , presencié la destrucción por la potencia aérea americana de dos provincias: Quang Ngai y Quang Tinh.

Las políticas de los Estados Unidos eran claras. Las octavillas lanzadas a las aldeas anunciaban: “Los vietcongs se esconden entre mujeres y niños inocentes en vuestras aldeas... Si el vietcong en esta zona los utiliza a ustedes o a su aldea para eso, les esperará la muerte desde el cielo”.

Y llegó la muerte desde el cielo. Después cayeron más octavillas, que informaban a los habitantes de las aldeas: “Su aldea fue bombardeada porque dieron acogida al vietcong... Si dan acogida al vietcong del modo que sea, su aldea será bombardeada de nuevo”.

En la provincia de Quang Ngai, un setenta por ciento, aproximadamente, de las aldeas, fue destruido. Yo tenía veintitrés años entonces y no tenía idea de lo que era un crimen de guerra, pero más adelante me quedó claro que eso era lo que estaba presenciando. (Cinco meses después, en marzo de 1968, tropas americanas cometieron la matanza de My Lai.)

Aquella figura familiar, con sus brillantes gafas sin montura y su rígido pelo peinado hacia atrás, como si fuera vidrio hilado, me recibió en la puerta de su despacho del tamaño de una pista de tenis. Sentí una energía prodigiosa e inquieta que, según sospeché, no podía atenuar aunque quisiera. Poco después de que yo empezara a relatar mis observaciones, me llevó ante un mapa de Vietnam y me pidió que localizase las zonas de la destrucción. Tuve la sensación de que la pregunta era una prueba... a la que yo estaba dispuesto a someterme, pues había llevado conmigo mapas en los aviones controladores aéreos de avanzada. Parecía profundamente interesado, pero no hizo observación alguna y se limitó a preguntarme si tenía algo escrito. Le dije que sí, pero que estaba escrito a mano. Me propuso que le presentara una copia mecanografiada y me ofreció el despacho de un general que estaba fuera.

Lo que no sabía era que el artículo tenía tamaño de libro. Tardé tres días en dictarlo en el dictáfono del general. Entregué el proyecto acabado a McNamara, quien me dio las gracias, pero nada más dijo al respecto, ni entonces ni en ningún otro momento posterior.

Quince años después, en 1982, cuando Neil Sheehan estaba haciendo la investigación para su libro sobre la guerra, A Bright and Shining Lie , encontró documentos relativos a mi manuscrito que contó con la asistencia del Pentágono. Mostraban que McNamara había enviado el manuscrito al embajador americano en Vietnam del Sur, Ellsworth Bunker, quien pidió a un tal Bob Kelly que escribiera un informe general con vistas a desacreditar mi información y que consiguiera que la revista The Atlantic (en la que Bunker creía, equivocadamente, que iba a aparecer mi artículo) “suprimiese la publicación”.

Se distribuyó un memorándum en el que se recomendaban esas medidas a McNamara, al Subsecretario de Estado, Nicholas Katzenbach, y al Secretario de Estado Adjunto, William Bundy. El funcionario encargado de la “acción” era el Secretario de Estado, Dean Rusk. Se volvió a entrevistar a los pilotos de los aviones controladores de avanzada y se les pidieron declaraciones juradas. Se envió a dos pilotos civiles para que volaran por sobre la provincia y comprobasen mis cálculos de los daños. Se examinaron posibles planes para refutar públicamente mis conclusiones, pero las inoportunas conclusiones del informe resultante fueron las de que “los cálculos del Sr. Schell son substancialmente correctos”.

Tal vez frustrado por su imposibilidad de encontrar errores actuales en mi información, el autor del informe ofrecía algunas observaciones editoriales que resumían la equivocada concepción en que se basaba la guerra. Pensaba que yo no había conocido ciertos factores atenuantes de la destrucción que había presenciado y no sabía que “la población e[ra] totalmente hostil...” De hecho, en opinión del Vietcong, “los vietcong son el pueblo”. Así, pues, la razón principal para no reñir aquella guerra en primer lugar, a saber, el odio absolutamente evidente de la mayoría de la población a los invasores y ocupantes americanos, pasó a ser una justificación de la guerra.

La siguiente ocasión en que hablé con McNamara, en 1998, no fue sobre Vietnam, sino sobre las armas nucleares, sobre las que estuvimos tan de acuerdo como en desacuerdo habíamos estado sobre Vietnam. Los dos pensábamos que la única medida sensata que se podía adoptar con la bomba era la de deshacerse de ella. El vuelco de McNamara a ese respecto fue espectacular. Más que ningún otro funcionario gubernamental, a él se debió la institucionalización de la doctrina estratégica fundamental de la era nuclear, la disuasión, conocida también como destrucción mutua garantizada.

En la segunda ocasión quería que se prescindiera de ella, pero, en realidad, entonces también estábamos más próximos a propósito de la cuestión de Vietnam, pues, después de dos decenios de silencio sobre la guerra, había publicado su libro In Retrospect , en el que repudiaba sus anteriores justificaciones de la guerra y hacía la famosa afirmación sobre los gobiernos de Kennedy y de Johnson: “Estábamos equivocados, terriblemente equivocados”.

Muchos de los críticos de McNamara afirman –acertadamente, creo yo– que no llegó a entender enteramente, que intentó aferrarse a las declaraciones de intenciones nobles no corroboradas por la realidad. ¿Hasta qué punto son nobles las intenciones cuando los hechos que revelan sus resultados horribles están al alcance y, sin embargo, no se tienen en cuenta?

¿Debería haber sido McNamara más explicito en su arrepentimiento? Sí. ¿Debería haberlo expresado antes? Desde luego. ¿No debería haber recomendado nunca la guerra ni haberla presidido para empezar y nunca debería haber habido una guerra americana en Vietnam? Oh, Dios mío, claro que no.

El siglo XX dejó montones de cadáveres tras sí y ahora se están amontonando otra vez y, sin embargo, ¿cuántas figuras públicas de la importancia de McNamara han expresado jamás algún arrepentimiento por los errores, locuras y crímenes? Sólo puedo nombrar a una: Robert McNamara. En el improbable caso de que se erigiera una estatua de él, debería aparecer llorando. Eso fue lo mejor de él.

Fuente: www.project-syndicate.org

América Latina, la democracia abre fuego

Por: Santiago Roncagliolo

La víctima de un asesinato vuelve de la muerte para culpar al presidente de su país. Un grupo de militares armados saca a otro presidente de su cama y lo mete en un avión en pijama. Las fuerzas del orden se enfrentan a un grupo de campesinos pobres y matan a decenas de ellos. No, esto no es la película de James Bond contra un temible dictador aliado del terrorismo. Es sólo la actualidad política de América Latina.

El primer caso se registró en mayo, cuando un vídeo del abogado Rodrigo Rosenberg acusó desde la tumba al presidente de Guatemala Álvaro Colom y a su entorno de haber planeado su asesinato. Semanas después, en la localidad peruana de Bagua, las protestas de los indígenas contra la aprobación de leyes que permitían privatizar sus tierras se saldó con una decena de muertos, según el Gobierno -los líderes indígenas cuentan más de 30-, y la renuncia del ministro del Interior. Y a comienzos de julio, en Honduras, los enfrentamientos entre las fuerzas antidisturbios y los seguidores del depuesto presidente Manuel Zelaya se cobraron la vida de un joven manifestante.

Las consecuencias políticas y judiciales de estos casos están por determinar. Pero en términos de opinión pública, marcan un giro crucial en el discurso político de la región. Durante años, las mayores alarmas de la gobernabilidad democrática en América Latina habían saltado en Venezuela, Bolivia y Ecuador, contra cuyos gobernantes se suceden periódicamente denuncias por manipulación de instituciones judiciales, legislativas, ejecutivas e incluso electorales. Y sin embargo, en los tres casos señalados, son esas instituciones las involucradas. Es la democracia la que ha abierto fuego contra la población civil.

Sin duda, el caso de Guatemala tiene matices distintos. En su vídeo póstumo, Rosenberg no acusa de su muerte a la institución del poder ejecutivo sino al presidente, y el caso aún está en investigación. Pero aún así, la autoridad de un cadáver para señalar a su ejecutor tiene una potencia mediática descomunal. Ninguna sentencia judicial podrá borrar el mensaje que ha transmitido el abogado desde las pantallas de televisión o Internet: el poder se ejerce a balazos. Sea quien sea el asesino de Rosenberg, el sistema político ha perdido ante la población -si aún lo tenía- el crédito de la transparencia y el imperio de la ley. Para muchos guatemaltecos, el sistema democrático no sirve para combatir a las mafias, sólo para darles puestos públicos.

Por su parte, el caso de Bagua pone de relieve las limitaciones de una democracia para garantizar justicia. La mayoría de las constituciones vigentes en la región garantizan la propiedad privada y remiten a los tribunales en caso de conflicto. Ahora bien, uno de los conflictos sociales más delicados es el que enfrenta a las comunidades nativas con las grandes empresas que desean explotar los recursos naturales de sus tierras. Con el actual ordenamiento jurídico, cuando una empresa daña el medio ambiente o incumple la legislación laboral tiene muchas posibilidades de salir impune por una razón muy sencilla: los costes del proceso legal. Incluso un poder judicial confiable -lo que no siempre está disponible- enfrentará al estudio de abogados de una multinacional contra los delegados de un caserío de campesinos sin luz eléctrica. El litigio puede extenderse durante años, y si hay apelaciones, se resolverán en tribunales de la capital, a días de camino de las comunidades campesinas. El resultado no suele tener mucho misterio. Una institucionalidad impecable deja en indefensión legal a millones de personas.

Esta paradoja explica la popularidad de Evo Morales y Hugo Chávez entre los sectores más pobres de muchos países. Para sus detractores, los proyectos constitucionales que estos gobernantes impulsan sólo son un camino hacia su reelección indefinida. Pero sus defensores los consideran herramientas imprescindibles para la protección legal de los sectores más indefensos de la población. Sus textos establecen nuevos modelos de propiedad pública, refuerzan el papel del Estado ante los operadores económicos privados y defienden el derecho de los indígenas a decidir sobre sus tierras. Por contraste, los enfrentamientos de Bagua declaran que en un Estado democrático los campesinos tienen que morir y matar para defender ese derecho.

Pero si un caso ha dotado de legitimidad al discurso caudillista latinoamericano, ha sido el de Honduras. El nuevo gobernante, Roberto Micheletti, se ha esmerado en calificar su toma de mando como una "sucesión constitucional", basado en una sentencia del poder judicial contra el presidente electo, Manuel Zelaya. El motivo de esa sentencia fue la convocatoria de un referéndum. En efecto, el encaje constitucional de ese referéndum era bastante dudoso. Pero la imagen de un batallón evitando unos comicios a balazos no resulta mucho más digerible.

Al expulsar al presidente electo, las instituciones ponen en cuestión la definición misma de la democracia: el gobierno del pueblo, el sistema en que los ciudadanos pueden participar en las decisiones que les afectan, algunas de ellas tan elementales como quién es su presidente.

Si Micheletti temía que Hugo Chávez ganase poder en Honduras, puede estar tranquilo. Gracias a él, Chávez ha ganado legitimidad en toda la región. El presidente venezolano fue el primero en imponer sanciones económicas a Honduras, y ha exigido una actitud más resuelta de los tibios Estados Unidos, con lo cual ha invertido los papeles habituales. Como si fuera poco, sus advertencias de asesinatos y conjuras, que hasta junio se podían descartar como paranoias, se han vuelto realidad. Nadie podría haberle hecho un favor tan grande y tan bolivariano como el de Micheletti.

El discurso de Chávez es el principal beneficiario de los hechos de Guatemala, Perú y Honduras porque todos ellos restan credibilidad a las instituciones democráticas. El sistema de equilibrio de poderes y sufragio universal es deseable porque permite que los cambios sociales se realicen sin sangre. Por eso, cuando necesita derramar sangre para defenderse es señal de que algo funciona muy mal. La aplastante victoria del PRI en los últimos comicios mexicanos parece confirmar el agotamiento ciudadano ante las promesas incumplidas de un sistema que a comienzos de los noventa se presentó como la vía directa al desarrollo y la prosperidad.

En su acta de nacimiento de la Revolución Francesa, la democracia nació con un lema triple: "Libertad, Igualdad, Fraternidad". La fraternidad ya era demasiado pedir, pero el conflicto entre la libertad y la igualdad, entre liberalismo y socialismo, definió el siglo XX, y sigue dividiendo hoy a la región con la mayor desigualdad social del planeta. El proyecto político de Hugo Chávez es crear un sistema igualitario aun a costa de las instituciones que garantizan las libertades individuales. En cambio, el proyecto político liberal se ha concentrado en garantizar las libertades individuales -crucialmente, la propiedad privada- incluso a costa de la igualdad social.

Ambos valores podrían conciliarse, entre otras cosas, con reformas fiscales que distribuyesen más equitativamente la riqueza. No es imposible. Lo ha hecho Lula en Brasil, donde la clase media aumenta sin comprometer el crecimiento económico, equilibrando estabilidad institucional con justicia social. Sin embargo, en los países andinos y centroamericanos, los defensores de la democracia no han defendido justo esa parte de la democracia. Para masas de ciudadanos pobres, tengan razón o no, el proyecto de Chávez cristaliza una serie de aspiraciones concretas que las instituciones democráticas les niegan.

Quienes creemos que la democracia liberal es el sistema de gobierno más eficaz, tenemos que incorporar a esas masas en el proyecto de Estado que defendemos. Para retirarlas de la órbita de los caudillos, hace falta demostrarles que la democracia puede ofrecer justicia social, es decir, derechos básicos y una distribución más justa de la riqueza. Tendremos que demostrarles que pueden vivir mejor en una democracia liberal que con un caudillo socialista. Pero si nuestro argumento para ello son las fuerzas antidisturbios, todo lo que hagamos sólo servirá para darle la razón a esos caudillos. Al fin y al cabo, si eso es lo mejor que se nos ocurre, tampoco hace falta dispararle a nadie más: podemos dar esta batalla por perdida desde el principio.

Fuente: El País

domingo, 19 de julio de 2009

No al indulto

Por: Carlos Peña

¿Debería incluirse en un indulto general -como el que propuso la Iglesia- a quienes están condenados por violaciones a los derechos humanos; es decir, a los que, en calidad de agentes estatales, participaron en desapariciones, asesinatos y torturas?

No, en caso alguno.

Las razones sobran.

Desde luego, quienes desde el Estado atentaron contra los derechos humanos no sólo infringieron la ley. Al negar a sus conciudadanos el derecho a existir en razón de las ideas que profesaban (fue eso ni más ni menos lo que hicieron), incumplieron uno de los deberes mínimos que pesan sobre los que formamos parte de una misma comunidad política. En cambio, se arrogaron el derecho a decidir, con la frialdad de un burócrata de oficina, quién tenía derecho a habitar entre nosotros y quién no. Ahora, un mínimo sentido de justicia obliga a que ellos queden marginados también hasta que toda su pena se cumpla o la muerte se las abrevie.

Suena duro. Y lo es. Pero ¿de qué otra forma debiéramos reaccionar frente a crímenes que se ejecutaron primero y encubrieron después con toda la impunidad de la fuerza estatal, obligando a los familiares durante décadas a golpear puertas y sudar sangre para obtener, apenas en la hora undécima, una pálida justicia?

La fiesta del bicentenario conmemora los inicios de nuestra comunidad política -es decir, del compromiso de tratarnos como iguales, sin excluirnos en razón de las ideas-, y por eso, en vez de ser un motivo para excusar la pena de esos crímenes, debe ser una ocasión para reafirmarla.

Pero ¿acaso no habría que distinguir, como se ha sugerido, entre quienes dieron las órdenes y aquellos que, obligados a obedecer, las ejecutaron? ¿No deberíamos tener conmiseración con aquellos que, situados en el último lugar de la escala del poder, acabaron apretando el gatillo, poniendo en marcha la electricidad o escondiendo los cuerpos, pero sin deliberar ninguna de esas acciones?

El problema que impide hacer esa distinción es que, entre nosotros, todos los violadores de derechos humanos, desde Contreras a Corbalán, pretenden haber sido simples ejecutores de órdenes recibidas al amparo de la fiebre o de la conmoción. Todos se han presentado a sí mismos como alguna vez lo hizo Eichmann ante el juez: como funcionarios que violaron, torturaron, hicieron desaparecer y asesinaron por pura consideración al deber. En un mundo como ése, donde nadie dio las órdenes, en el que todos presumen haber sido reclutas asustados, en el que hasta Pinochet se lavó porfiadamente las manos y donde los civiles alegan no haberse siquiera enterado, ¿cómo podríamos castigar a los que ordenaron los crímenes y abreviar la pena de los que, nada más, los ejecutaron? ¿Cómo podríamos hacer esa distinción si, en los hechos, hemos tolerado se la niegue aceptando que nadie dio orden alguna y que todo lo que ocurrió pareció ser fruto de la simple conmoción?

Pero ¿no habría entonces que indultar al menos a quienes actuaron por miedo al castigo, esos a quienes la amenaza del superior quebrantó el ánimo?

Parece plausible, pero si lo miramos con cuidado, tampoco es sensato. Y no sólo porque el miedo ya debió ser considerado a la hora de fijar la pena.

En el desgraciado paisaje de los crímenes hubo de todo. Algunos cedieron al miedo, es verdad; pero muchos otros fueron capaces de resistirlo. Y esa distinción anula el efecto atenuante que hoy día se le quiere conferir al miedo. Porque ocurre que quienes fueron capaces de vencerlo -los que dejaron escapar a alguna víctima, o rehusaron torturar- no eran héroes, sino personas comunes y corrientes que simplemente se comportaron a la altura de su conciencia. Por eso tampoco es razonable indultar a quienes alegan haber actuado por miedo. ¿Acaso enseñaremos a nuestros hijos que hacer el mal cuando se tiene miedo es excusable?

El indulto general debiera beneficiar a quienes infringieron la ley y hoy están viejos o enfermos, pero excluir a quienes, por convicción, miedo o lo que fuera, y amparados en el Estado, castigaron con la tortura o la desaparición las ideas ajenas.

Fuente: El Mercurio

miércoles, 15 de julio de 2009

EL REGRESO DEL AGUILA


Han pasado ya tres semanas de ocurrido el Golpe de Estado en Honduras y sólo hasta ahora empiezan a verse los reales intereses que motivaron el mismo. Era sorprendente que los usurpadores del poder (bestias de civil y uniformadas) de esta nación pequeña y pobre, ni se inmutaran ante el rechazo unánime manifestado por todos los organismos multilaterales del mundo ante una situación que creíamos erradicada de nuestro continente. Era sospechoso que frente a resoluciones de condena por parte de la ONU, la OEA, UNASUR, ALBA, los No Alineados y la UE, los golpistas radicalizaran su posición y continuaran agregando delitos a la ya larga lista que supuestamente había cometido el Presidente Zelaya (sólo le falta ser acusado de pedófilo y cómplice de Bin Laden). Ninguno de los muchos argumentos utilizados para justificar el Golpe de Estado fue admitido por la comunidad internacional. La misma que ahora es testigo cómplice de la legitimación de dicha situación por parte de los Estados Unidos, quien en un principio rechazó tímidamente el golpe y respaldó al Presidente Zelaya, ahora sienta en la misma mesa a los golpistas, al Presidente Zelaya y a un tercer mandatario, rompiendo el “simbólico” bloqueo político que muchos países habían establecido contra los usurpadores.

Sólo hasta ahora ha venido a develarse el nexo entre el Golpe de Estado hondureño y el partido republicano, hogar de los ultraconservadores norteamericanos, los de la asociación nacional del rifle, que legalizaron la tortura y la muerte de civiles, los que diseñaron y fabricaron las pruebas que justificaron las invasiones a Afganistán e Irak. Los mismos con los que el presidente Obama evita entrar en contradicción para poder gobernar. Los mismos que deben estar festejando junto a los usurpadores el apoyo brindado por la secretaria de estado norteamericana al legitimarlos internacionalmente cuando los reconoció como parte política con la que se debía negociar y los sentó con dos Presidentes constitucionalmente elegidos, pasando sobre la OEA. Era extraño que la embajada de los Estados Unidos no se hubiera enterado de los planes golpistas, cuando participaba en las reuniones que sostenía el Presidente Zelaya con los usurpadores días antes del golpe, reuniones motivadas por la incomodidad que generaba una consulta popular. Era extraño que los Estados Unidos no utilizaran la misma energía y recursos para bloquear a los golpistas hondureños como sí lo hace desde hace décadas con Cuba.

Lo que el tiempo nos muestra, es que el Golpe de Estado en Honduras tuvo fuertes motivaciones ideológicas, que en gran medida fue auspiciado por sectores políticos y económicos norteamericanos (con total libertad de su gobierno), que los gorilas que creíamos disminuidos siguen más vivos que nunca en los cuarteles Latinoamericanos y que si bien la región no es la prioridad número uno en la política exterior norteamericana, tampoco es la ultima, no es casual que el año pasado la cuarta flota de la marina estadounidense se haya desplegado por America Latina , que la presencia de “asesores militares (1600)” se mantenga en Colombia y que el gobierno de este ultimo país haya aceptado la presencia de aviones norteamericanos en cinco de sus bases aéreas[1]. Es muy seguro que intentarán a toda costa controlar nuevamente su otrora oficina para la región, es decir, la OEA, no será extraño que promuevan la candidatura para la Secretaria General de este organismo a una persona que se muestre menos dispuesto al consenso, especialmente con países como Bolivia, Cuba y Ecuador, pero especialmente con Venezuela, que según los Estados Unidos es “el nuevo causante de todos los males presentes y futuros de Latinoamérica”. No sería descabellado que su candidato reuniera el perfil de un Álvaro Uribe, defensor de la democracia militarizada, desconocedor del concepto de soberanía, poco respetuoso de los Derechos Humanos, pero por sobre todo muy leal y obediente a sus patrocinadores del norte.



Luis Fernando Trejos Rosero. .
[1] Sobre la estrategia militar de Estados Unidos en America Latina, puede revisarse el documento: US Southern Command Strategy 2016 Partnership for the Americas, US Southern Command, Miami 2007.

lunes, 13 de julio de 2009

Alan García crea un Gobierno de línea dura tras la revuelta de los indígenas

Por: Jaime Cordero

Lo que acaba de hacer el presidente peruano, Alan García, es más que un mero relevo en la cabeza del Gabinete, su tercer Gabinete desde que ganó las presidenciales de 2006. Es un cambio radical en el Ejecutivo. Quizá el único punto en común entre el nuevo presidente del Consejo de Ministros, Javier Velásquez Quesquén, y su antecesor, Yehude Simon, es que ambos provienen de la misma región, Lambayaque, al norte del país. El resto son diferencias.

Simon era un personaje ajeno al partido que gobierna, con declaradas ambiciones de ser candidato presidencial en los comicios del 2011, que llegaba con fama de ser un hombre dialogante y conciliador. Velásquez es hombre del partido aprista, disciplinado defensor del Gobierno y considerado un "incondicional" del presidente. Su llegada al cargo de jefe de Gabinete representa el retorno del partido de Gobierno a los mandos del ejecutivo. Así quedó claro desde el momento mismo de su juramento, cuando fue aplaudido por una nutrida masa aprista que colmó el Salón Dorado del palacio de Gobierno.

Los antecedentes de Velásquez y su antecesor también son disímiles. Mientras que Simon llegaba al cargo hace algo más de ocho meses luego de una bien considerada gestión como presidente regional de Lambayeque, el nuevo presidente del Consejo de Ministros viene de ser presidente del Congreso, una de las instituciones políticas menos populares en el país, con cifras de aprobación pública apenas superiores al 10%, según recientes sondeos, y constantes sospechas de corrupción. Incluso el mismo Velásquez fue acusado recientemente de copar con militantes del partido las oficinas del Parlamento durante su gestión como presidente.

"Espero que sea el último Gabinete presidencial al que le tomo juramento", dijo García el sábado. Si se atiende a las circunstancias que originaron la salida de los anteriores jefes de Gabinete, esta declaración se puede interpretar como la esperanza de que el resto de su mandato transcurra sin mayores crisis. El primer Gabinete de García, liderado por el aprista Jorge del Castillo, fue relevado luego de que el escándalo de los Petroaudios, una serie de grabaciones que evidenciaron presuntos sobornos para favorecer a una petrolera en la entrega de exploraciones, embarrara a conocidos personajes del partido de Gobierno.

El segundo Gabinete, el encabezado por Simon, no resistió la protesta de los nativos de la selva peruana ante un paquete de leyes del Ejecutivo que, según ellos, atentaban contra la propiedad de sus tierras. Tras dos meses en huelga, la protesta derivó en enfrentamientos que acabaron con 34 muertos, entre ellos 24 policías. Ahora, una de las principales misiones de Velásquez será velar por el cumplimiento de los compromisos asumidos por su antecesor para desactivar las protestas, no sólo en la selva peruana, también en varias localidades del sur del país.

Sin embargo, la oposición ha asumido la designación con escepticismo. "Será un Gabinete de choque y represión", considera Mario Huamán, secretario general de la Confederación General de Trabajadores de Perú (CGTP). Por su parte, Carlos Tapia, portavoz del partido nacionalista de Ollanta Humala, declaró que con Velásquez "se impone la línea dura en el Gobierno".

Tampoco los nativos se mostraron muy de acuerdo: "El Gabinete será de corte alanista y eso no nos da ninguna confianza", declaró Daysi Zapata, presidenta en funciones de Aidesep, la asociación que representa a la mayoría de poblaciones amazónicas.

"Es una muy mala noticia", comenta sobre la designación el periodista y ex ministro del Interior en el Gobierno de Alejandro Toledo Fernando Rospigliosi, en una columna publicada ayer en el diario La República. "En primer lugar, es un político de capacidades muy limitadas.

En segundo lugar, es todo lo opuesto a lo que ofreció Alan García en la campaña electoral. En tercer lugar, no aporta una cuota de popularidad al Gobierno, cosa que García necesita con urgencia después de su estrepitoso derrumbe en las encuestas". Rospigliosi opina que Velásquez "será un ministro-secretario, obsecuente a los dictados del presidente. Como no tiene peso propio y le debe todo a García, será incapaz de decir que no".

"El país espera orden e inclusión social", declaró García, quien ayer renovó a otros cinco nuevos ministros, entre ellos los de Defensa, Interior y Justicia. Para que se cumpla su deseo de que éste sea su último Gabinete, Velásquez tendrá que hilar fino y cerrarle la boca a sus críticos.

Fuente: El País

Chile - Bolivia - Perú: La insinceridad histórica no paga

Por: José Rodríguez Elizondo

La entrevista que concediera Evo Morales a Cristián Bofill, director de La Tercera (1) , más que un golpe periodístico fue una señal política extraordinaria para Chile y el Perú.

Respecto a nuestro país, presentaba la aspiración marítima boliviana en el marco de una negociación tranquila, sin periodistas, sin denuncia ante los foros internacionales y sin privilegiar el tema de la soberanía. “Lo que yo quiero es resolver juntos el problema y no buscar mediadores, veedores ni garantes”. ¿Y qué decía sobre la interferencia de Fidel Castro que torpedeó la visita a Cuba de Michelle Bachelet?... Pues, que fue un simple saludo o expresión de “un sentimiento internacional”, con tácita extensión al intervencionismo del líder venezolano Hugo Chávez. Morales verbalizaba, así, lo que muchos chilenos soñaron durante más de cuatro décadas y hasta sugería su disponibilidad para iniciar un vuelco histórico en la política de alianzas.

En cuanto al Perú, la entrevista marcaba el climax de la pésima relación de Morales con el Presidente Alan García. En ese marco, el agravio feroz del peruano, según el cual Morales dejó de ambicionar un mar para Bolivia, fue respondido con una ferocidad equivalente: la de que García demandó a Chile ante la Corte de la Haya a sabiendas de que perderá el pleito, pues su objetivo principal es “perjudicar a Bolivia”. Al respecto, Morales agregó (con matiz maldadoso), que él no hablaba desde meras suposiciones, sino con base en información interna, procedente de “las mismas estructuras del Estado peruano”.

Asesoría temeraria

La entrevista sucedía a la clara señal del canciller ecuatoriano Fander Falconí, de que su país compartía el criterio jurídico de Chile sobre la demanda del Perú. Importante, pues ambos fenómenos efectivizaron la realidad de los riesgos geopolíticos de la estrategia peruana y, en especial, de la demanda judicial como método.

En rigor, era un riesgo compuesto, subestimado con ligereza por los expertos peruanos. Por una parte, consistía en que Ecuador hiciera causa común con Chile, en cuanto tercer suscriptor de los tratados de 1952 y 1954. Por otra, estaba la posibilidad de que Bolivia se diera por lesionada, pues la viabilidad de su aspiración marítima supone un corredor ariqueño y un mar adyacente no sujeto a controversia. De confluir ambas situaciones, se produciría lo que se está produciendo: el cuadro de un Perú enfrentado a Chile, Bolivia y Ecuador, con Venezuela apoyando decididamente a los dos últimos. En lista de espera estaría Colombia, que también participa del sistema limítrofe del Pacìfico Sur y donde operan las “chavistas” y muy infiltrables FARC.

Es pertinente anotar que el riesgo boliviano está analizado no sólo en mi reciente libro De Charaña a La Haya (2) . También fue contemplado en un artículo que publiqué, en septiembre de 2007, en esta revista (3). Allí planteaba, como “hipótesis”, que la pretensión oficializada en 1986 por el embajador peruano Juan Miguel Bákula, se habría diseñado, en parte, “como un franco disuasivo ante Bolivia”.

Esto, porque, siendo impensable que el Perú accediera a ceder a Bolivia parte de Arica, tampoco quería experimentar la ordalía de un nuevo acuerdo chileno-boliviano que hiciera explícita esa disposición. Desde ese talante, una disputa por la frontera marítima cumpliría el doble objetivo de reivindicar un segmento de océano e impedir -con presunta sutileza- un segundo “charañazo”. Ante una nueva petición de venía peruana para un “corredor ariqueño”, el gobierno requerido no estaría obligado a definirse sobre el fondo. Le bastaría indicar que los derechos sobre el mar adyacente ahora estaban en discusión y, claro, no se puede negociar sobre cosa ajena.

Sucede que esa hipótesis fue tajantemente descalificada por el propio embajador Bákula. Le resultaba conspirativo sostener que Bolivia pudiera sentirse afectada por la pretensión que él había liderado en lo técnico y representado en lo diplomático. Tal posibilidad no había pasado por su mente ni por la de su canciller ni por la de su Presidente. Tan arriesgada posición (¿cómo saber lo que realmente piensa otra persona?) fue volcada en trascendidos periodísticos y, en definitiva, se expresó en un libro que publicó el año siguiente. Ahí Bákula transformó mi hipótesis en simple “intuición”, la adjetivó como “extraña”, sospechó que estuviera “teledirigida desde otros miradores” y coligió que mi objetivo era desacreditar su propia gestión (la de Bákula) suponiendole “el recóndito propósito de reactivar la demanda marítima boliviana” (4).

Tan insólita reacción, que equipara la responsabilidad del agente diplomático con la del conductor polìtico, confunde una disuasión con una reactivación (de la aspiración boliviana) y descalifica a un analista por sospechas, era sicológicamente significativa. Por una parte, parecía revelar el oculto temor a un despertar crítico de los expertos propios. Por otra, evidenciaba que, a falta de argumentos convincentes, había que recurrir a “tergiversaciones patrióticas” y descalificaciones ad hominem. El ancestral reflejo de matar al mensajero.

Pero, a esa altura, la hipótesis ya era tesis verificada. Presidente, canciller, diplomáticos y ex cancilleres bolivianos aceptaban, con mayor o menor discreción, que la anunciada demanda peruana sería un obstáculo decisivo para su aspiración. Luego, cuando Morales quiso dar “orientación política antimperialista” al pueblo peruano y se burló de la robustez de García, la oleada antidemanda que bajaba desde Palacio Quemado era visible desde cualquier atalaya.

Con la demanda ya instalada, la Cancillería peruana y sus asesores pro demanda se encuentran ante un jaque geopolítico autopropinado. De ser cierto que sólo la intuición de un analista privado pudo prever el crítico alejamiento de Bolivia, significa que allí se dio un alarmante déficit de análisis focalizado. Si, por el contrario, hubo previsión certera, significa que esa Cancillería fue sobrepasada por una asesoría temeraria, que indujo las dos graves decisiones políticas de García: oficializar la pretensión peruana, en 1986 y presentar la demanda en 2008.

Traslado de culpas

Hoy el gobierno de Bolivia aparece impulsando un traslado de culpas que daría un vuelco histórico al subsistema geopolítico pos Guerra del Pacífico. Chile dejaría de ser el exclusivo responsable de la mediterraneidad boliviana, pues los obstáculos reales los ha colocado –según Morales- la “permanente agresión” de García. El Perú quedaría en un aislamiento similar al que suelen percibir los chilenos, de manera recurrente, desde mediados del siglo 19.

Para nuestros cortoplacistas, puede ser una gran oportunidad. Bastaría endosar la querella de Morales contra García, sin asumir que eso a) equivale a reponer la “polìtica boliviana” previa a 1929, que giraba contra la transferencia a Bolivia de Tacna y Arica, b) supone canjear una compleja amistad boliviana por una sólida enemistad peruana, c) compromete –en caso extremo- a producir un “resquicio” para ceder un corredor a Bolivia bajo protección chilena y d) consolida el bloqueo de las políticas integracionistas en la sub-región, con perjuicio para todos. En suma, se prorrogaría la vigencia de “el siglo que vivimos en peligro”.

Mejor sería sincerarse y reconocer lo que los taimados hechos gritan: la aspiración marítima boliviana fue y sigue siendo una pieza para tres actores. Y, si en aras del dogma bilateralista quisiéramos negar el link entre la demanda peruana y la agenda de 13 puntos con Bolivia, significaría que algo muy extraño sucede en nuestro sistema perceptor de realidades.

Cabe agregar que en el meollo de la insinceridad está la exclusión de Bolivia consagrada en el Protocolo Complementario (y originalmente secreto) del Tratado de 1929. Tal instrumento fue, en su esencia, una Medida de Fomento de la Confianza (MFC), que permitió al Perú sublimar la pérdida de Tarapacá y Arica con la recuperación de Tacna y la certeza de que Chile no transferiría a Bolivia parte de la otra “provincia cautiva”.

El Presidente peruano Augusto Leguía sintetizó ese espíritu cuando dijo que el nuevo tratado unía fraternalmente a chilenos y peruanos “a la sombra de una historia forjada por héroes comunes y sobre un suelo cuya continuidad trazó la mano de Dios”. Fue un mensaje perfectamente decodificado por el ex Presidente boliviano Daniel Salamanca, con una metáfora que hizo fortuna: “Chile puso un candado al mar para Bolivia y entregó la llave al Perú”.

Trilateralismo diferenciado

Chilenos y peruanos no contaron con que Bolivia, tras denunciar aquella exclusión, lucharía para convertirla en procedimiento. Al efecto, sus gobiernos la interpretaron de modo que “el candado” pudiera unirse con “la llave”, debilitando el espíritu del Protocolo Complementario. El método principal fue inducir conversaciones con Chile, para acceder al mar desde la frontera norte, y luego buscar la venia del Perú, a sabiendas de que para este país sería un tema incordiante.

Dicho procedimiento tuvo un hito decisivo en 1975, con los formales Acuerdos de Charaña, firmados por los generales Augusto Pinochet y Hugo Bánzer. A partir de éstos se inició una estrategia peruana que culminaría con un antídoto definitivo: la decisión de expandir la frontera marítima propia, primero mediante negociaciones y, en definitiva, demandando a Chile ante la Corte Internacional de Justicia.

Por lo señalado, Chile no sólo debe tratar de imponer sus mejores argumentos jurídicos ante esa Corte. Visto que el eventual fallo no puede solucionar el conflicto político y trilateral de fondo, también necesita enfrentar la complejidad de lo real, aceptando, con Goethe, que “las cosas siempre son más simples de lo que se puede pensar, pero mucho más intrincadas de lo que se puede comprender”.

En ese sentido, lo inteligente sería asumir la iniciativa política y estratégica de tender una “cuerda común” chileno-peruana, que sustente un nuevo espíritu respecto a Bolivia. Ambos gobiernos reconocerían, así, el fracaso de la exclusión de 1929 y admitirían la posibilidad de negociar con el tercer país a tenor de un proyecto integracionista en la triple frontera, sin transferencias de soberanía y en el marco de un juego “todos ganan”. De paso, reconocerían que el decaimiento de la soberanía absoluta, que reconoce la Ciencia Política moderna, no significa que dé lo mismo transferirla a otro país. Significa, más bien, que los Estados pueden delegar partes de su soberanía global en una entidad integracionista o supranacional. La modélica Unión Europea se forjó sin cambiar el color territorial de los mapas.

Ese trilateralismo diferenciado sería, entonces, una MFC que uniría a Chile, Bolivia y Perú en una empresa con soporte geopolitico, liquidando la madre de todos los recelos. No más ambigüedad flagrante desde el Perú. No más expectativas imposibles para Bolivia creadas desde Chile. No más vetos geoeconómicos en los mercados de exportación e importación. No más mercados gasíferos interferidos por el “factor patriótico”. No más discriminación a los inversionistas según sus nacionalidades. No más resquicios para que emerjan nuevos caudillos militares. No más facilidades a otros líderes para que interfieran en la relación entre nuestros tres países, demandando playas, dando apoyo estratégico a sus seguidores o apadrinando candidatos.

En resumidas cuentas

Con el mérito de lo señalado, parece evidente que Chile debe mantener extrema prudencia ante el nuevo cuadro que configura el conflicto Bolivia-Perú. Nadie debe entusiasmarse con las trompadas que se propinan sus presidentes. A la inversa –y metafóricamente hablando- nuestra Presidenta Michelle Bachelet debiera negarse a convertir el penal que le está obsequiando su homólogo boliviano. Para no ser demasiado obvia en el rechazo, bien podria ensayar el trote previo desde los doce pasos y repetir su truco del zapato volador.

NOTAS

(1) La Tercera, 31 de mayo 2009.

(2) José Rodríguez Elizondo, De Charaña a La Haya, Ediciones La Tercera del Grupo Planeta, Santiago, 2009.

(3) La extraña invención del doctor García, revista Mensaje, septiembre 2007.

(4) Juan Miguel Bákula, La imaginación creadora y el nuevo régimen jurídico del mar, Universidad del Pacífico, Lima, 2008, pg. 218.
Fuente: La Tercera